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Más de medio millón de personas están al borde de la muerte por hambruna al este de Damasco, en el extrarradio, en una zona controlada por los rebeldes. La situación se desató la semana pasada cuando las tropas de Bashar al-Assad penetraron las líneas enemigas y se hicieron con el control de los cultivos agrícolas que dan de comer a toda la región.
Los vecinos que viven al este de Guta han sobrevivido a casi tres años de sitio gracias a lo que producen en los campos que quedan junto a sus casas — claro que ahora que han perdido el control de sus cultivos todo apunta a que les espera un destino siniestro por delante, una suerte, la muerte por hambruna, que ya han corrido otras aldeas sitiadas en la devastada Siria.
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El ejército de Assad y sus aliados se han aprovechado de las divisiones y los enfrentamientos entre los grupos rebeldes del este de Guta para penetrar a través de sus debilitadas líneas defensivas, lo que consiguieron el pasado 18 de mayo. El avance de las fuerzas del dictador se ha saldado con la captura de 6 nuevas aldeas rebeldes y con varios acres de cultivo del este de Guta, que habían sido hasta ahora el sustento fundamental de la oposición rebelde de la zona. Así lo han informado las autoridades del régimen.
Las tierras incautadas, conocidas por sus campos de trigo y de cebada y por sus árboles frutales, son el auténtico granero del este de Guta y habían sido “el motivo principal por el que se había rebajado el cerco” que el régimen sirio lleva imponiendo en los suburbios de la capital desde finales de 2012. Así lo ha contado un miembro del ayuntamiento de Marj, localidad adyacente a las tierras incautadas.
Si los rebeldes no son capaces de detener el avance de las tropas de Assad “se vivirá se una auténtica catástrofe humanitaria”, ha señalado el concejal del ayuntamiento, que ha exigido el anonimato por motivos de seguridad, para comunicarse con VICE News a través de WhatsApp.
Antes de la guerra, los campos del este de Guta eran una zona popular a la que los habitantes de Damasco acudían a celebrar picnics. Sin embargo, a partir de 2012 la zona se convirtió en un punto estratégico de concentración de la oposición. Los combatientes rebeldes se habían hecho fuertes en un territorio que, sin embargo, estaba inquietantemente cerca de los dominios del dictador, como el barrio de Jobar, que también abastece largamente a Damasco.
El este de Guta ha quedado reducido a 600.000 habitantes cuando antes de la guerra aglutinaba a cerca de 2 millones. Los que siguen allí ya han conocido de primera mano el sabor de la escasez y los recortes. A fin de cuentas llevan casi 4 años cercados por las tropas del régimen y por las milicias aliadas. Y precisamente allí, los soldados apostados en los puestos de control llevan impidiendo la circulación de bienes y de personas desde hace meses.
Las fuerzas del régimen están cada vez más versadas en las estrategias destinadas a cercar poblaciones con la intención última de interceptar sus alimentos y provocar su extinción por hambruna. Se trata de una táctica de lo más eficaz para destruir la moral del enemigo, que, a menudo, se rinde. Sucedió el año pasado en Madaya, en diciembre de 2015, cuando salieron a la luz las imágenes de raquitismo y la extrema desnutrición de sus vecinos —una décima parte de los cuales ya ha sucumbido, desde entonces, al hambre — circularon por las portadas de toda la prensa internacional.
Al menos 60.000 personas han muerto en las prisiones de Assad durante la guerra de Siria. Leer más aquí.
En el caso de el este de Guta en particular, los rebeldes han empleado un entramado de túneles para conseguir desplazar clandestinamente limitadas cantidades de comida, que luego se vende a precios exorbitantes. En algunas ocasiones, el régimen sirio también ha permitido la entrada en la zona de convoyes de ayuda humanitaria.
Sin embargo, las interrumpida y fracturada llegada de la ayuda humanitaria y el tráfico clandestino apenas sofocan las necesidades de los vecinos. De tal manera que, incluso desde antes de la guerra, los vecinos han cultivado las vastas extensiones verdes que se despliegan por todo el extrarradio para forjar una agricultura de subsistencia que ha mantenido el hambre a raya.
“Aquí, al este de Guta los cultivos agrícolas han procurado la comida diaria”, relata Mohammed al-Abdulla, vecino de la aldea de Saqba. “Si no fuera por estas cosechas, la gente hubiese muerto de hambre durante el sitio”.
La mayoría de los vecinos de la zona toma dos comidas al día, mientras que los más castigados se tienen que conformar con una. Se alimentan, básicamente, de lo que crece en cada temporada del año.
“Durante la época de los calabacines o zapallitos la gente desayuna, come y cena calabacines”, relata Rawan al-Sheikh, vecino de Douma, quien también ha sido entrevistado a través de WhatsApp, como el resto de protagonistas de este artículo.
En muchos casos, la producción local ha sustituido a los carbohidratos — que son escasos y muy caros — como ingrediente básico. Los vecinos han sustituido el pan por la cebada y el repollo, especialmente durante la peor etapa del cerco hasta hoy, que había sido en 2014, cuenta al-Sheikh.
Las autoridades de la oposición advirtieron desde muy temprano que para mantener a la población del este de Guta viva era necesario privilegiar su cultivo, algo que se ha estimulado con varias cosechas paralelas que han aportado algo parecido a la autosuficiencia en la zona. La Coalición Nacional Siria, una formación integrada por varias facciones rebeldes y que se reivindica como organismo representativo de la revolución en el escenario internacional, apoyó en 2014 una iniciativa para estimular el cultivo de la berenjena, los tomates y los zapallitos. Lo hicieron a través de su Unidad de Coordinación de Apoyo, tal y como informaba el periódico de la oposición Enab Baladi en 2014.
