red bull batalla de gallos 2019
Batalla de los Gallos
Música

Muchos riman, pocos hablan: Latinoamérica está prendida ¿y su freestyle?

La final internacional de la Red Bull Batalla de los Gallos prometía tener un claro tinte político y de transformación. En su lugar, se nos entregó un evento para entender el presente y futuro del freestyle.

Golpe de Estado en Bolivia. Dimisión gubernamental obligada en Puerto Rico. Crisis económica y devaluación en Argentina. Paro nacional y rebelión en Colombia. Protestas y levantamientos populares en Chile. Alerta de género en México. Cacerolazos sonando a lo largo y ancho de la región. Voces femeninas que gritan con fuerza y desesperación como nunca antes. Migraciones forzadas en busca de más y mejor vida. Queda claro que, actualmente, Latinoamérica está en llamas.

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En el marco de una de las coyunturas sociopolíticas más complejas que América Latina haya atravesado a lo largo del último siglo, Madrid recibió el sábado pasado, 30 de noviembre, la final internacional de Red Bull Batalla de los Gallos, el evento de freestyle en español más importante del mundo. Las batallas de improvisación, como industria, viven su cima económica y comercial. Una cima que, quizás ningún otro evento de hip hop en este y cualquier otro idioma haya podido tocar. Una cima que antagoniza con el profundo valle contextual que viven las sociedades latinoamericanas hoy en día.

La final del evento, que congregó más de 20 millones de consumidores en su transmisión por stream, prometía tener un claro aroma político y, sobre todo, de transformación en todos sus niveles. En su lugar, se nos entregó un acontecimiento clave para entender el freestyle en su presente y, especialmente, su futuro.

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Valles-T de Colombia se enfrenta en la final a Bnet. Foto cortesía de Red Bull.

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Llegar a Madrid es llegar a donde todo parece estar bien. Un clásico invierno europeo, de árboles naranjas y gente uniformada en gabardinas. De edificios impecables y luces que empiezan a llenar las calles. De lluvias escasas y pocas voces en las aceras. Una dimensión alterna para todos y cada uno de los latinoamericanos que estamos en la capital española para lo que días después sería una de las finales internacionales con mayor expectativa en la historia de la Red Bull Batalla de los Gallos.

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Es martes, y en Ciudad de México probablemente se estén limpiando monumentos rayados como testamento de una desesperada búsqueda de justicia y alto al abuso. En Colombia, el hashtag #ElParoNoPara es trending topic en Twitter. En Chile, se gesta un potente himno feminista que resonaría en el resto de la región mientras decenas de personas buscan sanarse y recuperar la vista tras una serie de abusos policiales. En Madrid, una discreta marcha por el #25N y un hashtag que protesta por la violación de Carlota, participante de Gran Hermano, pronto se erosionan. Al día siguiente, el miércoles, todo parece ser calma. Programación normal. Las banquetas están vacías, en Twitter trendean Marcelo y Hazard del Real Madrid, y en la televisión Rodríguez Zapatero opina de Vox, Cataluña y Unidas Podemos.

Evidentemente, solo parece estar bien. “En España ahora mismo hay mucha inestabilidad, por llamarlo de una forma, porque hay una situación política bastante bloqueada. Hemos sido un país tradicionalmente bipartidista, realmente, y han surgido nuevos partidos que han repartido mucho los votos, así que encontrar una mayoría absoluta se ha complicado mucho. No se han alcanzado pactos, hemos tenido que votar dos veces, está la extrema derecha acechando y demás”, dice Javier, el niño madrileño mejor conocido bajo el a.k.a. de Bnet que el sábado ganaría su primer título internacional en la competición más importante del freestyle Mundial. “La gente joven en general está resignada con la política, es inevitable. Vas a votar pero votas por el mejor dentro de lo que no quieres. Esto es España y no va a cambiar. Es una situación crítica, aunque claro, no tan crítica como sucede en el resto de Latinoamérica en términos de violencia, crimen y pobreza”.

