Hace unas semanas, sentí que mi vista se volvía cada vez más borrosa. Fui al optometrista para que me hiciera un examen de la vista y, extrañamente, los resultados indicaron que había disminuido la gravedad de mi problema visual, por lo que necesitaría unos anteojos con menor graduación. El doctor estaba tan confundido como yo, pero después de investigar un poco, determinó que la testosterona era la causa de los cambios.
Por extraño que parezca, los niveles hormonales realmente pueden impactar en la vista de una persona. En los hombres, esto se debe en gran parte a que el envejecimiento puede ralentizar la velocidad a la que nuestro cuerpo produce andrógenos, un grupo de hormonas sexuales masculinas entre las que se encuentra la testosterona. Un efecto secundario de esta disminución es la visión borrosa.
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Durante los últimos dos meses he estado usando gel de testosterona. Por lo general, lo aplicó en la parte inferior de mi abdomen para que se absorba a través de la piel. Estos geles incrementan los niveles de testosterona y son recetados por los médicos.
Antes de usar el gel, leí sobre los posibles efectos secundarios que trae el uso de geles como AndroGel: aumento de la masa muscular, mal humor, voz más profunda. También descubrí algunos otros efectos secundarios para agregar a esa lista: la estructura de mi cabello ha cambiado, mis pies han crecido unos milímetros y, felizmente, mi vista ha mejorado.
Las personas usan gel de testosterona e inyecciones de testosterona administradas clínicamente por razones diversas. Cada persona reacciona de manera muy distinta al tratamiento y, dado que hay muy poca discusión pública sobre el tema, esos efectos secundarios pueden resultar sorpresivos. Les pedimos a tres usuarios del gel que nos hablaran de su experiencia con ese medicamento y de todos los efectos secundarios relevantes que han experimentado.
“Es muy fácil que empiece a llorar: pon ‘Bambi’ y las lágrimas correrán por mi rostro”.
Me diagnosticaron VIH en 1999 y me recetaron medicamentos por primera vez en 2001. Después de algunos años con los medicamentos, empecé a sentirme cada vez más fatigado. Comenzó con que al volver a casa del trabajo los viernes por la noche, ya no salía y pasaba la mayor parte del fin de semana durmiendo. Esto empeoró con el tiempo, después me sentía tan cansado desde el miércoles que tenía que arrastrarme al trabajo el resto de la semana. La causa de esa fatiga fue la medicación que estaba tomando, pues bloquea el suministro de energía a nivel celular.
En ese tiempo, tenía contactos en San Francisco y alguien de ahí me mencionó un estudio en el que usaban esteroides anabólicos [testosterona artificial] en conjunto con los medicamentos contra el VIH para combatir esa fatiga. Mi internista aprobó el tratamiento y desde entonces he estado usando testosterona. La uso en bloques de doce semanas: aplico el gel durante tres meses y luego interrumpo su uso también por tres meses.
La testosterona me ha dado suficiente energía para ser capaz de hacer cosas de nuevo. Otra cosa que me llamó la atención es que debo tener cuidado con mis emociones cuando me aplico el gel. Es muy fácil que empiece a llorar: pon Bambi y las lágrimas correrán por mi rostro. Afortunadamente, no soy propenso a la depresión, pero a veces puedo sumirme en la autocompasión. En momentos así, debo hacer el esfuerzo activo de retomar mi vida. La testosterona es también la causa por la que no puedo permitirme enojarme demasiado: tiendo a simplificar mucho las cosas y volverme agresivo. Si empiezo a hablar con un tono de voz suave, significa que estoy muy enojado. Por ello, debo contenerme.
También noto una diferencia en mi sexualidad. Durante las últimas dos semanas sin testosterona, cuando la fatiga comienza a aparecer de nuevo, ansio volver a aplicarme el gel. – Hans Verhoeven, de 58 años, es un autoproclamado activista gay y es dueño de la tienda en línea Gays & Gadgets.
