¿Qué pasará con los mexicanos que viven en la frontera cuando Trump asuma el poder?

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Esta temporada, Víctor de 45 años y migrante mexicano, salió a pedir votos por primera vez en su vida, tocando cientos de puertas de sus vecinos en Brownsville, Texas, justo en la frontera norte de México. En los 22 años que lleva viviendo en los Estados Unidos, nunca había prestado mucha atención a la política del país, pero esta vez sintió que las amenazas de Donald Trump sobre deportaciones masivas y la construcción de un muro de más de 3.000 kilómetros podrían cambiar su vida drásticamente. así que Víctor presionó a otros para votar, ya que siendo él ilegal no podía hacerlo.

“Fui a cada casa por la que pasé. No me importaba que la gente fuera indocumentada o que no pudiera votar. Simplemente decía: ‘pídanle a todos lo que conocen que puedan votar que vayan y lo hagan’”, detalló Víctor la semana pasada en su departamento en Brownsville, cerca de la Universidad de Texas Río Grande Valley a sólo unas calles de los puntos de seguridad de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos. Iba vestido con una camiseta color lavanda y pantalones de vestir, mientras miraba unas palmeras a través de la ventana, las cuales apenas ocultaban la cerca metálica de la frontera. También dijo que salió en campaña para proteger el derecho de su hija de cuatro años a permanecer con sus padres. “No me da miedo ser deportado… Sé que puedo sobrevivir donde sea, lo que me preocupa y pone triste es mi familia”, explicó.

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Brownsville, la ciudad más pobre del país, ha permanecido mucho tiempo en el olvido del gobierno de Washington. Y aunque muchas comunidades del norte del país decidieron apoyar a Trump este año, los residentes de la zona fronteriza se movilizaron para combatir al candidato, quien pareció hablar de la región sin siquiera entenderla completamente. El Condado Cameron registró un récord gracias a las acciones de residentes como Víctor, y casi todas las comunidades de la frontera salieron a votar en un hecho sin precedentes. Estas fortalezas demócratas hicieron que Texas estuviera más dividido que de lo que había estado en décadas, y el electorado muy probablemente seguirá creciendo, teniendo el potencial de sacudir las futuras elecciones. Ahora que Trump ha ganado, los residentes se preparan para enfrentar un ataque a su comunidad bicultural, en lo que descubren como usar su creciente poder político.

Luego de que se levantara la cerca, surgieron las muestras de rechazo.

Además de ser la ciudad más pobre, Brownsville es una de las ciudades con mayor presencia de latinos del país: 93 por ciento de sus residentes están identificados como hispanos o latinos, de acuerdo al censo realizado en 2010, la cuarta cifra más grande del país. En el Condado Camerón, cerca de un cuarto de los residentes nacieron en otro lado (principalmente México), y un 10 por ciento de ellos no cuenta con documentos. Virtualmente, todo aquel que vive en Brownsville tiene familia en Latinoamérica.

“Washington piensa que este territorio es un mundo completamente diferente. No entienden que toda la gente de aquí tiene familiares del otro lado de la frontera y que estamos unidos en ambos lados”, dijo Víctor. “Ese es el peligro del muro. La familia es la base de la sociedad y si separas ambos lados, lo estás disolviendo”.

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Texas, un estado constantemente republicano desde 1980, protagonizó una carrera mucho más apretada este año: un 52 por ciento de los votantes eligieron a Trump y 43 por ciento a Hillary Clinton, comparado con el 57 por ciento que apoyó al republicano Mitt Romney y el 41 por ciento de Obama en 2012. Mientras que la participación del estado en general bajó de 46 a 42 por ciento, en el Condado Cameron subió, yendo de 42 a 47 por ciento. Dos tercios de los votantes de Brownsville eligieron a Clinton, al igual que condados vecinos.

“Esta es la participación más alta jamás registrada”, dijo Fred Garza, quien trabaja en la Comisión Electoral del Condado Cameron, añadiendo que esperaba que “el número continuara creciendo”.

Las encuestas de salida mostraron que Clinton ganó un 65 por ciento del voto latino y Trump Obtuvo el 29 por ciento. Sin embargo, el grupo de datos Latino Decisions informó que el número fue mucho mayor, ya que las encuestas de salida no tomaron en cuenta una buena muestra de votantes hispanos. Su investigación encontró que 70 por ciento de los latinos prefieren a Clinton.

Lupita Sánchez, nacida en Brownsville y organizadora en el centro comunitario Proyecto Juan Diego, dijo que animar a la gente para que vote ha sido un desafío durante décadas. Ella y otro activista creen que la falta de una cultura del voto se debe a la prevalencia de familias mixtas indocumentadas, la frustración con el gobierno local y la falta de educación. Muchas veces los niños no aprenden eso de sus padres ya que son ilegales. Además, muchos residentes abandonan la escuela a edad temprana y no no se enteran mucho acerca del proceso electoral. Pero Sánchez explicó que este año logró movilizar a más votantes debido a que tenían miedo de las promesas de Trump.

“Una mujer de 45 años entró en mi oficina y me dijo que quería registrarse para votar. Ella era ciudadana, pero nunca antes había votado”, recordaba Sánchez mientras conducía por Cameron Park, uno de los barrios más pobres del estado, donde ella vive y trabaja. “Le pregunté por qué, y su respuesta fue: ‘No quiero que ese hombre sea presidente’. Supongo que tengo que agradecerle eso a Trump; es bueno que la gente empiece a votar y esté informada”.

