No puede haber demasiada gente mejor capacitada para hablar de fútbol que el fotógrafo Stuart Roy Clarke.
Durante casi 30 años, Clarke ha retratado el mundo del fútbol británico en toda su gloria tragicómica, generando una obra que refleja la amplitud cultural de este deporte en el Reino Unido. Cada instante —los goles épicos del Manchester United, un perro en las gradas en Buxton, las chicas del puesto de hamburguesas en Tranmere o la elegíaca imagen del Wigan Springfield Park al atardecer— tiene su lugar en el épico proyecto de Clarke, titulado Homes Of Football.
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Aprovechando que el Museo del Fútbol de Mánchester exhibe 55 de las fotografías favoritas de Clarke, me encuentro con él para hablar de mal gusto, tribalismo, presidentes marrulleros y las cualidades fotogénicas de la afición del Sunderland.
VICE: Hola, Stuart. Háblame de los inicios del proyecto. ¿Cómo surgió?
Stuart Roy Clarke: He estado rodeado de fútbol desde que era muy pequeño: mi familia se dedicaba a introducir el deporte a nivel júnior y eran seguidores del Watford, la ciudad más cercana al sitio en que crecí. Tenía cierta sensibilidad artística que luego se tradujo en mi afición por la fotografía.
A finales de la década de 1980 coincidió un poco todo. Yo había acabado la universidad y era una persona muy seria buscando un gran tema que fotografiar. El “deporte”, en general, me parecía poca cosa. Era interesante, pero no para alguien con inquietudes políticas a quien le encantaba observar a la gente. Pero con toda la atención mediática puesta en el fútbol, los desastres, el hooliganismo y las conductas sociales, enseguida me di cuenta de que el tema que buscaba me estaba mirando directamente a los ojos.
Era algo que siempre me había encantado, así que decidí que sería mi “tema serio”. Sabía que durante los años siguientes el fútbol sería el centro de atención y que se había invertido mucho dinero en lavarle la cara después de lo de Hillsborough, Bradford y Heysel.
¿Recuerdas a los primeros protagonistas de tus fotos?
Fui a Clydebank a cubrir un artículo del grupo pop Wet Wet Wet —que son muy fans de los Rangers— para la revista 20/20, aunque yo lo veía como el punto de partida para mi gran proyecto. Empecé haciendo fotos en blanco y negro porque pensaba que era lo que hacían los fotógrafos serios. Pero después de dos meses, me di cuenta de que tenían que ser en color porque todo el mundo hablaba de los colores: los rojos, los azules, los amarillos… El color es muy importante en el fútbol. Así que, como en El mago de Oz, le di color a todo. En ese momento supe que no me desviaría de ese tema durante al menos diez años y ya llevo treinta.
¿Cómo escoges los partidos a los que vas a hacer fotos? ¿Intentas buscar aquellos que sean ocasiones especiales, como un derbi o un partido de revancha?
Durante mucho tiempo establecí una rutina de ir a partidos que tuvieran que ver con el sitio donde fuera a exhibir mis fotos. Así, si tenía una exposición en Mansfield o Birmingham o donde fuera, me pasaba tres meses yendo a los partidos locales. También intentaba cubrir toda la geografía, así como las rivalidades, los partidos de final de temporada, los primeros y últimos encuentros… A veces simplemente iba a ver partidos normales sin razón alguna. Aquello me obligaba a buscar activamente qué era lo que hacía especial al club. Capturar la situación a las tres de la tarde de un martes lluvioso. Eso es lo que le gusta a mucha gente: el aspecto cotidiano.
¿Alguna vez te arrepientes de estar en el partido equivocado y perderte un momento histórico, como la patada kung-fu de Cantona, mientras tú estabas en Huddersfield o Plymouth?
Yo diría que nunca he sentido eso, ni una sola vez. Lo que sí siento es la necesidad imperiosa de estar en todos los partidos. Consulto BBC Sports, los resultados de todos los partidos, las posiciones en la liga y siento el deseo de estar en todos esos partidos. Pero nunca he pensado que estaba en el partido equivocado, porque siempre hay algo interesante. La verdad es que me encantan todos.
