No siempre es necesario ver un cigarro encendido para saber si está permitido fumar en un lugar. Puedes olerlo en cuanto entras: un olor a tabaco almizcleño, suave y rancio que persiste mucho después de que se vacían los ceniceros.
La fuente de este olor es en realidad un tipo de residuo conocido como humo de tercera mano, una combinación de nicotina y otros químicos del tabaco que pueden acumularse con el tiempo, impregnándose en los cojines de los asientos, las alfombras, las paredes e incluso en las partículas de polvo. Y los investigadores recién están comenzando a comprender los efectos que este humo puede tener en nuestra salud.
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A diferencia del humo de primera y segunda mano, el humo de tercera mano literalmente se impregna en todo, especialmente en los lugares donde está permitido fumar, como los casinos y bares antiguos. Aunque las prohibiciones de fumar que se han implementado en algunos lugares son un paso en la dirección correcta, difícilmente son una solución inmediata: en un nuevo estudio publicado este mes, el investigador de la Universidad Estatal de San Diego Georg Matt encontró rastros de humo de tercera mano en un casino de California seis meses después de que se había implementado la prohibición de tabaco en el estado.
“Esperábamos altos niveles de humo de tercera mano desde un inicio, pero nos sorprendieron las cantidades masivas que encontramos”, dice Matt, agregando que los rastros de nicotina y compuestos cancerígenos se mantuvieron altos durante varios meses luego de la prohibición.
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A estas alturas, la mayoría de la gente conoce lo básico sobre el humo de primera y segunda mano: inhalar humo intencionalmente, por lo general de un cigarrillo, es lo que se llama humo de primera mano. Inhalar humo que no necesariamente pretendes inhalar, como cuando pasas junto a alguien que esta fumando en la calle, es humo de segunda mano.
Sin embargo, el humo de tercera mano es más artero; puede ser difícil determinar con exactitud qué superficies están contaminadas y en qué cantidad. Es posible que la mayoría de la gente ni siquiera sepa que se está viendo afectada. Una de las razones es que la nicotina se puede combinar con las moléculas de ozono para crear compuestos potencialmente peligrosos conocidos como nitrosaminas específicas del tabaco, dice Manuela Martin-Green, profesora y presidenta del departamento de biología molecular, celular y de sistemas de la Universidad de California. Tanto en niños como en adultos, estos compuestos pueden absorberse a través de la piel, lo que provoca que los carcinógenos entren al cuerpo.
Las investigaciones ya han demostrado que los niños y las personas con sistemas inmunes comprometidos son especialmente propensos a sufrir complicaciones como riesgo de esa exposición. En un pequeño estudio que observó a cinco bebés recién nacidos de madres fumadoras, por ejemplo, los investigadores encontraron rastros de nicotina en las incubadoras de los bebés. También encontraron metabolitos de nicotina en las muestras de orina de los recién nacidos. (El humo de segunda mano no fue un factor ya que el estudio se realizó en la Unidad Neonatal de Cuidados Intensivos del hospital).
Si bien aún no está claro cuán serios son los efectos a largo plazo de esta exposición, las primeras investigaciones en células humanas ya han vinculado el humo de tercera mano con un daño genético. En estudios con roedores, los ratones neonatales expuestos al humo de tercera mano durante un período de varias semanas pesaron significativamente menos que los ratones de un grupo de control. También mostraron niveles más bajos de glóbulos blancos, que son los que ayudan al cuerpo a combatir las infecciones. Otros estudios con ratones han sugerido que la exposición al humo de tercera mano podría conducir a desarrollar resistencia a la insulina, un factor precursor de la diabetes tipo 2.
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A diferencia del humo de primera y segunda mano, el humo de tercera mano es además altamente persistente, evitarlo no es tan simple como dejar el hábito o alejarse. Si un fumador empedernido compartió recientemente el espacio que estás ocupando, como una habitación de hotel o un auto alquilado, es probable que en ese lugar se encuentre presente humo de tercera mano.
Peor aún, no hay una manera fácil de deshacerse del humo de tercera mano, o de sentirse seguro sabiendo que realmente ya se ha ido. Dependiendo de la extensión de la contaminación, la remoción puede requerir simplemente de que se haga limpieza —lavado y aspirado—, o puede requerir la eliminación de alfombras, muebles y paneles de pared, dice Matt. “Pintar las paredes puede atrapar temporalmente el humo de tercera mano que penetra las superficies”, dice, “pero no puede sellar permanentemente las paredes y evitar que los compuestos volátiles que penetran los paneles de yeso se liberen en el ambiente”.
Como medidas preventivas, los aparatos tales como purificadores de aire no siempre ayudan. “Algunos simplemente cubren los olores de tal manera que la nariz humana ya no pueda identificar un compuesto maloliente”, dice Matt. “Otros causan una reacción química que transforma un compuesto con olor en un compuesto inodoro. Desafortunadamente, algunas de estas reacciones químicas sólo producen nuevos compuestos tóxicos”.
Sin embargo, el riesgo se correlaciona con tu nivel de exposición; cuanto menos tiempo pases en contacto con las superficies contaminadas, menor será tu probabilidad de verte afectado. Matt aconseja a las personas evitar la exposición crónica, lo que significa evitar comprar una casa o alquilar un departamento que anteriormente haya sido ocupado por fumadores empedernidos. “Esto es especialmente importante para las poblaciones vulnerables y sensibles: bebés y niños, personas con asma y personas inmunodeprimidas”, dice.
Mientras tanto, hasta que se desarrollen métodos de detección más sofisticados, es útil simplemente usar el método más primitivo que tenemos. “Si puedes olerlo”, dice Martin-Green, “el humo de tercera mano está presente”.