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Bnet (Foto cortesía de Red Bull).

Madrid está siendo una ventanita desde donde vemos y añoramos a lo lejos. Periodistas, organizadores, MCs, productores, jueces, youtubers, todos nos preguntamos entre sí, “¿Cómo va todo en Chile?” O Puerto Rico, o Argentina, o Colombia, o Ecuador, o Bolivia, o básicamente cualquier otro país de América Latina. Sabemos en dónde estamos. En qué lugar y momento estamos parados. Nos abrazamos mutuamente. Y la predicción natural es que la final internacional de Gallos tendrá un tinte políticamente marcado dada la coyuntura de donde aparecen la mayoría de sus protagonistas.

Quepa destacarse aquí que, paralelamente inverso al valle económico y sociopolítico que se vive en Latinoamérica, el freestyle en español, como disciplina industrial que reúne bajo un mismo paraguas –el del idioma– a miles de millones de adeptos alrededor del mundo, vive uno de los momentos más importantes, en términos monetarios, comerciales y deportivos de su breve pero dilatada historia. La recta ascendente es tan clara que, cada segundo que el reloj avanza, somos testigos de un fenómeno cada vez más grande y monumental. Naturalmente, el futuro es promisorio.

Este año, por ejemplo, se abrió por primera vez una plaza en la final internacional para un gallo en representación de los Estados Unidos, uno de los mercados en expansión que podrían terminar por hacer que las batallas improvisadas sean el próximo gran portento del entretenimiento mundial. Yartzi, rapero de origen puertorriqueño, levantó el campeonato nacional que le permitió ganarse un lugar en Madrid bajo la bandera de las barras y las estrellas.

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Por otro lado, Minos, el MC boliviano que meses atrás venció en la eliminatoria local para participar en la final internacional de la Red Bull, no pudo estar en Madrid dándole valor a su merecido y bien ganado cupo debido a un problema de visado, consecuencia del momento actual que se vive en Bolivia. Es decir que, ya desde la previa, nos parábamos frente a un evento víctima de nuestras circunstancias. Los lugares de Minos y Shield Master, ganador dominicano que tampoco pudo viajar a Europa, fueron ocupados por el peruano Jaze y por el eventual campeón –convocado tras quedar en cuarto lugar de la Internacional del año pasado en Argentina– Bnet.

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Estamos en Casa de América. Un hermoso palacio barroco enclavado en la Plaza de Cibeles que da lugar a un consorcio creado por el Ministerio de Asuntos Exteriores para estrechar lazos entre España y el resto de sus excolonias. Afuera, cuelgan todas las banderas latinoamericanas, como recordando nuestro lugar dentro de su historia. No obstante, quedan opacadas por la magnífica ostentación de telas en rojo, amarillo y rojo otra vez que adornan la Cibeles y el contiguo Ayuntamiento de Madrid.

Ahí, bajo frescos celestiales y candelabros chapados en oro, nos reunimos para el evento de prensa previo a la final de Gallos. Una comunidad mayormente latina congregada en la ciudad que, discutiblemente, podría llevarse el título de la meca del freestyle. Al menos así lo deja ver la tradición de excelencia ibérica en la formación constante de generaciones repletas de talento para la improvisación. Y también su mercado, uno de los más demandantes y ávidos de batallas en la región.

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Frente a mí se sienta Aldo Valdebenito, Jokker, el gallo que representa a Chile tras el caso de abuso sexual en el que se encuentra envuelto Teorema, ganador del selectivo andino a la Red Bull. Viste una camiseta negra donde se lee “Chile despertó”. Me cuenta de su familia, cristiana. Ha tenido que afrontar la pelea desde dos caras distintas. Hacia fuera de su seno familiar, con el resto de jóvenes militantes, y hacia dentro, contra la ortodoxia del Evangelio. A la vez, ha tenido que cancelar eventos, quedarse varado en ciudades ajenas, dejar de cobrar, y una serie de inconvenientes más que a él le parecen insignificantes, porque su prioridad está en los otros.