“Los primeros seis meses que usé el gel, me sentí como si volviera a tener 12 años. ¡Incluso comencé a escuchar la música que me gustaba en ese entonces!”.
Llevo aproximadamente siete años aplicándome el gel de testosterona. En aquel entonces, la atención médica para las personas trans era muy diferente de lo que es en la actualidad. En la clínica de género de la que era paciente esperaban que comenzara a usar el gel lo antes posible, y yo pensé, ‘está bien, hagámoslo’. Una década atrás, era realmente importante que, como hombre trans, pudieras transmitir tanta masculinidad como fuera posible. Aunque ya no comulgo con esa idea.
Aún uso testosterona, ha tenido algunos efectos que me gustan mucho. Ya no tengo período menstrual, lo cual es genial porque era algo con lo que me era muy difícil vivir. Mi voz se volvió grave y creo que mi barba se ve genial. Si tuviera que comenzar el proceso de nuevo, volvería a usar gel de testosterona, pero en mi opinión, no es algo indispensable.
De hecho, los primeros seis meses que usé el gel, me sentí como si volviera a tener 12 años. Todo era un desastre. ¡Incluso comencé a escuchar la música que me gustaba en ese entonces! Básicamente, entras en una especie de segunda pubertad: tienes cambios de humor, tienes hambre todo el tiempo y siempre estás excitado. Me despertaba en medio de la noche y movía a mi novia para decirle que estaba excitado. Ella simplemente me enviaba al sillón y me decía que me ocupara de eso yo mismo. Además, la distribución de mi grasa corporal cambió; toda la grasa que tenía en mis caderas y mi trasero se movió a mi panza.
Físicamente, siento que me gané la lotería genética. Cualquier hombre que quisiera verse más masculino mataría por tener mi barba. Yo solía tener mucho vello desde antes, aun así me llevó tiempo acostumbrarme. Ahora, comer puede ser todo un desafío. Ya no puedo comer yogur y es imposible quitarme la sopa de la barba. También tuve que cambiar la forma en que daba sexo oral. – Bappie Kortram, de 30 años, es YouTuber y tiene un podcast.
“Me salió vello y mi pene empezó a crecer. De repente, ya era parte del grupo”.
Cuando tenía 16 años, parecía de 12. No llegué a la pubertad. Tenía genitales masculinos, pero las características sexuales secundarias, como una voz más profunda, no aparecieron. Después de someterme a algunas pruebas, resultó que tenía el síndrome de Kallmann, lo que significa que la sustancia que ayuda con la producción de testosterona no está presente en mi cuerpo.
Los médicos me recetaron testosterona, administrada mediante inyección. Después de las inyecciones, mi cuerpo experimentaba una estimulación física momentánea. Me las aplicaban los viernes porque jugaba fútbol los sábados y la testosterona me hacía mucho más rápido y fuerte. Y después de dos meses de inyecciones, mi voz comenzó a volverse grave y aparecieron las otras características sexuales secundarias: me salió vello y mi pene empezó a crecer. De repente, ya era parte del grupo, que es algo que puede llegar a ser muy importante.
En general, las cosas iban demasiado rápido, así que finalmente me cambiaron las inyecciones por la testosterona en gel. [Hace un par de meses retomó las inyecciones]. No hace mucho, mi internista me recetó una dosis más baja de testosterona (en inyección). Mi reacción fue: “¡Ay, no, finalmente puedo seguirles el paso a los hombres en el gimnasio!”. No quería renunciar a ese sentimiento de orgullo. Afortunadamente, ella fue muy comprensiva y me aseguró que aún podría seguirles el paso a los otros chicos.
A lo largo de mi vida, he pensado mucho en lo que es la masculinidad. Realmente no puedo precisar cuándo me siento como un hombre porque muchas de esas características son construcciones sociales. Pero ahora, cuando estoy en tratamiento de testosterona, lloro mucho menos. – Pepijn Schoneveld, de 36 años, es actor, comediante y tiene un podcast.