“Creí que ya estaba retirado” respondió Rajon Rondo cuando se le preguntó sobre el anuncio de retiro de Ray Allen el día de ayer. Puede que el tacto de Rondo no sea el más agradable, en esta ocasión y siempre, pero fue una respuesta natural de parte de Rondo o de cualquier otra persona después de haber escuchado la noticia del martes. Allen no había disputado un partido en la NBA desde el 15 de junio de 2014, cuando se enfrentó y perdió ante los Spurs de San Antonio en el quinto y último juego de las Finales como jugador del Heat de Miami. Después en ese mismo verano, LeBron James dejó Miami y volvió a fichar con los Cavaliers de Cleveland. Corrieron rumores de que Allen seguiría sus pasos —de acuerdo con un entusiasmado Chris Broussard—, pero nada de eso, Allen terminaría en la banca durante la primera parte de la temporada y reflexionaría su querría seguir jugando y en dónde. Después, se tomaría la otra mitad de la campaña para darle más vueltas al asunto. Allen no jugaría la temporada pasada a sus 40 años. No se tuvo que ser un gran genio para saber que la decisión había sido tomada.
Aunque el gesto de Allen había sido más claro que el agua, aún valía la pena hacerlo oficialmente. La mayoría de los jugadores no tiene la oportunidad de anunciar sus retiros; el tiempo y desgaste hacen el trabajo por ellos, y el final es más que evidente. A mediados de año Allen cumplió 40, pero la razón por la que tuvo que anunciar su retiro fue que no quedaba claro que Allen no pudiera jugar uno o dos años más. Tal vez no como el mismo jugador que fue durante el primer acto de su carrera, cuando era uno de los basquetbolistas que anotaba con más facilidad y efectividad, y tal vez ni siquiera como en la segunda parte de su carrera cuando se acopló al plantel plagado de estrellas en Boston y Miami. Pero incluso en el momento que expresó ya no estar interesando en el basquetbol, nos pareció tonto creer que Allen no podría jugar en otra posición o contribuir de alguna otra manera, si así lo quisiera.
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Es fácil olvidar lo brillante que Allen fue en la cima de su carrera por la forma maravilloso como lidió con su declive. Su estética para tirar fue siempre pulcra desde los primeros momentos de su carrera hasta los últimos, y es la mejor razón para creer que Allen aún puede retractarse de su retiro, subirse a una caminadora durante un par de semanas, y después regresar para disputar cerca de 20 minutos productivos para cualquier equipo en la NBA por el resto de la temporada. No tiene sentido describirlo, de verdad. Todo aquel que ha lanzado un balón de basquetbol sabe cómo debe lucir porque es a lo que todos aspiramos en nuestras mentes; el ideal nunca cambia. Ningún basquetbolista de su era en la NBA lanzó el balón de forma más hermosa que Allen, y nadie lo hizo más veces que él, haya sido en donde haya sido. Su disparo fue su herramienta portátil, pero también fue de alguna forma el trabajo de toda una vida, y sin duda una obra maestra.
Pero fue solamente, en la primera década de su carrera, una parte de una serie coherente de habilidades bien balanceadas y únicas. Sus tiros creaban las circunstancias perfectas para los veloces ataques fulminantes; la habilidad atlética que Allen convirtió en su repetitivo y perfecto tiro también lucía más violenta con la culminación de sus jugadas sobre el aro. Todo tenía un propósito y sentido, lucia reconfortante y pulcro en tiempo real y en la memoria, pero también Allen podía restregarte el balón sobre la cara.
Allen fue el jugador de perímetro más grandioso de una era que ahora parece demasiado lejana, sus 269 triples en la temporada 2005-06 impusieron un récord en la NBA, pero Stephen Curry rompió esta marca tres veces; actualmente la cifra es de 402 triples en una temporada, lo cual significa que Curry tira 1.33 triples más por juego que Allen en su nivel más alto.
El reto de vivir es, en gran parte, aprender a vivir como somos. Es una tarea extremadamente difícil para los mortales que tiene problemas controlando sus estúpidas tendencias, pero para los basquetbolistas que han tocado la cima, el descenso puede llegar a ser aterrador. Algunos saben sobrellevarlos mejor que otros, pero por lo general los grandes jugadores sufren muchísimo. Conforme se acerca cada vez más al precipicio, se pregunta con rabia y desesperan por los resultados decepcionantes que su esfuerzo les otorga. Pensemos en Kobe al final de su carrera, erigiendo y destruyendo sueños, hiriendo su cuerpo, todo porque no pudo y no quiso cambiar en absoluto. Esta es otra forma de retirarse, una tragicomedia que marca el final de un héroe.
Lo que es sorprendente de Allen es la humildad con la que lucía su grandeza, y lo bien que planeó su salida. Partes de su juego desaparecieron o el tiempo se las llevó, y aprendió a dejarlas ir. Siguió ganando de esa forma, aferrándose a lo que podía aferrarse por tanto tiempo como pudiese, mientras soltaba todo lo demás. Tiene sentido que se haya desprendido, en el momento adecuado, de lo que ya no podía sujetarse. También tiene sentido que se haya dado cuenta mucho antes que todos los demás.