Artículo publicado originalmente por VICE en inglés.
El fotógrafo británico Steven Burton vivía en Los Ángeles cuando tuvo la idea. Estaba viendo un documental llamado G-Dog, que trata sobre el padre Greg, el hombre que inició la organización Homeboy Industries. El documental explora el comienzo de Homeboy Industries y el intento de algunos expandilleros de reintegrarse a la sociedad. En una parte, el documental se centra en lo importante que es para ellos quitarse los tatuajes, ya que no representan más a la persona en que se han convertido.
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En ese momento, Steven se dio cuenta de que los tatuajes también podían borrarse superficialmente con Photoshop, dando al público general una forma de ver a los humanos detrás de las insignias de las pandillas. Entonces se preguntó: ¿Cómo reaccionarían estos pandilleros al ver sus propios rostros? ¿Cómo reaccionaría la gente ajena a este mundo al ver a estos supuestos matones solo como personas?
Las preguntas de Steven formaron la base de la siguiente serie de fotos, que se convirtió en un libro llamado Skin Deep. Nos reunimos con él para escuchar cómo fue trabajar con los antiguos miembros de algunas de las pandillas más duras de Los Ángeles y lo que aprendió a lo largo del camino sobre imagen, identidad y juzgar a las personas.
VICE: Hola Steven, empecemos por el principio. Después de que tuviste la idea de este proyecto, ¿cómo reclutaste a la gente que querías fotografiar?
Steven Burton: Pasé mucho tiempo conociendo gente en Homeboy Industries [una organización que ayuda a los expandilleros en su transición de vuelta a la sociedad]. Homeboy Industries fue la conexión principal para encontrar a mis sujetos.
¿Cuál fue la reacción cuando les contaste por primera vez a los expandilleros sobre tu proyecto?
Al principio no entendían realmente lo que estaba haciendo. De hecho, puede verse en el libro porque las primeras cuatro personas que fotografié parecen un poco cansadas; miren las fotos de Marcus y Francesco en particular. Pero en general, la mayoría se mostró bastante interesada. Muchos no tuvieron problema y estaban muy interesados en ver las imágenes. Así que no fue tan difícil contactarlos por segunda vez porque tenía algo que mostrarles, lo cual me dio la ventaja para completar el proyecto. Les dije: “les voy a mostrar las fotos y haremos una entrevista” y me dijeron: “sí, queremos verlas sin importar qué tengamos que hacer”. Incluso si no lograron seguir el programa en Homeboys y volvieron a caer en las pandillas, querían ver cómo lucirían.
¿Dónde tomaste estas fotos?
Vivía en el centro de Los Ángeles, cerca de Homeboy Industries, así que no fue tan difícil llevarlos a mi estudio. Pero fue realmente interesante aprender cómo las cosas simples como trasladarse pueden afectar a los pandilleros. No querían desplazarse muy lejos porque implicaba cruzar el territorio de otras personas. Incluso si hubieran dejado su pandilla, aún seguirían caminando con sus tatuajes a la vista.
¿Cómo se siente la mayoría de los pandilleros sobre sus tatuajes?
Querían deshacerse de sus tatuajes porque ya no representaban quiénes eran. La mayoría, especialmente las personas con las que estuve hablando, alrededor del 90 por ciento, se habían sometido a algún tipo de proceso para borrar sus tatuajes.
¿Cuánto tiempo te llevó completar el proyecto?
Las fotografías no tardaron tanto. El asunto de tomar las fotos solo me llevó un par de semanas. Fue la parte fácil, ya que el tiempo real de retoque fotográfico me llevó alrededor de 400 horas.
Debes haber aprendido mucho sobre estas personas y sus mundos. ¿Podrías describir alguna de tus reflexiones?
Bueno, todo comenzó con esta idea sobre la forma en que juzgamos a la gente. Pero una vez que pasas un tiempo en Homeboy Industries, comienzas a aprender sobre estas personas y es increíblemente emotivo. Recuerdo que dejar de fumar fue difícil, pero imagínense renunciar a una pandilla: su familia, las drogas, enmendar su camino y salir del otro lado. Descubrí que estas historias eran muy hermosas.
