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Separarme de mi pareja fue una inversión financiera

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Como todavía creemos en un amor perdurable, no predecimos que una separación será más problemática de lo que suponemos y podemos decir que si el día de mañana nos peleamos con nuestras parejas, la ruptura no sería como en las películas, donde uno de los dos hace la maleta y simplemente se va de casa.

Quizás deberíamos ser más conscientes de lo que supone una relación de pareja basada en el amor, pero donde también se genera una alianza económica, algo razonable en la Argentina contemporánea donde legalmente está comprobado que resulta más barato divorciarse que convivir sin papeles, ¿por qué? Porque si no te casas, no tienes derechos patrimoniales sobre los bienes de la unión al momento de la separación, y hasta donde sabemos, ni la cama, ni la heladera se parten en dos.

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En Argentina, el Código Civil se reformó en el 2015 añadiendo el “divorcio exprés” que ayudó a que el trámite de divorcio sea más fácil y rápido. Este determina que el matrimonio no debe cumplir un plazo mínimo (antes era de tres años) para deshacerse. Y basta con que uno de los cónyuges solicite el divorcio para que éste se pueda llevar a cabo.

De todas maneras, Juan, abogado en Argentina, sostiene que “cada disolución es distinta, de acuerdo a lo que cada una de las partes tenga como bien ganancial, cuánto dinero gane y qué tan complicado sea el vínculo. La base puede rondar entre 30 y 40 mil pesos por cónyuge sin bienes patrimoniales, a eso se le suman los bienes patrimoniales registrables de cada uno, seguramente sea de 100 mil pesos (U$1.800) para arriba, aunque también depende de cada juzgado”. Es decir, en la mayor parte de los casos, depende de los buenos o malos términos en los que la pareja se separa para hacer un acuerdo conveniente.

En VICE hablamos con jóvenes que decidieron irse a vivir con sus parejas por amor y también, para reducir gastos económicos. Un acuerdo sin matrimonio ni papeles. Una acción muy acorde con las metas financieras de la generación millennial que suelen ser a corto y mediano plazo.


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En la ciudad de Buenos Aires circulan quince millones de personas, y alrededor del 39% de la población es considerada joven, es decir, casi seis millones de sujetos que pueden pretender independizarse, individualmente o con otra persona, deambulan actualmente bajo decisiones totalmente inciertas. Por otro lado, la relación de los jóvenes con el trabajo es una cuestión compleja en todo el mundo. Según el informe ‘Perspectivas sociales y del empleo en el mundo – Tendencias 2018’ elaborado por la OIT, los jóvenes menores de 25 años cuentan con menos probabilidades de trabajar que los adultos. La tasa mundial de desempleo juvenil se sitúa en el 13%, tres veces superior a la de los adultos, del 4,3%. Particularmente Argentina presenta una tasa de desempleo que oscila entre el 17,3% y el 21,5%. Aunque este registro del INDEC –Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina– no tiene en cuenta la gente que trabaja en negro (sin contratos) o que está al cuidado de otras personas, el Informe Juventudes desiguales: oportunidades de integración social del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la UCA, muestra cómo durante 2017-2018 aproximadamente seis de cada diez jóvenes que tenían trabajo lo hacían en condiciones de precariedad o subempleo inestable: empleo no registrado, trabajo registrado, pero sin plenos derechos laborales (como obra social y jubilación) y jornada de trabajo extendida.

Finalmente, la economía está sujeta a todas las decisiones que podamos tomar. Para poder alcanzar este equilibrio tan necesario es imprescindible tener un trabajo digno para pensar en la defensa de nuestro propio metro cuadrado. Compartido o no, convivir con otra persona nos facilita a su acceso con mayor velocidad. Esas cuatro paredes son más bellas cuando el amor reina y el bolsillo las proporciona.

