Miras el reloj mientras estás en la fila con tus amigos. Son las 11:30 pasadas. Está temprano, todo está bien. Te cierras un poquito la chaqueta y metes las manos en los bolsillos —porque ésta ciudad parece querer matarnos de frio— y esperas pacientemente para llegar al filtro. El reloj todavía no marca las 12, tú y tus amigos están adentro. El DJ que todos pagaron por ver se monta a la 1:30 a.m, así que todavía queda tiempo para comprar alguito de tomar. La bebida que sostienes no es más que el entremés de los jugueticos de elección para catar la música. Como es regla, a eso de las dos se monta el tan anticipado artista para apropiarse por completo de tu noche.
Entre luces, bajos y cuerpos que se chocan sin querer al moverse, volteas a mirar a tus amigos y te encuentras con caras enajenadas, extasiadas, brazos y piernas que se contonean más allá de su dueño. Los entiendes porque haces parte de ese mismo trance, sonríes y cierras los ojos y te dejas llevar. El DJ de turno se baja, y sin que te hayas recuperado del todo del estado de perplejidad, se monta el siguiente artista. Cruzas todas las palabras que puedas con tus amigos, y todo vuelve a empezar. Sin previo aviso —porque esto siempre pasa cuando uno se mete en el video al punto de no abrir los ojos más de una o dos veces— llega ese momento en el que suena el último segundo de la última canción del set del último DJ, y se acaba la joda (por el momento). Uno queda completamente suspendido en la realidad.
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Miras el reloj y caes en cuenta de que el tiempo se escurrió entre tus dedos. Que lo dejaste escapar así, sin más. ¿Por qué pasa eso? ¿Por qué la fiesta tiene el poder de deformar el tiempo? Tomamos cuatro factores dentro de la fiesta que, seguramente, tienen algo que ver con la percepción del tiempo en estas circunstancias: Las sustancias, el espacio, la emoción y, obvio, la música.
Sustancias
Bueno, a ver, este temita está bien manoseado, pero vale la pena echarle una mirada desde el ángulo en el que estamos indagando. Entre las cosas que sabemos, o que creemos saber de ellas, está su capacidad para alterar nuestra percepción del tiempo. La asociación británica de psicología publica un artículo científico llamado “High Time”, en el cual citan un estudio conducido en la población estudiantil de la Universidad John Moores de Liverpool, donde tras analizar los reportes con los jóvenes concluye que “las drogas como la cocaína, la metanfetamina y el alcohol dan la sensación del paso acelerado del tiempo, contrario a sustancias como el haloperidol y la marihuana, que dan la sensación de volverlo lento”. Las drogas más frecuentes en la música electrónica son la cocaína, el MDMA y el acohol, por lo cual es de esperarse que el tiempo se le pase rápido a quienes las consumen durante la fiesta.
También podemos remitirnos a grandes personajes de la literatura que experimentaban abiertamente con sustancias psicoactivas, como Thomas Quincey, que en “Confessions of an English Opium Eater“, percibía que al estar bajo los efectos del opio “parecía haber vivido 70 o 100 años en una noche, y esto cuando no sentía que había pasado un milenio”. Por otro lado tenemos a Aldous Huxley, quien reporta en su famoso libro “The Doors of Perception” distorsiones severas en su percepción temporal tras consumir LSD y mescalina.
Música
El profesor de la Universidad de Stanford, Jonathan Berger, escribe un artículopara la revista científica Nautilus en el que expora cómo la música puede alterar la noción del tiempo. Berger se remite a varios estudios para explicar la manera en que la música distorsiona nuestra relación con el tiempo en situaciones de índole diaria.
Por ejemplo, se ha descubierto que la música con tempos lentos ocasiona que las personas permanezcan más tiempo en bares y en supermercados, lo que deriva en más consumo en las barras y más productos en los carritos de compras. Ahora, también se ha demostrado que el comportamiento de los compradores se altera dependiendo de la música; cuando las personas están familiarizados con lo que suena, perciben su estadía en las tiendas más largas, pero cuando es música novedosa, los compradores sienten que permanecen menos tiempo de shopping –aún cuando el reloj demuestre lo contrario–.
