Voy saliendo de una infección estomacal. No entraré en detalles, sólo les comparto mi descubrimiento: los males del estómago que frecuentemente acompañan la vida en México son un riesgo que hay que aceptar y ante el cuál nunca hay que rendirse.
Lo bueno de esto es que pude reconectar la mente y las manos con las esquinitas olvidadas de la cocina. Me enfoqué de nuevo en desayunar y cenar en casa, con lo que había. Fueron días de ser un total Susie Homemaker.
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A mí nadie me enseño a cocinar. Nunca he tomado una clase, ni un taller de pan o tamales o lo que sea, pero vivir rascuachemente en la Ciudad de México, al igual que millones de personas, me enseñó a armarme unas buenas comidas caseras y gratificantes con poco dinero. Hay tienditas, mercados y súpers en todos lados, nunca te faltarán las opciones baratas, los aguacates criollos de a diez pesos la bolsita, el queso de rancho que venden en una camioneta estacionada por tu rumbo, que también cuesta diez. En mi época más oscura en la Ciudad de México, cuando vivía en el edificio Victoria, en el Centro, me iba tan mal con la lana y con los vicios que terminaba comiendo sándwiches de mantequilla.
Fue de risas, lo juro.
Los ciclos van evolucionando y las situaciones cambian. Después de conocer la cocina de necesidad, y después de fallar enormemente muchas veces cuando busqué horizontes extremadamente ambiciosos (nunca le atiné a los frijoles, al arroz), me di cuenta de que hay productos muy básicos y económicos que uno siempre puede tener en casa para comer rápido y rico a cualquier hora.
En mi caso, mis productos favoritos de esta categoría son: huevos, jamón o tocino, papas, tortillas de harina, pan integral, granola o cereal, leche deslactosada, yogurt, queso manchego, quesos frescos —quesillo de Oaxaca o Panela—, cebolla, jitomate, betabel, limón, frutas de temporada, ajos, jengibre, chiles verdes, hierbas —e.g. romero, albahaca, pápalo—, pimienta y sal.
De ahí, me paso a los productos o guisados preparados que uno puede comprar de los señores de los mercados o de los viejitos que se ponen afuera, por las entradas. Siempre llevo el ojo escaneando para encontrar estos:
Nopalitos preparados: cuando vienen con cilantro, cebolla, etcétera; te lo dan en cantidades de pesos que tu gustas, de diez o quince es suficiente por un par de días. Sirven para millones de cosas.
Verduras para cocer: puede ser una mezcla de elote, papa, zanahoria, calabaza y cebolla. Puede ser solamente mucho champiñón con coliflor. Estas mezclas baratas que puedes encontrar en muchos mercados van bien en sopas, caldos y ciertos guisados asiáticos que a veces se antoja intentar.
Salsas preparadas: roja o verde, de diez o quince pesos el vasito o la bolsita. Deliciosas sobre huevos, quesadillas, carnes…
Chorizos: todo tipo de este embutido es esencial en la cocina, aunque mi favorito es el verde, de Toluca. Bien cocinados, en casa, alimentan con ganas. Y se me hacen más saludable que el pollo mutante que venden como “saludable” por todos lados.
Chicharrón: cuando puedo lo recojo de puestos que únicamente huelen a puro cuero de puerco gloriosamente frito —no a aceite quemado, a carne muerta de misterioso origen, ni a gas—. Es una buena botana para la mitad del día, pero también resulta un gran ingrediente para tacos, sopas, ensaladas, y, bueno, todo.
Con eso es suficiente. A cualquier hora se puede comer rico. Ahora les comparto algunos de los secretos de mi “cocina de refugio”, como llamo a mis inventos culinarios para comer rico y barato.
Sándwich de desayuno casero
Cocínate unas lonchas de tocino. No hay falla.
Pon un huevo en la sartén, échale pimienta y sal, déjalo cocinar un rato, y luego cúbrelo con una rebanada de queso manchego. Flip. Que se cocine el queso directo sobre la sartén. Flip.
Tuesta tu pan, ponle un poco de mostaza Dijon si quieres, y corta una manzana gala o fuji en rebanadas largas. Combina los ingredientes (el huevo, luego el tocino, luego la manzana) entre tu pan tostado. Listo. ¿Y el jugo y el café?
Caldo de verduritas
Pon agua a hervir en un olla. Corta un ajo y tíralo al agua. Échale tu mezcla de verduras. Tírale un cubo de caldo de pollo. (¿Un chile verde picado quizás?) Que se cocine todo. Y listo. Acompaña con pan tostado o bolillos. Ni carne, ni nada, es perfecto para relajar el estómago.
Tortilla mestiza
Hace poco pasamos una noche con mucha hambre pero mucha hueva de salir o guisar algo complicado. Entonces tomé nopales y los puse a cocer en una sartén. Luego mezclé seis huevos en un tazón con tantitita leche. Antes de que los nopales se doraran, derramé el huevo sobre ellos y los dejé cocer, sin mover ni nada.
Sobre los huevos agregué pedazos de tres tipos de quesos, a la verga. Panela, manchego, y un queso Chihuahua artesano que encontré en Comida Bebida Revistas en la San Miguel Chapultepec y que me tiene obsesionado. ¡Mega-flip! ¡Que no se rompa la forma de la tortilla!
Ya dorado, esponjoso, se convierte seductor el asunto. A la tortilla le faltan papas, pero no hay pedo, aquí en Anáhuac las condiciones son saludables para un popurrí del nuevo mundo. Dobla la tortilla y sirve. Cubre la tortilla con queso y con la salsa roja que estabas guardando para una comida especial. Acompaña con vino tinto.
A brindar por mi raza.
Postre pacheco
Cuando caen los antojitos de la medianoche, mejor conocidos como el monchis, saca una tortilla de harina, ponle un poco de todos los quesos que encuentres en el refri y abre esa cajita de zarzamoras de veinte o triente pesos que recogiste en la calle.
A quesadillear. Las zarzamoras van casi al final, pero no olvides agregarlas a la quesadilla cuando ésta aún esté en la sartén . Y listo. La combinación de la tortilla calientita, el queso derretido, y el ataque de sabor de la zarzamora pone a descansar cualquier mal.
¡Acuérdate de mí al final de la quincena cuando tengas que comer en tu casa!
Post originalmente publicado en VICE.com.