Un quiebre en la crisis: me encontré con un lugar vacío

“¿Qué es la convivencia si no algo intermitente?” Pregunta Cristian de 33 años, quien comenzó a salir con su expareja en el 2010 y decidieron en un contexto de preelecciones de 2015 convivir bajo un mismo techo. Si bien los dos tenían trabajos relacionados con su vocación -él productor de radio y ella gestora cultural- sus salarios les permitía reunir un “ingreso digno” dice, y “amén del amor, nuestro objetivo principal fue evitar el alto costo de vivir por separado en un país con hiperinflación”. Pasaron por dos departamentos, durante su última mudanza en conjunto notaron como la relación iba en descenso, “las cuentas tomaron un protagonismo crucial, nuestros trabajos de freelance comenzaron a generar roces entre ambos, empezamos a endeudarnos con gente y tener mal humor. Teniendo en cuenta el desgaste de la pareja decidimos mudarnos juntos sin repensarlo, ella puso una garantía y encontramos un departamento a buen precio en el centro de Buenos Aires”. Sin embargo, las cosas no funcionaron y decidieron darlo por terminado. “Con mucho dolor al principio, nadie era hijo de rico ni podía mudarse de un día para el otro”, decidieron continuar con la convivencia, agazapados al costado de la crisis.

“Convivíamos, teníamos nuestras historias por separado, tratando de ser lo más respetuosos posible, es decir, dormíamos en la misma cama o dormíamos afuera, pero no llevábamos a nuestros amantes y aventuras ahí, la situación era rara, pero nadie la cuestionaba demasiado”. El acuerdo fue variando, al principio él se iría de ese departamento, luego ella destrabó una situación personal que le daría una casa propia a través de una herencia, con lo cual esa opción ganó terreno y en consecuencia Cristian se quedó con el departamento que compartían.

“Pasaron seis meses de saltos emocionales, de dormir en casas ajenas. Con tres gatos en común, tuvimos que hacer un reparto salomónico, ella se llevó dos y yo me quedé con uno. El tema muebles fue difícil, sus muebles encajaban mejor con el proyecto en común, mientras convivíamos todo fue maravilloso, pero estando solo percibí una nube negra: entré a un departamento vacío, sin heladera, ni mesa, ni sillas; me empecé a meter en grupos de Facebook donde regalan cosas y otras me las prestaron. Dejar de compartir un espacio significa también encontrarse con la ausencia de objetos que hay que suplantar rápido y, sobre todo, significa hacerse cargo de una cantidad de gastos individualmente”.

Una casa no se divide en dos. Una heladera, una cama, un techo, no se pueden fraccionar ni tienen los mismos costos.

Lucía comenzó a convivir con su pareja por una cuestión económica, “mi ex no es argentina y alquilaba una habitación. Un día tuvo un problema y le dije que se viniera a casa, no lo dudamos”. Lucía y su pareja tenían ingresos muy dispares, cuenta cómo ese factor puede ser crucial. “Estuve un año queriéndome separar todos los meses, pero no tenía la fuerza necesaria para afrontar la realidad de dejar a una persona tirada, esa era mi sensación constante”. Hace cuatro meses el padre de mi expareja murió, entonces ella heredó unas propiedades en Colombia y decidió alquilarlas, es por eso que pudo mudarse. Es horrible decirlo, pero gracias a que su padre falleció yo pude dejarla, me relajó la seguridad económica. Es duro cuando sabes que tu pareja no tiene un peso y que tampoco tiene gente a la que acudir” añade Lucía.

Una casa no se divide en dos. Una heladera, una cama, un techo, no se pueden fraccionar ni tienen los mismos costos. “Para mudarme yo calculaba 50 mil pesos (U$800) teniendo garantía, si eso no existe hay que sacar un seguro de caución, que sería aun más, arriba de 60 mil pesos, la ayudé con lo que pude y ahora vivo sola”.

“A los enamorados les pasa exactamente lo mismo que a los emprendedores en América Latina, no se anticipan al fracaso y uno siempre tiene que estar preparado para el fracaso”.

