¿Qué lleva a alguien a matar por religión y cómo afrontarlo sin violencia?

Este artículo fue publicado originalmente en Vice News, muestra plataforma de noticias.

Él era un veinteañero cerca de los 30 que creció en el distrito de Molenbeek, en Bruselas; un barrio popular de esta ciudad centroeuropea. Mantenía un perfil alto en las redes sociales: sus cuentas contribuían a enaltecer el terror que el Estado Islámico infunde en sus enemigos.

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Había estado implicado en algunos robos a mano armada años antes, pero lo que puso a la inteligencia belga sobre su pista fue un video de 2014 en el que aparecía detrás de las ruedas de un camión que cargaba cuerpos mutilados en Siria.

Se llamaba Abdelhamid Abaaoud. Abu Omar al-Baljiki, el belga, era su nombre de guerra. Las autoridades francesas lo señalan como el responsable de organizar los atentados de París del pasado 13 de noviembre.

La historia de este hijo de tendero marroquí es una de las muchas historias de la radicalización que nutre al Estado Islámico y a otros grupos de raíz yihadista con nueva sangre. Son relativamente pocos: una fracción infinitesimal de las poblaciones musulmanas de la Unión Europea (UE), donde los expertos ven patrones de sugestión parecidos.

“Lo que hace el Estado Islámico es un trabajo de pedófilos: un cultivo muy individual, muy personal… ‘Yo estoy hablando contigo, y hablo contigo, no por segundos ni minutos: por horas, por días…’. Es un proceso íntimo, muy individual’”, declara a VICE Alberto Fernández, vicepresidente del Middle East Research Institute (MEARI)

Fernández fue el Coordinador para las Comunicaciones Estratégicas Contraterroristas (CSCC en sus siglas en inglés) del Departamento de Estado estadounidense, una unidad creada en 2010 para “coordinar, orientar e informar” al Gobierno de las actividades comunicativas de “extremistas violentos”, especialmente de Al-Qaeda y sus apoyos.

El trabajo de monitorización que ha llevado a cabo el analista le lleva a concluir que la organización terrorista que controla el territorio de Siria e Irak segmenta de manera precisa sus públicos y modula el mensaje en función del colectivo al que va dirigido.

“Ellos [el Estado Islámico] han elaborado diferentes formas de hablar con diferentes grupos de personas, usan mujeres para hablar a mujeres y usan un grupo de ideas y conceptos que piensan que son particularmente precisos para el sexo femenino”, ejemplifica Fernández. Se dirigen a sus simpatizantes de manera individualizada, asegura.

“¿Qué estado hace eso? ¡Ningún estado hace eso! ¿Quien hace eso en el sector privado? Pocos, muy pocos. Es caro. Los que lo hacen del Estado Islámico lo hacen por amor, no lo hacen por plata. Creen en lo que están haciendo. También lo hacen los que están reclutando personas para una secta. El Estado Islámico es una secta”, añade el vicepresidente del MEARI.

Varios expertos coinciden en señalar tres vectores que intervienen en el proceso de sugestión que lleva a alguien a matar por cuestiones ideológicas: los agravios, reales o percibidos, individuales, étnicos, nacionales o religiosos que sufre una persona o un colectivo; la existencia de una ideología que ofrece una explicación y una salida a estos agravios mediante la orientación del comportamiento; y finalmente, conocer e interactuar con personas que practican violencia por motivos políticos.

Enric Miravitllas es uno de ellos: investigador en la Facultad de Derecho de la Universidad de Barcelona y autor de un capítulo de un manual sobre inteligencia y seguridad que está próximo a ser publicado llamado “Inteligencia sociocultural: narrativas, contranarrativas y extremismo islamista”.

“La narrativa del salafismo yihadista coincide, primero, en asumir que Occidente está en guerra contra el Islam. Lo segundo es asumir que sólo un determinado segmento de población, en este caso, donde yo sé, Al-Qaeda, que se puede sustituir por el Estado Islámico, defiende al Islam delante de esos ataques”, explica a VICE Miravitllas.

