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La actriz de los 50 que mató a su marido maltratador y fue expulsada de Hollywood

Sondra Edvards

Saundra Edwards tenía un objetivo muy simple cuando se metió a modelo adolescente en los 50.

Medio indígena americana y de origen humilde, su esperanza era poder ganar suficiente dinero para ayudar a su familia, que pasaba por momentos difíciles y, más adelante, convertirse en una actriz famosa y tener un armario lleno de ropa comprada en París. Sin embargo, cuando cumplió 24 años, se vio envuelta en un escándalo – el asesinato de su marido de un tiro de escopeta en el pecho – que supuso el final de su trayectoria artística.

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En el Hollywood de comienzos de los 60, mucho antes de la revolución social que se aproximaba, la sociedad vio a Saundra tan víctima como verdugo. La prensa hablaba de su cuerpo deslumbrante hasta cuando esta lloraba desconsolada en el funeral; le robaban fotos mientras sollozaba en el estrado testificando con una mezcla de fascinación y pena. Y así, en aquella era sumamente sexista y obsesionada con la publicidad, se convirtió en un desecho social etiquetada con la peor de las sentencias: asesina.


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Saundra creció a la sombra de los estudios más grandes de cine, probablemente sin imaginar que un día trabajaría para Warner Brothers, en Burbank, a unos kilómetros del apartamento que su familia tenía alquilado en el centro de Los Ángeles.

Hay muchas cosas que no sabemos de la infancia de Saundra, pero lo que sí sabemos es que eran pobres. Hubo un punto en el que la familia Edwards, con cinco niños, vagaba sin un hogar fijo, debido a que John, el padre, se mudo de California a Nebraska, de allí a Oregón y luego a Washington, y con él los niños iban cambiando de colegio constantemente. Por suerte para ellos, pronto Saundra empezó a traer dinero a casa. Se convirtió en una mujer impresionantemente bella, que medía 1,70, con ojos almendrados, pelo negro y cara de muñequita que la convertía en la candidata perfecta para ser modelo.

“En el Hollywood de comienzos de los 60, mucho antes de la revolución social que se aproximaba, la sociedad vio a Saundra tan víctima como verdugo”

La foto más antigua que pude encontrar de Saundra es de 1954, con tan solo 15 años, las mejillas regordetas y las uñas pintadas. Parecía que a nadie le importaba que fuera un objeto sexual incluso antes de ser legalmente adulta, posando en bikini en multitud de revistas para hombre.

Se casó y se quedó embarazada antes de cumplir los 17, como resultado de la necesidad urgente de ganar dinero y las opciones tan limitadas que tenían las mujeres de aquella época. Su marido era Lorin Kopp, probablemente diez años mayor que ella y que hacía de su manager. Dicho en otra palabras, era una relación destinada a romperse.

Dos meses después de que Saundra diera a luz a su primera hija, apareció en la portada de GALA, una revista para hombres que ya no existe y que mostraba “fotos para adultos”. Teniendo en cuenta las costumbres de las mujeres con hijos y casadas de la época, sorprende bastante que se decidiera a hacerlo. ¿Era porque tenía problemas con su marido? ¿O es que se vio obligada a volver a trabajar de inmediato para poder traer dinero a casa?

En marzo de 1957, el mes que cumplió 18 años, Saundra modeló para una conocida revista para hombres: Playboy. Habían pasado solo 4 años desde su lanzamiento y Hugh Hefner todavía no se había convertido en el gigante liberal y provocativo que sería en los 70. En aquellos años, la revista tenía una actitud algo antidoméstica que ensalzaba la vida del soltero-vividor.

“Dos meses después de que Saundra diera a luz a su primera hija, apareció en una revista para hombres que mostraba ‘fotos para adultos’”

A Saundra le tocó ser la playmate del mes y posó en unas mallas rojas pegadas, unos mocasines abiertos y los pechos cuidadosamente cubiertos con sus manos. Tenía los labios rojos y el pelo oscuro, y era guapa pero sin llegar a ser sexual.

A pesar de su supuesta timidez, Saundra había conseguido una trayectoria decente gracias a las sesiones de fotografías para pósteres y sus trabajillos como vedette en las Vegas.

