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¿Qué es un libro y por qué la lectura en papel sobrevive a tanto apocalipsis?

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La forma y el contenido. En concreto: un bloque de papel entintado cubierto de cartón mate o brillo, palabras concatenadas en un artefacto milenario, encuadernado de manera rústica o cartoné, con o sin solapas, con mayor o menor nivel de detalles en el interior; es un conjunto de decisiones, también; o una historia; o múltiples historias, o ideas, o recortes. ¿Cómo le explicarías a un extraterrestre que llega a la Tierra qué es un libro? Esa pregunta les hice a ellxs, editores independientes y librerxs jóvenes de Argentina, Chile y Uruguay, la resistencia que trabaja para difundirlo.

Denis Fernández, escritor, creador y editor de Editorial Marciana, Argentina.
Extraterrestre, te cuento: un libro es la representación abstracta de una mente que no pudo contener para sí mismo un conjunto de ideas o experiencias.

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 Clara Inés, fundadora de Elemento Disruptivo y Trench Editora, Argentina.
Si eso pasara, probablemente, me quedaría sin habla por un rato. Luego de la parálisis frente al suceso mágico, le explicaría que un libro es como un extraterrestre en la tierra preguntándose qué es un libro o sea: un suceso mágico que cuando lo terminás te acerca más a alguna forma de sabiduría o verdad.

Malena Saito, poeta y librera, encargada del espacio de formación y eventos de La Libre, Argentina.
Un sanguchito que no se come, pero que te llena.

Gonzalo Baz, escritor, editor y codirector de Pez en el hielo ediciones, Uruguay.
Un artefacto sofisticadísimo que se activa con la luz y el movimiento, que implica la utilización de casi todos los sentidos y que le permitió a la humanidad una nueva realidad espacio-temporal. También un objeto de deseo que, por su poder inmersivo, puede generar vínculos de dependencia afectiva.

Zoe Mariasch, librera de Céspedes Libros, Argentina.
Mario Levrero diría, en realidad respecto a una novela, que es cualquier cosa que se ponga entre tapa y contratapa. Yo diría, un libro es algo que alguien quiso decir, y puso entre tapa y contratapa.

 Valentina Zelaya, librera y dueña de Mandolina Libros, Argentina
Un dispositivo portátil con el que se pueden habitar otros mundos, vivir otras historias, alumbrar la propia desde otras perspectivas.

La amenaza de un supuesto colapso llegó con Internet y se perpetuó a lo largo de los años. La aparición del libro electrónico no tuvo la fuerza de hacerlo caer. Se sucedieron innovaciones tecnológicas, nuevas formas de consumo y modos de lectura. Después de siglos, el soporte se mantiene firme: el libro es el artefacto perfecto. ¿Por qué la lectura en papel sobrevive a tanto apocalipsis?

En Argentina, la Encuesta Nacional de Consumos Culturales (ENCC) del 2017 indicaba que el promedio de libros leídos por persona ronda el libro y medio por año. Mientras que, la encuesta anterior, de 2013, señalaba que el promedio anual de lectura era de casi tres. Las cifras indican que el consumo cae, sin embargo, Denis Fernández, creador y responsable de Marciana, editorial de ciencia ficción con base en Buenos Aires, cree imposible que los libros desaparezcan. “Existen desde hace siglos y lo seguirán haciendo porque son esenciales para la evolución humana. El papel tiene aroma, es bello al tacto, se puede atesorar como un recuerdo, como –justamente– un tesoro. Mientras haya ideas, habrá libros”, dice.

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Zoe Mariasch, Césped Libros.

La distancia entre la ENCC del 2013 y la del 2017 demostró que el papel sigue siendo el soporte principal para leer libros: mientras que un 43% de la población lo elige como medio de lectura, solo el 10% lee en formato digital. “Vivimos sobreestimulados con pantallas, entretenimiento instantáneo, podría leerse mucho menos. E igual hay gente que afirma que ya no se lee tanto. Y, por otro lado, lo que yo veo como librera es todo lo contrario. No dejan de entrar novedades, no se deja de escribir, de publicar. Los lectores, quienes disfrutan de esta forma de vida, son muchos, y una vez que entran resulta difícil salir del todo”, agrega Zoe Mariasch, desde su oficio de librera, un lugar que ocupa hace poco menos de dos años en Céspedes Libros, librería de Colegiales, barrio de la Ciudad de Buenos Aires.