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La promesa de Trump desató una frustración local junto con las acciones recientes del gobierno federal —especialmente las de la administración de Obama— en la frontera. El presidente Obama deportó a más migrantes indocumentados que cualquier otro presidente: 2,5 millones de personas de 2009 hasta finales del 2016, de acuerdo a cifras del gobierno. Antes de eso, la administración de Bush construyó una cerca metálica que cruza más de 1,5 kilómetros entre México y el Condado Cameron. Ese es el muro que Trump prometió reforzar y extender a través de una pared de concreto que recorrería la frontera por completo.

Maria Cordero, organizadora en la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles en Rio Grande Valley, vive al sur del muro en una casa que compró hace años, antes de que la barrera fuera construida. Explicó que ahora el vecindario está bajo vigilancia constante de helicópteros, drones y agentes de la Patrulla Fronteriza.

Maria Cordero con su hija y su esposo.

“Tengo familia que ya no me visita porque estoy del otro lado de la frontera y tienen miedo de ser detenidos por la Patrulla Fronteriza”, dijo Cordero, quien es líder de un equipo de 12 promotores del voto en su precinto. “El muro ha sido un desperdicio de dinero, una mala inversión”, expresó. “Washington tiene que entender que somos familias mixtas en su mayoría, algunos tienen documentos pero otros no”.

El gobierno local de Brownsville ha honrado durante mucho tiempo a la comunidad, incluso ha tratado de resistir la presión nacional para intensificar las deportaciones y se ha opuesto la cerca. Actualmente, el departamento de policía de Brownsville se abstiene de entregar a las personas indocumentadas al Servicio de Inmigración y Control de Aduanas. El alcalde Tony Martinez, un demócrata que creció en la frontera y está en el poder desde 2011, dijo que se está “preparando para lo peor” de la presidencia de Trump.

“Este tipo de retórica te hace sentir incómodo como hispano, pero no nos quedaremos con los brazos cruzados si alguna de sus promesas se llevan a cabo”, expresó Martinez.

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“No toleraremos que la gente no sea tratada como ciudadana, a pesar de su estatus legal”, añadió. “Aquí no construimos muros, levantamos puentes. Nosotros defendemos una idea distinta. Sabemos que somos el paso para Estados Unidos”.

Sin embargo, otros residentes de Brownsville que se movilizaron durante el proceso electoral quedaron decepcionados y confundidos sobre lo que deben hacer ahora. Cordero ha empezado a entrenar a los líderes locales para que enseñen a los miembros de su comunidad sus derechos constitucionales y les piden que no protesten por el momento, ya que podrían ser considerados una amenaza para las autoridades. Aunque la policía no trabaja con el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, Cordero dice que el clima actual es impredecible.

“Le estamos diciendo a la gente: ‘¿Quieres mostrar tu coraje? Estudia, aprende. Sólo tenemos dos meses antes de que la nueva administración entre, así que tenemos que estar preparados”, dijo Cordero. También impartió un taller en Brownsville en el que pidió a los asistentes que no firmaran las hojas que las autoridades del dieran, además sólo responder a lo que les preguntaran. “Esta es una comunidad que está aprendiendo, pero tienen miedo. Y después de estas elecciones, las esperanzas se han ido”.

Pero no todos en Brownsville, o en el Condado Cameron, estaban devastados por el triunfo de Trump. Después de todo, un 31 por ciento de los electores votaron por él.

Mohammad Choudhury, dueño de un hotel en la ciudad, dijo que había votado por Trump esperando que el republicano mejorara la economía del país y la seguridad nacional.

“Trump no me ofendió. Necesitamos asegurar esta área, y entiendo por qué quiere prohibir que los musulmanes vengan durante un tiempo, ya que hay varios que son terroristas”, dijo Choudhury, quien es musulmán nacido en Brownsville de padres indios. “Y creo que necesitamos analizar lo que Trump dice, es un hombre de negocio, no un político. Yo también soy una persona de negocios y no siempre digo las cosas de forma correcta”.

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Entre las diferentes opiniones, un pequeño pero fuerte grupo de residentes en Brownsville están decididos a hablar más fuerte que nunca, sin importar los riesgos. Nilda Alemana, un madre soltera indocumentada con cuatro hijos, llegó a Texas a los 17 años y se unió a las protestas.

Alemana dijo que su hijo de cinco años, Daisy, comenzó a llorar la mañana siguiente a la elección y pedía quedarse en casa en lugar de ir a la escuela porque pensaba que su mamá sería deportada ese día. “Ella decía: ‘¡Mami, no vas a estar aquí cuando regrese!’. Desde entonces siempre me advierte cuando hay un policía. Yo le digo que no se preocupe, que no estoy haciendo nada malo… Pero cuando la dejo en la escuela, espero hasta que entre y luego lloro”.

Para muchos habitantes indocumentados, especialmente en la frontera, el miedo que siente Alemana no es nada nuevo. A pesar de haber recibido amenazas de deportación y de ser separa de su hija, la mujer no se acobarda.

“En lugar de desanimarme, he reunido fuerzas”, explicó. “Estoy tratando de informarme, de buscar la manera de quedarme aquí. Mi hija me pregunta si hay algo que podamos hacer al respecto. Le respondo que estoy trabajando en ello”.

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