“Antes que cualquier otra cosa quiero decir dos cosas: Renuncia Piñera, y muchas gracias a toda la gente que está en las calles de Chile, Colombia, Bolivia, Ecuador dando el aguante por toda la región latina. Ellos son los importantes en esto. Yo como artista me puedo expresar, pero al final ellos son los que están luchando”, dice al comenzar la conversación.

Viene a Gallos como un comodín en el que los chilenos confían, su experiencia batallera está probada, puede considerarse uno de los cinco o seis nombres allá arriba, los que tienen posibilidades más claras de pelear el cinturón, que para él resulta poco o nada. “Si no gano dejo algo. Sean mis punches, mi flow, mi estilo, mi mensaje, algo. No me voy a ir con las manos vacías”.

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En el cuarto contiguo los medios se pelean por un espacio para sentarse con Valentín Oliva, Wos, el argentino, vigente campeón internacional de la competición que nos congrega en la península ibérica. No suele dar entrevistas, es un chico reservado pero claramente político. Así lo deja ver en sus improvisaciones, pero sobre todo en sus canciones. “En Argentina venimos de un Gobierno de cuatro años que golpeó bastante duro el país, a mi parecer. No aportó nada a la unión latinoamericana, al contrario. Ahora fueron las elecciones, habrá un cambio de Gobierno, esperemos que sea mejor. Hay cierta esperanza, pero igual hay que estar muy atentos y alertas, como está pasando en otros países del continente. En general la situación latinoamericana está muy jodida, y al estar tan pegados, creo que la angustia que tenemos por el otro es mucha”.

El Wosito es, sin lugar a dudas, el MC nóbel con mayor crecimiento artístico y mediático del último par de años. Rompió la panorámica. Pasó de batallar amateur en las plazas argentinas con El Quinto Escalón, a ir a México a sorprender al mundo en su primera Internacional de Red Bull, a ganar el título como local en la Final de 2018. Hoy en día, tiene uno de los proyectos musicales más sólidos del continente, y acaba de firmar uno de los mejores discos del año en Caravana, de donde se desprende “Canguro”, un tema con notas claramente políticas donde disfrazado como presidente tira versos que dicen cosas como “no hace falta gente que labure más, hace falta que con menos se pueda vivir en paz”.

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“Todo esto ha repercutido no tanto en mí, porque justo estos años fueron en cuanto a lo personal y lo artístico donde mayor crecimiento tuve, donde me he desarrollado en muchos sentidos. Pero no se trata solo de mí, a mí no me faltaron cosas, pero sí lo vi a mí alrededor. Igual antes de que lo del freestyle explotara yo estudiaba en un terciario público con lo cual vi ahí cómo afectó el recorte de presupuesto, y como eso le quitó empleos a los jóvenes, falta de oportunidades, poca plata para el consumo, poco presupuesto para la cultura”, cuenta, con preocupación evidente por los otros chicos de su edad que pelean tras una de las crisis monetarias más graves en la historia del país del sur.

Antes de irme, busco por todos los medios a Valles-T, tercer lugar de Gallos el año pasado. El robot colombiano se oculta bajo una gorra, se muestra serio, displicente, como no queriendo estar ahí. “Es bien difícil. Ver que allá mataron al estudiante Dilan y yo estar acá con todo el lujo del mundo, no es nada fácil tener bien puesta la cabeza en esto, pero el consuelo es venir a entregar parte de mi arte, que es el freestyle. ¿Cómo ayudar? Pues hablando, subiéndome al escenario y no callándome, diciendo lo que me gusta y lo que no, cómo me siento”.