 Desde Uruguay, Gonzalo Baz, escritor y codirector del sello Pez en el hielo ediciones, sostiene que el libro físico sigue siendo el soporte más atractivo y funcional para la literatura. “No excluye que también existan otros medios válidos e interesantes. Pero ninguno genera la afectividad que genera el libro físico y sus lugares de circulación (librerías, ferias, bibliotecas)”, dice. Su editorial forma parte del colectivo de editores y artistas Sancocho en un país que, como aclara, tiene muchas librerías, pero carga con el problema de no saber cómo trascender el pequeño mundo de los consumidores habituales de libros.

“Un sanguchito que no se come, pero que te llena”.

Por su parte, Malena Saito, poeta, librera y trabajadora del libro, está segura de que “el objeto libro funciona hoy en día más que nunca para generar pensamiento y ejercitar la imaginación, esa imaginación que deviene en empatía y si lo pensás un poco, es algo que no nos conviene perder. El libro físico, hoy, genera un encuentro con una misma, lejos del ruido turbulento y apresurado de las redes”. La fundadora de Luz Artificial, actualmente a cargo de un proyecto de investigación que tiene el objetivo de narrar la historia de las libreras argentinas, muy relegadas en el rubro, agrega que “nadie puede leer un libro físico mientras hace otra cosa, no es como en Internet, donde consumimos sin ton ni son, sin deglutir, donde todo da lo mismo en la misma medida”. Si bien a primera vista, las redes sociales y el consumo galopante de contenido en Internet parecen consolidarse como los grandes enemigos de la lectura en papel, entre las sombras aparecen dos razones que encabezan el problema: la falta de interés y de tiempo. Del total de consultadxs en la ENCC, el 26,5% dijo que antes solía leer, pero ya no lo hace. Los números muestran que casi el 50% de las personas señalan la ausencia de interés como motivo principal de no lectura de libros.


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Clara Inés. Elemento Disruptivo y Trench Editora

Entonces, la gran pregunta: ¿por qué los producen? Clara Inés es fundadora de las editoriales argentinas Elemento Disruptivo y Trench Editora, trabaja como editora y correctora de textos desde 2012. Al preguntarle por qué forma parte, hace casi diez años, del universo editorial, responde que le gusta generar diálogos y preguntas. “En 2014 cuando comencé a editar había conversaciones que, en ciertos espacios, no se estaban abriendo. La conversación que más me llamaba en ese momento era: ¿cómo quitarle solemnidad a los libros? ¿Cómo hacer libros performáticos? ¿Cómo hacer que algo tan efímero como una performance trascienda? Y la curiosidad es como el Sin Rostro de Chihiro: no se sacia nunca. Entonces supongo que sigo en la industria porque hay muchas conversaciones que todavía faltan dar”, explica.

Según el Informe anual de producción y ventas 2020 de la Cámara Argentina del Libro, publicado en abril de este año, la caída en la producción de ejemplares fue de un 30% respecto de 2019. “Vivo en Argentina. El consumo es intenso. La gente compra muchos libros. Los colecciona. El problema es que la suerte del papel con el que se hacen los libros está en manos de un monopolio. Entonces, el precio no se puede controlar. Somos esclavos de las papeleras”, aclara Denis Fernández, cuyo proyecto editorial acaba de publicar Acá empieza a deshacerse el cielo, la segunda novela de Lucila Grossman, y delimita dónde está el problema de la producción editorial del país. Mientras la materia prima siga siendo el papel, el control de su precio será la llave de la maquinaria de costos que derivan de su confección.

A la respuesta de por qué dedicarse a esto, José Rocuant, director de Elefante editorial, nacida en Chile, responde que encontró en esa “mal llamada industria” un lugar en donde puede sentirse lleno. “Porque cada libro es distinto, cada escritura es un desafío nuevo, porque el aprendizaje es constante. La verdad no sabría a qué otra cosa dedicarme”, dice y anuncia que tiene prevista la publicación de un nuevo volumen de Montaje, antología digital de descarga gratuita editada en plena pandemia donde se mezclan arbitrariamente cuentos y poemas de escritorxs de Chile y Argentina.


