Salud

Cómo es equilibrar el cáncer con una buena vida sexual

“Cuando me vio la cicatriz del pecho, se le bajó la erección de golpe y el morbo desapareció”.
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Cuando tienes cáncer, los médicos se centran casi exclusivamente en que vivas. Todo lo demás, como, por ejemplo, la vida sexual, parece irrelevante. Sin embargo, para muchos jóvenes con cáncer, ese es un aspecto importante de sus vidas y que se complica con la enfermedad.

Empecemos, pues, con las preguntas básicas: ¿afecta la quimioterapia al deseo sexual? ¿Deberías subir fotos de tu cabeza calva a las aplicaciones de contactos? ¿O hablar de tus cicatrices a tu primera cita? ¿Cómo llevas lo de aceptar los cambios que el cáncer produce en tu cuerpo?

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Hablé con cuatro personas que nos contaron su experiencia de primera mano.

Iris, 30 años: ‘Subí a Tinder una foto en la que se me veía la cabeza calva. ¿Para qué fingir?’

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Enfermé en 2016. Tenía cáncer en los ganglios linfáticos y me trataron con quimioterapia. Luego sufrí cáncer de tiroides y tuvieron que operarme. Mientras estuve enferma, viví con el piloto automático, de una cita hospitalaria a otra. En esa época no sentí que estuviera luchando. Eso vino después. Cuando terminé la quimio, solo quería seguir con mi vida. Pensé que podría volver al trabajo como si nada hubiera pasado y salir con alguien. No tenía por qué ser difícil, ¿no?

El último día de quimioterapia, volví a instalarme Tinder y a los diez días tuve mi primera cita. En el perfil puse una foto mía con la cabeza calva. ¿Por qué iba a fingir que tenía pelo si no lo tenía? Al cabo de tres meses, sufrí la primera recaída. Estaba saliendo con un chico que me gustaba mucho y quería acostarme con él, pero tenía muchas dudas sobre si debía hacerlo o me estaba precipitando.



Al final lo hice, pero fue muy doloroso físicamente. Fue como si de repente hubiera desarrollado vaginismo. Fui a mis médicos, pero me dijeron que no podían ayudarme y me aseguraron que no era un efecto secundario de la quimioterapia. Supuse que quizá, a nivel subconsciente, todavía no estaba preparada y tenía que ir poco a poco. Sentí lo mismo en otras áreas de mi vida: aún no podía vivir a todo gas. Mis niveles de energía fluctuaban demasiado y sentí que debía cuidar de mí misma y establecer barreras más marcadas.

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Hace poco hablé con un médico que me dijo que la quimioterapia puede provocar sequedad en la vagina y que el sexo sea doloroso. Me preocupa que no se hable de los posibles efectos del tratamiento sobre la vida sexual de los pacientes, sobre todo porque me parece que el sexo y la intimidad son formas de volver a conectar con uno mismo, durante la enfermedad o cuando ya la has superado.

Kes, 37 años: “Me han tocado tantos médicos los genitales que durante un tiempo sentí rechazo”"

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Hace tres años me diagnosticaron un cáncer testicular que se había extendido a los ganglios linfáticos. Me sometí a dos tratamientos de quimioterapia y dos operaciones: en la primera me extirparon un testículo, y en la segunda, los ganglios linfáticos.

Después del primer tratamiento de quimio, me sentía bastante optimista. Quería volver a la normalidad lo antes posible. Salí mucho de fiesta y conocí a varios chicos. Aquello me sirvió un poco para tantear el terreno, porque puedo tener orgasmos pero no eyacular. Tuve que acostumbrarme a otro tipo de sexo, al igual que los hombres con los que salía. Por suerte, solo supuso un problema para uno de los chicos con los que salí.

