Música

Sónar Bogotá 2018: Laurent Garnier, Vitalic y la vuelta a las entrañas de la ciudad

Vitalic

La Carpa de las Américas, adyacente al Centro Internacional de eventos Corferias, dio paso a un festival en el que se volvió al corazón de una ciudad. El Sónar Bogotá regresó, en su cuarta edición, quizá con más bombo y energía que ambición musical, algo a lo que había acostumbrado a su público en años anteriores. De igual manera, los bogotanos cumplieron la cita desde temprano con el festival de música electrónica de avanzada, a pesar de la inclemencia del clima capitalino.

Mientras las nubes chocaban y la lluvia llegaba de forma intermitente, el festival abría sus puertas. Los héroes locales Verraco y Julio Victoria cumplieron con creces sus presentaciones vespertinas, acompañados de un público que siempre ha estado pendiente de quienes han ganado un nombre en los escenarios colombianos a lo largo de los últimos años. Entrada la noche, el aforo se movió en péndulo entre el Sónar Hall y el Sónar Club; el desangelado Sónar Village fue descartado por muchos, por el clima o tal vez por la variedad sonora. Las presentaciones de Giorgia Angiuli y HVOB subieron los ánimos desde temprano, fueron aclamados desde que entró la noche con sus expresiones de techno ligero en el Club. Los live acts fueron la carta de invitación del Hall: Fatima Al Qadiri, Benjamin Damage y Vitalic conglomeraron a los más inquisitivos, con un jugoso insumo de bass, techno y nostalgia electroclash. Una fiel muestra de la verdadera esencia detrás de Sónar

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El Sónar Village dio cabida a géneros que han ido surgiendo esta década como el trap y el electro latino: fue el escape al tumulto. Triunfaron Cerrero y Ha$lopablito, con emotivas puestas en escena para los que se quisieron salir del molde electrónico. ¿La gran decepción? Yung Beef, una cátedra precisa de postureo, y nada más.

Se hizo tarde, la noche más negra y fría, condiciones propicias para que el maestro Laurent Garnier y el emergente Kobosil dieran rienda suelta al poder del techno. El calor del baile frenético invitaba a vivir y a bailar con mucha energía las selecciones hipnóticas del francés y la crudeza del alemán.

Eso fue todo, la evidencia de una cuarta edición donde la abstracción que tenemos de Sónar se iba diluyendo en una fornida y variopinta oferta technera. Tal vez estas latitudes están acostumbradas a eso, pero quedó la sensación de que algo faltó. En resumidas cuentas, Sónar Bogotá 2018 lo hizo bastante bien, y la gente salió feliz.

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*Todas las fotos por Santiago Sepúlveda.

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