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¿The Chainsmokers realmente sólo fingen ser unos prepotentes?

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Esta nota se publicó originalmente en THUMP EUA.

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Si existiera una disciplina académica basada en la observación y categorización de las especies de “bros”, Chainsmokers podría tener a un pequeño departamento de una escuela de antropología zumbando por una década. El principal texto de estudio sería la voluminosa entrevista que Billboard acaba de realizar al dúo de EDM-trap-pop, quienes en estos momentos se encuentran en la primera posición en la lista Billboard Hot 100 con su colaboración con Halsey, “Closer”. Ya conoces la canción—es un innegable himno de verano que genera un extraño poder emocional con sus letras geográficamente granulares sobre “el peso que carga tu roommate en su espalda” y “esa canción de Blink-182 que hemos golpeado a muerte en Tucson”. Difícilmente los municipios de las Montañas Rocallosas han tenido tanto impacto en las listas de popularidad.

The Chainsmokers está compuesto por Drew Taggart de 26 años y Alex Pall de 31. En la entrevista, el escritor de Billboard, Chris Martin, explora los orígenes del grupo en la ciudad de Nueva York, su llegada a la grandeza y a donde quieren llegar en el futuro. Pero Taggart y Pall no son como cualquier estrella pop conocida. De hecho, la pieza culmina con un sordo análisis del dúo como un emblemático nuevo arquetipo masculino: “el bro que lo tiene todo, igual cantidad de conocimiento artistico y comprensión capitalista, tan leal como insufrible, iterando con su producto y cantidades estúpidas de dinero en el camino”. Martin destaca como The Chainsmokers identifica inteligentemente y explota las tendencias de mercado emergentes, basando sus elecciones de remixes en las estadísticas de la moda (“un poco de fans de Phoenix, un poco de fans de Two Door Cinema Club”) y probando canciones en Snapchat como lo haría una startup en face beta. “La música ha encontrado a sus bros tecnológicos”, concluye Martin, con lo que parece ser una ceja levantada.

Para mi, The Chainsmokers representan el punto omega de una narrativa cultural que visiblemente va en crecimiento. La descuidada masculinidad de Tucker Max ha adoptado una suavidad al estilo de Seth Cohen, infundidos con el mercantilismo de Silicon Valley y el buen gusto performativo de la esfera indie. Las preparatorios—previamente dominadas por los machos alfa que molestaban a los nerds, escribe Billabon, e idolatraban South Park—ahora están saturadas de vestimentas de moda, meticulosamente combinados con cortes de cabello de estilista, por alegres estrellas de Vine. La generación Tucker Max soñaba con trabajos en firmas de fraternidad; los chicos modernos aspiran a trabajar para compañías tecnológicas que ofrecen noches con juegos de mesa y chefs de sushi. The Chainsmokers son la analogía EDM de esa clase de profesionistas. Para su sesión de Billboard, posaron con brillantes Vans y jeans ajustado—luciendo como el match perfecto que has buscado en Tinder. Pero, ¿de verdad han transcendido la arquitectura cerebral de lagarto de la mentalidad bro? Que nos cuente Alex Pall:

“Incluso antes del éxito, la cobardía era la número uno”, comento The Chainsmokers a Martin. “Como ‘¿Por qué estoy tratando de hacer todo este dinero?’ Porque quería salir con chicas candentes. Tenía que salir con una modelo”.

Taggart concuerda: “Nos desquiciamos cada noche. Mi mamá odiará leerlo, pero en realidad ya lo sabe”.

En otra parte de la entrevista, aprendemos que el sitio web de The Chainsmokers incluye la frase “pulgadas combinadas 17.34”, lo cual confirma Pall “es la suma de sus penes combinados… de punta a punta”. Taggart comenta que inició un club de inversión en la preparatoria, y el dúo menciona que se mudaron a Los Ángeles para estar más cerca de Las Vegas. Ellos mismos se proclaman como “bros de fraternidad… amando a las damas y otras cosas”.

