En una oficina incesantemente azotada por la lluvia situada en Devon, Reino Unido, el sonido del teléfono atraviesa el aire invernal, los auriculares están listos en torno a las orejas y los lápices empiezan a trabajar conforme las víctimas del porno vengativo llaman para explicar su difícil situación. Todas las semanas, durante seis horas de lunes a viernes, los teléfonos suenan, se proporciona apoyo emocional y se ofrece asesoramiento en esta oficina. Los días buenos se consiguen eliminar de la red los contenidos comprometedores en cuestión de minutos. Las líneas telefónicas llevan un año funcionando a este frenético ritmo. Estamos hablando de la Línea de Ayuda para Víctimas del Porno Vengativo oficial del país.
Compuesto por un potente equipo de tres personas, este programa nacional en ciernes está llegando al final de su período de pruebas. Desde su inauguración en febrero del año pasado, esta línea telefónica de ayuda ha recibido más de 4.000 llamadas y ha gestionado 650 casos individuales, algunos de los cuales han terminado en condenas de cárcel. En el momento de la publicación de este artículo se rumorea que este servicio se va a salvar de la tijera de recortes del gobierno por lo menos un año más.
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Esta línea telefónica de ayuda es obra de Laura Higgins, gerente de operaciones de seguridad online del Safer Internet Center (“Centro para un Internet más Seguro”), que fue cofundado por la Comisión Europea y establecido en 2011 con el fin de ofrecer una línea telefónica de ayuda para aquellos profesionales que trabajan con niños y adolescentes en temas como el ciberacoso y el sexting.
Fue durante su colaboración en este centro cuando Higgins se topó por primera vez con lo que originalmente denominó “acoso sexual online” hablando con asistentes sociales, oficiales de policía y profesores que, por ejemplo, habían abandonado una relación abusiva y se habían enterado más tarde de que su expareja había publicado fotos íntimas de ambos en sitios de porno amateur o en cuentas anónimas de redes sociales.
“La mayoría de mis primeros clientes eran adultos con carreras profesionales, no se trataba de muchachos de 18 años que habían entrado en una web de citas y habían compartido demasiadas imágenes. Eso es lo que dicen los medios, pero no es el caso en absoluto”, explica Higgins. “Se trataba de personas que, o bien estaban sufriendo el acoso de una expareja —y se veía claramente que se trataba de una situación de abuso doméstico— o bien eran víctimas de chantaje por parte de personas que se aprovechaban de que sus víctimas ostentaban cargos profesionales y probablemente les despedirían si las fotos se volvían virales”.
Gracias a su amplia red de contactos en Snapchat, Facebook y Twitter, Higgins conseguía de forma eficaz que se eliminaran esas imágenes. Sin embargo las llamadas no paraban de llegar y, hacia 2014, las asociaciones Women’s Aid (Asistencia para Mujeres) y la National Stalking Helplilne (Línea Telefónica Nacional de Ayuda Contra el Acoso) también informaron de un incremento de los casos de porno vengativo.
“No era un fenómeno nuevo”, afirma Higgins, añadiendo que el caso de la Dra. Holly sucedido en 2012, que terminó por fundar la asociación benéfica End Revenge Porn, inició un debate político sobre la pornografía no consentida en EE. UU., “pero no era un tema tan recurrente como lo es ahora y, desde luego, no se hablaba sobre ello. Nadie sabía qué hacer en esa situación”. Como se suele decir, las bases ya estaban sentadas.
El viento realmente empezó a soplar en otra dirección cuando la parlamentaria del Partido Conservador Maria Miller, portavoz del Comité Restringido para la Mujer y la Igualdad, contactó con Higgins. Miller había investigado sobre el tema del porno vengativo cuando una de sus colegas fue víctima de esta práctica. Ambas mantuvieron lo que Higgins describe como una conversación “maravillosamente estimulante” y, al cabo de unas pocas semanas, Higgins se reunía con los ministros en la Cámara de los Comunes. Aquello sucedió en 2014 y menos de un año después el porno vengativo pasó de depender del Safer Internet Center a contar con su propia financiación, su propio personal y su propia línea telefónica, hecho que coincidió con su introducción en el código penal como acto delictivo, sujeto a una pena máxima de dos años de prisión.
