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Cuando te lías de copas y terminas conduciendo 9 kilómetros en dirección contraria, sin rueda y sin puerta

Una hipótesis de lo que pasó antes de que las cosas se torciesen.
coche sin puerta sin rueda conductor contradirecciono
Foto vía Twitter

Creemos que la información que ponemos en la bio de Instagram puede resumir nuestra vida. Ese “🎒 Viajera y 📷 fotógrafa. Siempre aprendiendo”. O ese currículum que metemos en la descripción en nuestra cuenta de Twitter, comprimiendo nuestra existencia de forma lamentable. “Aliado feminista y Doctor en filología | UB”. Pero estas mierdas no son nada, solo intentan dejar entrever nuestras cualidades más aceptables y meritorias pero no pueden comprimir las vastas e ingentes ciénagas que conforman el lado más siniestro de nuestra psique.

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Esto es lo que le pasó al vecino de Salt (Giona) de 30 años que fue sorprendido conduciendo durante más de nueve kilómetros en dirección contraria, sin una rueda y sin la puerta del conductor ensamblada al vehículo, y con evidentes síntomas de embriaguez. Al tipo “algo” se le fue de las manos, claramente, por lo que fue detenido por un presunto delito contra la seguridad vial y por negarse a someterse a las pruebas de alcoholemia después de haber sufrido un choque con la valla de la autovía, hecho que hizo que detuviera el coche de forma definitiva. Aquí tenéis más información por si os interesa.

Pero aquí lo que nos interesa no es el incidente o lo que sucedió después. El tema importante, el tema de debate tendría que ser, ¿qué diablos sucedió antes para que esta persona se encontrara borracho conduciendo un coche sin rueda, puerta y en contra dirección? ¿Qué pesadillas o lógicas se amontonaban entre los pliegues carnosos de su cerebro para aceptar todas estas dislexias logísticas? Intentemos construir una hipótesis de los hechos anteriores a esta dispar situación.

Al alcohol se llega sin querer. El que sale de casa sabiendo que se va a emborrachar y a liarla profundamente es un cretino y una mala persona. Repito, al alcohol se llega sin querer. Es el misterio y la aventura lo que hace grande estas historias. Las estrategias y los planes son la armadura de los cobardes.

Manel (vamos a llamarle Manel a este tipo), tenía un plan de domingo perfecto. Conducir hasta Blanes (él es de Salt, Girona) y hacerse durante todo el día y con toda la calma la “ruta Roberto Bolaño”, ya sabéis, el escritor chileno que estuvo viviendo en México, Barcelona, Girona y finalmente se instaló en Blanes, habitando un par de inmuebles con su mujer y trabajando en su estudio particular. Allí también inició un negocio de bisutería y frecuentó bares, tiendas de juegos de mesa, videoclubs y librerías, todo muy bien documentado en esta ruta literaria de la que está tan orgullosa esta ciudad que, de hecho, supone el pistoletazo de salida de ese tramo catalán conocido como la Costa Brava cuyo único acceso ferroviario se encuentra en Blanes, en una especie de vil ejercicio de elitismo por parte de las localidades norteñas de esta zona costera que podrían describirse como “más adineradas” y que con esta castración logística pretenden evitar una mezcla desagradable de clases sociales en su propio lomo territorial.

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El caso es que Manel quería pasarse un domingo tranquilo con Bolaño y por eso, el sábado apagó la televisión a las diez de la noche y se tumbó en la cama, soñando con la ruta cultural. La idea era levantarse a las siete de la mañana para estar a las ocho y media desayunando en Blanes en algún local cerca del antiguo bar “El Hogar del Productor”, que tantas veces había frecuentado Bolaño.

Pero las cosas se torcieron.