Danilo Raymond es coach financiero y desde Colombia nos cuenta las razones del éxito o el fracaso en relación a la economía dentro de las parejas. Para eso también da consejos y tips que nos ayudan a resolver cuestiones básicas de la cotidianidad. “Las razones por las cuales las parejas modernas están buscando unirse con el otro financieramente se basa en tener un grado de independencia más rápida. Eso está socialmente aceptado. Pero lo que no entienden las parejas es que están emprendiendo una nueva empresa. Esa empresa tiene que tener en cuenta cómo se va a enfrentar con la realidad de un negocio, cómo se dividirán los gastos y los ingresos. Sin embargo, las parejas no lo hacen, están en un grado de enamoramiento donde esas cosas no son cuestionadas. La convivencia en pareja desde el punto de vista económico requiere y obliga a una comunicación constante. Se resume en tener que reunirse cada cierto tiempo para ver cómo están manejando el dinero”.

“El segundo elemento se basa en no hacer las cuentas con el dedo gordo es decir medir a grandes rasgos lo que entra y sale. Es fundamental hacer las cuentas precisas, cuánto cuesta el alquiler, los servicios, el transporte, el paseador de perros, su comida, todo tiene que estar calculado. Es importante no suponer, sino saber. Tener muy claro el manejo detallado de los gastos de esta empresa que se llama pareja”.

“El siguiente elemento es tener en cuenta que las dificultades no se presentan cuando hay una ruptura, sino que puede pasar en cualquier momento. Uno de los dos se quedó sin trabajo, entonces ¿qué hacemos? En ese momento puede llegar el endeudamiento y suele manejarse de manera individual, sin embargo, la responsabilidad de las deudas debe hacerse de manera conjunta. En caso de que nos vayamos a endeudar cómo lo vamos a hacer en conjunto”.

“Por último, tener en cuenta qué protocolo seguir en el momento en que ese amor o convivencia se acabe. A los enamorados les pasa exactamente lo mismo que a los emprendedores en América Latina, no se anticipan al fracaso y uno siempre tiene que estar preparado para el fracaso. Qué vamos a hacer en caso de que nos llegáramos a separar”.


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En Argentina el salario mínimo vital y móvil se encuentra en 12.500 pesos por mes (U$ 220), pero las mujeres ganamos menos que los varones en todo el planeta. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), a escala mundial, las mujeres siguen percibiendo un salario aproximadamente 20 por ciento inferior al de los hombres. En Argentina, la brecha salarial por género es de 27,5%

Actualmente alquilar un monoambiente en Capital Federal cuesta en promedio 13.906 pesos (U$ 240) los de tres ambientes 26.888 pesos (U$470) y los de cuatro 38.034 pesos (U$660). Teniendo en cuenta que el precio varía en antigüedad, expensas (costo de mantenimiento del edificio) cochera y sobre todo zona. Palermo, Recoleta y zona norte son aún más costosas.

Un alquiler de un departamento de dos ambientes –lo que suele alquilar una pareja– vale, según CESO, Centro de Estudios Económicos y Sociales, alrededor de 17.861 pesos. Es decir que ese alquiler se llevaría un 60% del ingreso mensual individual. Esta medición contempla los salarios netos de trabajadores públicos y privados de la ciudad de Buenos Aires.

El 40% de mi sueldo se lo lleva el departamento, ahora hay menos salidas a cenar y más juntadas en casa.

Jerónimo con 37 años, se mudó a Buenos Aires por trabajo, es diseñador y tiene un salario, que ronda los 60.000 pesos (U$1.050), el cual le permite irse de vacaciones al exterior y hacer lo que le gusta.

Estuvo en una relación durante dos años con una chica que también trabaja en lo que le gusta y cobra un buen salario –igualmente menos que él–. “Después de los primeros meses de noviazgo decimos irnos a vivir juntos, buscamos un lindo departamento en el barrio de Saavedra (noroeste de la Capital Federal) y decidimos comprar todo a medias, cuidando lo que invertíamos y fabricando nuestros propios muebles”, advierte Jerónimo.

