Recordando a Camilo Torres, 50 años después de su muerte

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Camilo Torres, en su época de sacerdote.

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El 15 de febrero de este año se cumplen 50 años de la muerte del sacerdote guerrillero Camilo Torres Restrepo. Desde su caída en combate en Patio Cemento (Santander), Torres se convirtió en un mártir de las guerrillas en Latinoamérica y en un referente del ELN, pese a que sólo alcanzó a militar cuatro meses en esa organización.

A propósito del aniversario de su muerte, el ELN le ha dedicado los tres últimos números de la revista Insurrección. En la editorial del penúltimo, publicado el 4 de enero, el Comando Central (Coce) aprovechó para pedirle al Gobierno un “gesto de paz”: que ubique y entregue los restos del sacerdote, cuyo paradero se desconoce.

Doce días después, en San Vicente de Chucurí (Santander), el presidente Santos anunció que el Ministro de Defensa y el Comandante de las Fuerzas Armadas recibieron la orden de buscar los despojos mortales del cura, como un “gesto simbólico” para “terminar esta guerra”.

Según académicos conocedores del tema, desde que Torres cayó muerto en enfrentamientos con la Brigada V el Gobierno ocultó su cuerpo para impedir que su tumba se convirtiera en lugar de “peregrinación” y evitar cualquier relación física entre él y sus seguidores, que se contaban por entonces en miles.

Un año antes de entrar a la guerrilla, en 1965, Torres había conseguido reunir a múltiples personas y organizaciones de izquierda en torno a su movimiento político: Frente Unido. Creado en marzo de ese año, el Frente reunía a obreros, estudiantes y campesinos, y a militantes del ELN, el Movimiento Revolucionario Liberal (MLR), el Movimiento Obrero, Estudiantil y Campesino (MOEC), la Vanguardia Nacionalista Popular, el Partido Comunista y la Democracia Cristiana.

En “Camilo vive, vigencia de su ideario”, Orlando Fals Borda, uno de los sociólogos más importantes del país, recuerda que en esa época Torres abogaba por reformas sobre la propiedad de la tierra; la nacionalización de los bancos, el transporte y los hospitales; el establecimiento de relaciones internacionales con la mayor cantidad posible de países, el cese de toda injerencia del gobierno de Estados Unidos en Colombia, el desarrollo científico nacional y la autonomía universitaria.

En las varias entrevistas que rindió en 1965, el cura dijo que el país contaba con un movimiento social fuerte, que exigía transformaciones políticas y económicas radicales, y que el Frente era el escenario ideal para articularlas y llevar a cabo la “revolución”.

Sus planteamientos no se oponían a de los de las Farc y el ELN. En junio de 1965, en diálogo con un semanario uruguayo, declaró que “cuando todos los canales de ascenso social parecían cerrados para el campesinado (…) las guerrillas vinieron a abrir, bien o mal, nuevos canales”.

Artistas de distintas disciplinas le han rendido tributo a Camilo Torres. En la imagen, “Homenaje al cura Camilo”, de Alejandro Obregón.

Sin embargo, iniciando la segunda mitad de 1965, el sacerdote seguía creyendo que era necesario “agotar todas las vías pacíficas” en la búsqueda del cambio. Según él, la última palabra la tenía la “oligarquía”, porque si entregaba el poder “de una manera pacífica, nosotros lo tomaremos igualmente de una manera pacífica, pero si no piensa entregarlo o lo piensa hacer violentamente, nosotros lo tomaremos violentamente”.

Esa postura radical le había granjeado una oposición férrea dentro de Iglesia, que consideraba que sus ideas ‘reñían con la religión’. Por su parte, Torres creía que el cristianismo era una forma de “amor al prójimo” que no podía reducirse a lo espiritual o a lo caritativo, sino que debía materializarse a través de cambios profundos que eliminaran la pobreza y la desigualdad.

Esas posiciones le costaron, en 1961, la capellanía de la Universidad Nacional y su trabajo como docente de esa institución, donde había ayudado a crear la Facultad de Sociología. Cuenta Édgar Rueda, en su “Biografía política de Camilo Torres”, que desde ese cargo el sacerdote se había acercado al movimiento estudiantil y a los habitantes de los barrios pobres de Bogotá, donde promovió investigaciones sociológicas con enfoque participativo.

Más tarde, el cura se vinculó al Instituto Nacional de Reforma Agraria (Incora), en los Llanos Orientales. Según el historiador Jorge Orlando Melo, la relación con los campesinos terminó “por convencerlo de la necesidad de un cambio social radical en Colombia”. Su paulatina radicalización y la presión de la Iglesia lo impulsaron a renunciar al sacerdocio en 1965, en plena efervescencia del Frente Unido.