A la una de la mañana alguien llamó a la puerta de casa de Manel. Era El Loro, un antiguo colega que hacía tiempo se había ido a vivir a Badalona pero que esta noche había quedado con unos colegas que “le habían dejado tirado” y que él no se iba de Salt “sin pegarse una buena fiesta como las de antes”. Manel ahora era un tipo tranquilo, su vida transcurría entre la panadería en la que trabajaba en Salt, su casa y la oficina de correos en la que tenía su apartado postal contratado, en el que le llegaban todos los libros y cómics que se compraba por internet. “Una buena noche de fiesta es quedarme en casa leyendo y escuchando U2”, siempre decía. Pero eso no excluye el hecho de que de los 16 a los 27 años fuera una auténtica máquina loca de tragar cubatas y meterse cocaína. “Es que me la metería hasta en la salsa boloñesa” era su frase más celebrada entre sus colegas, entre los que se incluía El Loro, con quien eran uña y carne.

Pues El Loro había vuelto y tenía ganas de fiesta. Aunque solo fuera por un día, por los viejos tiempos. Algo en el cerebro de Manel se reactivó y no le costó nada ponerse los pantalones y salir a la calle. Los primeros abrazos fueron intensos, de una hermandad envidiable, parecía imposible que en esos cuerpos de 30 años pudiera caber tanta amistad. El primer cubata cayó 10 minutos más tarde, Ballantine’s con cola, el segundo tardó cinco minutos. A las dos de la mañana ya llevaban seis cubatas cada uno y en el baño, mientras El Loro se preparaba un par de buenas “anchoítas” le dijo a Manel si le hacía acercarse al Tropics de Lloret de Mar a seguir la fiesta hasta la mañana.

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Manel le comentó sus planes de la “ruta Roberto Bolaño” y El Loro se partió de risa. “¿Pero qué dices, hermano?, si a ti te encanta esto, te meterías la coqueta hasta en la salsa boloñesa”, dijo. Se dio ahí un curioso ejercicio de semiótica, con esas palabras similares pero tan distantes en su significado: boloñesa y Bolaño. Una aludía a la fiesta y al desenfreno, la otra a la cordura y a una nueva vida pausada y tranquila.

Pero el cerebro hace cosas que no podemos justificar y la fuerza que te arrastra hasta la fiesta interminable no tiene rival. Manel y El Loro condujeron hacia el Tropics, hicieron la cola entre “llavesita y llavesita” y al llegar a la puerta iban tan desfasados que no les dejaron entrar. El Loro se pegó con los seguratas y a las primeras sirenas de Los Mossos se largaron corriendo. Se pasaron la noche metiéndose coca y bebiendo cervezas de lata en el coche de Manel y se les hicieron las seis de la mañana y Manel se acordó de Bolaño y le dijo que tenía que ir a Blanes a hacer “la ruta” y El Loro le decía que “la única ruta que se hace es la ruta del bakalao” y ahí los dos mundos colisionaron y empezó una discusión sin tregua. En un momento Manel arrancó el coche y dijo que se iba a Blanes de empalme a hacer la ruta pero El Loro lo echó del volante y le dijo que se volvía a “puto Salt” a seguir la fiesta, giró el coche 180 grados y por la misma autovía cogió la ruta contraria hacia Girona. Durante este trayecto discutieron y forcejearon y a la altura de Caldes de Malavella impactaron con la valla de la autovía. Perdieron una rueda y la puerta del conductor se mantuvo abierta un rato hasta que a los pocos kilómetros salió despedida. Estuvieron un buen rato peleándose hasta que cerca de Fornells de la Selva Manel detuvo el vehículo. Eran las siete y cuarto de la mañana del domingo 24 de marzo.

De repente, en un momento de sobriedad, Manel se encontró solo en coche. Completamente solo. El Loro no estaba. ¿Se había largado corriendo? ¿Pero cuándo? ¿Cómo? Entonces un torrente de imágenes invadió su cerebro. “Es que me la metería hasta en la salsa boloñesa” era una frase de El Loro y, traumatizado, se dio cuenta de que él era El Loro. Ese personaje salvaje de su pasado era él mismo, incapaz de desprenderse de su parte más alocada y fiestera. Esa noche nadie lo había llamado por el interfono de su casa, simplemente, una fuerza imparable había obligado a Manel a convertirse de nuevo en El Loro y salir de fiesta interminable.

EL pasado siempre nos persigue y nunca podremos extirpar lo que fuimos. Recordadlo, lo que somos o seremos nunca podrá tapar nuestro pasado. ¿Verdad Manel?

¿O debería llamarte El Loro?