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Casi todos los días en San Pedro Sula, denominada la “capital mundial del homicidio” por ser la ciudad con la mayor tasa de asesinatos en el planeta, bajan cinco autobuses por una calle congestionada en la que resalta un anuncio colgado en un edificio: “Bienvenidos a su tierra”.
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El problema es que las personas en los autobuses, en su mayoría niños sin acompañante y familias completas, no quieren regresar a su tierra. Están siendo forzados a regresar a Honduras días después de tratar de huir del país. Buscaban refugio en los Estados Unidos, pero solamente pudieron llegar a México, donde las autoridades los detuvieron y deportaron.
A pesar de las leyes de migración de México, la mayoría de los deportados planean intentarlo de nuevo inmediatamente.
“Si Dios quiere, viajaremos otra vez este mes”, dice Teresa de Jesús Reyes, una mujer de 52 años y cabello corto, afuera del Centro de Atención para el Migrante Retornado, lugar que registra a los cientos de individuos que son enviados desde México en autobús. Reyes viajó al norte con su sobrino Anselmo de 12 años.
“Necesito protegerlo porque su madre fue asesinada, y su hermana ya está refugiada en los Estados Unidos”, dijo Reyes, quien además explicó que un hombre mató a la madre de Anselmo después de que ella no lo dejara “acercarse” a sus hijos.
“Antes era muy bonito y tranquilo aquí”, dijo Reyes, cuyo esposo también está buscando asilo en EEUU después de que unos traficantes de drogas lo amenazaran. “Una persona no tendría porque pensar en irse, en emigrar”.
Para Reyes y otros centroamericanos, alcanzar EEUU se ha vuelto más difícil que nunca. México deportó a más gente de los países que pertenecen al llamado Triángulo del Norte — Guatemala, Honduras y El Salvador — que los Estados Unidos el año pasado.
A pesar de las campañas de México y las redadas de EEUU para detener migrantes ilegales, un numero récord de centroamericanos se registra en la frontera entre estos dos países. Ahí, los oficiales de migración han deportado a más del doble de familias este año de lo que hicieron en el mismo periodo el año pasado, y el número parece seguir aumentando.
Como Reyes y su sobrino, la mayoría de las personas del Triángulo del Norte están buscando refugio de la violencia, más que una mejor situación económica. En Honduras, una combinación de violencia policial y bandas, sumada a la corrupción gubernamental, tráfico de drogas y disputas por tierras han llevado a cientos de miles a dejar su lugar de origen en años recientes.
“Ha habido un incremento en el desplazamiento interno, sin una respuesta apropiada del gobierno… y si no encuentran protección dentro del país, la buscarán en el exterior”, comentó a VICE News Andrés Celis, director de la Agencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para los Refugiados en Honduras.
Indicó que 130.000 personas fueron desplazadas en el interior del país entre 2009 y 2014, comparados con los 34.000 registrados entre 2004 y 2009. La violencia en Honduras, dijo Celis, era como un “volcán en erupción”, por lo que la gente no tuvo otra alternativa más que huir tan pronto como pudo.
EEUU planea un mes de redadas para deportar a cientos de familias centroamericanas. Leer más aquí.
Pero entre más hondureños han dejado su país, tanto México como Estados Unidos han intensificado sus deportaciones, tratándolos como migrantes económicos en lugar de atenderlos como personas que buscan asilo. Para impedir que la gente llegue a la frontera, el gobierno estadounidense ha financiado las campañas antimigrantes de México, las cuales, de acuerdo con la organización Human Rights Watch, incluyen abusos a los derechos, como detener cientos de menores sin compañía. El gobierno federal de los EEUU no ha revelado la cantidad económica invertida en éstas, provocando que grupos de derechos humanos demanden al Departamento de Estado.
“Regresar a este país significa encontrar condiciones similares a las que dejaron, así que la gente sigue buscando huir de ahí, a pesar de los riesgos que representa”, dijo Celis. “Regresan al camino. Tratan otra vez de dejar el país”.
