Hace poco, un amigo me contó algo muy intrigante mientras tomábamos una cerveza. Según decía, en un parque de fauna salvaje abandonado de Melbourne puede verse un tiburón blanco de cuatro metros flotando en un tanque de formaldehído. Me dio la dirección del sitio.
Pasaron varias semanas antes de que pudiera hacer el viaje, pero justo antes de salir, vi un vídeo de alguien que había estado allí. YouTube marcó el vídeo como “recomendado”, lo que hizo que ganara millones de reproducciones en unos pocos días.
Videos by VICE
En el clip se veía que alguien había retirado la cubierta del tanque y que algún idiota había tirado dentro un televisor roto. Además, el vidrio presentaba una serie de grietas causadas por los golpes de un martillo u otro objeto similar. Imagino que todos nosotros, en mayor o menor medida, llevamos un gamberro dentro, solo que unos somos más capaces de contenerlo que otros. Al parecer, el éxito del vídeo había atraído a todo tipo de gilipollas al lugar, que por cierto está empezando a llenarse de peligrosos vapores de formaldehído.
Advertidos y prevenidos, mi amigo y yo compramos unos respiradores carísimos para evitar inhalar los gases y unos cuantos snacks no tan caros y nos pusimos en marcha.
La caseta con el tiburón fue lo primero que nos encontramos, a solo dos minutos de la puerta de entrada al recinto. Levantamos una persiana y ahí estaba: un gigantesco tanque rodeado de trastos. Como el tanque había sufrido daños, el formaldehído había adquirido un tono verdoso que impedía distinguir al tiburón en un primer momento. Pero cuando nuestros ojos se acostumbraron a la penumbra, la silueta del escualo quedó más definida, recortada contra la luz que se filtraba de un agujero en el techo. El animal era muy grande y extraño, y su visión estaba perfectamente acompañada por el murmullo del viento que soplaba fuera. Un cartel en la pared rezaba: “tiburón misterioso”.
El artículo continúa más abajo, pero quizá quieras ver este vídeo de VICE sobre animales:
La idea nunca había sido que el tiburón se convirtiera en una pieza de arte. Quedó atrapado en una red de pesca en 1998, en las costas del sur de Australia, y se conservó para ser expuesto en el centro de ecoturismo de Victoria, dedicado a los lobos marinos. Como los lobos marinos constituyen una parte importante de la dieta del gran blanco, ahí podías ver la sinergia.
Las cosas se torcieron a principios de la década de 2000, cuando el centro se comprometió a ampliar su zona de fauna subacuática pero no cumplió su trato con el Gobierno estatal, lo que provocó que el tiburón se quedara sin hogar. Su propietario de entonces realojó temporalmente al escualo en un pequeño parque de fauna salvaje dedicado a la preservación de la lombriz de tierra gigante de Gippsland. Tal vez en este caso la sinergia no resulte tan obvia inmediatamente.
Lo que pasó luego es que el parque se vendió en 2003, y con él el tiburón, que se suponía que estaba ahí “temporalmente”. El propietario original del animal sugirió que se donara al Museo de Melbourne, pero como ahora era propiedad legítima de la nueva gerencia del parque de lombrices, la donación no llegó a producirse.
Avanzamos varios años, cuando el Gobierno estatal decide ampliar la autopista que pasa junto al parque para dotarla de doble calzada, momento en que el hogar del tiburón empieza a deteriorarse a pasos agigantados. Varios propietarios y gerentes mostraron diversos niveles de entusiasmo por el mantenimiento y el papeleo del recinto, pero al final la cosa acabó con el cierre del parque en 2012 por no disponer de permisos para exhibir fauna salvaje.
Curiosamente, el tiburón y el resto de las atracciones no vivientes del parque fueron abandonados allí. Al parecer, el interés que mostraron inicialmente los responsables del Museo de Melbourne también se evaporó, y el tiburón empezó a envejecer muy mal en el interior de ese tanque olvidado. Así, durante los siguientes siete años, el tiburón ha permanecido en su tanque de formaldehído, como una obra barata de Damien Hirst, oculta de las miradas de todo aquel que no estuviera familiarizado con el mundillo de la exploración urbana de Melbourne.
Aunque supongo que eso ha cambiado en solo unos meses, gracias a la repentina fama del animal en internet. Pero vistos los actos vandálicos que se han ido sucediendo últimamente, es solo cuestión de tiempo que este curioso espécimen deje de existir por completo.
Sigue a Don en Instagram
Suscríbete a nuestra newsletter para recibir nuestro contenido más destacado.