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Marca España

Una lista de los 30 menores de 30 años más decepcionantes de España

Generalmente, las listas que se publican solo presumen de los mejores, pero nosotros también estamos orgullosos de los peores.

Seamos sinceros, la mayoría de la gente no ha hecho nada relevante antes de los 30 años. Puede que Carlos haya tenido un hijo, que Gisela se haya sacado un par de carreras y que Marc haya descubierto que el papel de váter se rompe menos si se dobla, pero todas estas hazañas no dejan de ser profundamente habituales y, en tanto que esto, lamentables. El tema es que existen unas listas que enumeran a "30 menores de 30" (esto hace referencia a 30 personas de menos de 30 años) de varios países que han llegado a hacer cosas excepcionales durante su corta vida, todos ellos jóvenes emprendedores apasionados que, por ejemplo, han encontrado una solución para la calvicie que además también puede solucionar los problemas de hambre en la República Centroafricana. Gente que, supuestamente, ha gestionado su tiempo de vida mucho mejor que todos nosotros, generando mejoras sustanciales en el devenir de la humanidad. Son, en definitiva, un artefacto diseñado para que el resto de los mortales nos sintamos como una mierda.

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Pero pese a la perfección de su existencia, estas personas no retratan la realidad. Es como si estos "30 menores de 30" vivieran en una especie de sociedad superior instalada en pequeñas cúpulas bajo el mar, totalmente apartados de nuestro plano existencial. ¿Quién puede sentirse identificado con estas biografías perfectas? ¿Dónde está ese chico que a sus 28 años vomita en su propia cama después de una noche de borrachera y entra en estado de shock y terror absoluto porque sigue viviendo con su madre y le aterra ser descubierto en el baño limpiando el vómito estampado en sus sábanas? ¿O esa tipa que se gastó 500 euros en un seminario de ayurveda que resultó ser un timo y ahora no puede ni comprarse pan para comer? Es por esto que en VICE hemos decidido hacer una lista ficticia pero más creíble de "30 menores de 30" totalmente lamentables y decepcionantes, en fin, una especie de espejo en el que seguramente sí que nos encontraremos reflejados.

Esther, 25 años. Empezó a mirar tutoriales en internet sobre los ejercicios Kegel y más tarde se compró una pieza rara que debía introducirse dentro de la vagina. Nunca se la introdujo y nunca realizó los ejercicios Kegel y su novio aún sigue pensando que ambos se corren a la vez.

Enrique, 29 años. Si sigue comiendo cada día arroz hervido morirá antes de los 30. Piensa en pillarse un curro pero lo único que hace es apuntarse a una oferta de Infojobs al mes y decir "es que no me sale nada".

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Alicia, 25 años. Tiene que mandar su colaboración a un fanzine pero no ha hecho nada y el último día para entregar el asunto decide mandar un mail en el que comenta "Hola Agustina, te mando mi texto sobre las relación entre las Kardashians y Nicholas Ray", pero hace el truco de no adjuntar nada (como si fuera un error) y así ganar unos días más para escribir sobre un tema que ahora mismo detesta.

Marta, 23 años de edad. Se tatuó "15-M" en la espalda, justo al lado del duende. Tiene un libro sobre poliamor encima de la mesilla de noche, aún no lo ha empezado a leer. Su novio sí.

Alberto, 19 años. Tiene un Instagram en el que publica fotos de palomas muertas en la calle. Le siguen 37 personas y no ha causado esa "enorme repercusión en redes" que él esperaba.

Mireia, 22 años. En su mochila Fjällräven no caben todas las decepciones que se llevará en esta vida. Claro que tampoco cabe la ropa que necesita para ese viaje a Copenhague pero prefiere repetir de braguitas a cambiar de mochila. Esa es su decepción número 329.

Carlos, 25. Su anterior cuenta de correo electrónico era the_mad_joker92@gmail.com, activada a los 20 años. Ahora utiliza carlos.fuentes@gmail.com para mandar sus "ideas para editoriales de moda" y creerse un tipo respetable pese a seguir llevando esa extraña perilla.

Adrián, 23 años. A los 19 años se cagó en un sofá durante una fiesta. Ahora su cita de Tinder le está diciendo que su cara le suena de algo, quizás de una fiesta de hace tiempo en la que un palurdo se cagó en un sofá. "¿Estabas ahí?", le pregunta.

