Muy buenas amigos míos, hoy he decidido compartir con vosotros una de mis escenas favoritas de toda la historia del cine. No es ni la escena final de Los 400 golpes ni ese momento en Ciudadano Kane donde asistimos a la desintegración de una pareja a través de varias elipsis. Estas escenas ya se han comentado cientos de veces y no hace falta darles muchas más vueltas, aparte, ¿qué coño puedo aportar yo a esos momentos cinematográficos? Gente mucho más capacitada que yo ya ha dicho todo lo que se tenía que decir sobre ellas. La escena que os traigo me la pone más dura que una pirámide egipcia, se trata de un momento de brillantez de una cinta de 1987 dirigida por Paul Verhoeven. Os estoy hablando de la escena de la coca y las putas en Robocop.
Para que sepáis un poco de qué va el tema, en la escena que nos atañe aparecen tres personajes. Uno es Bob Morton, el jefe del departamento de desarrollo del proyecto Robocop que acaba de ser nombrado vicepresidente de la empresa donde trabaja, OCP (Omni Consumer Products). También aparecen Dick Jones, que era el anterior vicepresidente; un asesino y un par de modelos. En esta escena Bob celebra su ascenso a lo grande.
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Esta es la escena, estad atentos:
Lo que más me interesa de esta escena es la dualidad que nos muestra. De como una persona pude estar en el cielo, esnifando coca en las tetas de una mujer, y a los pocos minutos ardiendo en el más terrible de los infiernos. Es esta futilidad de la vida lo que me interesa, esos cambios abruptos a los que el destino nos tiene sujetos. Esta dualidad se encuentra en toda la película, entre hombre y máquina, entre lo público y lo privado, entre la familia y la soledad y de hecho la propia película en sí ya es una dualidad extrema, entre el tipo de cine que Verhoeven estaba acostumbrado a hacer en Europa –películas de motoristas que se enseñan las pollas- y el que se encuentra haciendo ahora en Hollywood.
Pero vayamos a analizar la escena, que empiece el espectáculo.
De buen principio las cosas se nos dejan claras. Las buenas escenas son las que en su inicio ya nos dicen todo lo que nos interesa. El asunto empieza con un plano detalle de los personajes, reflejados sobre la superficie de una mesa, esnifando cocaína. Es la típica mesa de adicto a la coca, con superficie de espejo, supongo que la conoceréis perfectamente. Luego la cámara panea verticalmente y Bob y sus dos acompañantes entran en el plano. Esto es una alusión directa a esos dos mundos que nos encontraremos en la escena, los espejos siempre son el reflejo de una realidad distorsionado, un mundo de ensueño o, en este caso, de pesadillas.
Al inicio de la escena Bob está en la cima, quizás es el mejor momento de su puta vida. Es el hombre descubriendo el fuego o pisando la luna, un momento clave en su carrera. Al tipo le acaban de nombrar vicepresidente de la jodida OCP. El tío ya tiene la vida solucionada. A partir de ahora todo serán putas, coca, champagne, teles enormes, coches rápidos y visitas al El Celler de Can Roca.
En general las dos tías están muy cachondas y juegan a calentar al viejo Bob, es entonces cuando llega el momento clave, ese momento que me impactó tanto de pequeño. Una de las chicas se vierte coca en sus pechos y Bobby se lanza rápidamente a esnifarla. Esto es el súmmum del placer. Joder, la coca, el polvo blanco, la nieve, llámalo como quieras. Esto sumado al agradable tacto de los senos de la prostituta crean una amalgama de placer perfecta. No hay nada en este mundo que pueda acercarnos más a las nubes celestiales, podemos decir que este tipo está literalmente en el cielo.
