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LON CHANEY JR. LOS MISTERIOS DE INNER SANCTUM Varios directores

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L’Atelier 13

A la sombra de su ilustre progenitor transcurrió la carrera de Lon Chaney Jr., como acostumbra a suceder con los hijos de padres ilustres, y huelgan ejemplos pues cada cual tendrá el suyo en mente. Hizo lo que pudo Chaney por disipar esa sombra generando su propia luz, aunque fuese tirando, si bien reluctante, de raíces (no era Lon su nombre, sino Creighton; lo cambió a instancias de un productor). Ardua tarea, pues sin duda era un actor justito, mucho menos versátil que ese padre suyo capaz de adoptar mil rostros y formas, siendo por añadidura la época que le tocó vivir una menos amable para con el cine de terror; no es que se rodaran menos películas, bien al contrario, pero en general en el seno de compañías menores y con presupuestos exiguos. No es de extrañar pues que Chaney, voluntarioso pero limitado, deviniese presencia habitual en la serie B, esa de tres decorados, siete actores y metraje de archivo, carne de programa doble de dirección pragmática y rodaje apresurado. El ámbito precisamente de Inner Sanctum, serie de películas de poco más de una hora de duración que en los años 40, alimentándose de la literatura pulp de la época, proponía a las plateas poco exigentes un bien delimitado combinado de horror e intriga de desarrollo y resolución, por lo general, siempre similar. Entre 1943 y 1945 Chaney fue el intercambiable protagonista (personajes cortados por idéntico patrón, mismos gestos, etc.) de seis de estas historias, las que recoge este pack con adición de informativo libreto; ingenuas y unidireccionales, puede que tediosas para esos descreídos ojos de hoy educados en la magnificación y la rocámbole, pero dotadas del inefable encanto de aquellas baratijas de tiempos pretéritos. Y, por otra parte, si se está tendiendo a dar nueva chapa y pintura a cosas como Dark Shadows, ¿quién puede asegurar que no vaya a suceder lo mismo con Inner Sanctum?

THE YELLOW SEA Na Hong-jin Cameo

Ya es una una especie de consenso porque sí referirse a la moderna cinematografía de Corea del Sur como una vía de escape a las rígidas pautas de estilo del cine de acción y el thriller facturado por los americanos y algo menos los europeos, en particular Francia. Servidor se desmarca ligeramente de este pensamiento uniforme, pues por lo que yo he podido ver los coreanos son tan capaces de hacer un pestiño como el que más, pero es cierto que muchos de los productos coreanos, y en menor medida los tailandeses, que por aquí llegan, bien podrían recoger el testigo no ya solo del cine “movido” occidental, sino también del coreográfico, a veces involuntariamente paródico thriller de Hong Kong. No viene de nuevas la cosa, pues el mercado del alquiler español hace años que está surtido de obras de directores como Kang Woo-suk o Baek Woon-hak, pero a mí me da que fue 2003 el año del pistoletazo de salida del, digamos, boom coreano, con films como Memories of Murder, de Bong Joon-ho, y Oldboy, de Park Chan-wook. A estos habría ahora que añadir a Na Hong-jin, quien con solo dos películas (The Chaser y esta) se ha encaramado a la lista de nombres a seguir, aunque sea haciéndose la picha un lío con tanto monosílabo. The Yellow Sea, que enarcó unas cuantas cejas en su pase en Sitges el año pasado, es su segundo film y un tour de force absoluto en paulatina aceleración, siendo su tramo final un ultraviolento, agónico, granguiñolesco juego del gato y el ratón que provoca risitas nerviosas y necesidad de hacer un par de pausas para reponer fuerzas. The Yellow Sea narra las desventuras de un joseonjok, un paria chino que, acosado por las deudas y carcomido por el rencor hacia una esposa de la que no tiene noticia desde que la pérfida se marchara a Corea, acepta la oferta de un mafioso de ir a este país y asesinar a un desconocido. El asunto, por supuesto, tiene sus enveses, muchos, y lo que acontece es uno de los más enfebrecidos, virulentos crescendos que yo haya visto en largo tiempo. Tremendo. ¡Tremendo!

MUJER SIN PASAPORTE Joseph H. Lewis Bang Bang cinéfilos unido de forma indisoluble a la que quizá El demonio de las armas a Lewis a nivel popular, todo y con ser firmante, entre mediados de los 30 y finales de los 50 (luego se pasó a la televisión), de un buen número de films estilizados, visualmente magnéticos, obras en las que el trabajo de visual desbordante, nunca desbordada, ejemplos de su inventiva a la hora de narrar con economía de medios Mujer sin pasaporte mediatamente después de El demonio de las armas, es uno de ellos; él mismo lamentaba haberla hecho: “No cosa: que soy capaz de hacer una película horripilante”. Exageraba, por supuesto. Siendo su propósito original de expatriados europeos en Cuba como paso a un del talento visual del director: el plano secuencia inicial, pantanos de Florida de los traficantes de hombres, vista