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Teresa, 29 años. Nunca consigue introducir el pendrive antes del tercer intento. Siempre le pasa lo mismo y se cree profundamente estúpida. No sabe que a todos nos pasa lo mismo.

Hablando de tecnología, Miriam, de 24 años, siempre tiene el smarthpone con la pantalla completamente destrozada, lleva años así. Esto a mucha gente le jodería pero esa pantalla es el menor de los problemas de Miriam, sobre todo ahora que está intentando reunir un poco de dinero con su "novio" para abortar porque no pensó que necesitaría la píldora del día después.

Alicia, 27 años. Cada vez que llega el fin de semana siente una enorme desesperación ya que le molesta que sus compañeros de trabajo hagan "su vida" y no la llamen para hacer planes. Le ofende que la gente tenga un grupo de amigos fuera del curro, se pone histérica y desea la llegada del lunes con todas sus fuerzas.

Guille, 26 años. El preservativo que lleva desde hace años en su cartera no solamente está caducado sino que el envoltorio y el propio preservativo están tan rasgados que si en algún momento decidiera utilizarlo dejaría preñado incluso a un hombre.

Marcel, 20 años. El tipo lee cada día un blog de esos en el que se recomiendan sitios de tapas "auténticos" y bodegas "de toda la vida". Está pensando en empezar él mismo un blog con recomendaciones en el que, básicamente, copiará todo lo que diga la otra web. Sus amigos se ríen de él y le llaman "el tapas".

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Andrea, 26 años. Entre serie y serie de Netflix echa una mirada a esa enorme montaña de ropa que ocupa todo el suelo de su habitación y entonces, como una iluminación, entiende el motivo por el que lleva tres o cuatro años sin follar.

David, 30 años. A veces baja a la calle a pasear con un cuchillo en el bolsillo para saber "qué siente un asesino antes de perpetrar el crimen fatal".

Mario, de 28 años, dijo a todos sus amigos que se tomaría un año sabático y que viajaría por todo el mundo para comprender "el siglo XXI". Al final se quedó en Madrid porque le daba miedo perder su curro de teleoperador y no poder adquirir alimentos y, joder, que me aspen si no terminó comprendiendo el jodido siglo XXI.

Irene, de 25 años, acaba de dormirse en el metro y le acaban de robar el móvil. Ese momento en el que se da cuenta de que tenía varias fotos en pelotas en la galería. Un abismo se abre ante ella.

Juanmi, 23 años de edad. Cree que toda la gente que no haya adquirido bitcoins está cometiendo un grave error. Es un usuario muy activo en el grupo de WhatsApp llamado "The Bitles" —un ingenioso juego de palabras con "The Beatles"—.

Roberta, 22 años. Una vez borracha dijo "me gustaría vivir en internet". Y realmente lo piensa.

Carlota, 27 años. Quiere hacer la primera novela escrita íntegramente en un smartphone pero antes tiene que terminar el proyecto de "un millón de negros", que consiste en colgar un millón de imágenes totalmente negras en Instagram.

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Luís, 29 años. El otro día se miró al espejo y pensó "tienes el cuerpo de un padre".

Santi, 22 años. Adoptó un gato hace un par de años pero luego empezó a crecer y sus mierdas empezaron a apestar cada vez más y ahora preferiría que estuviera muerto.

Álvaro, 23 años. Tiene una gorra que le queda fatal pero nadie le dice nada.

José, 26 años. Cuando se despide de la gente después de una noche de fiesta siempre dice eso de "ahora a beber un poco de agua antes de dormir para no tener resaca mañana".

Marina, 28 años. Empieza a darse cuenta de que ese tatuaje que tiene en la espalda de un duende sentado sobre una seta no la define demasiado.

Aida, 23 años. No ha votado en su vida porque los domingos de elecciones siempre está de resaca.

Ramón, 25 años. Solo va a eventos donde dan cerveza gratis pero siempre llega cuando la cerveza gratis se ha terminado.

Lucas, 22 años. Su foto de perfil es un cuadro de Hockney.

Iván, 24 años. Tiene todos los libros editados por Blackie Books. Esto no es nada malo pero es que SOLO tiene todos los libros editados por Blackie Books.

Rocío, 25 años. Una vez metió en el horno una pizza Casa Tarradellas con la base de plástico. Se la comió de todos modos.