Ultratrail Andorra o cómo las carreras de montaña se nos van de las manos
La Celestrail empezaba a las doce de la noche y los corredores tenían un máximo de 24 horas para completar un recorrido de 83 kilómetros por las montañas andorranas

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¡corre forest!

Ultratrail Andorra o cómo las carreras de montaña se nos van de las manos

¿Qué empuja a alguien a pasar veinte horas corriendo por la montaña, de noche y de día, para completar una carrera durísima? Hablamos con los corredores de la Ultratrail Andorra para descubrirlo.

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Existen muchos tipos de campeones en el mundo del deporte: los que se apuntan a estas carreras de montaña kilométricas, que desde hace unos años se han puesto de moda, son un gran ejemplo. Y no solo los que las acaban, que más o menos son el 50%, sino todos los que participan.

Solo por el entrenamiento físico y mental que suponen, los participantes ya se merecen la etiqueta de campeones. Lo más impresionante, sin embargo, es pensar en el momento en que un ser humano teóricamente cabal decide cambiar su vida y pagar la inscripción a una de estas carreras: a partir de entonces solo le queda entrenar sin descanso, ya sea de día o de noche, para poder resistir la exigencia loca de la carrera.

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En Andorra hace ocho años que se celebra una de las carreras más duras de este mundillo. En la edición de este año, aunque todos y cada uno de los más de 2 000 participantes —repartidos en cuatro recorridos distintos— se prepararon a conciencia, no todos pudieron llegar a la meta.

VICE Sports siguió a cuatro participantes de la 'Celestrail', con 83 km de recorrido y 5 000 metros de desnivel. Cabe decir que había tres recorridos más: la 'Ronda dels Cims', con 170 km y 13 700 metros de desnivel; la 'Mític', con 112 km y 9 000 metros de desnivel; y la 'Marató dels Cims', con 42,5 km y 3 000 metros de desnivel.

Los 500 corredores inscritos estaban citados en Ordino a medianoche para empezar a correr. Por delante les esperaban muchas horas de oscuridad antes del alba: había que aguantar física, pero sobretodo mentalmente, para volver a llegar al punto de salida y completar la carrera.

En este tipo de pruebas hay dos tipos de competidores: los que van a ganar y a hacer buen tiempo y los que solo se proponen acabar. Sus carreras son totalmente distintas, ya no solo por las horas que invertirá cada grupo sino por su preparación, por cómo se desarrollan y la presión que se autoimponen.

Jaume Planella, corredor andorrano de 22 años, se apuntó a la Celestrail para ganar. Acostumbrado a competir al límite representando la Federació Andorrana de Muntanyisme, a Planella no le valía con acabar. "Vengo a hacer un buen tiempo: si no, me voy a casa y el fin de semana voy a la montaña con los amigos", contaba antes de empezar.

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Jaume Planella minutos antes de empezar a correr. Foto de Pau Riera

Planella había podido reconocer todos y cada uno de los kilómetros, tanto de día como de noche, y estaba preparado para quedar en el Top-5, aunque su ilusión era el podio. Lo tenía todo preparado: a cada punto de avituallamiento le esperaba un amigo con comida, bebida y unas zapatillas de repuesto.

Mientras que los que iban a acabar la carrera se tomaban su tiempo en estos puntos —10 en todo el recorrido—, él y los otros que quedaron en el Top-10 no se demoraban más de dos o tres minutos.

A Planella, sin embargo, el plan le salió mal: el joven andorrano claudicó en el kilómetro 57 debido a que no pudo comer ni beber bien en el punto de avituallamiento del kilómetro 30 a las tres de la madrugada. "Empecé a notarme un nudo en el estómago y no me entraba nada de comida. He aguantado todo lo que he podido, pero no tiene sentido seguir así si no puedo competir", explicaba justo después de comunicar a la organización que abandonaba.

Ya de día, ocho horas después de empezar y un kilómetro antes del último control que pasó, Jaume ya tenía claro que no seguiría en carrera

Quien sí acabó, y contra todo pronóstico, fue Eduard Caballero. Este corredor catalán, que finalizó el circuito en 11 horas y 17 minutos, se fracturó la clavícula un mes antes de la carrera: ante la negativa de la organización de devolverle el dinero, Caballero decidió tomar la salida y probar suerte.

Caballero no solo acabó la carrera, sino que acabó en una sorprendente segunda posición. "No me lo creo aún. Yo hoy no tendría que estar aquí, pero mira lo que es la vida", confesaba justo al llegar a meta.

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Eduard Caballero a su llegada a meta saludando a los aficionados que se habían congregado de buena mañana para animarle

Caballero iba pasando los puntos de control, demostrando una frescura que ni sus padres se creían. "A ver estos próximos 15 kilómetros como los hace", iba diciendo su madre en cada control. A pesar de no poder correr hasta una semana antes de la carrera, Eduard se la preparó para poder ir sin palos, no cargar de más su clavícula… e ir tirando.