Berger también se remite a la neurociencia, escuela que ha descubierto par cosas que explican por qué se nos deforma el tiempo tras estar expuestos a una experiencia musical cierra-ojos. El profesor le pasa el micrófono a Ian Goldberg, un neurocientífico que investigó cómo las reacciones del córtex cerebral se activan y desactivan durante experiencias perceptuales inmersivas.
Según los hallazgos de Goldberg, “durante periodos que involucran intensas sensaciones perceptuales, como cuando la música te envuelve por completo, la actividad en el córtex pre frontal, que generalmente se enfoca en la introspección, se apaga. El córtex sensorial se convierte en el área principal de procesamiento y el córtex de ‘la conciencia del yo’ básicamente se apaga”. Esto implica que uno literalmente puede contraer o expandir la linealidad del tiempo en esos estados en los que uno “se deja llevar” o se “pierde” dentro de la música, porque, científicamente hablando, las áreas de la actividad cerebral que se encargan de la consciencia dejan de actuar con normalidad, llevándonos a un estado de placer y disociación.
Berger utiliza varios ejemplares de la música clásica dentro de sus estudios para demostrar que la forma en la que está compuesta una canción puede manipular la temporalidad que el sujeto percibe oyendo las obras. Anton Bruckner, Anton Webern, Oliver Massiaen son autores clásicos que intencionalmente creaban piezas que distorsionaban el tiempo jugando con los tempos, variaciones rítmicas y progresiones armónicas. Sin embargo, Berger resalta por encima de todos al quinteto de cuerdas de Schubert escrita en 1828, cuya estructura musical compuesta de cuatro movimientos juega con la percepción del tiempo a su antojo.
Dentro de su investigación, el profesor divide el quinteto de Schubert en diez partes; La apertura, el primer movimiento Allegro ma non troppo, el segundo adagio –que se siente mucho más largo de lo que realmente es–, el Sherzo que revierte los patrones creando la sensación de velocidad y brevedad, y cinco partes más de la obra que manipulan el tiempo dentro y fuera de la pieza. En el artículo de Berger podemos encontrar la descripción detallada de cada parte del quinteto junto con el audio que analiza, y en este link de soundcloud, puede encontrar audiolibros acerca de la música y el tiempo, y piezas que distorsionan su percepción.
En cuanto al techno, teorías similares podrían ser aplicadas, sin embargo, en este género en particular entrarían a jugar la velocidad y ralentización del bpm, las atonalidades y los ritmos en contratiempos. Si se demostró que la música clásica logra dilatar y contraer el tiempo conforme acelera o revierte los tiempos, seguramente los fuertes y veloces beats del techno y la electrónica en general podrían llegar a tener la capacidad de distorsionar el paso del tiempo. Si quiere un ejemplo en el género electrónico de una canción que intencionalmente juegue con los tiempos drásticamente, oiga “Time for Us” de Nicolas Jaar, y cuéntenos si la intención del bandido chileno no era otra que detener el tiempo para ganar tiempo con su compañera.
Espacio
La arquitectura juega un rol importante en lo que respecta la experiencia de las personas dentro de un espacio determinado. Las formas, los materiales y la disposición de las estructuras nunca se toman a la ligera, tienen un proceso previo de investigación contextual para introducir el espacio adecuadamente al público.
Un buen ejemplo del rol de este elemento es la arquitectura efímera, cuya función específica es la construcción estética de los festivales de música o los conciertos. Sin la arquitectura efímera, todos los escenarios, disposiciones de luces y pantallas sería exactamente igual para todos los artistas dentro de todos los eventos, y eso no genera ni una identidad con la música ni una conexión con el público.