¿Cómo es un día normal de partido para ti?
Tengo acceso en prácticamente todos los encuentros y me permiten fotografiar desde el mismo campo. Es un privilegio, no lo niego, pero intento siempre asumir la perspectiva del fan, incluso a veces de la persona que se ha quedado fuera del campo. A veces salgo para ver quién ha quedado fuera y los veo intentando ver el partido por alguna rendija.
No quiero ser exclusivista y mostrar solo lo que pasa dentro simplemente porque puedo. A los vestuarios no voy, no me gusta, porque es como el santuario de los jugadores. Yo cubro todo lo que pasa fuera. Siempre soy de los primeros en llegar al campo, antes de que entre el público. De esa manera siento como si fuera mi fiesta, mi escenario. Me da una ligera sensación de autoridad. Camino por todo el barrio. Me gusta hacer mi trabajo a pie.
Una de las fotos que más me gustan de la colección es la del presidente del Carlisle United, Michael Knighton, delante de unos pasteles. ¿Cómo surgió esa foto?
Surge del mismo proceso de decisiones que tomo con el hooliganismo y tiene que ver con cómo trato a la gente. Soy bastante blando y yo nos veo a todos como a una gran familia, aunque algunas de esas personas son como mis primos menos favoritos. Pero como siguen siendo mis primos, antes de ponerme a prejuzgar, me recuerdo a mí mismo que tengo que aguantarlos un poco e intentar entenderlos.
Por mi relación con el Carlisle United, Knighton me tenía aprecio y casi me regaló la instantánea. Nos llevábamos muy bien, por lo que tanto él como el club me resultaban muy accesibles. Pero los dos sabíamos que él no era ningún santo. La foto la hice en la fiesta de Navidad del club. “Siéntate aquí, conmigo”, me dijo. Y entre nosotros estaban todos esos pasteles… y él enseguida lo pilló. No intenté convencerlo, sino que él mismo empezó a fingir que se los iba a comer todos. La foto desprende cierto aire de “capullo avaricioso”, pero sin malicia. De hecho, le pregunté si podía ponerla en la exposición y me dijo que sí.
Las fotos desprenden mucho sentido del humor, aunque también ciertos momentos verdaderamente emotivos. Me refiero concretamente la imagen de un joven Gary Speed.
Suelo trabajar con las ideas muy claras y una perspectiva periodística e inquisidora, aunque también tengo una faceta romántica y nostálgica. Acabé dándome cuenta de que el paso del tiempo es uno de los aspectos más importantes de la fotografía. Sabía que estaba fotografiando algo que estaba cambiando, que se produciría una oleada masiva de nostalgia por la grada del Holte End en el Aston Villa cuando desapareciera, o incluso por Michael Knighton cuando hubiera dejado el fútbol. Pero la foto más conmovedora es la de Gary Speed. Hay gente que casi llora cuando la ve.
No podía saber lo que iba a pasar. Solo sabía que envejecería y que dejaría de ser ese niño guaperas. Eso era precisamente lo que quería capturar: lo guapo que era en Leeds en 1991. También era guapo por dentro. Me sorprendió ver lo buena persona que era. En esa foto lo ensalzo de alguna forma. Después de su muerte, lo que ya era una buena foto se convirtió en una imagen cargada de emotividad.
Después de haber estado en tantos partidos, tú sabrás mejor que nadie la respuesta a la siguiente pregunta: ¿qué tiene el fútbol que consigue perdurar en el tiempo? ¿Qué aporta a las vidas de la gente?
Te lo sirven en bandeja. Sería de locos no abrazar algo tan maravilloso, mejor que ir de compras o al teatro. Ya puedes cobrar lo que quieras por el teatro, pero lo gente preferirá ir al fútbol porque su valor es mayor. Posee la simplicidad de una obra de Shakespeare y, además, lirismo. Tiene sus subtramas, pero el juego en sí es muy fácil de entender, por lo que cualquiera puede sintonizar con él. Es popular porque es popular, porque es bueno.
Gracias, Stuart.
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Este artículo apareció originalmente en VICE UK.