Música

¡Salsa y control!: Una historia de baile y persecución

Vinilo con el título del proyecto y capítulos

Imagina la escena. Son las 8:30 p.m. del viernes y ya te comienzan a comer las ganas de rumba. Seguramente unas horas antes has mojado tu garganta con el elixir hecho bebida: la dorada y deliciosa cerveza. Estás ávido de calle, te llama la rumba, las ganas de azotar baldosa, dejarlo todo en la pista y perderte en el infierno de los bares sudorosos y atestados de gente. Vas a expurgar los demonios que te cargaste toda la semana por peleas en la oficina, problemas con los profesores o discusiones con tu pareja.

No más casa, pides el transporte de preferencia para huir de la cotidianidad. Llega a tu puerta y tu celular te avisa; te tomas una selfie porque es importante que todos sepan que te gusta callejear, que estás ahí afuera, que te busquen. Pero el tema, entre líneas, es otro. Lo tuyo son las redes, pero tanto tus seguidores, como la gente que te tropiezas en la calle, vivimos un delirio del cual no somos tan conscientes. Nos están vigilando todo el tiempo. De repente esta idea pasa por tu cabeza, la alucinación entra y empiezas a recordar todo el drama de Wikileaks y como éste mostró que el gobierno de EEUU sacaba información acerca de sus ciudadanos de sus perfiles de Facebook. Sin ir lejos, en Colombia el caso de las ChuzaDAS es un claro ejemplo de la vigilancia que nos sobrepasa, legal o ilegal, pero está ahi. Vuelves en ti, estás en un carro yendo a la fiesta. Escuchas en el radio una frase que dice: “Vigilándote, vengo como el águila, como el águila, vengo vigilándote”, es Roberto Roena y pareciera que te estuviera hablando directo al oído.

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Llegas al sitio y hay cámaras al interior que te siguen mientras bailas, porque según el bar brindan seguridad, lo cual debería darte una especie de tranquilidad, pero en cambio te genera más ansias. Solo en Bogotá hay 1800 cámaras según datos de la Secretaría Distrital de Seguridad, Convivencia y Justicia. Nadie se les escapa. Tu tampoco, nadie puede huir de esa vigilancia estatal. Como dice la Orquesta Flamboyan, “que si te vas pa’ Rusia, te seguiré, aunque me salga el fantasma de Nikita Kruschev”.

Te cansas y sales a fumarte un cigarrillo. Al otro lado de la calle está ahí, parada, una chica que pelea mientras habla por el celular. “¿Vos por qué me estabas mirando el celular? ¿Quién te dio permiso? Atrevido, aparte activas mi ubicación pa’ seguirme. Abrite”, la escuchas decir, quizá a su novio, a su esposo o a un acosador. Eso de revisar el celular, intervenirlo, chuzarlo, pasa entre parejas, pero también al político. “Mundo raro”, piensas, mientras escuchas a Rubén Blades cantar “Amor y Control”.

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Esa vigilancia constante, de la que pocas veces te percatas, es la que se muestra en Tour Delirio: Salsa y Vigilancia, un proyecto transmedia de un grupo de caleños interesados en las formas de control actuales. Con cuatro videos cortos, una playlist, una chiva rumbera y redes sociales interactivas buscan “al ritmo de la salsa (…) participar en una de las mayores discusiones de derechos humanos de los últimos años: la privacidad en Internet”. Asimismo, el proyecto emergido desde la capital mundial de la salsa, la música juega un papel relevante ya que evidencia como a través de lo cotidiano, nos registran cada movimiento.

Si quieres darte un vuelto por esta historia transmedia haz clic aquí.

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