Las condenas —que han sido muchas, desde un hombre heterosexual que rondaba la cuarentena hasta una mujer LGBTQ de unos veinte años— son solo uno de los objetivos finales de esta línea telefónica de ayuda (no conoceremos las cifras reales hasta que el Ministerio de Justicia publique sus estadísticas anuales en mayo). En unas declaraciones ofrecidas a Broadly, la Oficina de Igualdad del Gobierno Británico afirma que esta línea telefónica de ayuda ofrece “un modo efectivo y directo de combatir un problema al alza que otros servicios trataban hasta ahora de solucionar con una enorme falta de recursos y de conocimientos” y que además trabaja “proactivamente con plataformas sociales y proveedores de servicios para construir y compartir las mejores prácticas que permitan combatir este delito”.
De hecho, la Línea de Ayuda para Víctimas del Porno Vengativo cubre todas las bases: trabajando conjuntamente con la Universidad Queen Mary de Londres para poner en contacto a los clientes con su servicio gratuito de asesoría legal SPITE (que se corresponde con las siglas de Sharing and Publishing Images to Embarrass, o “Compartir y publicar imágenes para abochornar a las víctimas”); proporcionando asesoramiento policial; colaborando con compañías online para que eliminen contenidos si es posible; y derivando a las víctimas a servicios adicionales de apoyo como Relate.
Mi sueño es que dejemos de necesitar una línea telefónica de ayuda porque hayamos acabado con el porno vengativo
Tammy* fue víctima del porno vengativo. “La Línea de Ayuda para Víctimas del Porno Vengativo me fue de gran ayuda para enfrentarme a diversos problemas”, nos contó anónimamente vía email, “y también me ayudó a ponerme en contacto con otras víctimas, lo que me hizo sentir menos sola. Son fantásticos y muy profesionales. Sería maravilloso que pudieran hacer llamadas de seguimiento, para ver cómo está la víctima y para comprobar si la policía se ha ocupado de su caso. También existen otras organizaciones brillantes como VOIC (que corresponde a las siglas Victims Of Internet Crime, o “Víctimas de Delitos en Internet”) que brindan apoyo personalizado, de modo que esta línea telefónica de ayuda me ha sido enormemente útil para ponerme en contacto con otras organizaciones”.
A pesar del éxito de la línea de ayuda, la guerra abierta que mantiene el gobierno contra el porno vengativo tiene sus fallos, especialmente en lo relativo a la terminología legislativa y a la actitud de las fuerzas policiales.
Por ejemplo, la legislación no incluye las imágenes modificadas con Photoshop y esto supone un problema, según Higgins, que afecta especialmente a las víctimas pertenecientes a la comunidad asiático-británica, algunas de las cuales jamás en la vida se harían una “selfie sexy”.
“En torno a un quinto de los clientes de esta línea de ayuda proceden de comunidades muy tranquilas y conservadoras”, afirma, “y las técnicas de modificación con Photoshop han avanzado tanto que las fotos parecen totalmente reales, por lo que el daño que pueden provocar es muy significativo. En el caso de las víctimas masculinas, por ejemplo, normalmente el agresor también es un hombre, por lo que existe una complicación añadida en términos de estigmatización y vergüenza”.
Como resultado, la línea de ayuda está trabajando conjuntamente con Karma Nirvana, una organización de defensa de los derechos de las mujeres asiáticas en el Reino Unido, y también con la Red de Mujeres Musulmanas, que se ocupa de casos de violencia y abusos domésticos. La organización espera poder colaborar con otros grupos religiosos a lo largo de este año.
La legislación sobre porno vengativo también cuenta con una interpretación muy poco ambigua en lo referente a los daños emocionales (el fragmento final de la ley reza “con la intención de causar sufrimiento”). Esto resulta especialmente frustrante a la hora de perseguir y combatir la actividad que se lleva a cabo en foros y en muros de usuarios que albergan literalmente miles de imágenes.
“A diferencia de un ex que decide vengarse publicando tus imágenes, estas otras son personas que conoces, son colegas tuyos que en cierto modo están enamorados de ti”, explica Higgins. “Puede que se trate de personas que intercambian imágenes de sus amores platónicos del colegio, en ocasiones usando bitcoins para pagarlas, o quizá hayan hackeado el sitio de Photobuckets y hayan divulgado contraseñas y links, pero al no hacerlo ‘con intención de causar sufrimiento’ no pueden ser procesados según la legislación sobre porno vengativo”.
Tras hablar con Higgins fui a echar un vistazo a alguno de estos foros y lo que encontré ahí solo puede describirse como una industria underground de pornografía no consentida, en la que los agresores solicitan imágenes de mujeres procedentes de zonas concretas del Reino Unido, minuciosamente clasificadas por condados: ‘Exeter’, ‘Lincolnshire’, etc.
