Miles de años atrás, según datan las respectivas investigaciones, eran varias las culturas que creían firmemente en un poderoso flujo de energía capaz de lograr en el ser humano una percepción única y especial de los diferentes componentes sublimes que lo rodeaban. Este vórtex, como se le llamó siglos después, se logra experimentar en ciertos lugares, donde la conexión energética se convierte en una espiral que, a modo de ola, te absorbe hacia su belleza abrumadora.
Quienes tuvieron la posibilidad de asistir a la última edición del Berlín Atonal, me atrevería a decir –con algo de osadía– que experimentaron parte de esta energía mística. El festival alemán, que por sexta edición consecutiva se llevó a cabo en la imponente y antigua planta eléctrica Kraftwerk, congregó una vez más al público más exigente del ámbito electrónico más arriesgado. Con solo atravesar sus puertas el pasado miércoles 22 de agosto, ya te encontrabas con decenas de camisetas alusivas a actos de culto como Coil, Boards of Canada, DeepChord, Prurient y Underground Resistance.
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Una vez ingresas al monumental Kraftwerk, el vórtex comienza a volverse tangible: sus enormes estructuras de concreto te hacen sentir diminuto, casi que insignificante; la vastedad del espacio te deja perplejo, al punto de perder la motricidad por unos segundos; su inmensa resonancia trae consigo una historia propia, haciendo retumbar la historia viva del techno tras cada golpe de bajo. A pocos metros de su entrada principal, puedes ingresar a la catacumba más famosa del techno alemán: Tresor, en donde los destellos fulminantes de luz se conjugan con espesa capa de humo, capaz de hacerte perder cualquier posible noción del tiempo.
Durante cinco largos días, los sentidos de miles de espectadores estuvieron atentos a los ofrecimientos audiovisuales de más de un centenar de artistas, todos con una excursión propia, digna de los más altos niveles de la laboriosidad sónica. Si el techno sigue siendo de los “hombres más rudos”, nombres como Astrid Sonne, Lucrecia Dalt, Iona Fortune, Klara Lewis y Caterina Barbieri demostraron que la música del futuro es enteramente de ellas. British Murder Boys, diez años después, dejó claro que Berlín sigue siendo su degolladero predilecto. Lanark Artefax pareciera haber trabajado su presentación en conjunto con el director Ridley Scott, alienando a todos los presentes con un juego disruptivo de sintes letales. En el caluroso OHM, DjRUM dictó una clase magistral sobre cómo mezclar jungle, gabber y breakbeat sin desfallecer en el intento.
Para quien desee sumergirse de lleno en la experiencia única que ofrece el Berlín Atonal, les proponemos realizar el siguiente ejercicio: con “Human Developers” de fondo –track que aportó Caterina Barbieri al compilado Berlin Atonal Force Majeure (2017), y que posteriormente saldría en su segundo álbum titulado Born Again In The Voltage (2018)–, vamos a recorrer minuciosamente a través de una serie de fotografías, las entrañas del festival que, hoy por hoy, más cerca está de adjudicarse el rótulo de superioridad sónica.
Así estuvo el Berlín Atonal 2018.
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