Si bien la producción resultante no alcanzaba a cubrir las necesidades básicas de los residentes, sí que logró “mantenerlos con vida”, durante el cerco, contaba entonces en las páginas del mismo periódico un miembro de la Unidad de Coordinación de Apoyo.
Ahora, los vecinos de la zona temen la proximidad cada vez más perturbadora de una hambruna, especialmente desde que los aliados de las tropas de Assad infligieran su golpe de gracia la semana pasada. En realidad, la acción fue orquestada casi íntegramente por los combatientes de la guerrilla chií libanesa de Hezbollah,, proverbiales aliados de Assad. Los guerrilleros libaneses se hicieron con el control de franjas muy considerables del sur del enclave — una zona que había crecido abundantemente durante el verano y que había servido para combatir la intensidad del cerco”, cuenta Abdul Haq Hamam, un periodista de Douma.
“Si los rebeldes no reconquistan la zona, el cerco se ira recrudeciendo cada vez más”, añade.
O, como dice en otras palabras otro vecino, Rawan al-Shelikh, en ausencia de una contraofensiva de las fuerzas rebeldes provocará que “haya que enfrentarse al hecho de que se viene una catástrofe humanitaria en cuestión de semanas, quizá de meses”.
Vídeo del hambre extrema en la clínica siria de Madaya donde ahora operan por WhatsApp. Leer más aquí.
La oposición armada perdió vastas franjas del sur de la zona la semana pasada en una de sus derrotas militares más contundentes en los suburbios de Damasco desde 2012. Y el correctivo padecido se explica, especialmente, por culpa de las disensiones internas que están debilitando la estructura de la oposición.
El mayor grupo de la oposición del este de Guta es Jaish al-Islam (El Ejército del Islam o JAI), que abraza el salafismo, una doctrina radical del fundamentalismo islámico. La segunda gran facción es Feilaq al-Rahman o las FAR, vinculadas al Ejército Libre Sirio, una formación mucho más secular.
Ambos juntos, con ayuda de un tercer grupo muy reducido, formaron el llamado Comando Unido en 2013, con la misión fundamental de coordinar las acciones militares y judiciales al este de Guta. Sin embargo, las FAR ha acusado a las JAI de orquestar asesinatos en contra de figuras religiosas y militares y de haber intentado hacerse de manera unilateral con el control de la administración de Guta. Las JAL dirigen el Comando Unido y otros facciones rebeldes ya les han acusado de exterminar a rivales sin consultar sus movimientos con sus aliados.
Aquellas disensiones provocaron que las facciones rivales se batieran entonces en pequeñas refriegas y que se pasaran el mes de abril vertiendo acusaciones verbales las unas contra las otras. Hasta que la tensión desembocó en una confrontación a gran escala. Sucedió el pasado 28 de abril, entonces las FAR y Jaish al-Fustat atacaron las posiciones de las JAI al otro lado de los suburbios. Desde entonces han muerto decenas de guerrilleros y de civiles.
El caos y el desconcierto han sido tales, que ahora todas las facciones rivales se acusan las unas a las otras de intentar “repartirse” el este de Guta a fuerza de conquistar nuevas tierras, y de afianzar las zonas que controlan con trincheras, minas y fortificaciones.
Las disensiones internas culminaron en las primeras luchas internas en abril y la semana pasada, el ejército del régimen logró arrebatar las zonas de cultivo estratégicas. Durante todo este tiempo se han sucedido las manifestaciones que exigían una reconciliación entre las facciones rebeldes, y las iniciativas de mediación, auspiciadas por personajes prominentes. Sin embargo, una detrás de otra, han fracasado. Después de que se intentaran sellar sendas efímeras treguas, la violencia en el frente y los discursos ideológicos de las facciones enfrentadas se recrudecieron.
La consecuencia de todo ello ha sido que tanto las JAI como las FAR han vaciado el frente de solados, y les han destacado en el interior de la provincia para que se batan en los campos de batalla en los que han intentado dirimir sus diferencias internas. Y eso ha dejado a los civiles abandonados ante el avance de las tropas de Assad. Así lo habría relatado un comandante rebelde cuyo nombre no ha sido revelado, en las páginas del periódico de la oposición Orient News. Su relato encaja con el cuentan los vecinos del este de Guta a través de las aplicaciones de mensajería, y con el de otros medios de comunicación.
“Las brigadas se retiraron antes de que lo hicieran los civiles, que se vieron obligados a agarrar sus armas y detener los ataques del régimen, cuenta un vecino de Deir al-Asafir, al sur de Guta, que dice llamarse Abu Ali.
Asediados por el ejército de Assad y enfrentados al descontento público, los rebeldes propusieron durante el fin de semana su intención de llevar a cabo un intercambio de prisioneros como gesto de buena voluntad para rebajar las tensiones. Entonces los vecinos decidieron organizar las acciones por su cuenta y convocaron las manifestaciones el viernes pasado. Su reclamo estaba claro: exigir a los rebeldes locales que se unieran y que se concentraran en el avance de las tropas sirias, según informó Enab Baladi.
“Las brigadas son las responsables de la caída de las últimas zonas”, sentencia Abu Ali. “Yo estoy seguro de que si retoman el trabajo militar cooperativo, podrían reconquistar lo que han perdido”.
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