Le llegó a un amigo por WhatsApp a modo de link a una página de empresa de Facebook. Se la mandó un colega suyo así, sin más explicación: Royal Box. La página estaba tipificada como “Producto/servicio” así que mi amigo empezó a hacer scroll para averiguar de qué se trataba. Había vídeos en festivales como El Row o eventos como el Spectrum de Pachá y fotos, muchas fotos de un aparatejo que se asemejaba a esos cargadores portátiles de móviles que lleva la gente pocha a los festivales.
El presunto cargador portátil en una terraza, el cargador portátil en un bucólico bosque, el cargador portátil en un yate (¿?) el cargador portátil bajo el agua en un giro de guion inesperado… Mi colega desplazaba su dedo de abajo arriba por la pantalla de su móvil pero no adivinaba de qué se trataba. No pillaba la gracia. Pero de pronto llegó hasta una foto del utensilio abierto y estalló en una carcajada que se oyó hasta en el infierno. Por que en qué otro lugar podría haberse inventado este artilugio.
Videos by VICE
Aquellas royal boxes eran —y son— básicamente cajas para meterse rayas discretamente y en cualquier sitio. Pequeños estuches con pequeños surcos horizontales para mater sustancias esnifables y poder aspirarlas en cualquier lugar. La vuelta de tuerca de los clásicos esnifadores, que pueden adquirirse en páginas tan al alcance de cualquiera como Amazon, la glamourización absoluta de la sordidez.
Y es que uno ya podía destrozarse el tabique sin perder un ápice de elegancia con estos utensilios que se venden supuestamente para el tabaco esnifable —sí, ese que se metió Ignatius en directo en La Vida Moderna—, pero ahora lo puede hacer nivel Dios. Ahora ya puede llevarse su cajita a cualquier lado sin suscitar sospechas, sin que nadie tenga que conjeturar por qué se ha metido con otros cinco al baño o cuál es la extraña razón por la cual la pantalla de su móvil o su cartera están a veces ligeramente cubiertas por un polvillo blanco, como si acabaran de salir de una obra. Sin que nadie tenga que echarle en cara por qué más de una noche de sábado ha perdido 20 pavos o ha pagado con un billete enrollado al camarero.
MIRA:
Todo empezó, según el CEO de la marca, con el que nos hemos puesto en contacto pero que prefiere mantener su anonimato, en 2009. “La idea se me ocurrió en una de las discotecas europeas más famosas, Ambasada Gavioli, en Eslovenia. Vi como cuatro o cinco personas salían de un baño y otras cuatro esperaban para entrar. Juntas, claro. Pensé entonces que aquello era un problema, y que había que resolverlo. Cuando salí del baño me di cuenta de que otras dos personas se preparaban para disfrutar de alguna sustancia esnifable en una pequeña superficie plana, a la vista de todos.
Como diseñador busqué entonces una solución a una necesidad que desafortunadamente nuestra sociedad tiene, porque según mis observaciones la situación ha cambiado drásticamente en los últimos 15 años respecto al consumo masivo de sustancias en el mercado. Tres meses después de aquella noche hice las primeras 300 piezas y las llamé Royal Box porque en Inglaterra hay una tradición de 300 años de consumo de tabaco y como no estaba permitido consumirlo en los castillos, se instauró en la cultura espolvorearlo y esnifarlo”, concluye. Casi 10 años después, las Royal Box se venden con distintos estampados, desde cintas de casette hasta sets de maquillaje pasando por estampados de madera o militares. Hay incluso y según nos cuenta el CEO modelos resistente al agua. ¿Con qué finalidad? Que cada uno haga sus conjeturas.
El lema de la empresa, Discreto, Elegante, Limpio queda explicado en su site y su CEO lo explica así: “Royal Box ofrece un uso discreto y, por lo tanto, reduce la conciencia de otras personas, especialmente de las más jóvenes, que observan el comportamiento de las mayores en los baños públicos y se inclinan por imitarlo”. Elegante porque “al utilizar la Royal Box, puedes evitar la búsqueda eterna de un lugar adecuado y realizar el acto de forma elegante, rápida y segura en la primera esquina sin preocupaciones ni miradas”.
Y por último y no por ello menos importante, limpio. Porque el aparatejo, que resultó no ser un cargador de móviles portátil de los que lleva la gente pocha a los festivales, “permite cuidar la higiene personal, ya que todas las enfermedades se transmiten al 100% a través de la mucosa nasal. También permite evitar las bacterias y los virus de las superficies sucias, como los baños públicos, el dinero y muchas muchas cosas”, según anuncia su web.
Un sinfín de beneficios para, al fin y al cabo, esnifar droga. Algo que en la mayoría de ocasiones, por muchos items que haya de por medio, no resulta ni discreto, ni elegante, ni limpio. Pero eso Royal Box lo deja a juicio del consumidor.
Cuando le preguntamos si no anima al consumo de estupefacientes la creación de este objeto que lo hace más sencillo o, al menos, más discreto, el CEO de Royal Box responde que no, que su objetivo es completamente diferente. “A diferencia de otros productos en el mercado, The Royal Box no incluye en su descripción para qué debe ser usado. No queremos promover el consumo tabaco o cualquier otra sustancia similar, pero en nuestra sociedad existe un gran problema de discreción, limpieza y salubridad en cuanto al consumo de sustancias y precisamente con nuestro invento advertimos y llamamos la atención sobre este tema. Nuestras cajas no están explícitamente destinadas a almacenar tabaco o cualquier otra sustancia, sino que su objetivo es contribuir a disminuir ciertas enfermedades”, concluye.
Sirva para lo que sirva Royal Box, de momento su versión de plástico está disponible en la mayoría de países europeos, donde puede adquirirse desde su site o a través de Amazon y eBay y según la empresa han enviado ejemplares a Australia, Estados Unidos, Canadá, Rusia o Sudáfrica. Para 2019 planean prescindir de intermediarios y centrarse únicamente en la venta online a través de su web.
Sigue a Ana Iris Simón en @anairissimon.
Suscríbete a nuestra newsletter para recibir nuestro contenido más destacado.