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La serie Soy Leyenda da su siguiente paso con un personaje capaz de doblar el espacio y el tiempo con su disparo… y de enamorar a cualquier fan con su carisma: el gran Roberto Carlos. Tienes las entradas anteriores de la serie aquí.
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Qué cagada, Roy
“Le felicito por su trabajo en el Inter de Milán, pero aún querría que me explicara por qué usted decidió vender a Roberto Carlos”, le dijo el periodista italiano Maurizio Mosca a Roy Hodgson en una entrevista emitida en directo por televisión. El técnico inglés, haciendo gala de una flema infinita, sencillamente se quitó los auriculares, hizo un gesto de despedida con la cabeza y se marchó sin más.
El ya fallecido Mosca había tocado la fibra más sensible de Hodgson, la decisión profesional que más daño le había hecho. En 1996, cuando estaba al frente del Inter, el entrenador británico decidió prescindir del lateral brasileño y traspasarlo al Real Madrid porque no encajaba en los planes que tenía para el equipo. Sin saberlo, el pobre Roy acababa de poner en marcha un relato legendario.
Roberto Carlos da Silva Rocha nació en la localidad paulense de Garça en 1973. Pronto dio sus primeros pasos en el mundo del fútbol: como suele ocurrir en estos casos, el menudo jugador brasileño empezó de delantero y fue retrasando su posición con los años.
La historia de su llegada a la élite es curiosa: en 1992, Roberto se unió al Atlético Mineiro procedente del modesto União São João para realizar una gira por Europa. Como la mayoría de titulares del galo se encontraban disputando la Copa Conmebol, se dio espacio a los jugadores menos habituales.
Roberto Carlos no jugó en los primeros partidos en Italia, pero —¿profecía?— sí que tuvo espacio en España: concretamente, dispuso de minutos en el Trofeu Ciutat de Lleida. Los locales terminaron ganando 2-1, eso sí.
En 1993, Roberto dio el salto al SE Palmeiras, donde ganó dos ligas. Su excelente rendimiento le valió el pase a Europa: el Middlesbrough FC inglés se interesó por él, pero finalmente el brasileño se marchó al Inter de Milán que entrenaba Hodgson. En su debut en la Serie A, Roberto Carlos ya dio muestras de su potencial: en la primera jornada de la temporada 1995-96, Roberto marcó un golazo de falta frente al Vicenza Calcio.
Tras una temporada decepcionante de los nerazzurri —el equipo lombardo acabó séptimo y solo se clasificó para la Copa de la UEFA porque la Juventus de Turín ganó la Champions League—, Hodgson decidió que debía hacer cambios. A Roberto Carlos solo lo veía como extremo y el brasileño prefería jugar de lateral… así que tomó una decisión: había que traspasarlo.
Menuda cagada, Roy.
El tirano de la banda izquierda
En verano de 1996, Roberto Carlos fichó por el Real Madrid que entonces entrenaba Fabio Capello. El brasileño se puso el número 3 a la espalda, el mismo número que Paolo Maldini: difícilmente podía saberse en ese momento, pero durante la siguiente década a ambos se les consideró los mejores en su posición… a pesar de ser jugadores de estilos prácticamente opuestos.
Roberto Carlos enamoró al público del Bernabéu desde su primer año. Con Capello, el brasileño consiguió una competida Liga frente al FC Barcelona de Ronaldo Nazário: su mayor conquista, sin embargo, fue la afición blanca, a quien se ganó con su calidad… y sobre todo con su alegría.
Porque Roberto Carlos era eso: alegría y carisma a raudales.
En el Real Madrid, Roberto Carlos dejó perlas de todo tipo. Desde el lateral izquierdo, el brasileño era capaz de influir sobre cualquier partido y condicionar a cualquier rival como ningún otro defensa. Roberto subía, generaba fútbol y volvía a tiempo para defender: seguramente, nadie ha encarnado mejor el ideal de carrilero brasileño capaz de ocupar una banda entera. Solo su coetáneo Cafú (quizás) se le acercase.
