Cuando me introduje en el mundo del striptease, tenía problemas de dinero, ya que estaba arruinada y luchaba cada día por llegar a fin de mes. Sin embargo, un día tuve un momento de lucidez y pensé, Voy a hacerme stripper.
Nunca había pisado un club nocturno, pero como vivía cerca de uno, decidí entrar a echar un vistazo. Estaba lleno de hombres trajeados. Además, recuerdo haber quedado impresionada por la belleza de la mujer que estaba en el escenario y por la sensualidad y erotismo que desprendía su actuación. Pedí media pinta porque mi cabeza me decía que tenía que consumir algo, observé a las chicas y hablé con alguna de ellas, pero me marché porque tenía la sensación de no estar en mi ambiente.
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Tenía muchos estigmas y complejos sobre el striptease por culpa de algunas opiniones de terceros. De hecho, era una de esas personas que pensaba que los clubs nocturnos eran lugares peligrosos y perjudiciales. Creía que todas las personas que iban allí eran víctimas y lo hacían porque no tenían otra opción.
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La prueba de selección consistía en bailar una canción en el escenario durante un minuto y, para ello, el día de mi audición me llevé el único juego de ropa interior de lujo que tenía. Recuerdo haber pensado que sería horrible, pero no lo fue. Creía que me sentiría mucho más desnuda y expuesta de lo que realmente estaba. Después, me contrataron de inmediato. Me trajeron unos documentos para que los firmara y los horarios de la semana siguiente.
Trabajar allí no fue como esperaba. Todo lo que creía que me iba a costar, como desnudarme, me resultó fácil. Lo que me pareció complicado fue no saber que había firmado un contrato de comercial: absolutamente todo el trabajo como stripper consiste en acercarte a la gente y venderte a ti misma y tu propia marca.
Me llevó un tiempo aprender a hacerlo, y observaba a las demás chicas para ver lo que hacían. Dedicarte a hacer striptease influye en tu autoestima: se trata de vender un producto y ese producto eres tú. A pesar de que se pagaba bien, solo tenía una noche libre. Se me hacía duro ver cómo las demás tenían éxito y ganaban dinero mientras a mí no me daban mucho trabajo. Cuando te pasa algo así, sientes que no vales para nada.
“Dedicarte a hacer striptease influye en tu autoestima: se trata de vender un producto y ese producto eres tú”
Mi primer turno fue muy tranquilo: gané entre 230 y 350 euros. Me acercaba a la gente a preguntar si querían que bailara para ellos. Me sentí como en el primer día de colegio, ya que todas las chicas en el vestuario se conocían, pero mi actitud era más reservada.
Pensaba que los clubs nocturnos eran sitios hostiles y perversos, pero, aunque puedan serlo en ocasiones, también son los lugares donde he visto un mayor compañerismo y apoyo, y más solidaridad entre mujeres. Las mujeres que trabajan allí son madres y grandes emprendedoras.
Mi mayor preocupación era conseguir estabilizar mi situación económica. Estar arruinada hacía que me sintiera como la mierda, pero, finalmente, tener algo de dinero me hizo sentirme poderosa. Pensaba que desnudarme por dinero me haría sentir mal, pero no era más que la intoxicación de los prejuicios y la “putofobia” de la sociedad contra la gente que trabaja en la industria del sexo. Juzgaba a todos aquellos que usaban su poder sexual para obtener un beneficio económico, pero, cuando me introduje en este mundo, nada era lo que parecía.
Dicho esto, pasé por algunas dificultades, como por ejemplo ver cómo mi autoestima dependía demasiado de la cantidad de dinero que ganaba ese día. A pesar de lo fácil y divertido que me resultaba bailar, aunque me agotara físicamente, no estaba preparada para la carga emocional que requería el mundo del striptease.
Unos seis meses después de que empezara a hacer striptease, me cambié a un club en el que los clientes solo buscaban compañía y me pagaban por hablar con ellos. Lo único que tenía que hacer era complacer el ego del cliente con el que estaba hablando, fingir continuamente que me lo estaba pasando bien y generar una energía positiva.
Los hombres quieren hablar de casi todo. Te conviertes en animadora, psicóloga y amiga. Tienes que tener empatía con ellos, escuchar lo que dicen, halagarlos y hacer que se sientan bien a nivel personal. Me cansaba muchísimo y prefería hacer striptease.
“Los hombres quieren hablar de casi todo. Te conviertes en animadora, psicóloga y amiga. Tienes que tener empatía con ellos, escuchar lo que dicen, halagarlos y hacer que se sientan bien a nivel personal”
A veces, cuando te quejas de la industria del sexo y trabajas en ella, tienes la sensación de no poder criticar absolutamente nada porque la gente enseguida te pregunta por qué no cambias de trabajo. Sin embargo, quiero vivir en un mundo en el que todos los que trabajan en el mundo del sexo lo hagan voluntariamente y tengan seguridad en su ambiente laboral.
Las trabajadoras sexuales pueden protegerse entre ellas evitando compartir información en la red. Cuando empecé a hacer striptease, internet era una herramienta muy útil para mí y me ayudó a sentirme parte de una industria que suele provocar aislamientos.
Al principio, no le dije a nadie que era stripper, pero era complicado mantenerlo en secreto. Si no lo decía, reventaba. Se lo conté a mi mejor amiga y estaba segura de que me apoyaría, pero su reacción fue: “Oh”. No creo que me estuviera juzgando, pero no le entusiasmaba tanto como esperaba. Me decepcionó que no le hiciera ilusión el camino que había escogido.
Trabajar en un club nocturno es como cualquier otro trabajo. Hay días en los que te aburres mucho, te encuentras con gente que te cae mal y no estás de acuerdo con algunas decisiones, pero, en general, el striptease es algo normal.
No todo es perfecto. Hay veces en las que se genera un ambiente laboral muy estresante para las mujeres. Por ejemplo, antes de comenzar tu turno, tienes que pagar una tasa de 10 a 170 euros por trabajar una noche, por lo que ya empiezas con un saldo negativo. Además, los dueños suelen contratar a muchas otras chicas, así que hay mucha competencia.
Es muy importante que cambie la percepción del striptease. Nos han contaminado con todo ese montón de mentiras sobre cuál es el problema de los trabajos relacionados con el sexo. Nos han dicho que son asquerosos, que sería mejor que las strippers no existieran, que las mujeres lo hacen porque están destrozadas y han tenido una vida muy dura, y que los hombres que acuden allí son unos cerdos. Sin embargo, la verdad es que eso no es más que una caricatura de la industria que no sirve para nada. Como todo lo demás en la vida, el striptease es bueno, pero con matices.
Este artículo apareció originalmente en Broadly US.