Artículo publicado por VICE México.Un domingo por la tarde prendes el carbón y asas un pollo. Por la noche, cuando la familia se ha marchado a dormir, escuchas gritos en la calle y te asomas para averiguar de qué se trata. Involuntariamente terminas enfrascado en una riña con el protagonista del escándalo. Mientras él se desangra de una herida mortal en el corazón, escuchas a lo lejos las sirenas de la policía. Te has vuelto un homicida a quien la prisión le abrirá sus piernas para mostrarle un túnel largo y siniestro.
Publicidad
¿Cuáles son las experiencias de encierro, dolor y pérdida que se viven, sobre todo, en el primer año de condena? Para conocer la respuesta ingresé al área varonil y femenil del Centro de Reinserción Social de Baja California, a charlar con los internos.
Rafael, robo de auto, 35 años de edad
Publicidad
El segundo año en prisión es de resignación y del tercero en adelante se trata de hacer tiempo y esperar que los días pasen frente a ti como si fueran elefantes en cámara lenta. Lo único que puedes hacer es masturbarte en la regadera, pero las imágenes y recuerdos de mujeres se van desvaneciendo con el paso de los meses y dejan de servirte, y ni tener fotografías de muchachas se nos permite. Es difícil, además no podemos fumar tabaco, tomar café, mascar chicle o comer conos de helado.Definitivamente lo más complicado es la convivencia dentro de una celda con 20 personas que en tu puta vida has visto: apestosos, extraños, todos queriendo demostrar que son la verga más grande del planeta y no porque lo crean, sino porque el que se deja, el que demuestra miedo, firma su sentencia de muerte. Por eso es importante estar dispuesto a darte en la madre por un simple roce de hombros o porque el calor es infernal y hay tres ventiladores que no sirven de nada cuando la temperatura está a más de 45 grados centígrados y deben refrescar a 1000 kilos de carne humana a punto de explotar. El tiempo no pasa en prisión, está inmóvil siendo testigo de cómo te pudres recordando que días atrás tenías una esposa, una pizza en el horno y un refrigerador repleto de tocino y cerveza y ahora, si tienes suerte, obtendrás un vaso de agua tibia. Es terrible.El delito por el que estoy preso es robo de auto. Unos cuñados y yo empezamos a desaparecer autos estadounidenses cruzándolos hacia México. Ellos cobraban el seguro por robo y yo los remataba en el estado de Sonora. En ese tiempo trabajaba en los campos agrícolas del sur de California y me traía el auto hacia México y mis cuñados esperaban dos días para reportar el robo, pero para eso yo ya estaba vendiéndolo. En una ocasión llegué a un retén de policías federales sobre la carretera y como había tardado en llevármelo lejos, salió que tenía reporte de robo. Me dieron una condena de siete años.
Publicidad
Soy ciudadano estadounidense, así que al cumplir mi condenada seré deportado.
Apenas pise California me compraré ropa, cerveza y me pondré a trabajar en lo de siempre, en el field (campos agrícolas) con mi mamá.
Apenas pise California me compraré ropa, cerveza y me pondré a trabajar en lo de siempre, en el field (campos agrícolas) con mi mamá.
Martín, robo con violencia, 29 años de edad
Publicidad
En las celdas los olores están culeros. Huele a pies sudados, a bocas que no se lavan con pasta de dientes, a mugre de sobaco y a drenaje. Aún sin poder tener perfumes y lociones tratamos de hacer nuestras fragancias para oler a algo agradable. Para eso metemos la ropa en una bolsa con un pedazo de jabón, para que se impregne. Y cuando tenemos desodorante nos lo ponemos en las axilas y sobre la ropa. También mixeamos (mezclamos) los pedacitos de jabón que van quedando, porque un jabón, un rastrillo, un shampoo o una crema para las manos es un lujo. Lo que en la calle te vale verga aquí es oro puro: una gelatina, un talco para los pies y un plato de cereal con leche de verdad, no esa que sabe a confeti, todo se vuelve un tesoro.Desde el primer año me organicé con mi celda y nos turnamos para hacer ejercicio. Con dos galones de leche llenos de agua hacemos pesas. Aquí aprendí a hacer lagartijas tipo navy seal, las tipo azteca y las tipo diamante. Como no nos dejan tomar café el ejercicio se vuelve importante para elevar el nivel de endorfinas y estar de buen humor.Lo que siempre es difícil, sin importar el tiempo que tengas preso, es pensar que en el mundo exterior ya no existes ni eres importante, por eso es mejor no recibir visita, aunque es bueno para mantener la autoestima. Algunos se hunden en la depresión cuando ya no los visitan. En mi caso le dije a mi pareja que rehiciera su vida amorosa, que cuidara mucho a mi hijo y que al salir me permita verlo. Es todo, es mejor así que estar pensando en ella y en cómo estoy siendo engañado.