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Saundra Edwards (atrás) en ‘El cielo coronado’ (1960). Fotografía: Everett Collection Inc/ Alamy Stock Photo

En 1958, con 20 años, Saundra firmó un contrato de actriz para la Warner Brothers. Hampton Fancher, un actor joven y atractivo que más tarde se convertiría en uno de los exitosos guionistas de Blade Runner, era su compañero en el estudio. En 1961, hizo el papel del marido de Saundra en Parrish, una película olvidada. Según él, la actriz parecía fuera de lugar en el rodaje: “Era un tanto callada e insegura. A pesar de ser físicamente imponente, no le gustaba nada exhibirse,” me dice por teléfono desde Nueva York. “Te hacía querer protegerla”.

Si hubiera sido una década después, firmar un contrato con la Warner Brothers habría tenido mucho más valor: un contrato a tiempo completo y quizás incluso la posibilidad de conseguir su sueño. Asistiría a eventos de etiqueta, lecciones de talento, clases de canto y monta. Quizás incluso conseguiría tener más seguridad en sí misma como actriz.

“Su madre era estadounidense de origen alemán y ella era socialmente considerada blanca, pero una gota de sangre indígena fue suficiente para convertirla en un objeto exótico en la gran pantalla”

No obstante, al final de los 50, la Warner Brothers se dedicaba a hacer producciones de televisión baratas, la mayoría series repetitivas del oeste o historias de detectives poco convincentes. Los estudios preferían contratar a un grupo de gente prácticamente desconocida y que podían ser remplazados fácilmente si fuera necesario. En los primeros dos años, Saundra apareció en cinco largometrajes por los que no recibió ningún crédito.

Para colmo, debido a que tenía antepasados cheroquis, escogían a Saundra principalmente para interpretar papeles estereotípicos indígenas, en su mayoría damiselas mexicanas y sirvientas árabes.

Su madre era estadounidense de origen alemán y ella era socialmente considerada blanca, pero una gota de sangre indígena fue suficiente para convertirla en un objeto exótico en la gran pantalla.

A causa de ello, a menudo hizo papeles secundarios a la sombra de actrices rubias y blancas con orígenes claramente europeos. Según Hampton, “Parecía el fichaje perfecto, pero era prácticamente invisible en el plató. Tenía un cierto tipo de belleza que en aquella época no entraba dentro de lo que se consideraba ser guapa”.

Al menos no en Hollywood.

“Parecía el tipo de chica que tiene una actitud un tanto retrógrada. Es como si hubiera nacido en otra época. Fuera lo que fuera la generación beat, a ella no le interesaba”

No es de extrañar que Saundra, divorciada y con dos niños, se sintiera excluida. Se la había encasillado en papeles secundarios, con frecuencia étnicos y no se sentía del todo cómoda con el espíritu bohemio de algunos de sus contemporáneos. “Me caía bien y la respetaba”, dice Hampton, “pero parecía el tipo de chica que tiene una actitud un tanto retrógrada. Es como si hubiera nacido en otra época. Fuera lo que fuera la generación beat, a ella no le interesaba”.

En 1960 conoció a Tom Gilson, un actor compañero de rodaje. Gilson, que también solía hacer papeles secundarios, es conocido por su interpretación de un personaje tipo Elvis en Un marido en apuros (1958). Tom, que medía 1,93 cm, era un bebedor empedernido cuyas amistades incluían a Steve McQueen, que era bastante conocido por su machismo. Era todo lo contrario a un bohemio y por ello a Saundra le atraía enormemente.

En agosto de 1961, Tom y Saundra se casaron. Ella dio luz a un hijo cinco meses más tarde, así que no hace falta ser matemático para darse cuenta que estaba embarazada antes del matrimonio. En aquellos días, como cuenta Hampton, “Le pertenecías al estudio. Era como una dictadura. La marihuana era como la heroína y, comparado con el final de los 60, era una época bastante ingenua y puritana. Yo solía vivir con mujeres y teníamos que ponernos un anillo falso de matrimonio para evitar los cotilleos”.

Atrapada en las circunstancias y acorralada a causa de unas cláusulas moralmente pasadas de época, Saundra se casó antes de dar a luz. Ese mismo año, se estrenaron dos películas ⎯ La fiebre en la sangre y Parrish⎯ en los que finalmente se le dio crédito por su papel secundario. Pero la esperanza de triunfar no le dudaría mucho; Parrish fue su última aparición en pantalla.