La convivencia finalmente no dio resultado, “si bien me llevo muy bien con ella, yo no era feliz. Sentía que la situación de la pareja me condicionaba. Tu casa debe ser un santuario, no en el sentido religioso, sino el lugar donde te permitís descansar, sentirte vulnerable, dejarte ser y relajarte, porque es tu momento y tu ambiente. Si trabajaba mucho afuera y volvía a mi casa para seguir trabajando no era un buen plan. Muchas veces llegaba y había cosas que simplemente no tenía ganas de hacer. Admiro a la persona que está en pareja, llega a su casa y es capaz de hacer cosas por el otro, yo soy incapaz”.

A nivel nacional las mujeres dedican el doble de tiempo a las tareas domésticas y de cuidado, como limpiar la casa, cocinar o cuidar a los niños. Son 6,4 horas contra las 3,4 que dedican los hombres según la encuesta nacional realizada por el INDEC en 2013.


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Jerónimo decidió ponerle fin el día de su cumpleaños. Pasaron dos semanas en las que acordaron qué hacer con lo que habían comprado y alquilado, quién cedería y quién no. “Elegí ceder” cuenta. “Preferí no pelear por cosas que nos habían costado dinero. Hay algo que llamo “el fondo mágico”: ¿De dónde va a salir esa mitad de plata que supuestamente te pertenece si ya está invertida en ese objeto? Me resultaba más fácil volver a empezar con una vida más simple que pelearme por una cama. Pero me quedé con la TV, por ejemplo”.

Jerónimo tuvo suerte en encontrar un departamento por una compañera de trabajo. Sin garantía, ni depósito, ni mes adelanto, le sirvió para empezar de nuevo. “Fue un mes de dormir en tres sillones diferentes, de amigos y el propio hasta que me llegó la cama, fue el gasto grande. Era empezar de cero con todo: pava, cafetera, trapos. Actualmente tengo mucho espacio para mí, que era lo que quería, no tengo los cajones llenos de cosas, sino estrictamente lo que necesito. El factor negativo es que todos los gastos los tengo que afrontar solo, en el departamento que vivía con mi pareja era más grande que el actual y aun así gastaba menos plata, estoy pagando un alquiler solo y el doble de expensas porque vivo en Palermo. El 40% de mi sueldo se lo lleva el departamento, ahora hay menos salidas a cenar y más juntadas en casa.

Carlos es psicólogo, experto de parejas, y nos contó cómo la economía y el diálogo son ejes centrales a la hora de la convivencia, “si las cosas están claras y hay una dinámica de una retroalimentación en la pareja no debería importar quien gana más o quien gana menos. Cuando uno de los miembros se posiciona, no como acompañante, sino como dueño del otro, de acuerdo a lo que contribuye económicamente a la pareja, comienza una suerte de violencia económica”, manifiesta.

“No importa el genero y cómo se constituya la pareja, si los valores están tergiversados, van a atentar sí o sí contra la pareja en algún momento, porque lamentablemente está el poder en juego. No es lo mismo convivir con amigos que con una persona donde hay sentimientos de por medio que son más fuertes, porque en esos casos, el dinero puede ser el inicio de uno de los conflictos donde se cuestionan los valores, se transgiversan los vínculos, se termina transformando en una situación de poderío y ahí es cuando doblegamos al otro. Es distinto cuando solo una de las dos personas es la que trae el dinero a la casa, porque eso es un convenio. Por eso es importante hablar, porque nunca hay que entrar en el terreno de las suposiciones, en ese terreno la persona que gana más paga más cuentas ¿Quién dio eso por supuesto? Y acá lo fundamental es cómo y de qué manera se discuten los problemas. En cuanto las partes adhieran al convenio está todo perfecto, pero cuando ya se comienza a pensar en cómo te conviene tal o cual movimiento es terrible”, concluye Carlos, desde el lado psicológico.

