¿Qué pasó al fin con los chirris del Bronx?

¿Se acuerdan de los chirris del Bronx?

Porque entre la última semana de mayo y la primera de septiembre de este año Bogotá y buena parte del país siguieron atentamente la peregrinación de un grupo de alrededor de 300 personas que, luego de una intervención organizada por el Ejército y la Policía, salieron del expendio de drogas más grande de Colombia para enfrentarse en las calles contra policías, comerciantes y vecinos del centro.

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¿Y cómo no quedarse pegado a esa historia? Si era el escándalo más importante en ese momento del año: primero fueron dos semanas siguiéndolo a través de los videos caseros de las batallas campales que fueron expulsando a los chirris hacia el sur y el occidente de la ciudad, hasta el caño de la calle sexta. Luego, en la madrugada del 17 de agosto, una creciente los arrastró y cobró la vida de al menos una mujer. Después comenzó la recta final de la campaña del plebiscito por la paz, Nairo ganó la Vuelta a España y los chirris fueron saliendo de las páginas de los medios con un silencio que contrastó con el ruido que hicieron al salir del centro de la ciudad. 

En mi caso, me ocupé de los chirris del Bronx por última vez el 26 de agosto. Ese día visité el caño de la calle sexta a la altura de la carrera 32, acompañado de mi colega Jaime Barbosa, quien ilustró la manera en la que, apenas diez días después de que la creciente los arrastrara, cientos de personas ya habían regresado al mismo caño para reconstruir un pequeño Bronxito con todo y chazas; puestos de venta de basuco y cocteles de alcohol industrial; cambuches, y costales de pan viejo.

El pasado jueves 22 de diciembre volví al lugar y encontré las ruinas de ese pequeño Bronxito (o tal vez de otro) y una docena de tipos: un par abajo, esculcando entre las ruinas, y el resto echado en el pasto alto de la margen del caño. En mi visita de finales de agosto, hombres de la policía custodiaban el caño desde arriba, y abajo y en las paredes del caño se concentraba un hervidero de pipas, cuerpos y costales, desde el cual los chirretes emitían comunicados en los que le exigían a la ciudad un espacio para vender, comprar y consumir basuco. Uno como este, pero lejos del curso del caño que había estado a punto de aniquilarlos días atrás.

—¿Y qué se hizo toda la gente que estaba acá hace tres meses?  —le pregunté a un tipo alto y  flaco que se paseaba por la margen del caño con la característica pipa de basuco en su mano derecha.

—Eso mismo me preguntó yo —me contestó el tipo, que estaba mejor afeitado que yo, tenía puesta una chaqueta deportiva y me hizo pensar en que las categorías de chirrete, adicto al basuco y habitante de calle pueden intersectarse, pero no siempre tienen que hacerlo.

—Yo también soy de la calle —continuó el tipo de la afeitada perfecta—. Y pues, no sé, uno se esparce ¿no?

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Ilustración por Jaime Barbosa. 

Cuatro días después de la tarde en la que Jaime y yo visitamos el caño, la noche del 30 de agosto, la policía bajó al caño que hasta entonces solo custodiaba desde arriba en una tensa calma y expulsó a los chirris con sus cambuches, sus pipas y sus improvisados puestos de cocteles. Luego del operativo, los chirris siguieron por el camino que traza el caño hacia el occidente de la ciudad, no sin antes saquear una estación de servicio vecina.

Según la subdirectora para la Adultez de la Secretaría de Integración Social, Myriam Stella Cantor, «esa noche, las personas que estaban instrumentalizando a los habitantes de calle para satisfacer sus propios intereses económicos se dieron cuenta de que el Distrito no iba a ceder a sus presiones». Una continuación de la versión que el distrito mantuvo durante toda la crisis: lo de los habitantes del bronx era una revuelta instigada por los dueños del mercado de la droga en la extinta olla, quienes estaban utilizando a los habitantes de calle para ejercer presión sobre la administración para que cediera y los trasladara a algún lugar dónde el consumo de basuco fuera tolerado.  

