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¿Qué pasaría si Estado Islámico ganara?

Más de 50 analistas del Comando Central de Estados Unidos han expresado recientemente que la presunta fragilidad del llamado Estado Islámico (EI) ha sido completamente exagerada. Si los analistas están en lo cierto, quizá sea el momento de empezarse a preguntar lo que todos parecen eludir: ¿Qué pasaría si EI no pudiese ser derrotado? ¿Deberíamos entonces asumir la posibilidad de su victoria?

No estamos hablando de una victoria global de EI en plan “convertirse o morir”. Un escenario semejante consumiría al mundo bajo las ambiciones apocalípticas de EI y de su liderazgo megalómano. Sería más plausible un disyuntiva tipo “de acuerdo o en desacuerdo”, o, en última instancia… una victoria en plan: “¿estamos de acuerdo con ser enemigos mortales”? Claro que, en el fondo, quizá todo consista en mucho más pragmático que eso. En realidad, todo se reduce a la capacidad de gobernar efectivamente los territorios que ya controlan y proteger con éxito las fronteras de su autoproclamado califato.

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Desde según qué puntos de vista podría entenderse que eso es lo que está haciendo ahora mismo Estado Islámico. A día de hoy han conseguido instalar un comportamiento en su día a día comparable al de cualquier otro estado: pagan salarios municipales, expenden documentos para viajar y dirigen escuelas y hospitales. Sin embargo, una vez esta especie de administración asuma el rango de status quo, derrotar a EI no consistirá tanto en ir a por sus líderes o en dinamitar las redes de terroristas, como en destruir un sistema de gobierno político y militar en su totalidad. Y esa no es una misión fácil.

“Ellos [EI] están construyendo un sistema de redundancias”, señala a VICE News Will McCants, autor del libro ISIS apocalypse y director del proyecto estadounidense de relaciones con el mundo islámico, en el instituto Brookings. “Están concediendo cada vez más libertad a sus comandantes y gobernadores. De tal manera que, por mucho que pierdan al califa [Abu Bakr al-Baghdadi], no perderán el califato”.

La mayoría de observadores están ahora de acuerdo en señalar que derrotar a Estado Islámico será cada vez más complicado — y más improbable — conforme pasen los meses y (ahora) hasta los años. Cuanto más larga sea la resistencia del grupo ante la coalición internacional que se ha formado inequívocamente en su contra, mayor credibilidad ganarán como movimiento, y mayor será su capacidad para atraer a combatientes extranjeros, ideologías radicales y asistencia local.

Nick Heras, miembro asociado de la Fundación Jamestown e investigador en Oriente Medio del Centro New America Security, comenta a VICE News que: “básicamente (EI) ya ha conquistado la victoria de la primera fase de su existencia. Y esa no es otra que haber sobrevivido durante más de un año a la intensa ofensiva de la coalición multinacional dirigida por Estados Unidos en su contra. A día de hoy, han mantenido la mayor parte de territorios conquistados en Irak y se están expandiendo por Siria”.

Para construir este éxito, todo lo que EI ha hecho para conquistar su victoria ha sido aferrarse a lo que ya tenían — como economía capaz de generar beneficios para pagar a sus combatientes, como movimiento religioso capaz de legitimar las ambiciones políticas del califato, y como organización militar en continua expansión, que no cesa de conquistar nuevos territorios.

“La segunda fase arranca ahora y consistirá en adueñarse por completo del movimiento revolucionario sirio”, señala Heras. A su juicio, el grupo solo logrará triunfar como movimiento religioso, una vez que el resto de grupos insurgentes haya expresado su bay’ah (juramento de lealtad) a Estado Islámico. La idea es que incluso aquellos que están afiliados a Al-Qaeda, como Jabhat al-Nusra, también sucumban.

Teniendo en cuanto la cantidad de territorio que EI administra actualmente, éste no sería un escenario ni completamente descabellado, ni mucho menos imposible. De acuerdo con el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos, tras la captura de la ciudad ancestral de Palmira en mayo, Estado Islámico controla ya casi la mitad del territorio sirio — aunque una cantidad mucho menor de su población —. Y este hecho no es solo una de las claves fundamentales de su expansión ideológica, sino que también sugiere que el movimiento revolucionario sirio todavía podría ser capaz de virar radicalmente en la dirección de Estado Islámico, como ya lo ha hecho en Irak.