En octubre de ese año, Camilo Torres desapareció. El país volvió a tener noticias suyas el 7 de enero de 1966, cuando publicó en el periódico El Espacio un texto titulado “Proclama al pueblo colombiano”. Allí anunció que se había vinculado al ELN, porque “todo revolucionario sincero debe reconocer la vía armada como la única que queda” y porque en esa guerrilla había encontrado “los mismos ideales del Frente Unido”.

El texto era un llamado a la guerra: “todos los colombianos patriotas debemos ponernos en pie de guerra (…) Poco a poco irán surgiendo jefes guerrilleros experimentados en todos los rincones del país. Mientras tanto debemos (…) recoger armas y municiones, buscar entrenamiento guerrillero, conversar con los más íntimos, reunir ropa, drogas y provisiones y prepararnos para una lucha prolongada”.

El pasado 11 de enero, Nicolás Rodríguez Bautista, alias “Gabino”, máximo comandante del ELN, escribió la editorial del penúltimo número de Insurrección. En el texto, “Gabino” asegura que Torres se vinculó al ELN para evitar que lo asesinaran y que su objetivo era entrenarse como guerrillero para “luego ir a los Llanos a insurreccionar el oriente del país”, por lo que tenía “afán de ir al combate”.

Es por eso que, casi sin ninguna formación militar, el cura decidió participar en una emboscada contra el Ejército. Dice “Gabino” que, en ese momento, “en las filas del ELN nadie tenía más de dos experiencias de combate y las dos terceras partes de quienes fueron a Patio Cemento nunca antes habían participado en uno”. Esa inexperiencia le puso la lápida encima a Camilo Torres, que fue abaleado cuando intentaba “recuperar” el arma de un soldado.

A la derecha, Camilo Torres, en su época de guerrillero.

Ya muerto, Torres se transformó en mártir para algunos sectores. Su pensamiento se convirtió en referente para muchos cristianos de izquierda en América Latina y sus ideas motivaron el ingreso al ELN de los sacerdotes españoles Domingo Laín y Manuel Pérez. El primero perdió la vida en un combate e inspiró el nombre de uno de los frentes de esa guerrilla, mientras que el segundo murió de una enfermedad y llegó a ocupar la comandancia política de la organización.

La figura de Camilo Torres se convirtió en un símbolo de la estrecha relación que tejió el Eln con los católicos de la Teología de la Liberación y con algunos sectores de la academia, de donde provienen muchos de sus máximos dirigentes y militantes.

Fue tal su influencia en la historia de esa guerrilla, que en 1987, cuando el Eln se unió al MIR-Patria Libre, la nueva organización recibió el nombre de Unión Camilista-Ejército de Liberación Nacional (Uc-Eln), denominación que mantiene hasta hoy.

No obstante, dice Melo, “su acción era profundamente ajena a la realidad. El fácil éxito de sus primeros actos se conjugó con una visión romántica y optimista del papel de la guerrilla para convencerlo de que el país estaba al borde de una revolución, en la que triunfarían las guerrillas del ELN”. Fue ese optimismo desbordado, quizá, el que lo llevó a combatir precipitadamente, reduciendo su vida como guerrillero a unas pocas semanas.

El arrojo que lo caracterizaba tampoco le habría permitido ascender dentro de la Iglesia, que, según los historiadores, lo cuestionaba duramente a través del cardenal Luis Concha Córdoba.

Ahora, 50 años después de la muerte de Camilo Torres, “Gabino” opina que sus proclamas “siguen teniendo vigencia” y el Coce declara que “en los actuales diálogos de paz, le hacemos la misma pregunta a los gobernantes de este país”, en referencia a la retadora frase del sacerdote según la cual haría la paz o la guerra dependiendo de la manera como el Gobierno entregara el poder.

Lo cierto es que las cinco décadas de guerra que ha enfrentado y los múltiples crímenes que ha cometido contra la población civil tienen al Eln contra las cuerdas. El secuestro extorsivo, el reclutamiento de menores, los ataques a la infraestructura, los homicidios, los desplazamientos y las desapariciones, además de las purgas internas y la ocupación militar de los territorios de las comunidades negras e indígenas hacen parte de su repertorio de delitos, tal como lo ha documentado la Fiscalía.

Además, todavía pesan en la memoria de los colombianos hechos como la masacre de Machuca (1998), el secuestro masivo en la iglesia La María de Cali (1999) y el secuestro del vuelo 9463 de Avianca (1999).

En los últimos meses, “Gabino” ha declarado que, más pronto que tarde, se sentará a negociar públicamente con el gobierno de Juan Manuel Santos. Un primer gesto de confianza, según han declarado las partes, será darle “digna sepultura” al cuerpo de Camilo Torres.