Cantor afirma que luego de los operativos algunas de las personas que estaban en el caño se acogieron voluntariamente a los servicios de la Alcaldía para habitantes de calle. Según Cantor a lo largo del año el Distrito ha atendido a 11.500 habitantes de calle en sus hogares de paso, entre 500 y 600 de ellos han decido continuar en programas de rehabilitación. La funcionaria no especifica cuántas de las alrededor de 300 personas que podrían haber estado en el caño esa noche se acogieron  a los servicios de la a Alcaldía. Según el reporte de El Tiempo fueron cincuenta. El resto, afirma Cantor, se dispersó por la ciudad.

Antes de aceptar la teoría de la derrota y la dispersión de los chirris del Bronx, hay que explorar la hipótesis de una limpieza social. El mismo 30 de agosto en el que los chirris fueron expulsados del caño, la Personería advirtió acerca del posible «suministro de comida envenenada a habitantes de la calle«. Dos días después la Fiscalía anunció la apertura de una investigación al respecto. Una fuente al interior de la Fiscalía indicó que dicha investigación aún se encuentra «en fase indagatoria».

Los patrulleros del CAI Gorgonzola, quienes durante un par de semanas de agosto se vieron obligados a atender el cuadrante más polémico de la ciudad, recibieron la mejor noticia del año con la derrota de los chirris: «Ya pasó lo peor. Ellos siguen reuniéndose en grupitos ahí en el canal, pero ya no es como antes que todos recibíamos una cantidad de llamadas de vecinos quejándose por atracos o porque amanecieron varios durmiendo frente a su casa», me dijo Javier Rodríguez, patrullero del CAI.

Para un viejo moreno que encontré acostado en la margen del caño junto a su carretilla de reciclaje el pasado jueves, la rebelión de los chirris del Bronx también representó una desestablización peligrosa al interior de una especie de Status Quo de la calle: «Ellos se fueron, pero regresan a ratos. Y cuando ya son muchos la policía viene a sacarlos. Pero es razonable, ellos solo llegan a destruir un espacio, en cambio yo soy decente».

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¿Se acuerdan de los chirris del Bronx? 

Los mismos que desataron una situación que en el Concejo de Bogotá fue llamada «crisis humanitaria» y que llegó hasta el escritorio del Ministro de Defensa. Pues la versión oficial—la única que hay hasta ahora— dice que, luego de un operativo de la Policía desarrollado entre la noche del 30 y la madrugada del 31 de agosto, las 300 personas que llevaban dos meses deambulando por la ciudad llevando consigo un expendio ambulante de drogas se dispersaron sin más. Ojalá todo fuera así de fácil.

Lo que también se dispersó fue el debate acerca del tratamiento de la adicción al basuco, alma y motor de ese y de todos los demás Bronx de Colombia. Paso intermedio entre la hoja de coca y el clorhidrato cocaína, el basuco es más potente, adictivo y dañino que la propia cocaína. También se convirtió, durante la crisis post bronx, en el principal punto de desacuerdo en el diálogo entre chirris y Alcaldía: mientras los primeros exigían ser reubicados en un lugar en el que pudieran consumir basuco a su gusto, la Alcaldía únicamente ofrecía la posibilidad de reubicarlos en hogares de paso y centros de atención dónde el consumo está terminantemente prohibido. 

Es bastante probable que la ciudad y sus chirris vuelvan a enfrentarse por este punto de honor.

Al preguntarle por lo que viene en 2017 en atención para habitantes de calle en Bogotá, Myriam Stella Cantor habla de aumentar la oferta de cupos en los centros de atención del Distrito y de seguir «trabajando por la dignidad de la población habitante de calle». Otros funcionarios agregan «sensibilizar a los habitantes de calle» acerca de la importancia de acogerse a los servicios de tratamiento del Distrito. Son buenas intenciones, pero también suena a más de lo mismo.

Desde la ciencia, el neuropsiquiatra Juan Daniel Gómez ha invitado al Distrito a mirar hacia preparaciones suaves derivadas de la propia hoja de coca como alternativa de sustitución para la adicción al basuco. Esperemos que durante 2017 haga alguna apuesta novedosa para el tratamiento de la adicción del chirri por excelencia.

¿Fue todo el episodio de los chirris del Bronx una revuelta orquestada por intereses económicos del mundo del microtráfico —como dice el Distrito— o fue una confrontación tardía pero necesaria de una ciudad con sus propios demonios? Seguramente un poco de ambas.