Roberto Carlos, además, no solo era dominante desde el punto de vista físico y técnico: también era genial. Jugando de lateral, el brasileño hacía cosas que muchos extremos ni imaginaban. Sirva como muestra de ello el llamado ‘gol imposible’, un tanto que Roberto marcó frente al CD Tenerife en la Copa del Rey de la temporada 1997-98: el efecto que coge el balón es sencillamente de otro mundo.
Probablemente, uno de los mejores ejemplos de su personalidad sobre el campo sea la Copa Intercontinental del año 2000. Aunque el Real Madrid no pudo volver a conquistar el título como en 1998 y terminó cayendo en la final frente al Boca Júniors de Juan Román Riquelme, Roberto Carlos se erigió en gran figura del partido.
Ese día, el equipo blanco encajó dos goles inesperados en los primeros minutos, cosa que dejó al Madrid en un estado próximo al nocaut. Roberto, sin embargo, no se amilanó y se encargó de levantar al equipo prácticamente él solo: en pocos minutos tiró varias veces a puerta, aculó a Boca y terminó marcando un excelente gol.
Finalmente, el Madrid no logró remontar esa noche, pero aún así Roberto Carlos logró demostrar que se bastaba y se sobraba para levantar un partido de máxima exigencia él solo, prácticamente sin la ayuda de nadie.
Tal era la dimensión del brasileño como futbolista.
El momento: Estadio Gerland, 3 de junio de 1997
Además de infinidad de títulos con el Real Madrid —entre los más destacados, tres Champions League, cuatro Ligas y dos Intercontinentales—, Roberto Carlos se convirtió en un símbolo de la selección brasileña. Con el ‘6’ a la espalda, Roberto fue un indiscutible en la canarinha durante más de una década: al lado de los Ronaldo, Rivaldo o Ronaldinho, el lateral alcanzó la final de la Copa del Mundo en 1998 y conquistó el título mundial en 2002.
Con Brasil, además, Roberto Carlos representó una filosofía entera. Aunque la selección brasileña de los 90 y 2000 nunca llegó a ser tan brillante como los equipos de 1970 o 1982, sus jugadores encarnaron una alegría que marcó a millones de seguidores del fútbol por todo el mundo —niños, especialmente. Las subidas por las bandas de Roberto Carlos y del ya mencionado Cafú tuvieron mucho que ver.
Si hay un momento que describa la genialidad de Roberto Carlos, sin embargo, este llegó en el Tournoi de France de 1997. Este campeonato, en el que además de Brasil participaron la anfitriona Francia, Italia e Inglaterra, se organizó como previa del Mundial que se celebraría al año siguiente en el país galo. En el primer encuentro frente a los franceses, Roberto Carlos dejó su acción más conocida.
Inglaterra terminó llevándose el Tournoi, pero a poca gente le importó más allá de los fans ingleses. La ‘bomba inteligente’ de Roberto Carlos, el chut con un efecto tan endiablado que parecía teledirigido, quedó para siempre en la memoria de todos. Pocas acciones simbolizan mejor al brasileño: potencia sin fin, precisión… y también, por supuesto, un pequeño toque de magia que le daba sentido a todo.
Declaración final
“A Roberto Carlos valdría la pena tenerle en cualquier equipo por su capacidad para tirar faltas… pero es que encima de ser uno de los mejores tiradores de todos los tiempos, resulta que también es uno de los mejores laterales de todos los tiempos”
Ronaldinho, futbolista brasileño y admirador de Roberto Carlos
Después del Mundial de Alemania 2006, Roberto Carlos se retiró de la selección canarinha. Un año después, en 2007, el brasileño también decidió terminar su etapa con el Real Madrid tras ganar la Liga con Fabio Capello, el mismo entrenador que le había fichado del Inter.
Con su marcha, Roberto cerró una época maravillosa durante la cual se convirtió en el extranjero con más partidos con la camiseta madridista y en uno de los jugadores más laureados de la entidad. La pareja que formó con Zinedine Zidane en la banda izquierda pasará a los anales de este deporte como una de las más prolíficas y espectaculares de todos los tiempos.
Y qué narices, para los auténticos amantes de este deporte, Roberto Carlos fue mucho más que solo fútbol.
El autor es incapaz de darle efecto a un balón con el pie, pero puedes seguirle en Twitter: @kj_mestre