Stoya habla sobre la metafísica de las mamadas

“¿Qué aconsejas para hacer la mejor mamada?”.

Esta pregunta me vuelve loca. Normalmente me tomo un momento para lanzar una mirada asesina a la persona de relaciones públicas que organizó la entrevista antes de responder.

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Tengo dos respuestas preparadas: “No muerdas el pene a menos que la persona que está pegada a él te haya dicho que es lo que quiere” y “Experimenta, comunícate y presta atención”.

Quieren una descripción detallada de la fórmula mágica que funciona con todos

Normalmente los reporteros no quedan satisfechos con ninguna de esas dos respuestas. Quieren que les diga algo sobre caramelos de menta o lubricantes con sabor a fresa. Quieren conocer el secreto para controlar a un hombre por medio de un orgasmo, como si hacer que tu novio eyacule cuando se te antoje fuera una forma de convertirlo en la pareja perfecta.

Quieren una descripción detallada de la fórmula mágica que funciona con todos. Si hacer presión en el espacio entre los testículos y el ano con mi pulgar izquierdo mientras uso los dedos de esa mano para sostener los huevos con delicadeza y succionar la cabeza del pene con la misma potencia que la aspiradora que tiene mi madre desde hace 12 años funcionara mágicamente en todos los penes, nunca desperdiciaría 45 minutos de mi vida en un plató de porno tratando de ser comprensiva mientras el actor con el que estoy trabajando se esfuerza por mantener una erección o eyacular [1] porque tiene un mal día.

Sería la princesa del sexo oral y trataría de argumentar que la combinación de estímulos mencionados anteriormente es una especie de coreografía de felación, registraría los derechos de autor a mi nombre y ganaría dinero cada vez que una persona utilizara esa maniobra.

No existe una fórmula mágica que funcione para todos. Bueno, a menos que haya reuniones secretas de trabajadoras sexuales a las que no me hayan invitado (lo cual es muy probable) en las que comparten consejos cien por cien efectivos que nosotros, los mortales, nunca conoceremos.

Papi [2] me llevó a un restaurante italiano hace unos días. Nos sirvieron mousse de guisantes. Cuando el camarero se fue, dije en voz baja que me daba asco la textura. Papi dijo algo sobre la deconstrucción de los alimentos y que por eso son caros. La deconstrucción de los alimentos es la razón por la que la parte más emocionante de una cena cara es vestirse para la ocasión.

Cada uno sabe qué partes del cuerpo le gusta que le estimulen y cómo

En mi opinión, los guisantes saben muy bien y no entiendo por qué alguien querría hacerlos más complejos de lo necesario solo para crear algo que para mí es un plato inferior con sabor a guisante. Pasa lo mismo con la deconstrucción del sexo. Puedes separar y analizar los elementos que constituyen las cosas pero el todo orgánico siempre es mejor. Que le den al mousse de guisantes.

Ok, lo acepto, es una comparación muy burda. Riámonos de eso por un momento y pasemos a lo que sigue. Reírse sobre algo incómodo y pasar a lo que sigue es una habilidad muy útil. Sirve cuando, por ejemplo, estás un poco congestionada por los cambios drásticos del clima y chupar un pene hace que se te salga un moco por la nariz. O cuando logras quitarte la ropa de una forma muy sensual y después de tropiezas porque se te ha enredado en los pies. O cuando te das cuenta de que no hay condones pero todo el mundo está desnudo y sales corriendo a la tienda de la esquina en tacones y cubierta con una sábana. O cuando uno de tus orificios empieza a hacer ruidos extraños, cuando el gato te salta en la cabeza en pleno coito, o cuando alguien confunde la botella de bálsamo de tigre que está en tu mueble con lubricante.

Todas estas cosas me han pasado al menos una vez. En el sexo participan cuerpos que están llenos de fluidos, ruidos y momentos incómodos. Cuando me reconcilié con el cuerpo, empecé a disfrutar más el sexo.

Otro concepto que sirve para entender es que incluso si tu pareja (o parejas) tiene los mismos genitales que tú, no puedes saber [3] con certeza lo que siente. Cada uno sabe qué partes del cuerpo le gusta que le estimulen y cómo. La cantidad perfecta de lubricación para un chico podría ser excesiva para otro o muy poca para un tercero. La presión necesaria para el orgasmo de una mujer podría hacer que otra se pregunte por qué eres tan tímido y podría hacer que una tercera te pregunte qué te hizo su clítoris para que lo maltrates así. La única forma efectiva de saber qué le gusta a una persona es comunicarse.