Publicidad
Magaly, homicidio calificado, 30 años de edad
Publicidad
El primer año de reclusión mi cuerpo protestó. Me surgió alergia en la piel y en la vías respiratorias por el uso constante de artículos de limpieza como Pinol, Maestro Limpio y cloro. En los ojos, hasta la fecha, tengo carnosidad, veo medio borroso y se me irritan mucho. También me hice adicta a las aspirinas, si no me tomaba dos diarias me ponía muy irritable y me dolía la cabeza pero mi mamá se dio cuenta de mi adicción y un tiempo dejó de traerme.Era ama de casa cuando me arrestaron, pero en Sinaloa trabajé de cajera en un mercado, en una tortillería y de operadora en una fábrica. De la comida extraño todo, por ejemplo, el cereal, los sopes, pero sobre todo, el huevo, ya que el que nos sirven aquí es en polvo, es como comer cartón. A veces mi mamá me trae pozole y se sorprende de la manera en la que como, dice que parece que siempre estoy hambrienta y es verdad, aquí la comida es deprimente.Desde que llegué aquí me he tenido que aferrar a algo. Algo que me motiva es pensar en mis hijos. Los dejé de ver cuando tenían cinco y siete años, ahora son adolescentes y están en la preparatoria, pero cuando sueño con ellos siempre los veo como niños, me es imposible soñarlos con la edad que tienen ahora. Otra cosa que sueño es que se abren las puertas del cielo y me invitan a subir.
Víctor, homicidio, 30 años de edad
Publicidad
Ingresar a la cárcel es un impacto tan fuerte que todos al llegar pensamos que es un sueño o una alucinación, más cuando te dicen la que posiblemente será tu sentencia, en mi caso se hablaba de entre 35 y 50 años. En solamente un mes me había vuelto un asesino y ahora estaba a punto de quedarme preso prácticamente de por vida. Es un milagro que uno no se suicide, porque estar en una celda es ya estar muerto en vida, eres un bulto de carne que respira pero que ya no tiene pensamientos.Después de apelar por unos meses demostré que fue en defensa propia y me condenaron a seis años. El argumento del juez para meterme a la cárcel era no tanto mi culpabilidad sino el riesgo que corría de ser asesinado por la familia del muerto; al final de cuentas era mi familia política así que no tendrían problema en encontrarme.El primer año en prisión estás enojado, deprimido, asustado y solo como un calcetín abandonado en la cajuela de un auto descompuesto. Para evitar la soledad uno debe interactuar, pero no es bueno invertir en emociones, porque no duran mucho tiempo. Tu compañeros se van y la amistad queda en el pasado; aparte mostrar los sentimientos es visto como una debilidad y todos debemos aparentar ser muy fuertes. Hacer como si en las venas tuviéramos veneno y no sangre.A los meses de llegar a prisión le pedí a mi mamá que me dejara de visitar porque me estresaba que llegara a platicarme de sus problemas económicos y de lo difícil que es su vida. Si estás en la cárcel no puedes hacer absolutamente nada por tu familia, así que lo menos que quieres es saber lo difícil que la están pasando, por eso le dije: "Si no me ayudas no me estorbes". A mi esposa la conocí cuando ella ya tenía tres hijos, conmigo tuvo al cuarto. Vivía en pobreza extrema pero yo le di más o menos una vida estable. Por eso cuando me encerraron entró en una depresión que hace que en ocasiones no pueda levantarse de la cama; yo era el pilar de la casa y sin mí todo se vino abajo, aún así sé que me está esperando. Desde que cumplí dos años encerrado mi familia dejó de visitarme, solamente hablamos por teléfono. En ocasiones me da miedo salir libre y ya no ser parte de su vida. La mente, a pesar de que se termina adaptando a la prisión, te crea miedos que sólo son eso: miedos sin fundamento.
Publicidad
Cuando me preguntan qué siento de haber matado, contesto que nada, creo que por las circunstancias en que sucedió todo. Uno de mis más grandes anhelos es salir libre para poder llevar a mi hijo a la escuela. Sé que saldré sin trabajo y dinero pero con familia. Tengo habilidades en el trabajo de construcción y por lo tanto soy prestador de servicios, lo que me da oportunidad de subir al cuarto piso de la cárcel a realizar reparaciones. Desde esa altura se ve la ciudad completa. En diciembre puedo ver los cohetes que explotan en el cielo y las fiestas en los patios de las casas, un privilegio que tenemos pocos: mirar a la calle.