Durante toda esta escena la mesa de espejo está presente, dentro del plano, recordándonos la cara oscura que se avecina. De hecho, detrás de ellos -en la parte superior del plano- hay el reflejo del agua de la piscina que hay en el jardín. Es más, la casa está repleta de cristales (la puerta del jardín, los vasos, los rulos para esnifar, los pendientes de las putas, las pantallas de televisión,…) que reflejan, de algún modo, la fragilidad de la situación y funcionan como entradas hacia ese otro mundo desconocido.
Hasta entonces los planos han sido siempre frontales o laterales, disparados desde la altura de los personajes, puestos a su nivel. Un punto de vista neutral. Es después del momento de la coca en los pechos cuando suena el timbre de la puerta. La llamada de la muerte. Bob va a abrir la puerta mientras las chicas siguen jugando entre ellas, cogiéndose las manos y sonriendo que es lo que acostumbran a hacer las putas encocadas. Cuando Bob se dirige hacia la puerta el plano pasa a ser general y ligeramente picado, avecinando la caída a los infiernos que está por venir. El sofá, que antes había sido el hogar, un sitio cómodo y seguro, ahora se nos muestra lejano y extraño, ligeramente empequeñecido por el tipo de plano.
Seguimos a Bob dirigiéndose hacia la puerta, como en los planos secuencia de seguimiento de los Elephant de Alan Clarke o Gus Van Sant, y es entonces, al abrirla, cuando todo empieza a torcerse. El gángster entra en la casa a la fuerza y arrastra a Bob hasta el salón y lo primero que suelta ese magnífico “bitches leave”, y como no, las putas se largan.
El gángster no tarda demasiado en disparar varios tiros en las piernas de Bob. Este es el punto de no retorno, oficialmente las cosas se acaban de joder. El asesino se saca un CD y lo introduce en un aparato electrónico que hay en la casa. Verhoeven nos propone un lector de DVD en la era del VHS, todo un visionario. Entones en las varias pantallas que hay en el salón aparece Rick Jones, el anterior vicepresidente de la OCP. Los televisores están elevados y el plano de Bob es picado, queda muy claro quién manda ahora. Las pantallas son como ventanas a esa otra realidad terrible -igual que la mesa con el espejo-, una realidad donde el horror, la violencia y la desesperación más absoluta campan a sus anchas. Es la cara oscura de la luna, lo desconocido, lo extraño, el mundo de los espíritus, el reino de Thanatos. En ese reino terrible Rick es quien manda, es como un Dios, o más bien un demonio. Lo controla todo con su omnipresencia (representada por las varias pantallas que hay en el salón) y su intención es hacer que ambas realidades –el mundo terrenal y lo desconocido- colisionen.
Mientras Rick escupe su discurso final el gángster masca un chicle tranquilamente y esnifa las migajas de coca que hay encima de la mesa. El salón ahora se percibe mucho más mediocre: la enorme mesa que antes presidía la estancia ahora es un pequeño detalle sin importancia. Sin duda las cosas han cambiado. A medida que se acerca el final del discurso el asesino saca una granada y la deja encima de la mesa, luego abandona la casa. Donde antes había jolgorio y alegría ahora hay una jodida granada. Bob se queda solo, arrastrándose por el suelo intentando llegar a la bomba para ¿desconectarla? Entonces llega ese plano, en primer término tenemos la bomba con el contador acercándose a 0 y por detrás a un Bob ensangrentado y derrotado intentando llegar a ella. La mesa sigue teniendo un poco de coca, pero a Bob eso ya no le importa demasiado. El último plano es igual que el primero, Bob se encuentra apoyado encima de la mesa de cristal, pero esta vez totalmente desesperado. El ciclo se cierra, podemos ver perfectamente el viaje que ha sufrido este tipo. Ha pasado de estar viviendo el mejor momento de su vida a experimentar el terrible descenso hacia los infiernos. Segundos después la casa explota, y con ella todos los sueños de Bob.
Así que ya sabéis, aprovechad vuestros días de vino y rosas porque un día de estos vais a estar hundidos en la mierda. Este ha sido mi consejo de hoy.