Pero después de la segunda ronda de quimio lo pasé mal. Me sentía muy desanimado y ansioso y no sabía qué hacer. Estuve nueve meses sin practicar sexo, pero tampoco me apetecía nada. Tenía la libido por los suelos. Un médico me dijo que tenía la testosterona muy baja, probablemente a causa de la quimio. Las cosas mejoraron rápidamente cuando comencé a aplicarme crema con testosterona. El sentimiento depresivo y la ansiedad desaparecieron casi por completo y volví a sentir deseo sexual.

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Pero eso no significa que todo volviera a la normalidad. Me habían tocado los huevos tantos médicos que durante un tiempo dejé de ver mis genitales como una parte sexual. La enfermedad y todo lo que conlleva me afectaron considerablemente. Me vi enfrentado a mi mortalidad y sentí que ya no podía fiarme de mi cuerpo.

Inge, 32 años: ‘Es más difícil con chicos nuevos’

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Ahora estoy en pleno tratamiento médico. La primavera pasada me enteré de que tenía cáncer de pecho. Ya me han operado una vez y ahora mismo estoy con terapia hormonal. Antes y después de la operación, no quise salir con nadie. Como tenía que someterme a radioterapia, siempre tenía el pecho lleno de marcas de rotulador permanente que no eran nada sexis. Además, no quería que la enfermedad fuera el tema principal de las conversaciones con una posible cita.

Aún estoy en tratamiento, pero me siento bien. Echaba demasiado de menos el sexo como para olvidarme de él, así que hace unas semanas empecé a conocer gente de nuevo. Suelo liarme con un tío que sabe lo mío desde el principio.

No he notado ninguna diferencia ahora que volvemos a vernos, aparte de que él va con más cuidado al tocarme el pecho. Hablamos de mi enfermedad, pero también sabemos cuándo no sacar el tema y pasárnoslo bien.

Con chicos nuevos, sin embargo, es más complicado. Hace poco empecé a acostarme con uno al que no dije nada de mi enfermedad, y cuando me vio la cicatriz del pecho, se le fue la erección y desapareció el morbo. Al final fue bien: me dio un masaje muy agradable y le conté todo por lo que había pasado. Pero bueno, eso no es lo que busco en realidad. Solo quiero poder disfrutar del sexo sin tener que pensar en lo demás.

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Marvin, 32 años: ‘Recuperé el deseo sexual escuchándome a mí mismo’

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A los 27 años me diagnosticaron cáncer de testículos. Me operaron muy rápidamente y al principio no necesité más tratamiento. Luego vieron que había metástasis y sí tuve que someterme a tratamiento.

Después de la primera operación, me encerré en mi propia burbuja. No tenía mucha energía y no me sentía unido a la gente que me rodeaba. Mi médico de cabecera me dio el contacto de una organización para personas con cáncer, donde acudí a sesiones de terapia de grupo y hablé con gente de mi edad sobre las cosas con las que teníamos que lidiar a diario.

Y no solo tenía que vivir con el miedo de que volviera el cáncer; también estaba el tema del sexo. Tras la operación, me sentía desfigurado y pensaba mucho en el ideal de masculinidad en el que ya no encajaba con mi único testículo. Antes de enfermar, era muy activo en el ambiente gay: iba a muchas fiestas y tenía muchas parejas sexuales. Me encantaba. Intenté obligarme a volver a ese estilo de vida, pero no funcionó. No me sentía bien conmigo mismo. Tenía que aprender nuevamente a descubrir y aceptar mi cuerpo. Mi deseo sexual había bajado mucho y me costaba asumirlo. Es como si me hubiera convertido en otra persona con necesidades distintas.

Conseguí recuperar el deseo sexual a base de escuchar a mi cuerpo y no precipitarme en el campo de las citas y el sexo, y poco a poco retomé mi vida sexual. Ahora llevo un año con un chico. Antes, el sexo no significaba mucho y me centraba en lo físico. Ahora doy más importancia a la química que haya con la otra persona.

Este artículo apareció originalmente en VICE Holanda.