Camilo Ballesteros es justo así. Sincero. Tirado para delante. Sin ninguna clase de filtro en la boca. No le gusta permanecer en silencio. Le tira al freestyle actual, a la falta de política y a los espacios alternativos en él. Le pregunto sobre cómo va todo en Cali, y se suelta diez minutos a hablar sin detenerse. Está enojado, cansado, con la mente en otro lado. “Hay un anticristo montado en el poder”, me cuenta. Me preocupa cómo esto pueda jugarle a favor o en contra en la final del sábado. Me deja claro que a él no, él sabe exactamente lo que busca de su viaje a Madrid. “Más que ir por el primer lugar por la ambición y el ego, es por la atención que eso me podrá otorgar para decir lo que es necesario que se diga. Incluso, el próximo año me gustaría dejar de batallar para crear espacios y movidas de freestyle que expresen lo que se está ocultando”.

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Valles-T (Foto cortesía de Red Bull).

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Es sábado. Seis de la tarde. La peregrinación al WiZink Center ya muestra los ingredientes comunes en el guiso. Riñoneras, chándales y chaquetas. El amplio camellón que introduce al venue donde 16 gallos se destrozarán por un título es el espacio perfecto para que jóvenes se congreguen previo al evento. Afuera de las tabernas, se arman rondos donde las gargantas comienzan a quitarse el frío con enfrentamientos amateur entre los asistentes de todas partes del mundo.

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(Foto cortesía de Red Bull).

Esto es un Mundial de fútbol. Nunca he ido a uno, pero podría jurar que es más o menos así. Playeras de Paolo Guerrero y Alexis Sánchez. Máscaras de luchador y banderas de países como Ecuador, que ni siquiera tendrán un representante dentro del tatami. Masas que alientan con canciones comunes y mentadas en cadena a personajes non gratos de la región.

Dan las 7:30 y llega la cuenta regresiva. 3, 2, 1, ¡Tiempo! Pasa lo que todos sabemos. Aczino y Wos en primera ronda. Junto al argentino, se van siete gallos más. Jokker choca con Valles-T y queda fuera a manos del robot. Bnet avanza tranquilo al otro lado de la llave. Aczino deja a Argentina sin representantes y se enfrenta a Valles-T en la mejor batalla de la noche. El colombiano se mete a la final, pero Bnet terminan llevándose el título en su ciudad tras un batallón con réplica. Por tercer año consecutivo, un MC local se proclama campeón internacional.

En términos generales, puedo decir que fue una gran final. Raps serios, técnicas depuradísimas, y un nivel cada vez más elevado de agilidad mental entre sus competidores. El público permitió –más que otros–, los formatos generalmente divirtieron, y las instrumentales de Alcanzone no tendrán parangón nunca jamás.

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Pero no voy a mentir. Hay un mal sabor de boca en mi boca. Esa final política que parecía pronosticarse en la mente de las 17.000 personas que estuvimos dentro del WiZink Center, simplemente no existió. Sí, Yartzi mantuvo siempre colgada la bandera boricua en su cuello, Valles-T vistió el jersey cafetero y Jokker salió con su polera de “Chile despierta”. Pero, en la ejecución, hubo casi nada. Las referencias comunes tuvieron que ver con el fútbol –casi excesivamente– más que con nuestras sociedades. Escuché más del Real Madrid y el tiki taka de Guardiola que del estudiante Dilan y las manifestaciones feministas.

Dentro de lo poco, ¿qué se dijo? Yartzi habló de ser puertorriqueño representando a Estados Unidos como los miles de migrantes que allí se encuentran. Lobo Estepario de las intenciones separatistas de Cataluña. Chang de vivir en Colombia como alternativa a lo que sucede en Venezuela, su país natal. Aunado a ello, dos momentos importantes: Primero, un discreto mensaje de Valles-T y Jokker al terminar su batalla donde se dedicó el momento a la gente latina despertando, con un breve Fuera Piñera de por medio; segundo, la respuesta de Wos a Aczino: “La de “Canguro” no es de competición, la de “Canguro” es de unión. Es de Chile, Argentina y de toda la región, ¡es la patada del pueblo en contra de la represión!”. Cimas indiscutibles de la noche.