Ahora, respecto a la fiesta local, la arquitectura de las discotecas también se piensa de forma meticulosa para generar ambientes acordes a la música y la identidad estética del lugar. Hablamos con Carlos Cortina, el arquitecto de Baum y de Octava, sobre si la disposición estética de estos lugares tenía algún efecto en la percepción de la temporalidad durante la estadía de los ravers. Carlos nos cuenta que, sin duda, hay elementos clave dentro de estas dos discotecas que apuntan a jugar con las personas a nivel sensorial.
Un ejemplo son los espejos de Octava, que distorsionan la amplitud del espacio para que intencionalmente se genere la sensación de un lugar que no termina. También está su forma de cámara anicónica, que hace que uno se sienta dentro de un bunker aislado donde la acústica es completamente envolvente. Otro ejemplo son las cortinas pesadas de terciopelo negro en Baum, que separan los pasillos de la terraza y el main, que según Carlos, simulan las cortinas de los teatros para que la gente sienta que tiene dos escenarios completamente distintos de acción dentro de un mismo sitio. Baum tiene otro elemento muy interesante respecto al tiempo, y es la terraza con el árbol, la cual tiene un fin programático y ritual: la anticipación del amanecer.
Respecto a la temporalidad, el arquitecto dice que dentro de la mayoría de discotecas se manejan dos elementos claves para distraer al público de la hora: la oscuridad y la falta de relojes dentro de los sitios. Según Cortina, la idea de que no entre la luz tiene la intención “de que no se sienta el paso del tiempo”, y la falta de relojes es para que “se pierda la noción del tiempo”.
Créanlo o no, la oscuridad total desorienta el reloj biológico de los seres humanos, tanto así, que en los submarinos implementan una lucesita roja que anuncia que es de día, y una luz diferente para anunciar la noche. Esto tiene como fin trastocar el reloj natural de los tripulantes, ya que descubrieron, por medio de malas experiencias, que los navegantes se volvían completamente locos cuando no tenían el día y la noche incorporados en sus lógicas de trabajo.
Emoción
El estudio “The Hedonic Consequences of Subjective Time Progression” (2009), llevado a cabo por investigadores de Chicago University, Berklee y la State University of New York, demuestra cómo al pasarla bien el tiempo pasa más rápido, contrario a lo que sucede cuando se hace una tarea tediosa. El estudio propone que “la percepción de la distorsión del tiempo opera como una señal que las personas atribuyen implícitamente al disfrute de una experiencia (ej., el tiempo voló, por ende la experiencia debió ser divertida)”. Para poner esa hipótesis a prueba, los investigadores llevaron a cabo un experimento que implicaba la manipulación de la percepción de los sujetos de estudio al ejecutar una serie de pruebas aburridas y divertidas.
“En nuestra primera prueba, manipulamos las señales temporales externas mientras que los participantes realizaban unas tareas simples. Al manipular el tiempo de dichas tareas, creamos la ilusión de la progresión lenta o rápida de su duración. Por ejemplo, si alguien ejecuta una tarea en 5 minutos (0 20), pero se le dice que han pasado 10 minutos, la persona se sorprende por la progresión del tiempo, ya sea porque él sintió que el tiempo voló o que se pasó muy lento”.
Esta discrepancia temporal era más positiva o negativa dependiendo de qué tan divertida o aburrida era la tarea asignada, pero la sensación de sorpresa al percibir el paso rápido del tiempo cuando estaban entretenidos era igual de contundente que la lentitud del tiempo cuando se involucran situaciones aburridas. Este estudio cognitivo nos da la luces suficientes para entender que si la fiesta está una chimba, el tiempo se nos escurre entre los dedos.
Entonces ya entiendes por qué si te comiste un par de dulces, te metiste a un club en el que no entra el sol, está sonando un techno muy aletoso y además la estás pasando una chimba con tus amigos, te sorprende mirar la hora y darte cuenta que ya cumpliste más de doce horas de baile intenso, y que sientes que a pesar de lo que marca el reloj, la noche aún es joven.