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Cultură

Analizamos la tipografía veraniega que todo el mundo odia

Diseñadores y calígrafos analizan la tipografía del verano y nos cuentan por qué le tenemos tanto odio.

Supongo que no hace falta ni que os la describa, está por todas partes. Estoy hablando de esa tipografía que aparece en la mayoría de anuncios veraniegos en los que interactúa gente joven, paellas en una playita, furgonetas antiguas muy auténticas, compañerismo, sonrisas y, en el fondo, un abismo de terror.

No es nada nuevo, el fenómeno lleva asaltando nuestras retinas varios años —y concretamente durante el verano—. Las tenemos en los anuncios de la cerveza, también en ese curioso caso en el que dos formaciones políticas —Junts Pel Sí y la CUP— coincidieron en la elección de la tipografía de campaña; en la nueva publicidad de Chufi, en vídeos de promoción del Trivial Pursuit (¿?); Cesc Gay también la utiliza en una movida de Cataluña, el BBK 2016 y muchos otros más también se han apuntado a la fiesta.

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Ahí la tenemos: letra caligrafiada, de color blanco, ligada, con cierto toque poco profesional, como descuidado. Pretende ser algo cercano, simpático y, sobre todo, higiénico, tolerable y legal. Esta tipografía está hecha para gustar y ser lo menos incómoda posible, cosa que en ciertos estratos de la sociedad ha conseguido, pero no ha podido evitar que se genere un grupúsculo de detractores que se sienten ofendidos por su uso extremo.

Como nos cuenta el diseñador Sergi Vilà —que actualmente trabaja en Folch Studio de Barcelona—,"no se trata de una tipografía (o por lo menos no de una sola), sino de todo un subgénero tipográfico que podríamos clasificar dentro de la familia de las tipografías script (como la Mistral, por poner un ejemplo popular); de todos modos, en la mayoría de los casos que he visto, tampoco es tipografía lo que se aplica, sino una caligrafía creada ex professo, en fin, letras dibujadas a mano directamente".

Pese a que no se trate EXACTAMENTE de la misma letra en todos los casos, podemos —y debemos— entender que se tratan de tipografías muy similares que buscan generar el mismo tipo de reacciones. Según Vilà "este subgénero tipográfico suele asociarse a conceptos como la espontaneidad, la frescura, lo hecho a mano o la cercanía, aunque todo depende de cómo se aplique".

Con el cuento de la casualidad y la espontaneidad, se acaban colando unas tipografías tan chungas que ponen nervioso a cualquiera, porque se hacen mal o se usa un tamaño incorrecto

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El calígrafo Ivan Castro tiene bastante que decir sobre el tema. "No la llamaría tipografía, sino más bien estilo de letra, ya que algunas veces está hecho a mano con un pincel y otras (la mayoría) sí que se utiliza una tipografía, generalmente bajada de sitios infames como por ejemplo dafont.com". Cuando le pregunto por los valores que transmite me comenta que siempre se manejan las ideas de humanidad, frescura y casualidad "a través de la expresividad e imperfección de sus trazos y la irregularidad de sus formas".

Castro considera que como aceptamos la idea de que han sido escritas de una manera aparentemente relajada y sin mucha habilidad técnica generamos esta sensación de cercanía y "buen rollito", de todos modos nos asegura que hacer bien este tipo de caligrafías no es sencillo. Esta naturalidad no se consigue agarrando un pincel y haciéndolo bien a la primera, "lo cierto es que si lo que buscamos es este look casual-guay, la letra hecha a brochazo limpio es bastante efectiva y es más o menos sencilla de ejecutar (si tienes una formación básica en caligrafía, claro) pero también tenemos que diferenciar las letras bien hechas de las mal hechas, que al final, con el cuento de la casualidad y la espontaneidad, se acaban colando unas tipografías tan chungas que ponen nervioso a cualquiera, porque se hacen mal o se usa un tamaño incorrecto". Según Castro el peor de los casos es cuando se usan tipografías que cualquiera puede descargarse gratuitamente.