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Saundra Edwards y Will Hutchins en ‘Sugarfoot: the return of the canary kid’. Fotografía: Walt Disney Television vía Getty Images

En 1962, la urbanización Van Nuys, en California, era bastante decente y tranquila. Estaba repleta de bloques de casas de posguerra idénticas y servía como un centro de empleo para dos prósperos negocios de mitad del siglo: General Motors y Anheuser-Busch.

El 6 de octubre de ese mismo año, toda esa tranquilidad desapareció. Todo comenzó en el hogar de una pareja casada, Connie y Richard Davis. En la misma casa vivía en aquel momento la hermana pequeña de Connie, Saundra. Con 24 años y distanciada de su segundo marido Tom en menos de un año, se encontraba de nuevo en una situación familiar desesperada. Tom era un alcohólico que de acuerdo a Saundra alguna vez le había “estampado la cabeza contra la pared” y una vez “empezó a golpearme mientras tenía al bebé en brazos, y el bebé se llevó algunos golpes”. Esa fue la gota que colmó el vaso y Saundra se fue de casa.

“Alrededor de las dos de la mañana, una bala de calibre 12 atravesó la calle desde la casa de los Davis. Saundra, que nunca había disparado un arma en su vida, corría llorando hacía su marido que yacía en el suelo con un tiro en el pecho”

Era un viernes por la tarde y Saundra se lo pasó cuidando de sus tres hijos y su sobrino, mientras que su hermana y su cuñado asistían a una fiesta. Tenía a Camille, seis años; Steven, tres, y Thomas Jr., que apenas tenía 9 meses. La tranquilidad se vino abajo cuando Tom llamó por teléfono.

Estaba “muy borracho”, según Saundra, e insistía enfadado en que quería ir a ver a su hijo. Ella se negó, pero el persistió. No era la primera vez que llamaba a la casa y, de hecho, otras veces había aparecido amenazando con entrar a la fuerza. En más de una ocasión habían tenido que llamar a la policía. El enorme Gilson de metro noventa era una amenaza muy seria.

Saundra pidió a su hermana que volviera a casa y así lo hizo. Antes de marcharse a recoger su coche, su cuñado Richard le dejó un regalo de despedida: una escopeta. Le enseñó cómo cargarla y le prometió que con ella espantaría a Tom Gilson si se le ocurría aparecer por allí de nuevo.

Todo el mundo se enteró de lo que ocurrió a continuación. Alrededor de las dos de la mañana, una bala de calibre 12 atravesó la calle desde la casa de los Davis. Saundra, que nunca había disparado un arma en su vida, corría llorando hacía su marido que yacía en el suelo con un tiro en el pecho. Muchos informes decían que cuando disparó se encontraba tan solo a 30 cm de su marido. Estaba muerto.

“Dispara, no me importa. Si no lo haces tú, Saundra, te voy a matar yo a ti y a los niños”

Según un artículo del Oakland Tribune del 7 de octubre de 1962, Saundra, desconsolada, explicó a la policía que, cuando sacó la escopeta, Tom le dijo: “Dispara, no me importa. Si no lo haces tú, Saundra, te voy a matar yo a ti y a los niños”. Con cuatro niños a los que proteger, apretó el gatillo.

Saundra fue arrestada, sospechosa de asesinato, y su nombre apareció en todos los periódicos. Tan solo unos días más tarde, aparecieron imágenes de Saundra destrozada en el estrado frente el abogado de la acusación que mostraba el arma homicida. “Llévatela”, lloraba. “Llévatela, por favor”.

Neile Adams, la mujer del actor Steve McQueen y uno de los mejores amigos de Gilson, escribió sobre Tom en su autobiografía: “Steve era capaz de controlar la furia que Tom llevaba dentro, pero Tom, cuando estaba borracho, parecía que siempre quería mostrar al mundo que era capaz de ir más allá”. Saundra se refería a eso mismo cuando le dijo a las autoridades que Gilson “bebía hasta perder la consciencia y me pegaba constantemente”.

