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Ronda Rousey y el legado complicado de una estrella complicada

Ser autora en medio de un diagrama de Venn entre la cultura popular y el MMA puede ser un poco solitario. En un circulo, algunos de mis colegas y viejos compañeros de entrenamiento tratan a la televisión, filmes, libros o arte que no esté de alguna manera relacionado con las artes marciales como una distracción. En el otro, el simple hecho de mencionar mi otra vida era causa de que me hicieran de menos —amablemente, claro— o que diera pie a otra conversación sobre si las MMA son peleas de gallos entre humanos o no.

Pero a mediados de 2014 comencé a notar un cambio. Entre todo el desinterés y desinformación, comencé a toparme con un genuino interés por el MMA. Y casi siempre que me encontraba en medio de una conversación sobre el deporte, alguien eventualmente mencionaba a Ronda Rousey.

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En el MMA ya estaba viendo cómo la transición de la excampeona frustraba a los fans de hueso colorado. Aunque su ascenso al estrellato, para mí en lo personal, tenía mucho sentido.

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Parte de eso era lo efectivo que era el plan de marketing de UFC para convertir a Rousey en un mito. Para aquellos que no entendían bien lo que sucedía en una pelea de MMA y no tenían un concepto real de la relativamente breve historia del MMA femenil y el talento que estaba enfrentando Rousey en aquel entonces, en verdad ella parecía invencible, como una fuerza de la naturaleza que sólo se presenta una vez en la vida —como Joe Rogan lo dijo en repetidas ocasiones—. Y ver a una joven mujer arrasar en el deporte era refrescante, incluso liberador para cualquiera que se haya sentido aislado por la reputación masculina del deporte, particularmente UFC, que no hacía el mejor trabajo por sacudirse esa imagen. Carajo, empezábamos a creer en algo más.

Pero el atractivo que tenía Rousey para los no conocedores iba más allá de eso. Eran las cosas que confundían a sus detractores lo que le parecía más cautivador a los no conocedores. En el MMA, una cultura que —además de algunos héroes o imitadores de Ric Flair— sigue demandando una conducta súperhumana, humildad y estoicismo por parte de sus participantes, el intermitente espíritu deportivo de Ronda, aunado a su ego, honestidad, y emociones, especialmente sus lágrimas casi onmipresentes, eran infracciones imperdonables para una campeona. Para otros, esta señal de la humanidad atrapada dentro de una máquina de matar iba de ser intrigante a una nueva imagen de un mundo que nunca antes habían siquiera considerado. Rousey les hizo darse cuenta que el MMA no era sólo para un artista marcial ultra masculino y con tatuajes, sino que era un drama humano en el que personas tanto brillantes como complejas dedicaban sus mentes y cuerpos, frágiles pero no invencibles, en busca de la grandeza.

Es cierto que era más fácil que lo apreciaran los fanáticos casuales. Incluso si en el cine y la televisión todavía se batalla con el concepto de las mujeres que caen bien y las que no caen bien, entonces las personas al menos tenían esa conversación. El MMA no estaba preparado para un campeón complejo que no fuese alguien como Georges St-Pierre o una mujer. Para encontrar tantas cualidades en la primera campeona de UFC no era nada fácil. La televisión tenía más de cincuenta años preparándose para alguien como Skyler White de Breaking Bad e incluso así, su complicada existencia hizo que los espectadores iniciaran una campaña de furia, indignación y odio hacia las mujeres tan grande que la actriz Anna Gunn recurrió a New York Times para hablar sobre la antipatía que sufrió en 2013. Las mujeres sólo han estado presentes en los escenarios más grandes del deporte desde hace poco tiempo. Nos falta mucho por aprender al respecto.

Cualquier mujer, sin importar lo perfecta que parezca, habría enfrentado un escrutinio enorme en su posición, y Rousey, antes de adoptar la imperfección como su nuevo plan de mercadotecnia, estaba lejos de ser intachable. Incluso entre sus seguidores, ser fan de Rousey era una tarea complicada. Si amabas sus habilidades, entonces su elección de entrenamiento y entrenador sigue pareciendo frustrante. Si la veías como ejemplo a seguir, sus valores al hablar de temas como Do Nothing Bitch y supuesto feminismo blanco, además de cómo trató a mujeres como Fallon Fox y Cris Cyborg parecían dañinos. Si no estabas predispuesto a sentirte atraído por ella, había muchos puntos a criticar. Y también había muchas excusas para criticarla alegando estar en pro de la santidad del deporte.

Cuando Rousey cayó ante Holly Holm a finales de 2015, críticos culturales que conocía empezaron a preguntarme que era lo que estaba detrás de la repentina mala reacción en su contra. Les dije que la razón era complicada, como ella. Que estaba enfrentando criticas fundamentadas como peleadora y figura pública y furia por ser una mujer arrogante y que no siempre había sido fácil marcar una línea entre las dos (o explicar la variedad de las reacciones a otras personas sin ser considerada una detractora o seguidora de Rousey).

Ahora estoy enfrentando discusiones similares con respecto a su pelea de regreso contra la actual campeona reinante de peso gallo, Amanda Nunes, y cómo terminó en una derrota aún más grande, literal y metafóricamente. Le digo a las personas que, incluso la reacción negativa sigue siendo injusta, que no puedo culpar a Nines por la justificación que ha buscado por ser tratada como un extra en su primera defensa del título o culpar a aquellos que se sintieron heridos por el comportamiento de Rousey y que ahora sienten alegría por el mal ajeno. Y empiezo a decir que entiendo la frustración que sienten los fans cuando se trata de la enorme cantidad de atención que ha recibido durante los últimos años (incluso reconozco que contribuyo a ello con estas mismas líneas.

En cuanto a su legado, comienzo a notar que a ella le gustaría ser reconocida como una pionera, no sólo para las mujeres en UFC, sino para la humanidad que forma parte de las artes marciales mixtas. Por más que quiero que aquellos ajenos al deporte que han sido cautivados por el ascenso y caída de Ronda y que fallaron al ponerle atención a toda una generación de peleadoras que han emergido de su sombra, también quiero que las personas que se encuentran en ambos lados del diagrama de Venn que describí al inicio vean más allá de los arquetipos de heroína y villana que hemos adoptado en las artes, marciales o no, que veamos la historia completa que siempre ha estado ahí, esperando a ser descubierta.