Música

Una charla con The Cult sobre por qué la comunidad gay debería cambiar sus gustos musicales

Son grandes músicos, sin duda. Quizás y para mí tirándole a virtuosos y por eso nunca le entré demasiado a su discografía. De niño mi madre me ponía canciones del Electric, pero debo confesar que el único álbum del que me sé todas las rolas es Ceremony. Me lo recomendó el dueño de la tienda de discos Scala allá en Torreón, cuando me vio escogiendo casettes de los Black Crowes. Desconozco si sea el mejor de The Cult, pero yo lo disfruto un chingo. Tiene unos coros muy pegajosos. Excepto por el track “All Souls Avenue. Me caga esa rola y todas las que meten un pinche solo piano en una rola de “rock pesado”.

Para muchos, Guns N’ Roses debieron ser los teloneros de The Cult. Muy pocas bandas poseen el nivel de respeto casi intachable que ostenta The Cult, sin importar sus leyendas fanfarronas perfectamente encasillables en el cliché automático del rock, como una botella de Jack Daniels, o los bandazos entre el rock de cepa, el gótico, la psicodelia o el hair metal. El misticismo cherokee que siempre rodea la música de el culto deudora de los Doors (que no me pasan), en lo personal, es lo que me impide conectar con su desmadre.

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Toda composición musical inspirada en la vibra o la energía siempre me hace desconfiar y me saca salpullido.

Prefiero que me pregunten si acabo de superar una enfermedad de transmisión sexual a que quieran averiguar mi signo zodiacal y su respectivo ascendente. Qué forma tan patética y hippie de no hacerse responsable de las propias decisiones. Y las consecuencias.

Sin embargo, recuerdo cuando supe de los Noisebleeds mientras leía Please kill me: The uncensored oral history of punk, efímera banda de punk en la que participó un embrionario Morrissey y Bill Duffy, quién ahora está sentado a cinco pasos de mí, junto a Ian Atsbury, siempre con la cabeza cubierta con un paliacate.

The Cult tienen un pasado diversificado que los aleja del típico panorama del rock montado en una Harley Davidson.

Estamos en el lounge de un hotel en la Ciudad de México que entiendo fue glamuroso a finales de los setenta mientras los miembros fundadores de The Cult conviven con los periodistas con una soltura y sencillez apabullantes, tomando en cuenta su estatus de rockstars.

Noto como en esta especie de conferencia de prensa íntima, la mayoría se preocupa y esfuerza por hacer preguntas coherentes con un fanatismo inteligente, acorde a la historia, la actitud y la tradición de The Cult.

Ian y Billy responden con una lucidez perspicaz a cada una de la preguntas hechas que tienen que ver con los recovecos del rock. En algún momento Duffy menciona la palabra inclusión y le hago una observación respecto a los gays que escuchan a The Cult en un momento en que el que los homosexuales prefieren a Sam Smith que rock gótico. O al menos así lo piensan los medios especializados en audiencias homosexuales. Ambos responden con una serie de posiciones políticamente correctas que incluyen la androginia de David Bowie, condiciones de igualdad, matrimonios entre personas del mismo sexo y adopción. Después la conversación regresa a las teorías del rock.

Cuando termina esta primera ronda, llega el momento de los agradecimientos, los abrazos, las selfies. Le estrecho la mano a Ian, quién me fija la mirada y dice: “Gran camiseta”, levantando el pulgar. Luego añade:
Belle and Sebastian es una de las mejores bandas de los últimos tiempos. Mi canción favorita es “The Stars of Track and Field“, tiene una composición fastuosa que se va haciendo enorme tanto musical como líricamente. Todo el If you´re felling sinister tiene esa capacidad de grandilocuencia poética.

Se me hace un disco como pervertido…
Sí, se debe poner atención para detectarlo. Stuart Murdoch tiene una pluma muy fina y fuerte, es capaz de hablarte de sexo depravado y catolicismo en una misma estrofa sin que te des cuenta. Esa radicalidad, muy notoria en el If you´re felling sinister me parece una actitud que ya quisieran muchos de los que hacen rock. Para mí es uno de los grandes álbumes de la historia del pop y del rock. Muy majestuoso… Siempre me ha parecido muy sorprendente eso.

Y también habla de personajes hombres afeminados y homosexuales… ¿Por qué crees que los gays no escuchan a Belle and Sebastian o a The Cult?
Entiendo lo que dices. Yo creo que los gays hoy día están escuchando la música equivocada, en el sentido de ser muy limitada, con poca imaginación. Predecible y acartonada. Nada que ver con las transgresiones escénicas de David Bowie que además era vanguardista. Siento que es equivocada desde que noto como los gays han dejado de proponer tendencias. Recuerdo como en los setenta y ochenta había que voltear a los barrios o clubes gays para descubrir cosas innovadoras que nadie más estaba haciendo, eran muy propositivos en ese aspecto, generaban propuestas que años más tarde dictaron moda. No sólo en música, sino en moda y arte y discursos. Eso ya no pasa hoy. O no tanto, o es más subterráneo que antes. No lo sé. Pero veo que los homosexuales escuchan mucho pop producido en realitys shows como American Idol, donde no hay mucha creatividad según yo y sí mucho espectáculo. Puede ser que tenga que ver una visibilidad nunca antes obtenida, pero tampoco puedo asegurarlo.