‘Tengo más oportunidad de que me disparen que de encontrar trabajo’.
Docenas de entrevistas con los recién deportados, periodistas hondureños y empleados de tránsito confirmaron que la mayoría de los migrantes lo intentan de nuevo, incluso varias veces.
Para muchos, el viaje comienza en la terminal de autobuses de San Pedro Sula a la 1 de la mañana, hora a la que es más fácil pasar desapercibido. Cruzan la frontera de Guatemala al salir el sol. Francisco Echeverría, quien ha trabajado durante varios años en el turno nocturno de la estación de autobuses, dijo que ha notado un alza constante de viajeros con dirección al norte desde enero pasado, particularmente de familias enteras.
“No es común lograr pasar, pero más gente lo sigue intentando. Diría que de cada 100 que viajan, 20 llegan a la frontera de Estados Unidos”, contó Echeverría en la terminal. “La gente irá con nosotros un día y si no lo logra, lo intentará una segunda y tercera vez. Vi a un grupo irse el viernes, luego el sábado, luego el lunes, y otras dos veces en el mismo mes”.
Los coyotes, hombres a quienes se les paga para que los conduzcan al norte y logren cruzar, ahora ofrecen a sus clientes tres oportunidades de llegar a EEUU, informaron Reyes y otros hondureños.
“Le dimos al coyote 3.000 dólares por cada uno de nosotros, y ya nos llevó una vez pero tenemos derecho a dos intentos más. Si entonces cruzamos la frontera, le pagamos 3.000 dólares más”, explicó Reyes en su casa, dos días después de haber regresado a San Pedro Sula. “El coyote me llamó ayer y me dijo: ‘Nos vamos de nuevo’. Le dije que me dejara tomar unas vitaminas porque no me he sentido bien, y tal vez salgamos pronto”.
Frecuentemente, los migrantes se enferman durante su viaje, como Reyes, ya que tienen que caminar por horas, dormir a la intemperie y estar alerta todo tiempo por las autoridades de migración. El peligro también abunda, uno de los hombres que habló con VICE News dijo que fue secuestrado en tres ocasiones diferentes en México, y estuvo detenido por grupos criminales que asaltan los autobuses. Aún así, el hombre, que pidió permanecer anónimo, se preparaba para realizar su cuarto intento.
Para el creciente número de familias, el riesgo de migrar parece poco comparado con el peligro de quedarse en el país. Las redes de crimen organizado, generalmente pandillas, son tan poderosas y están tan extendidas que sus miembros están presentes a lo largo de Honduras y otras partes de América Latina.
‘Le dimos al coyote 3.000 dólares por cada uno de nosotros’.
“Estamos hablando de un país que compite con El Salvador como la nación sin guerra más violenta… y la única manera en que el gobierno ha combatido la violencia es usando más violencia, poniendo militares en los autobuses y en las calles”, dijo Yolanda González, coordinadora de la Servicio Jesuita a Migrantes en Honduras. González explicó que la violencia había incrementado dramáticamente desde el 2009, cuando el presidente anterior, José Manuel Zelaya, fue derrocado por un golpe, provocado en parte por el gobierno de Estados Unidos.
“Si tengo que decir por qué la gente se está yendo, pienso en lo que me dijo un chico: ‘Tengo más oportunidad de que me disparen que de encontrar trabajo’”, comentó González. “Este es un país donde sólo un 50 por ciento de los jóvenes en el mercado laboral encuentran un trabajo”.
La Oficina del Canciller de Honduras no respondió de manera inmediata a las peticiones de información sobre las condiciones en el país o programas de protección para los deportados.
Varios migrantes deportados expresaron sus intenciones de regresar al norte inmediatamente, pero mostraron temor de decir sus nombres o seguir hablando. Una mujer había vivido y trabajado en Tennessee, Estados Unidos, de forma ilegal durante años, y luego regresó a Honduras para llevarse a su hijo menor, después de que asesinaron a su padre y a su tío. Otra mujer, profesora de primaria, huyó del país luego de que el padre de un estudiante la amenazara de muerte.
