Síguenos en Facebook para saber qué pasa en el mundo.
Tamer Abu Manssour lleva más de un año y medio enredado en una larga espera para llegar a México. Desde el estallido de la guerra civil en su país, el joven sirio de 28 años ha vivido en Beirut [Líbano] y Estambul [Turquía] a la espera de poder llegar a su destino final: la ciudad de Aguascalientes, ubicada en la parte centro de México. Ahí, según el plan trazado inicialmente, podrá continuar sus estudios universitarios como parte de Proyecto Habesha, la organización de la sociedad civil que lleva a estudiantes sirios [y de países aledaños al conflicto bélico] a estudiar a México.
Videos by VICE
Pero por ahora todo está en el aire. Tamer abordó su vuelo a México el pasado 5 de mayo, pero aterrizó en Teherán [Irán] en vez de Aguascalientes. Su periplo, le ha llevado a pisar los aeropuertos de Moscú y La Habana; y debido a su situación migratoria se encuentra en un limbo jurídico cuando ya debía de estar en México. Habesha asegura que todo está en el camino de arreglarse para que pueda aterrizar en la capital mexicana el próximo 18 de mayo, pero lo cierto es que ahora mismo Tamer continúa a la espera.
‘¿Qué tan lejos están las ruinas mayas de Aguascalientes?’
VICE News acompañó a Tamer durante los cuatro meses que vivió en Estambul para atestiguar los retos que miles de jóvenes como él enfrentan al rehacer su vida lejos de la guerra. Cada vez que a Tamer le preguntaban sobre la fecha de su partida, el joven sirio comenzaba a detallar la letanía de obstáculos legales que gobiernan la vida de los desplazados de su país — visa de tránsito para salir de Turquía, costosos trámites para obtener la residencia turca, visitas a consulados, e identificación como refugiado [kimlik] en Estambul —, con lo que solía concluir: “no sé”.
Tamer llegó a Estambul en diciembre 2015 con poco más que una laptop vieja y un par de cambios de ropa. Es originario de Sweida, un pueblo Druze en el sudoeste de Siria y su ‘look’ despreocupado esconde la incertidumbre y falta de dinero con la que vive en Estambul. Pero nada logra disfrazar su única apuesta por estudiar cinematografía en México.
Yo soy mexicana y las primeras preguntas que Tamer me hace acerca de mi país están relacionadas al costo de vida: “¿cuánto cuesta el medio de transporte?, ¿cuánto el alquiler?, ¿es caro comer en la calle?” Yo respondo con un menú callejero de tacos, tortas, antojitos y un panorama general sobre autobuses, peseras, combis y taxis. Sus preguntas reflejan una rigurosa logística de sobrevivencia empleada a través de los años. Una vez superado este tema, Tamer se deja llevar por la curiosidad.
Así es como México se prepara para recibir a un grupo de jóvenes refugiados sirios. Leer más aquí.
“¿Qué tan lejos están las ruinas mayas de Aguascalientes?”, pregunta entusiasmado en un restaurante de Aksaray, el barrio sirio de Estambul. Resulta inédito escuchar a un joven sirio hablar de la antigua civilización Maya y la península de Yucatán. Lo onírico, el psicoanálisis y las sinapsis en el cerebro que causan ‘deja vú’, ocupan su mente cuando no piensa en su futuro.
El apoyo de Proyecto Habesha , la carta de aceptación de la Universidad Autónoma de Aguascalientes y el esfuerzo de embajadas, no han sido suficientes para facilitar su llegada a México. Desde un inicio, Estambul sería un sitio de paso en su camino a América Latina, así que Tamer no se esforzó por buscar empleo. Aun y con trabajo le hubiera sido difícil mantenerse, ya que las opciones laborales para sirios, incluso para profesionistas, reside en restaurantes, maquilas, construcción o en lavanderías.
‘Ahora hay sirios en todo el mundo, trabajando y aprendiendo lenguas’
Las jornadas rondan en las diez u once horas diarias con un sueldo de 1.000 Liras Turcas ($350 dólares) al mes. Dada la falta de dinero y de ingresos, Tamer se mantuvo con escasos ahorros, dinero prestado, sándwiches en la calle, barras de chocolate y el apoyo de Habesha y sus amigos.
“Estambul es una ciudad muy bonita” dice siempre que se encuentra junto al mar. Incluso aquel sábado 19 de marzo en que un atentado suicida dejó cinco muertos y 36 heridos en el centro de la ciudad . “Voy a extrañar el Bósforo cuando esté en México”.
El primer eslabón en la cadena de trámites para asegurar la llegada de Tamer a México fue la renovación de su pasaporte. El Consulado de Siria en Estambul explota la precariedad de los ciudadanos a los que debería de servir. La renovación de un pasaporte sirio ronda en 600 dólares, una suma que se divide entre intermediarios y servidores públicos. Tamer optó por una alternativa más económica, aunque riesgosa. Mandó su pasaporte a Beirut donde un amigo encontró la manera de introducirlo en Siria. Una vez dentro, intermediarios lograron renovarlo siguiendo un sistema que lucra de la tragedia humana.
Con pasaporte vigente, Tamer podía aplicar a la visa mexicana que lo llevaría a Aguascalientes. Sin embargo, el gobierno turco modificó la ley que permitía a los ciudadanos sirios ingresar al país sin visa. Ahora, todo sirio que ingrese a Turquía desde un tercer país requiere visado y residencia turística, mismo que se le exige a cualquier otro extranjero.
