Surfeando hacia una vida mejor en Haití
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deporte y esperanza

Surfeando hacia una vida mejor en Haití

Tras el catastrófico terremoto de 2010, la primera escuela de surf del país caribeño podría ser el pasaporte a un sueldo digno y a un futuro mejor para los jóvenes locales.

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La arena de Piston Beach en el pueblo de Jacmel, en Haití, está cubierta de botellas de cristal, cajas de cartón y bolsas de plástico. Los cerdos rebuscan entre la basura. Los alrededores de la playa de Kabik, no obstante, son muy distintos, con multitud de exuberantes palmeras, plataneros y papayas. En Kabik, a escasos 70 kilómetros del epicentro del terremoto del 2010, no queda ninguna pista de la destrucción provocada por la catástrofe.

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Este pequeño milagro es posible gracias a que los miembros de Surf Haiti, algunos de apenas siete años de edad, organizan recogidas regulares de basura y limpiezas de la playa. Desde que empezó su labor en 2011, esta organización sin ánimo de lucro ha estado intentando levantar la comunidad a través de lecciones sobre surf y medio ambiente.

Su objetivo es convertir Haití en una destinación surfera sostenible para los turistas.

En febrero de 2015, Surf Haiti abrió la primera escuela de surf del país —una estructura simple, de apenas 20 metros cuadrados. Uno de los chicos usó una cizalla para cortar las cintas, y los voluntarios de la fundación Share the Stoke donaron cinco tablas de surf nuevas para los chavales del programa.

Los niños se dirigieron hacia el agua con sus tablas relucientes y se animaron unos a otros a practicar el surf. Los chicos mayores echaron una mano a los más jóvenes y pasaron horas allí. Solo la caída del sol les disuadía de seguir surfeando.

El surf empezó en la playa de Kabik en 2011, cuando el doctor Ken Pierce, en un proyecto de reconstrucción de la región, trajo su tabla y se metió en el agua para surfear las olas de tres metros del mar del Caribe. Un grupo de niños se reunieron en la playa para verle. Cuando Pierce salió del mar, una larga cola de chicos le siguió y algunos de ellos le preguntaron, "Mwen ke fe sa?" [¿Puedo hacer esto?].

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Pierce, que llama al surf su "estrella del norte", se mostró muy excitado por la posibilidad de ayudar a los demás a través de su pasión. En su siguiente viaje, trajo consigo más tablas y fundó Surf Haiti con su compatriota estadounidense Alan Potter. Algunos de los niños aprendieron a hacer 'bodyboarding' con planchas abandonadas de madera, a pesar de que muchos de ellos no sabían ni nadar. En Haití no existe ningún lugar en el que se puedan comprar o reparar tablas de surf.

Con la ayuda de Joan Mamique, un francés que lleva viviendo en Jacmel desde 2010, Pierce y Potter empezaron a enseñar a surfear a seis adolescentes que ya sabían nadar. A través de donaciones y de la venta de camisetas de Surf Haití en su página web, sus recursos fueron creciendo.

Cuando ambos se fueron de Haití el año pasado, Mamique se dio cuenta de que el surf deberá ser sostenible si quiere desarrollarse en la región —de haitianos, para haitianos. Una escuela de surf, pensó, ayudaría a los chicos a ganarse un sueldo dando clases a los turistas y alquilando tablas, a la vez que permitiría entrenar a las nuevas generaciones de surferos haitianos.

Para construir la escuela, Pierce, Potter y Mamique recolectaron 1.400€ de amigos y simpatizantes, y añadieron 1.400 más a través de la venta de camisetas. La escuela cuenta ahora con 15 tablas y 30 participantes regulares, seis de los cuales enseñan a surfear a diez principiantes mientras los 14 restantes aprenden a nadar. Cuando los niños dan lecciones a los turistas, ganan unos 11 euros al día; la mitad van a Surf Haiti, la otra a sus bolsillos.

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Para ponerlo en contexto, la mayoría de la población haitiana vive con menos de dos euros al día, y los turistas vienen muy de vez en cuando. Cada vez menos desde el terrible terremoto de 2010 que se llevó 200.000 vidas. La mayoría de los niños de Surf Haiti nunca han salido de Jacmel.

"Es una escuela de vida para ellos. Estar en el agua, todos juntos, siendo todos uno… dicen que Surf Haiti es una familia para ellos. La que han elegido y construido juntos", cuenta Mamique.

Surf Haiti aún se enfrente a serios desafíos: necesita más voluntarios, más fondos, y el objetivo principal permanece: desarrollar la economía local.

"Jamás imaginé que funcionaría tan bien y llegaríamos tan lejos. Pero ahora es mi vida", asegura Mamique. El francés espera que un día Jacmel pueda acoger un evento surfero y muestre así al mundo el auténtico poder de recuperación de Haití.

Sigue a la autora en Twitter: @smritisinhas