Artículo publicado originalmente por Tonic Estados Unidos. Leer en inglés.
La situación
A tu amiga le da pena hacer del dos en su oficina. Salir del baño sin que la vean sus compañeros del trabajo es muy difícil, y le preocupa hacer contacto visual con el que se sienta cerca de la puerta porque sabrá exactamente quién le tuvo que jalar dos veces.
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Mientras se toma ese café súper cargado –el equivalente a un limpiador de escusados– siente un retortijón que hace que sus mejillas se sonrojen. Tu amiga piensa en sus opciones: salir por algo de “comer” y encontrar consuelo en un McDonalds o aguantarse la popó hasta que esté en la comodidad de su casa donde sólo su perro puede juzgarla. Por un momento, considera el baño de la oficina, pero, ¿qué tal que su enemiga de contabilidad entra a retocarse y de repente escucha o huele algo raro? Se imagina el mensaje de Slack para toda la oficina: “Karen se acaba de aventar una caca tan desagradable que puedo saborearla”. La decisión está tomada: se aguantará hasta que llegue a su casa.
La realidad
Si tu amiga se aguanta la popó hasta que esté en un lugar más cómodo, es posible que ya ni siquiera tenga ganas, e incluso retenerla podría provocar daños con el tiempo. Esto se debe a que una o dos veces al día, tenemos contracciones que pasan por el colon para informarle a nuestro cuerpo que la evacuación está en camino, dice William D. Chey, profesor de gastroenterología y medicina interna de la Universidad de Michigan. Cuando las heces alcanzan la última sección de tu intestino grueso, también conocido como el recto, se estira y los nervios envían una señal al cerebro de que es hora de vaciarlo.
Según Sarah Kinsinger, psicóloga de salud de Loyola Medicine que se especializa en trastornos gastrointestinales, esta señal al colon tiene sus raíces en la conexión entre el cerebro y el intestino. Nuestro sistema nervioso entérico en el tracto gastrointestinal se comunica con el cerebro para controlar la digestión. “Debido a que trabajan juntos, nuestro instinto siente los efectos de cualquier cambio emocional significativo que experimentamos”, dice Kinsinger. Por lo tanto, el café o el desayuno de la mañana pueden desencadenar estas contracciones, pero un disgusto en una reunión también puede provocar ganas de ir al baño. Es aún peor para las personas con trastornos gastrointestinales. que no tienen tanto control sobre sus intestinos y muchas veces quedan atrapados en un ciclo de estrés y con síntomas digestivos intensificados.
Si a tu amiga le da mucha pena hacer popó, podría perder esa sensación de querer ir al baño y tendría que esperar alrededor de 12 horas, o hasta el día siguiente, para que la sensación regrese. Es fácil quedar atrapado en ese ciclo de espera. Para aguantar todo eso, tienes que apretar los esfínteres externos y la pared pélvica desafiando la gravedad. Eso puede funcionar en el momento, pero luego llega la acumulación. “No es como que dejes de comer y que tu cuerpo deje de crear heces”, dice Chey. Mientras tu amiga se aguanta todo eso que comió, su colon se va convirtiendo rápidamente en una fábrica de caca.
Lo peor que podría pasar
Tu amiga ya se acostumbró a aguantarse y eso no es nada sano. “Si te aguantas una y otra vez, puede haber consecuencias imprevistas que podrían hacerte sentir mucho más miserable que la vergüenza que sientes cuando tienes que ir a un baño público”, dice Chey.
Primero: estreñimiento crónico. “Con el tiempo, se acumulan cantidades muy grandes de excremento en el intestino. Y se puede o no vaciar por completo”, dice Chey. La cantidad de heces puede estirar el colon y provocar calambres e hinchazones más fuertes que los que sientes después de haberte comido un burrito del tamaño de tu cara. A medida que las heces se acumulan en el colon, absorben agua y se endurecen. Cuando finalmente vaya al baño, a tu amiga le costará mucho más trabajo hacer popó: tendrá que hacer más esfuerzo, podría haber sangre o heces atoradas que podrían necesitar ayuda adicional para salir, como con laxantes u otros medicamentos.
“La otra cosa es que si estira progresivamente su colon una y otra vez, existe la posibilidad de que no vuelva a la normalidad”, dice Chey. Lo compara con la insuficiencia cardíaca, cuando el músculo se estira y con el tiempo deja de funcionar . Si siempre estás estreñido, puedes dañar los nervios en el recto, perder fuerza en esos músculos y ser propenso a, por ejemplo, que se te escape algo. En otras palabras, al adoptar este hábito, a tu cuerpo se le podría olvidar cómo hacer caca correctamente.
Lo que probablemente pasará
Si tu amiga simplemente no tiene el valor para hacerlo cerca de otras personas y se espera hasta estar en privado, lo pagará con calambres abdominales e incomodidad. Podría salirse con la suya, pero sólo por esta vez. “Nunca es bueno hacerlo”, dice Chey. “¿Es muy peligroso? No. Pero tampoco es una buena idea”.
Qué decirle a tu amiga
“Respeta el impulso de defecar”, dice Chey. Si te aguantas una vez, no le pasará nada a tu sistema digestivo, pero debes escuchar los impulsos naturales de tu cuerpo en lugar de dejarte llevar por la ansiedad de que alguien te escuche. Dile a tu amiga que vaya a un baño público y haga lo que tenga que hacer; todo estará bien. Hacer popó nunca será sexy, pero recuerda que literal todo el mundo lo hace y no debería ser un problema.
Kinsinger dice que las personas que son demasiado tímidas para ir a un baño con más gente deberían preguntarse a qué le tienen miedo, ya sea al olor que puedan producir o hacer contacto visual con alguien y que les hagan cara de “ya sé lo que hiciste”, y luego pensar en los resultados. “No trates de leer la mente de las personas, o asumas que te van a juzgar porque tuviste que hacer del baño en medio de la fiesta”, dice.
Aquí hay dos cosas que le podrían ayudar a tu amiga: llevar un aromatizante o jalarle inmediatamente después de hacer. Con estas herramientas. ya no hay nada que temer.