Cada vez más familias con buena posición socioeconómica intentan dejar Honduras, a pesar de tener una casa y trabajo estable, después de sufrir intentos de extorsión o amenazas por grupos delincuentes.
Yovani Urquia, un joven valuador de bienes raíces con esposa y un hijo de cuatro años, admitió que él nunca se sintió vulnerable en su país, a pesar de haber escuchado sobre las extorsiones y asesinatos, hasta el mes pasado, cuando miembros de una pandilla se fijaron en él. Dejaron una nota afuera de su casa, ubicada en el pueblo de Villanueva, pidiéndole dinero, y días después lo atacaron en San Pedro Sula, apuntándole con arma en la cabeza y amenazándolo de muerte.
“Cuando me interceptaron me di cuenta de que tenía que proteger a mi familia. Le dije a mi esposa: ‘mi amor, nos tenemos que ir a los Estados Unidos… Tengo un hermano ahí, en Austin, Texas’”, relató Urquia. “No somos gente que necesite ir a los EEUU, porque tengo mi auto, mi casa y mi trabajo, el problema es la seguridad. No hemos podido regresar a la casa, ni siquiera por nuestras pertenencias”.
Urquia y su familia acaban de ser deportados de México, pero estaban listos para empezar el proceso de llegar a los EEUU de nuevo. Mientras planean su siguiente viaje, duermen en el piso de la casa de un familiar, ya que están demasiado asustados para caminar por la calle.
“No salgo, ni siquiera a la tienda”, comentó Nancy Pinera, esposa de Urquia. “Dormimos en un colchón sobre el piso. Le sigo preguntando a mi mamá ‘¿Qué debemos hacer?’ Tuvimos que dejar todo atrás”.
Aunque sólo lograron llegar a Veracruz, un estado costero del Golfo de México, antes de que migración los detuviera en un accidente de autobús que dejó a su esposa con golpes visibles en el pecho, Urquia dijo que tenía fe en que llegarían a la frontera la próxima vez.
Incluso si llegan a Estados Unidos, Urquia y su familia enfrentarían un dura batalla para conseguir el asilo. En aquel país, menos del 30 por ciento de familias centroamericanas han encontrado representación legal para su caso de asilo, y sólo 1.5 por ciento de las familias sin asesoría logra quedarse en el país, son los datos que muestran los reportes del portal TRAC, especializado en datos sobre migración en Estados Unidos.
Sin embargo, para Urquia, su caso es tan claro que no imagina al gobierno de EEUU declinando su solicitud.
“Vamos con la esperanza de que las autoridades entiendan que debemos tener asilo político… He trabajado los últimos 15 años en la misma compañía, lo que es una manera de probar que somos gente buena y trabajadora”, señaló Urquia.
‘Estamos hablando de un país que compite con El Salvador como la nación sin guerra más violenta’.
“Nunca tuve la idea de irme a otro lugar a vivir, porque Honduras es tan bello… Pero aquí estamos, con fe en que pueda trabajar y luego, después de unos años, podamos volver a nuestra casa”, dijo. “Esperamos que el país mejore y podamos regresar. Espero que tengamos un nuevo presidente, que realmente trabaje por el bien del país. Espero que Honduras se convierta en un país donde uno pueda caminar libremente”.
Mientras este artículo estaba siendo editado, Teresa y su sobrino se fueron, intentando nuevamente llegar a los Estados Unidos con ayuda de un coyote.
Nota de los editores: Parte de esta investigación será incluida en un documental, el cual es producido por Meredith Hoffman y Sarah Kuck mediante una subvención de Women International en Media Foundation. El documental sigue a varias familias que han sido recientemente deportadas a Honduras después de haber pedido asilo en Estados Unidos.
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