“Nos dimos cuenta que no estábamos preparados para irnos a vivir juntos, que había sido un capricho para salir de nuestras casas de la infancia y quizás hubiese estado mejor irnos por separado, pero irse a vivir cada uno a un departamento significaba muchísima plata. Elegimos el atajo y nos salió mal”.

Eugenia tiene 30 años, recuerda esa convivencia como algo que jamás quiere repetir en su vida. Tenía 26 años cuando decidieron irse a vivir junto a su pareja. Ambos vivían con sus padres, él en el sur y ella en el norte. Alquilaron un departamento por la zona de Almagro (al noreste de la ciudad) “dos ambientes con parrilla y mucha luz” lo describe. No tenían nada, ahorraron para comprar lo básico y los padres de Eugenia les regalaron lo más caro, cama, heladera y lavarropas, el resto de las cosas las pagaron a medias. Adoptaron una gata y eran felices. Los ingresos de ambos eran similares, aunque ella cobraba más que él, pero no era un tema relevante, ella pagaba más cuentas por ese motivo.

Convivieron durante un año hasta que comenzaron los roces. “Nos dimos cuenta que no estábamos preparados para irnos a vivir juntos, que había sido un capricho para salir de nuestras casas de la infancia y quizás hubiese estado mejor irnos por separado, pero irse a vivir cada uno a un departamento significaba muchísima plata. Elegimos el atajo y nos salió mal. La relación terminó muy mal, nos fuimos de vacaciones y en el medio de un lugar paradisíaco decidimos dejarlo. La vuelta fue caótica, él me dejó en claro que no iba a irse del departamento porque decía que no tenía dónde ir. Estuvimos un mes conviviendo de mal humor, durmiendo en la misma cama, intentando aterrizar en un acuerdo al que no llegábamos nunca. Un día una amiga vino a verme a casa, me vio tan mal que me dijo que me fuera a su casa, que había lugar ahí, no lo dude un segundo”.

Eugenia cuenta que juntó sus cosas y se fue después de dos meses de convivencia post separación. “Le dije a mi expareja que si él se quedaba con el departamento yo me llevaría las cosas que mis padres habrían comprado y el resto lo dividíamos entre dos. La verdad es que en ese momento estaba tan enojada que no pensé en lo difícil que sería dejarlo sin artefactos esenciales, como es una heladera, pero me sentí herida”.

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Fidel es diseñador y Fernando es cirujano, ambos tienen 30 años, se mudaron a un departamento de dos ambientes en el barrio de Nuñez, al norte de la Capital. Sus ingresos fijos mensuales rondan entre los 30 mil pesos cada uno (U$ 520). Sus Gastos fijos mensuales son:

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Ilustración por Andrea Carolina Ibáñez.

Los dos son el ejemplo de una pareja que a hoy, en el vínculo entre amor y dinero, se mueve bien. La pregunta, sin embargo sería, cómo se vería esta gráfica y estos datos se mañana decidieran no estar más juntos y tuviesen que comenzar cada uno por separado, nuevamente.

Cristian, Lucía, Jerónimo, Eugenia, todos ellos jóvenes que decidieron compartir un hogar y que a la hora de tomar cada uno su camino, la felicidad y rapidez con la que habían comenzado un proyecto en común, se disolvió como se disuelve cualquier sueño en Argentina.

Los valores, el diálogo y los convenios que tienen las parejas son fundamentales para convivir en armonía o cerrar un ciclo en consonancia. En definitiva, parte de ahorrarse un gran dolor de cabeza y unos meses de nomadismo también se basa en proponer ciertas normas de estructura que unifiquen algunos criterios personales. Tener en cuenta qué damos y recibimos termina siendo un factor fundamental a la hora de tomar este tipo de decisiones, nada nos importa tanto como construir una relación que prospere y genere placer, respeto, buen humor y por qué no, la posibilidad de no tener demasiadas pérdidas.

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