¿Y cómo reaccionaron estas personas cuando les mostraste sus fotos de antes y después?
La primera persona a quien se las mostré fue Marcus. Es el tipo más grande y tatuado, pero también el más revoltoso. Cuando vio las imágenes por primera vez, le complació poder verse a sí mismo sin los tatuajes. Pero entonces, luego de unos segundos, se quedó en silencio y las lágrimas comenzaron a agolparse en sus ojos. Comenzó a hablar sobre lo que significaban los tatuajes, lo que representaban y cómo ya no significaban nada para él. Marcus dijo que también podía entender por qué la gente decía que se parecía a su hijo. No se había visto a sí mismo sin tatuajes durante mucho tiempo.
¿Fueron las lágrimas una reacción bastante común?
Lo hermoso fue cómo empezaron a abrirse. Fue casi como un shock. Era como si sus propias emociones les permitieran conversar conmigo como personas normales. Fue realmente hermoso que muchas de las entrevistas resultaran honestas y sinceras. Mucha gente quería mostrárselas a sus madres. Creo que muchos de los padres de los pandilleros están en la cárcel y entonces crecen con sus madres. Ellas son las personas más fuertes en sus vidas. Siempre son las madres las que intentan sacarlos de las pandillas. El primer comentario de Marcus fue: “Quiero mostrárselas a mi mamá”. Fue algo que las personas más duras me decían con regularidad.
¿Qué fue lo que más te sorprendió de este proyecto?
El hecho de que haya tenido un impacto en la gente. Recibo muchos correos electrónicos de personas de diferentes trasfondos. El otro día recibí un correo de una mujer que trabaja en una prisión. Cuando los reos salen del confinamiento solitario, ella les muestra el libro y lo usa como parte de su terapia. Me puse contento porque esto abre una conversación diferente con estas personas. Otra mujer me envió un correo, creo que proviene de una familia muy acaudalada en Hollywood. Le preocupaba que sus hijos tuvieran miedo a las personas con tatuajes. Quería enseñarles que no se puede juzgar a las personas por su apariencia. Realmente creo que ha tenido un impacto en mucha gente y está proporcionando una conversación continua.
¿Cuál fue la parte más difícil de terminar el proyecto?
En algún punto me mudé fuera de Los Ángeles, así que cuando regresé fue difícil encontrar a las personas que había fotografiado. Me mantuve en contacto con algunos, pero los expandilleros tienen la costumbre de cambiar sus números de teléfono cada cuatro meses. Entonces pasé mucho tiempo en las esquinas en las que sabía que vivían estas personas. Tuve que esperar a que pasara la gente. Me tomó alrededor de seis meses volver a contactar con todos.
¿Alguno de los expandilleros se mantiene en contacto contigo?
Diría que hay unos tres o cuatro con los que sigo en contacto. Me mantengo en contacto principalmente con Francesco. Voló a mi casa en Nueva York para el lanzamiento del libro. Es realmente triste, pero me enteré de que murieron tres o cuatro sujetos que aparecen en el libro. Algunos regresaron a las pandillas, pero a otros les está yendo increíblemente bien. Un tipo acaba de obtener su título. Cuando lo fotografié por primera vez, acababa de salir de la cárcel la semana anterior. Había cumplido cerca de 20 años allí y simplemente decidió que había tenido suficiente y quería cambiar su vida.
Si tuvieras que resumirlo todo, ¿cuál crees que ha sido la lección más significativa que has aprendido de este proyecto?
Supongo que mi mayor descubrimiento es que si hubiera crecido en el mismo entorno que estas personas, estaría en su misma situación. Mi esperanza sería encontrar la ayuda de un lugar como Homeboy Industries para guiarme de regreso a la sociedad. Pero más que nada, simplemente no puede juzgarse a una persona por su apariencia. Si descubres que lo estás haciendo, solo estás reflejando tu propia ignorancia. Tienes que pasar tiempo con todos, sin importar quiénes sean, para escuchar su historia. Espero que estas fotos le den al público la oportunidad de ver a estas personas como realmente son.
Entrevista por Mirjana Milovanovic. Síguela en Instagram