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Entendamos esto como un análisis y no como una crítica. Lo que sucedió en la final internacional de Red Bull Batalla de Gallos Madrid 2019 se debe prestar para darle un rumbo a la conversación sobre el futuro del freestyle. Porque tenemos claro que el freestyle será un movimiento cada vez más grande, pero no cómo llegará a serlo.

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(Foto cortesía de Red Bull).

Partamos del hecho de que las batallas de improvisación, al ser una disciplina competitiva, no deberían guardar en sí mismas ninguna clase de cualidad reivindicativa. Batallar con el objetivo de ganar, y para hacerlo, ponerse por encima del rival mediante diversos malabares líricos y lingüísticos. A eso, se le suman momentos, formatos, conceptos, y demás herramientas que garanticen que la improvisación sea genuina y no provenga de libretas e ideas previas.

En ese sentido, construir un discurso a partir de un instante que, además, ayude a sumar en un sentido competitivo, puede resultar imposible. “Es más bien una cosa del aquí y el ahora, hay tantas temáticas, formatos, objetos, estímulos, que a veces es difícil irse hacia un tema ajeno. Hay que ser muy cuidadoso con lo que se dice, porque además no hay mucho espacio para construir algo muy completo. Hay que usarlo de manera más metafórica, como recurso adicional, que de manera discursiva”, establece Aczino, caracterizado por ser un MC batallero con un énfasis técnico y divertido más que reflexivo y político. Zasko Master, gallo español que cayó en cuartos de final en Madrid, suma a la visión del mexicano: “Son palabras que estás diciendo al momento. Puedes decir una frase que parezca reivindicativa, pero me parece que hay otras vías más adecuadas para de verdad ser reivindicativo. Un tema por ejemplo”.

Hay verdad en ello. Y a pesar de todo, el freestyle ha sido casa de MCs con un enfoque constantemente político, léase MCKlopedia, Arkano, Kaiser, Akapellah, Sony, etc. Digamos que, nos es una necesidad, pero sí un gran valor agregado. O, en todo caso, una herramienta que facilite el triunfo. “Llegar con la bandera del populismo, como le llamamos nosotros, tratar de ir por las emociones de la gente, ganarte la reacción, que el público las grite”, comenta Aczino. Un “Fuera Piñera” en Chile, un “que se joda Vox” en España, o un “adiós Macri” en Argentina, serían éxitos garantizados que, en todo caso, tendrían que formar parte de un discurso artístico mucho más amplio para poder sentirse genuinos. Sea a través de canciones, discos, talleres, u otros proyectos alternos.

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Ello nos lleva a la conclusión tangencial de que quizás las batallas de freestyle no sean el canal, pero sí la plataforma. Estar parado en el evento más importante de la industria más importante del hip hop en español. La pasada final de RBBDLG reunió a 17.000 personas en el recinto, que se sumaron a los 20 millones de seguidores que vieron el evento a través del streaming oficial. “La gente a veces no grita si no estoy insultando al rival, es una cosa que me desilusiona un poco del freestyle actual, que se ha perdido su espacio de expresión, de lucha, de debates, de ideales, y se ha convertido en morbo, en violencia, en hablar de la esposa de Mau y ganar una batalla”, declara Valles-T.

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(Foto cortesía de Red Bull).