El resultado dejó a todo el mundo anonadado. Caballero, no obstante, nunca tuvo opción de atrapar al francés Mikaël Pasero, que ganó la Celestrail con media hora de margen respecto al segundo y a más de hora y media del tercero.

Mikaël Pasero llegando a meta después de correr 10 horas y 52 minutos seguidos

En otra dimensión —mayoritaria—, viven los que tienen como máximo objetivo llegar a meta… sea a la hora que sea. Josep María Bergadà, de 25 años, es de los que iba a acabar. "Me había preparado mucho, pero al ser de Barcelona no pude reconocer el terreno, y eso de noche se nota. Es lo que más nervioso me ponía: correr tantas horas de noche", cuenta.

Bergadà, que acabó en 19 horas y 42 minutos, tiene experiencia en este tipo de carreras pero afirma sin dudar que ésta es la más dura que ha corrido hasta la fecha. "Estuve a punto de abandonar a la mitad, pero me paré durante una hora en un punto de avituallamiento a recuperarme. Eso me dio fuerzas para continuar. Además, realmente el tiempo me daba igual", apunta Bergadà. Como apunte, Planella estuvo solo 2 minutos y 24 segundos en ese punto.

Aparte de los diez o veinte primeros corredores, el resto lo pasa muy mal. Ver que todos estamos igual da fuerzas para intentar acabar

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Josep María Bergadà, participante de la Celestrail

"Puede parecer una tontería, pero cuando lo pasaba mal me animaba a mí mismo. El tema psicológico es mucho más importante que el físico en estas carreras en las que puedes estar veinte horas seguidas corriendo", explica Bergadà.

"Justo al acabar la carrera me dije que no quería repetir ni loco, pero ahora que han pasado dos días ya quiero volver a hacerlo para mejorar mi tiempo", afirma Josep María. A Planella le pasó lo mismo: después de unas horas, los corredores se recuperan y ven que la experiencia es única.

Josep María Bergadà durante los primeros diez kilómetros, en los que llevaba un ritmo bajo para ver cómo respondía al correr de noche

Otro ejemplo de corredor que quería acabar es Pepo García. En este caso, la cabeza pudo más que las piernas y abandonó a media carrera. "No quería hacer un tiempo de veinte horas y decidí abandonar para regresar el año que viene más preparado… a pesar de que mis piernas hubiesen aguantado hasta el final", confiesa García.

García se había marcado unos buenos parciales en cada punto de control, pero "la carrera fue más lenta de lo que me había pensado y al final eso se nota mucho". En estas carreras es muy importante saber en qué tramos se puede apretar más y en cuáles se va a ir más apurado y es necesario descansar.

"El año que viene volveré a correrla. Esta edición me ha servido para aprender qué ritmos debo llevar en cada tramo", asegura García. Otra de las cosas que ha aprendido es que en los puntos de avituallamiento tienes que estar el tiempo necesario para comer bien y recuperarse. "Los que van a ganar dependen de los minutos en estos puntos, pero para los que solo vamos a acabar, estos descansos son vitales para llegar a la meta", asegura Pepo.

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Pepo García, después de más de diez horas de carrera, llegando al punto donde abandonó

La Andorra Ultratrail ya es conocida como una de las más duras del calendario y muchos corredores tienen el fin de semana marcado como imprescindible. La 'Ronda dels Cims' es apta para muy pocos corredores: solo la terminaron 211 de 450. Para algunos de los fisioterapeutas que atendían a los corredores durante el recorrido, esta carrera "no es sana" y los participantes "lo van a notar al cabo de los años".

Los corredores, sin embargo, aseguran que la superación y esfuerzo que necesitan y la satisfacción de participar vale tanto la pena que prácticamente todos aseguran que quieren repetir. Las duras horas corriendo de noche no se olvidan fácilmente, pero la recompensa puede con todo incluso si no logras acabar la carrera.

Un momento de la noche en el Coll de la Botella con centenares de corredores corriendo con sus frontales

Otra de los momentos mágicos que deja la Ultratrail es coincidir con los seguidores que, desafiando el frío, la negra noche y la soledad, animan a todos y cada uno de los corredores con los que se encuentran.

Unos espectadores animando a los corredores a las tres de la mañana en un punto en el que no había ningún control ni avituallamiento

Al acabar, y coincidiendo con algunos de los participantes a los que habían animado hacía horas, los que jaleaban a los corredores recibieron su gratitud. Alguno les llegó a decir que sin ellos no hubiera podido acabar.

Esto es la Ultratrail Andorra, una carrera única en unos parajes increíbles… en la cual hay que estar un poco loco para participar.

Bendita locura.

El autor de este artículo no se apuntaría ni loco a la Ultratrail, pero en Twitter no descansa nunca: @21pauriera