A pesar de que Tamer huye de una desgarradora guerra civil tiene que pagar alrededor de 400 dólares anuales por residir en Turquía legalmente, un gasto impensable para la gran mayoría de los desplazados. Por último, Tamer no califica para obtener protección temporal — el tenue estatus migratorio que se le da a los refugiados sirios en Turquía —, dado que es procedente de un tercer país, Líbano. Si fuese a quedarse en Turquía, no sería reconocido como refugiado ante la ley.
‘¿Cuánto cuesta el medio de transporte?, ¿cuánto el alquiler?’
Tras haber agotado sus opciones, Habesha decidió enviarlo a Ecuador donde ciudadanos sirios no requieren visa, para que tramitara su visa mexicana. El joven que jamás había salido de su país antes de la guerra, pasaría por Rusia, Cuba, y Ecuador en cuestión de horas.
Sin embargo, el 5 de Mayo, las autoridades cubanas en La Habana impidieron que Tamer continuara su viaje. En menos de dos horas de haber llegado a La Habana, las autoridades lo pusieron en un vuelo de vuelta a Moscú sin explicación alguna. Tamer tenía el derecho de estar en Cuba por un máximo de 72 horas en tránsito pero las autoridades en La Habana violaron su derecho de pasar por Cuba en camino a Ecuador.
De regreso al Aeropuerto de Moscú, Tamer había pasado día y medio sin dormir. Las autoridades rusas aseguraron su expulsión a Turquía con un vuelo en la noche del 6 de Mayo. Proyecto Habesha movilizó a la ACNUR y representantes de la Embajada de México en Rusia para evitar que Tamer regresara a Turquía, donde sería devuelto a Líbano, y por lo tanto a Siria.
El poco dinero que llevaba consigo lo gastaba en acceso a internet por intervalos de 15 minutos. La opción de pedir asilo en Rusia amenazaba con aprisionarlo en el aeropuerto indefinidamente. Tamer compró un boleto a Teherán con el apoyo de Proyecto Habesha. Su pequeña mochila quizá sea lo único que llegue a Quito.
Pasado y futuro
En 2012 Tamer huyó a Beirut en su tercer año en la carrera de economía en la Universidad de Damasco. Cuando estalló la revolución en 2011, Tamer no dudó en unirse a las miles de voces que exigían el fin de la dictadura de Bashar Al Assad. Su participación en manifestaciones lo convirtió en blanco fácil de posibles torturas y desaparición. Abandonó sus estudios y huyó a Líbano cuando la porosidad de la frontera libanesa le permitía entrar y salir de Beirut a Siria con relativa frecuencia.
Pero a seis años del conflicto Líbano, Jordania y Turquía han cerrado sus fronteras, al igual que Europa tras el acuerdo Unión Europea-Turquía para prevenir el flujo de migración irregular hacia la EEUU. Turquía recibe a migrantes y refugiados deportados de las Islas Griegas a cambio de miles de millones de dólares en ayuda humanitaria. Al refugiado ya no solo se le desprecia sino que también se le zarandea de un lado a otro.
¨Líbano no es un país para quedarse,” explica Tamer acerca de los cuatro años que vivió en Beirut. Con una taza de té negro en mano, él representa la realidad de miles de jóvenes sirios que caen en trabajos mal pagados en Líbano, Jordania, Irak y Turquía. El 62% de los refugiados sirios que llegaron a Europa en 2015 son hombres.
Los primeros seis meses en Beirut fueron meses difíciles; un lamentable rito de paso para la gran mayoría de desplazados. Sin embargo, “la guerra está cambiando la vida de los sirios para bien”, concluye esperanzado mientras lía un cigarro en un café de Gezi Park. Sus notas de español yacen sobre la mesa. “Ahora hay sirios en todo el mundo, trabajando y aprendiendo lenguas”, continúa.
Su optimismo frente a los efectos de la sangrienta guerra civil que ha desplazado a cerca de diez millones y provocado un saldo de más de 200.000 muertos es inesperado. Pero el joven sirio amante del mate no desiste ni se queja.
Tamer quiere estudiar cinematografía en México. En los meses de espera en Estambul se dedicó a crear un crowdfunding para financiar su proyecto de stop motion [técnica de animación], armándose de una laptop decrépita que tenía que arreglar con pinzas. También comenzó a aprender español en línea bajo el tutelaje de Manu Chao, libros de texto y aplicaciones en línea.
Chile podría acoger a familias de origen sirio — y no sería la primera vez. Leer más aquí.
A través de los años, Tamer ha compensado la falta de oportunidades con deslumbrante perseverancia. En la prepa se graduó con uno de los mejores promedios de su generación que le permitió entrar a la carrera de economía en la Universidad de Damasco. En Líbano encontró trabajo en la Organización Internacional para las Migraciones (IOM) debido a que mejoró su inglés en los meses que trabajó de barista en Beirut.
Y para documentar el legado musical en el sur de Siria sacó un préstamo de 100 dólares para financiar el equipo necesario que hasta hace poco terminó de pagar. “Toda mi vida he tenido deudas,” expresa sin lamentarse. “Es una ventaja cuando quieres pedir préstamos. El banco iraní de mi ciudad aprobaba mi préstamo rápido porque confiaban en mí,” bromea.
La vida se le presenta a Tamer como una serie de instantes imprevistos, imposibles de divisar. Mientras que las naciones del mundo adoptan actitudes contradictorias ante su existencia como desplazado, Tamer logra disfrutar cada instante por más agridulce que sea: sus vivencias y amistades en Beirut, El Bósforo en Turquía, las interminables horas en el aeropuerto de Moscú en las que su futuro colgaba de un hilo sin siquiera poder fumarse un cigarrillo, y los montes Elburz de Teherán. Pronto, quizá, podrá también maravillarse de los volcanes de México.
Sigue a Lorena Ríos en Twitter: @riostlorena
Sigue a VICE News En Español en Twitter: @VICENewsEs