Por su parte, Hampton Fancher creía que el accidente no era algo inesperado. “Vi a Tom Gilson un par de veces”, cuenta. “Llevaba un rollo de machito silencioso. Intentó hacerse mi amigo, creo. Me decía ‘eh, somos tipos duros, rebeldes, le gustamos a las mujeres y no nos importan las reglas’ y ese tipo de cosas. A mí me parecía un perfecto idiota. Cuando pasó, cuando le disparó ⎯conociéndole sólo un poquito⎯ parecía tener sentido”.

El equipo forense tardó solo media hora en emitir un veredicto de “homicidio justificable” en defensa propia. Pero el daño, físico y profesional, estaba hecho. La gente parecía sentir pena, pero la realidad era muy diferente: ya nadie quería tener fantasías con una actriz bonita que había matado a su marido. En menos de un año, Warner Brothers la despidió.

“El equipo forense tardó solo media hora en emitir un veredicto de ‘homicidio justificable’ en defensa propia. Pero el daño, físico y profesional, estaba hecho”

El último recorte que pude encontrar de Sandra, por más que busqué, lo saqué del Herald Examiner, solo un mes después de ser absuelta. Cambió su sueño de tener un armario parisino y una trayectoria en Hollywood por un trabajo de aprendiz de entrenadora de animales para películas. Se mudó a una caravana en una granja que compartía con sus tres hijos. La línea final del artículo, que sin quererlo era devastadora, decía así: “A Saundra ya se le ha permitido visitar varias veces los estudios para tareas que requerían entrenar chimpancés”.

Tanto para nada.

Eso es todo. Ahora Saundra es un fantasma; no puedo encontrarla, por más que lo intenté estos últimos meses. No sé qué fue de ella. Ni siquiera pude encontrar algo concreto en los registros de defunciones de Los Ángeles. Encontré algunas pistas de que volvió a casarse en los 70, lo cual significaría que cambió su apellido por el de su marido y probablemente también se mudó a otra ciudad.

Si aún sigue viva, aunque hay rumores de lo contrario, tiene 81 años y vive en un anonimato absoluto. He llamado a muchos números que ya no existen o incorrectos y he irritado a un gran número de bibliotecarios, pero todo lo que sé es que se vio obligada a desaparecer y lo aceptó con los brazos abiertos.

“Los hombres en Hollywood pueden ser quienes quieran, comportarse mal, e incluso a veces salir impunes de asesinatos y violaciones, pero una mujer que se sale de la línea está fuera de la industria”

¿Quién es Saundra Edwards ahora? ¿Es acaso algo más que una nota dentro de una nota de pie de página de un artículo de Wikipedia?

Para mí, es un triste recordatorio de que la industria del entretenimiento ⎯especialmente Hollywood⎯ nunca ha estado del lado de las mujeres supervivientes o que fueron víctimas. Incluso cuando los poderes establecidos apoyan o se simpatizan con ellas, como ocurrió con el #MeToo, ellos pasan. Los hombres en Hollywood pueden ser quienes quieran, comportarse mal, e incluso a veces salir impunes de asesinatos y violaciones, pero una mujer que se sale de la línea está fuera de la industria. Después de una experiencia tan traumática, Saundra ya no encajaba en un cuento contado por una industria principalmente dominada por hombres. Como su compañero Hampton dice “las mujeres no tenían ninguna oportunidad”.

Saundra ya casi ha sido olvidada. No tuvo tiempo suficiente para darse a conocer por sí misma en el cine o como un personaje digno de ver; quizás en cierto sentido no tenía nada especial. Aun así, no importa. Le robaron la oportunidad incluso de ser una actriz nada especial en la pantalla, de labrarse un futuro, simplemente porque se casó con un monstruo. Como ella, hay miles de mujeres en Hollywood, sin nombre y que no serán recordadas.

Pregunté a Hampton Fancher, que ahora tiene 81, los mismos que Saundra tiene si aún sigue viva, si ya entonces pensó que el incidente arruinaría la carrera de la actriz. Sin pensárselo, afirma: “Fue una sentencia. Recuerdo que incluso en aquel momento yo ya me había dado cuenta. No creía que ella tuviera alguna posibilidad de seguir en Hollywood. Imposible”.

@christinalefou

Este artículo se publicó originalmente en VICE UK.