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Lo más triste de todo son los conceptos con los que se relaciona esta tipografía, esta triste búsqueda de adjetivos como "joven", "fresco", "actual", "dinámico", "feliz", "buen rollo", "sencillo", "natural"

Si bien uno acertaría al afirmar que en la coincidencia surge la magia y la belleza de las cosas —como cuando dos personas enamoradas descubren que años atrás, antes de conocerse, estuvieron de vacaciones en Florencia durante exactamente los mismos días—, no sería menos cierto considerar que el exceso de coincidencias rompe con lo extraordinario de los artefactos que comprenden las casualidades y, es por esto, que actualmente estamos hasta las pelotas —y ovarios, si es que este es el análogo femenino— de ver esta tipografía de color blanco adornando un conjunto incesante de producciones visuales. La repetición y la inercia de replicación han elevado este fenómeno a estados de inmoralidad superior.

Según Castro el uso excesivo se debe, en parte, a una cuestión de tendencia. "Es cierto que estamos en una onda de falso buen rollo, con manifestaciones como las mierdas que comparte la gente en las redes sociales tipo 'la vida da muchas vueltas pero quien te quiere de verdad las da contigo' y que tiene su versión repipi en las tazas de Mr. Wonderful y los anuncios de cerveza en los que nos pintan un verano perfecto en el que tenemos un aspecto espectacular y un barco en Cadaqués; y bueno, la letra de pincel encaja perfectamente en este paradigma".

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Pero los problemas empiezan cuando no se usa en un contexto adecuado y por lo que parece, "de un tiempo a esta parte venimos estando un poco hartos de un uso excesivo de la caligrafía a pincel".

"No es nada nuevo que cuando un recurso gráfico funciona en publicidad aparezcan, al cabo de poco tiempo, copias o versiones del mismo, generalmente peor ejecutadas a nivel gráfico y conceptual. Ocurre constantemente" afirma Vilà.

"Es un poco lo de 'si a él le funciona, a mí también me funcionará', algo que desde mi punto de vista es un error, puesto que cada cliente tiene unas necesidades comunicativas diferentes: he visto anuncios de ropa surfera, portadas de discos, campañas políticas y carteles de marcas de cerveza con este mismo recurso, y dudo que todos ellos necesiten comunicar lo mismo. Hay un caso extremo: la campaña de las CUP del 27-S 'Governem-nos' y el logotipo de Junts Pel Sí.

Este caso de la CUP y Junts Pel Sí parece que ha calado hondo. Castro también tiene su opinión al respecto. "Un caso flagrante en el que me eché unas risas buenas fue en las elecciones autonómicas del 2015 en Catalunya, en el que tanto Junts Pel Sí como la CUP usaron la misma letruja de pincel, por aquello de conectar con la gente, supongo. Es llevar el populismo a la tipografía. Pensaba que aquello remataría este estilo, pero qué va".

Castro remata que "asociar la letra de pincel al buen rollito puede poner nerviosas a las personas que piensen que nos la están intentado colar o que igual no es momento para tanta fiesta y tanta frivolidad, especialmente si hablamos de propaganda política. Joder, que voy a votar a mis gobernantes, no a comprar una sandía en una rotonda".

Supongo que lo más triste de todo son los conceptos con los que se relaciona esta tipografía, esta triste búsqueda de adjetivos como "joven", "fresco", "actual", "dinámico", "feliz", "buen rollo", "sencillo", "natural". Me imagino las reuniones de creatividad más detestables de la historia, con frases como "al cliente le interesa que se relacione su marca con la libertad y las sonrisas".

Todos estos momentos están sucediéndose ahora mismo en varias salas de reuniones de todo el planeta y resultan más ofensivos que los gulags rusos o los divertimentos tauromáquicos, en fin, son todo eso que nos hace perder por completo la fe en la humanidad.