“Y lo tercero es que ese discurso asume que es un deber de todo musulmán dar apoyo a todos aquellos que luchan en la defensa del Islam. ¿Por qué funciona esto? Pues porque el 80% de las personas que se afilian al islam están de acuerdo con el primer elemento narrativo: que Occidente está en guerra contra el Islam”, asegura el investigador.

El relato que subyace en la propaganda del Estado Islámico articula diferentes argumentos que, juntos, conforman un corpus ideológico sobre el que se funda la radicalización. Los ingredientes de la fórmula:

“Victimización, presentar una estampa bucólica del Estado Islámico, enaltecimiento del terror y mostrar esa cara del Califato como administración: mostrar micro-representaciones de su día a día; cómo funciona la administración. Están mostrando, no sólo a una administración, un estado real, sino a una organización política que funciona y que puede administrar de manera efectiva el territorio”, afirmó Gabriel Garroum, analista hispano sirio experto en movimientos yihadistas y establecido en Turquía.

Los mensajes que presentan a los habitantes de la pretendida utopía del Califato como un pueblo bajo amenaza se mezclan con las imágenes de decapitaciones y los llamados Mujatweets, que son pequeñas cápsulas informativas que muestran el día a día del territorio ocupado por el grupo.

Para Miravitllas, el Estado Islámico le añade a la experiencia de Al-Qaeda “narrativa de la fortaleza, la narrativa de ‘somos ganadores porque somos fuertes’, una narrativa que se soporta en el terreno porque han conseguido victorias espectaculares en Siria e Irak”. Garroum, en este sentido, ve todo análisis sobre la acción del grupo como algo indisociable de su situación en los territorios que ocupa militarmente.

“Analizarlo de forma disociada a lo que está pasando en Siria e Irak me parece una locura, y de hecho hay mucha gente que lo está analizando así. ‘Europa está bajo el terror’, ‘El yihadismo ataca de nuevo’… como si el yihadismo fuera un fenómeno etéreo que se ha decidido a atacar Europa de forma completamente descontextualizada”, polemiza el analista que, bajo esta visión, sostiene que los ataques en París “son más un síntoma de debilidad que de fuerza” en un momento en el que la organización ha sufrido importantes pérdidas territoriales.

Otra diferencia esencial del Estado Islámico con el grupo del desaparecido Osama Bin Laden: “Al-Qaeda actúa contra Estados Unidos porque Al-Qaeda parte de la premisa de que los musulmanes son demasiado débiles para derrocar regímenes que considera apóstatas en Oriente Medio, y por lo tanto lo que busca Al-Qaeda es debilitar la alianza entre Estados Unidos y sus aliados y así poder llegar a instalar gobiernos islámicos o califatos, llegado el extremo”, plantea Enric Miravitllas.

“Lo que hace el Estado Islámico es cargarse todo esto y establecer esta idea utópica del califato sobre el terreno, administrando esa franja que tiene el tamaño del Reino Unido con 10 millones de personas”, añade el investigador.

Tres vías que esboza Miravitllas para combatir esta amenaza, desde el discurso y sin violencia: comunicación estratégica gubernamental, ser transparente sobre cómo y por qué enfrentar este fenómeno, una nueva narrativa que no colisione directamente contra el relato del yihadismo y una contranarrativa de choque que enfrente al discurso del terror con técnicas propagandísticas, incluída la manipulación.

Miravitllas, quien también es profesor en la UB, cita como ejemplo del segundo bloque de respuesta la campaña My Jihad, un proyecto de la sociedad civil que se dedica a explicar el concepto de Yihad según la interpretación de la corriente mayoritaria del islam, que significa “esfuerzo de superación”.

Pero el investigador advierte: “Las narrativas alternativas y las contranarrativas no funcionarán si se diseñan desde cancillerías occidentales: han de ser las comunidades musulmanas las que reaccionen ante el fenómeno y diseñen respuestas ad hoc, adaptadas al contexto y que toquen mucho terreno”.