Al ser una disciplina cuya técnica nace del hip hop, es natural exigir y sentir que su relación con la responsabilidad social debe estar más cercana. Queen Mary, protagonista de la movida freestyle hispanoamericana y host de la final madrileña, piensa que ese tipo de creencias tienen que ver con el origen de la palabra improvisada. “Es que hablar de esto es hablar de dónde vino el freestyle, del hip hop, y hacia dónde está yendo. Si el freestyle se termina privatizando o federando, a lo mejor ese deber de hablar no lo sienten tan suyo. Hasta ahora, por ser un deporte que se practica en las plazas, por las clases que se relacionan con el freestyle, había un grado de compromiso social quizás más amplio que ahora, que es una disciplina más universal en cuanto a quienes lo practican”.

La final en Madrid quizás dejó claro de una vez por todas hacia dónde caminará el freestyle. Hasta ahora, se debatía en el filo entre deporte y arte, se nutría de su sentido competitivo pero también conceptual. Y se negaba a soltar alguno de ambos lazos. Hoy, casi literalmente tras una final repleta de referencias pamboleras, queda claro que ha dejado de ir uno de los dos para agarrarse con justa fuerza al otro.

Que medios internacionales especializados como Diario AS o Azteca Deportes hayan sido parte crucial de la cobertura del evento habla mucho de ello. Que las marcas y patrocinios deportivos estén mirando a las estrellas de la improvisación, también. Venimos de un año, además, donde se establecieron –en México y Chile– y consolidaron –España y Argentina– ligas como Freestyle Master Series y donde los formatos y sistemas de puntuación se universalizaron casi por completo.

Al final, que el freestyle se deportivice es clave para que su crecimiento gradual se mantenga orgánico y cada vez más atractivo para públicos no cercanos al hip hop. Que la reprimenda más común que haya recibido Wos el sábado haya sido respecto a su ausencia del circuito batallero para enfocarse en su carrera musical también habla de que hay un sentido común de profesionalismo, de compromiso total con la disciplina, con el deporte.

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(Foto cortesía de Red Bull).

Y quizás, quede lugar para mirar a otros lados. Las batallas de freestyle pueden ser una vitrina hermosa, pero no la necesaria y definitivamente no la única. “Tiene que haber espacios. Que así como los mismos freestylers se comprometen con una batalla se comprometan con crear espacios, un cabildo de rap, por ejemplo, donde la gente pueda ir a rapear y dialogar. En Concepción lo hicimos, nos fue bacán”, platica Jokker. “Sería bueno que se abrieran campos de expresión extra. Yo estuve pensando, por ejemplo, en que quizás al momento de la presentación antes de salir a competir cada MC tuviera un minuto para hablar sobre lo que quiera, sobre su país. Con eso le deja un espacio para que el público y el streaming conozca de verdad lo que siente el rapero”, propone Valles-T, quien al final del evento, se quejó sobre el formato de temática libre que se usó en la primera ronda, donde aún con ello, las menciones sociopolíticas fueron limitadas.

Aunque la improvisación puede pensarse como un fenómeno que nace de la nada, en realidad surge de un estímulo. Un formato, un concepto, un objeto, una palabra, una respuesta del oponente, el aspecto físico del otro, cualquier elemento que sirva para construir un argumento. En ese sentido, no pienso en un mejor estímulo para improvisar que el contexto personal. “Es cierto que algunos usan el freestyle como un altavoz, como una herramienta para protestar, para enviar un mensaje, para denunciar. Yo es que siempre me lo he tomado como algo para mí, para expresarme yo, lo enfoco como: 'tengo la oportunidad de salir al escenario para expresar esto que siento'”, no como una manera de intentar cambiar al mundo. Me lo tomo como tal, como rapear lo que siento, cómo vivo, y claro, dentro de ello también puede haber algo de política de acuerdo a mi momento. Pero no es buscar necesariamente expresar un mensaje, el mensaje soy yo y listo”, concluye Bnet.

El clásico slogan de Batalla de Gallos dice que “muchos hablan, pocos riman, solo los mejores improvisan”. Yo pienso que, aunque el presente y futuro del freestyle así lo necesiten, muchos están rimando, pero pocos están hablando.

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