En algunos casos se da el nombre completo (aunque las ‘normas’ establecen que hay que “ofrecer el mínimo posible de datos personales. El nombre y la inicial del apellido son suficientes”) e incluso hay gente que ofrece facilitar por privado información sobre el lugar donde trabaja la víctima, la universidad a la que asiste y las redes sociales donde tiene un perfil (“¡Joder, tengo la dirección de esta chica! ¿Es pasarse demasiado si la publico? Y también su Facebook, por si alguien lo quiere”). Otros suben imágenes pidiendo que alguien las modifique con Photoshop o incluso que otro cómplice de la agresión la imprima, se corra sobre ella y la vuelva a subir cubierta de semen.
Había algunos términos con los que no estaba familiarizado y tuve que escribir a Higgins para que me explicara qué significa “fan de nicki minaj” o “foto ganadora”. Ella me contestó: “Foto ganadora es un desnudo integral, normalmente comprometido… Creo que lo otro es una referencia mal disimulada a las partes privadas de las mujeres, pero puede que solo sea mi interpretación. Ya te dije que era muy desagradable, no se trata de porno en su sentido habitual”.
Me da la impresión de que el miasma de la pornografía vengativa se alimenta enormemente de la confusión de conceptos, de creer que solo se trata de adolescentes compartiendo fotos de sus tetas por Whatsapp o Snapchat que acaban compartidas viralmente en una red social, pero la realidad es mucho más grave. Para empezar, la cantidad de personas implicadas, tanto víctimas como agresores, es mucho mayor de lo que cabría esperar. Tal y como indica Higgins, no se trata de un “asunto generacional”, porque algunos de sus clientes superan los 60 años de edad, y también le molesta que se considere un problema exclusivo de las mujeres, dejando bastante claro que se trata de un crimen que también afecta a los hombres (el 75 % de quienes llaman a la línea son de hecho mujeres, pero el 50 % de los hombres que solicitan ayuda son víctimas de soborno o de ‘extorsión sexual’).
Y también está la concepción errónea acerca del modo en que se comparten las imágenes. Muchos de los clientes de la línea telefónica de ayuda son grabados sin su conocimiento o son obligados a hacerlo por parte de una pareja abusiva. “La gente tiene la idea equivocada”, afirma Higgins, “de que se trata de gente joven que entra en webs de citas o comparte fotos online, pero aunque esto sucede en algunos casos, no supone una mayoría. Es mucho más complicado que eso”.
Esas ideas fraguadas desde la falta de información podrían tener un pase si las expresa cualquier garrulo de la calle, pero Higgins insiste en que este “concepto erróneo de las chicas jóvenes tontitas” es algo que ha escuchado decir “a ministros y oficiales de policía de alto rango”.
“Cuando lo oigo me hierve la sangre”, afirma.
Higgins me cuenta el ejemplo de una clienta con la que ha hablado más de 100 veces, un caso que sigue en marcha. La víctima tiene 56 años y su agresor envió repetidamente imágenes comprometedoras de la mujer al hijo de esta hasta que consiguió destruir la relación entre ambos. Cuando acudió a la policía le dijeron que estaba reaccionando exageradamente, que lo ignorara y que para empezar no debería haberse hecho esas fotos. Desde ese caso, Higgins afirma que “la respuesta de la policía ha mejorado, pero sigue siendo muy negativa, siguen culpabilizando a la víctima de forma generalizada y su reacción es en muchos casos incoherente”.
Esta línea telefónica de ayuda es solo la punta del iceberg. Tal y como nos explica Nicky Morgan, Secretaria de Estado y Ministra de Defensa de los Derechos de la Mujer y la Igualdad: “Hacer circular fotos íntimas de alguien sin su consentimiento no es aceptable en ningún caso y es preciso que informemos a la gente del peligro que conlleva enviar imágenes íntimas. La línea de ayuda no es más que el comienzo de este proceso, pero hasta que el porno vengativo haya dejado de existir seguiremos desarrollando nuestros métodos para combatir esta lacra”.
“Mi sueño es”, afirma Higgins, “que dejemos de necesitar una línea telefónica de ayuda porque hayamos acabado con el porno vengativo. Esta es la principal labor a la que nos hemos entregado desde el principio, pero todavía queda mucho camino por recorrer”.
*El nombre se ha cambiado