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E incluso, aún cuando la coalición liderada por Estados Unidos dispone de una estrategia destinada a “degradar y derrotar” a Estado Islámico, lo cierto es que ésta depende de una estrategia de bombardeos aéreos y de asistencia militar. Y lo más inquietante es que la campaña liderada por Estados Unidos no está combatiendo el desastre político que EI ha explotado desde el principio — el sectarismo, el faccionalismo y la ausencia de un gobierno representativo. Su estrategia ni siquiera está alineada con las prioridades regionales del resto de países envueltos en el conflicto.

La firma británica de administración de riesgos globales Verisk Maplecroft ha facilitado a VICE News uno de sus informes de inteligencia. En este se detalla como los distintos intereses en Oriente Medio de países como Irán, Arabia Saudí, Jordania, Turquía, Rusia y Estados Unidos han reducido de manera muy significativa la posibilidad de una unión conjunta para derrotar a un grupo como EI.

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Lo que subyace debajo de esta caótica coyuntura es que es probable que los países cuyos territorios lindan con los de EI terminen abandonando su plan de derrotar a la organización yihadista. Y lo que es peor, que desarrollen políticas de contención como alternativa. Eso será, de manera deliberada o no, lo que define las fronteras del califato y lo que permita ceder, efectivamente, los territorios intermedios a Estado Islámico.

“Existe la posibilidad de que [Estado Islámico] se convierta en un estado de hecho, y vamos a tener que lidiar con ello, afirms a VICE News Ghaido Heto, de i-Strategic, una firma de riesgo político. “Cada vez serán más los estados que tengan que fortificar sus fronteras ante el avance tangencial. Hasta el punto que, es posible, que, en el futuro, tengamos que negociar con EI”.

A pesar de los múltiples triunfos de EI, cualquier hipotética victoria debería de estar fundada en los cimientos islámicos empleados para justificar el califato. Y allí es donde EI se encuentra con un terreno más escarpado: la incertidumbre que despierta en la mayoría del mundo islámico.

En septiembre de 2014, un grupo de académicos islamistas internacionales publicó una Carta a Baghdadi. En ella cuestionaban las reivindicaciones proclamadas por el líder de EI para representar a la comunidad musulmana global oummah. La carta subraya la audacia de “un grupo de no más de varios miles que se autoproclama como el gobernante de la voluntad de mil millones y medio de musulmanes”.

Yasir Qadhi, uno de los académicos especializados en el Islam más prominente de Estados Unidos, y uno de los firmantes de la carta, indica a VICE News que “es imposible que EI conquiste la popularidad y el apoyo de la mayoría si se sigue recorriendo el camino de la brutalidad más absoluta. En tal caso, no contemplo su triunfo ni como una posibilidad remota”.

Qadhi abundó al decir que “si Estado Islámico hubiese tenido un talante más humano, más democrático, más — osaría decir — islámico, y hubiese seguido auténticamente las enseñanzas que abrazan la mayoría de los musulmanes, entonces hubiesen obtenido un éxito mucho mayor del que tienen ahora mismo”.

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Sin embargo, para otros líderes religiosos, la falta de aceptación de la comunidad musulmana global podría ser la clave para salvar a los que luchan por derrotar a Estado Islámico. Abdul-Aziz ibn Abdullah Al ash-Seikh, el gran Mufti de Arabia Saudí — la mayor autoridad religiosa del país — llegó a proclamar que “Estado Islámico es el enemigo número 1 del Islam”. EI podría seducir a musulmanes con el proyecto islamista que propone el Califato. Sin embargo, la presunción de autoridad religiosa y su extrema violencia están haciendo peligrar su éxito, y podrían estrechar su esfera de influencia, hasta impedir que su expansión rebase el interior de Siria e Irak.

“La cuestión de su legitimidad tiene que ser contestada por aquellos a quienes les ha conferido tal autoridad. De manera, que, a no ser que una gran parte del mundo musulmán haya decidido seguir tu pensamiento, no existirá nunca legitimación real alguna [para el califato]”, afirmó el doctor Qadhi.

Ahora mismo no existe ninguna garantía de que EI vaya a triunfar como tampoco la hay de que vaya a ser derrotado. Sin embargo, su mera supervivencia, es una suerte de victoria. A fin de cuentas, está desafiando a todos los grandes planes diseñados para aniquilarlo.

“Hay que reconocer que las realidades políticas de Estado Islámico van mucho más allá de lo que sería una pura organización terrorista. Son mucho más que una insurgencia. Sin embargo no se tiene porqué asumir que se trata de un estado eternamente”, señala McCants. Y pese a todo, si no existe un plan coherente para desmantelar que la infraestructura de estado levantada por Estado Islámico e intercambiarlo por una alternativa política funcional, entonces hay pocos motivos para esperar que se disuelva. No, al menos, a corto plazo.

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