En la conversación, las palabras de The Chainsmokers reflejan un desordenado descanso de los arquetipos no iluminados de la cultura, más allá de su colorido guardarropa y sus colaboraciones con la muy despierta Halsey. “[Somos] como si LMFAO comenzará a producir la chingonería más enferma mientras y al mismo tiempo dejaran de vestirse como idiotas”, comenta Pall, preparando una anotación para Taggart.

Aún así, hay algo cautivador en la relación de The Chainsmokers con su propio éxito. Martin destaca que el dúo parece mantener un chip en su hombro a pesar de su reputación como imágenes del EDM (cortesía de su hazaña del 2013, “#Selfie”), y hacen un buen trabajo explorando sus ansiedades. Les recuerda la “tensa ocasión” en que fueron ridiculizados tras presentar la canción en American Idol. Pall recuerda “esa semana infernal”, mientras Taggart declara que, “actualmente no escucha ninguna crítica”.

Estas mentes inquietas amarían escuchar lo que Halsey—una orgullosa feminista que alguna ocasión tuiteó: “Estoy enferma de escuchar ‘cúbrete’ y ‘no hables sobre tu cuerpo’ como si el haber nacido mujer significara una vida de pena y culpa por tu género”—tendría que decir sobre “#Selfie”, una canción que encuadra a la mujer superficial y narcisista, presentando una exagerada voz femenina quejándose sobre no recibir suficientes likes en Instagram. Tristemente, ella no es mencionada en la pieza. En lugar de ello, tenemos a Steve Aoki—quien lanzó “#Selfie” en su sello Dim Mak—celebrando sobre la noble lucha de The Chainsmokers:

“Claro que fue difícil”, comenta sobre la respuesta que el grupo dio a la burla de ‘#Selfie’. Pero yo soy un DJ que tira pasteles a la gente. Tienes que amar lo que haces y hacerlo con el alma y corazón. Estos chicos lo hacen”.

Amén, hermano.

Quizá el momento más revelador de The Chainsmokers es el glorioso párrafo, sobre los artistas que trataron de contactarlos para colaborar con ellos, después de haberlos rechazado:

“Se comunicaban diciendo, ‘Hey, deberíamos hacer un track juntos’, y yo respondía, ‘¿De verdad?’” comenta Pall. “No puedo culpar a nadie por haber dicho que no antes, pero depende en cómo dijiste que no y en cómo regresas ahora con nosotros. Si dijiste algo como ‘no tuve la visión, pero ahora es claro y será algo súper enfermo’ lo entiendo. Se siente bien cuando la gente se muestre…” Taggart complementa: “Sedienta”.

The Chainsmokers parecen tener una clase de estilo a la Donald Trump, sobre su necesidad de superar los desaires. Toma de ejemplo la frase en la biografía de su sitio web: “Ambos se graduaron de prestigiosas universidades en el noreste, les gustan las chicas ardientes en pantalones de yoga, gustan de las buenas hamburguesas y han sido rechazados por muchos, muchos clubes que ahora tocan su música”.

En el núcleo de mi extraña fascinación con The Chainsmokers, se encuentra la aprende mezcla de profunda inseguridad y su suprema confianza, una dicotomía reflejada en un tuit que Taggart señalo hace poco, presuntamente en respuesta a la historia de portada de Billboard: “Realmente me estoy cansando de que se refieran a mi como ‘bro’ por la prensa. No es que no lo sea, pero también soy un nerd, un creador, un artista”. Está en lo correcto en reconocer que ser un bro y un nerd no es mutuamente excluyente—de hecho, nunca han sido más sinónimos que ahora. “Cualquiera que nos conozca sabe que somos los tipos más humildes y relajados”, tuiteó The Chainsmokers al día siguiente. Ahí recae el dilema esencial del bro-tecnológico: es difícil mantenerte “relajado” mientras tratas de conquistar el mundo.

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