Algunas personas hacen que la comunicación sea muy sencilla al facilitarte esa valiosa información. Puede que te cuenten experiencias sexuales pasadas para explicar qué les gusta y qué no. Puede que te den retroalimentación verbal inmediata, te digan qué sensaciones son perfectas y te señalen dónde prefieren que seas más brusca, más delicada o dónde necesitan más lubricación. Si este es el caso, todo lo que tienes que hacer es escuchar con atención.

Si aprietas la cabeza del pene de un chico y este chico dice “Oh, eso está genial. ¡Más fuerte!”, apriétalo hasta que grite “¡Así!” y después trata de recordar cuánto apretaste para la próxima vez que tengas ganas de un dulce apretón de pene. Otras personas son más tímidas, así que debes probar cosas y observar las reacciones. Por raro que parezca, yo soy muy tímida y prefiero utilizar mensajes de texto y correos para hablar sobre los detalles de lo que quiero, y una variedad de ruidos que van desde un chillido como de patito de goma hasta gruñidos para comunicar cómo me siento con respecto a lo que le está pasando a mi cuerpo.

Una vez que te comunicas, construyes una base de conocimiento sobre lo que le gusta a la persona con la que estás practicando sexo oral, lo que no le gusta y lo que le encanta. En algún punto, es probable que descubras la fórmula mágica para esa persona concreta. Y cuando pasa, es increíble, pero también es una trampa. Como se explica en los pies de página (han estado leyendo los pies de página, ¿no?), el meme de que el sexo heterosexual debe terminar con el orgasmo masculino y de que el orgasmo es el objetivo del sexo para todas las personas sin importar su sexo o género es algo que debería cuestionarse.

No todos quieren tener un orgasmo. Y si lo quieren, no necesariamente deben tenerlo en cuatro minutos, tener treinta en el transcurso de una hora o proceder directamente a la serie de acciones que son garantía de orgasmo. Otra cosa que complica más el concepto de la fórmula mágica es el hecho de que un hombre que disfruta ver y sentir cómo te mete el pene en la garganta con tanta fuerza que se te saltan las lágrimas y te entran ganas de vomitar podría, en otra ocasión, preferir que lo masajees con las manos y la boca de una forma tan suave que le provoque cosquillas. Los gustos sexuales de una persona pueden variar dependiendo del día o incluso de la hora.

Una de las ventajas de tener una pareja sexual estable es la oportunidad de conocerse profundamente en cuerpo, mente, alma y lo que sea. Lo malo de esta comodidad es la rutina y el aburrimiento. Estoy segura de que hay gente que prefiere el sexo rutinario y aburrido. Si eso les pone, genial. Que lo disfruten. Que practiquen sexo más predecible y ojalá encuentren una pareja o parejas que también disfruten eso. Sin embargo, parece que uno de los motivos por los que nos interesan cosas como listas de consejos sexuales es el deseo de innovar. La experimentación y la innovación van de la mano. La experimentación puede ser cualquier cosa, desde ponerse un traje de mapache hasta ser incapaz de recordar cómo responde tu pareja cuando soplas en sus genitales y volver a intentarlo para averiguarlo.

Ahí lo tenéis: divertíos y tratad de no sacar sangre con los dientes. A menos que a vuestra pareja le gusten ese tipo de cosas.

[1] Casi todos los videos de sexo pornográfico heterosexual convencional que incluyen actores masculinos terminan con su eyaculación o poco después de esta. Esto hace que el arco narrativo de preámbulos-desvestirse-sexo oral-penetración- eyaculación-fin que es tan dominante salga a flote en nuestras charlas, ideas y representaciones del sexo heteronormativo. Pero ese es otro tema.

[2] Sé que algunos de vosotros sentís vergüenza ajena cuando llamo Papi a mi novio. Todo va a ir bien, lo prometo. Una de dos: u os acabáis acostumbrando o dejáis de leer porque no lo soportáis. Sea cual sea vuestra decisión, me parecerá bien.

[3] Supongo que si voy a mencionar la Inmaculada Concepción en un artículo sobre métodos anticonceptivos, quizá debería mencionar también la posibilidad de poderes psíquicos, pero hasta que alguien que conozco y respeto desarrolle telepatía, mantengo mi postura de que es imposible saber qué siente otra persona.