El Informe de la Cámara Argentina del Libro indica además que la tirada promedio pasó de 2.700 ejemplares en 2016 a 1.600 en 2020. Si bien muchas editoriales tuvieron que modificar su plan editorial por los coletazos de la pandemia, la situación las obligó a reforzar sus canales de venta directa y el vínculo con sus lectores. Los catálogos y las tiradas se ajustaron al mismo tiempo que aumentó la incertidumbre acerca de la rentabilidad de los proyectos.

“Somos un país con una gran presencia de editoriales que operan por fuera de grupos, catálogos que son voluntad de un conjunto de editores. Y este mundo de edición independiente convive plácidamente con el de los grandes grupos. No necesitamos generar grupos para sobrevivir en el mercado porque hay dos mercados en paralelo. Obvio, uno es más chico que otro, pero ambos tienen lectores. A veces lo olvidamos, pero tenemos un país con una variedad de lectores única”, dice Clara Inés, cuya respuesta a la crisis epidemiológica fue, por un lado, el lanzamiento de Las igniciones, de Nicolás Colfer, la primera novela publicada por la editorial de narrativas breves que lleva adelante; y, por el otro, la salida de un club de lectura desde Elemento Disruptivo con la intención de acompañar las propias lecturas en esta segunda ola de aislamiento.

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Mandolina libros.

Cuando le pregunto si podría afirmar que el libro es un artefacto perfecto, Valentina Zelaya, librera y dueña de Mandolina libros, tallerista en ese mismo espacio y casi licenciada en Letras, dice que sí y agrega: “Porque puede sacarte o acompañarte en cualquier realidad. Porque el mismo libro puede ser distinto de acuerdo al momento en que lo leas”. Hace seis meses y en pleno aislamiento social, abrieron como librería a la calle y siguen trabajando en eso, ampliando el catálogo y preparando el espacio, donde en mayo surgirá un primer club de lectura.

Malena, por su parte, responde asegurando que el libro es perfecto porque “es un portal a otro mundo que te puede entrar en un bolsillo, en cualquier lado”. Zoe dice que “es un mundo aparte (al lado del nuestro)”, que “de ellos se puede aprender, con ellos se puede dialogar, a través suyo se puede escapar a otra vida”. Denis afirma ratifica la perfección del libro porque “contiene la información suficiente para entender la intención del ser humano que lo escribió. Un libro, así haya sido escrito por Hitler o por Anne Carson, expresan su verdadera esencia. Con eso basta”. Clara Inés lo pone en duda: “Si nos ajustamos a la etimología y concordamos en que lo perfecto es aquello que está ‘completamente hecho y acabado, sin falla’ encontraríamos un acuerdo parcial porque no puedo evitar preguntarme y preguntarnos: ¿qué es la falla? Si la falla es una fisura en la superficie del sentido, entonces el libro no es perfecto porque el libro es, en esencia, una fisura en la superficie del lenguaje”. José, en cambio, rechaza la perfección del objeto porque, según dice, “el libro sigue y seguirá reinventándose”.

“Porque puede sacarte o acompañarte en cualquier realidad. Porque el mismo libro puede ser distinto de acuerdo al momento en que lo leas”.

Entre la reinvención y la perfección está el libro, una caja de ideas que puede coleccionarse, una respuesta o la apertura de una nueva conversación. Antes de cerrar les pregunto por un imprescindible de la biblioteca de su país. No acordamos una definición común de lo que es, pero sabemos que las definiciones, igual que los libros, nunca son suficientes.

 Denis Fernández
Nuestra parte de noche
, la última novela de Mariana Enríquez.

 Clara Inés
Mapas terminales de Lucila Grossman editado por Editorial Marciana.

 Malena Saito
Etimología de las pasiones de Ivonne Bordelois.

 Gonzalo Baz
Corte de obsidiana de Leonor Courtoisie.

 José Rocuant
Nancy de Bruno Lloret.

 Zoe Mariasch
Los llanos de Federico Falco.

 Valentina Zelaya
Teoría de la gravedad de Leila Guerriero.