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Traté dormir dos horas al día y casi pierdo la cabeza

Según su biógrafo, Nikola Tesla no dormía más de dos horas en la noche. Prodigal Genius: The Life of Nikola Tesla explica que “después de cerrar la bocallave y de bloquear las rendijas de su puerta, podía pasar horas leyendo volúmenes robados de los anaqueles de su padre, podía leer toda la noche sin sentir ningún malestar por la falta de sueño”.

Esta historia no es poco común. Si buscas “hábitos de sueño” en Google encontrarás millones de sugerencias, todas relacionadas con gente famosa que duerme poco. Leonardo da Vinci dormía dos horas en las noches. Margaret Tatcher dormía alrededor de cuatro (a veces se permitía más durante los fines de semana). Mozart solía levantarse a las 6 de la mañana y trabajar hasta pasada la media noche. Se especula que tenía un promedio de 5 horas de sueño.

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Creo que este tipo de historias son populares porque parecen ser recetas para la excelencia. Llegan a través de la supuesta democratización del éxito y se fijan en la creencia de que el trabajo duro es todo lo que hace falta para triunfar en la vida. Si leemos que Margaret Tatcher dormía tan solo cuatro horas en la noche, renunciamos con facilidad a la idea de que su exitosa carrera fue producto de eso y no de una selección genética afortunada, de la posibilidad de acceder a una buena educación, o del simple hecho de que estuvo parada en el lugar y en el momento precisos. Suponemos que fue exitosa porque trabajó duro durante todas sus noches, y eso es algo que en teoría todos podríamos hacer. Porque somos maravillosos y podemos lograr nuestros sueños, según dice la encantadora fábula de nuestra era.


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Yo amo a esta fábula más que nadie. A veces escucho The Strokes solo para imaginarme tocando “Juicebox” en un estadio repleto de gente, a pesar de que no sé tocar nada, tengo 30 años y sigo envejeciendo sin dar muestras de mejorar en mis habilidades musicales o disciplinarias. Me levanto tarde. Le doy prioridad a la cerveza sobre el trabajo. De hecho, cuando tenía 19 años creé una compañía de camisetas cuya producción de camisetas fue cero; cuando tenía 24 años rodé un documental que nunca edité; entre los 25 y los 30 años escribí tres borradores de guion que ahora reposan en computadores muertos bajo la cama. Hay una novela en formato similar que tuvo la misma suerte. También está el jardín de verduras que me prometí organizar durante los veranos y nunca organicé. Y supongo que la vida seguirá desenvolviéndose así año tras año a menos de que yo haga algo drástico al respecto. Razón por la cual vuelvo al tema del sueño.

La primera vez que escuché sobre el sueño polifásico fue en Seinfeld. en un episodio Kramer trataba de reducir sus horas de sueño haciendo siestas de 20 minutos cada tres horas y, según explicaba a Jerry resultó “ganando dos días y medio por semana, cada semana.” Obviamente las cosas salieron mal de alguna manera divertida pero la premisa fue clara y sólida: si duermes menos tienes más tiempo para producir.

Existe una Sociedad del Sueño Polifásico que provee información sobre cómo acortar hasta seis horas el tiempo de sueño, utilizando toda una variedad de ciclos. La “Uberman” es la más famosa, típicamente consiste en una siesta de 20 minutos cada cuatro horas, acumulando un total de dos horas cada 24. El gurú de la productividad Tim Ferris es un fan, así como el millonario y fundador de WordPress Matt Mullenweg, describió su experimento con el ciclo como “uno de los momentos más productivos de su vida.”

Al leer esto tuve un momento repentino de emoción. Nunca imaginé que el sueño polifásico pudiera mágicamente llevarme a iniciar una compañía o volverme una mejor persona, pero sí lo creí capaz de ayudarme a sacudir un poco el letargo. Decidí intentarlo.

Día uno

Tratando de dormir en la sala de edición.

La mayor parte del primer día fue fácil, casi fantástico. Escribí un horario en el que me tomaría siestas de 20 minutos a las 11:10 AM, 3:30 PM, 7:50 PM y así sucesivamente. Luego organicé un cama diurna dentro de la sala de edición en donde tuve dos espectaculares siestas. No fue sino hasta pasada la media noche que descubrí a lo que realmente me estaba enfrentando. De repente me vi solo en una casa silenciosa, esperando durante cuatro horas para mi próxima siesta. Decidí regresar a la oficina.

Mientras escuchaba trance a todo volumen encontré un tablero blanco que utilicé para hacer la lista de los quehaceres de la semana. Pretendía hacer todo lo que siempre terminaba dejando de lado. Todas esas mierdas tipo “completar la declaración de impuestos de 2014” o “comprar medias”. También anoté aspiraciones medianas como “construir el jardín vegetariano”, y en la cima “escribir un libro”: desempolvar la vieja novela.

En general la primera noche no estuvo particularmente difícil, pero sí fue deprimente. Lo suficiente para entender que si quería lograr esto necesitaba asesoría.

Día dos

Charlotte Ellett vía Skype

La asesoría llegó de una mujer llamada Charlotte Ellett. Charlotte ha sido partícipe de diferentes ciclos polifásicos durante nueve años, en los que ha trabajado como diseñadora de videojuegos desde su casa en Alabama. Le conté que me sentía emocionalmente drenado y respondió que era normal. “Las primeras dos semanas son conocidas como el ‘periodo Zombie’”, me dijo por Skype. “Vas a llegar a un estado en el que serás incapaz de racionalizar por qué estás haciendo esto. Tu alarma se apagará y no comprenderás por qué llegó a estar prendida”.

Le pregunté a Charlotte por qué había persistido y me describió una gloriosa sensación de libertad. “Si tienes mucho trabajo por delante, dejas de preocuparte por qué tan cansado estás. Te irás sintiendo con mayor claridad y rapidez, hasta que te descubras teniendo tiempo para todo”. Pero me advirtió que para eso tenía que atravesar el periodo zombie. “Empezarás a notar que estás saliendo al otro lado cuando mejoren tus siestas”, dijo. “Te despertarás sintiendo que dormiste horas pero solo han pasado 20 minutos”.

Día tres

Mi lista de deberes.

Los días se convirtieron en un continuum gris pero pude hacer muchas cosas. Para el tercer día ya estaba al día con los impuestos, había asegurado mi jubilación, limpiado la casa, llamado a los abuelos, comprado medias nuevas y…había reiniciado en la escritura de mi libro. Quiero aclarar que es un libro de mierda que no pienso mostrar nunca, pero cuya conclusión, para mí, está cargada de valor espiritual. Es importante para mi terminar algo. Decidí que si lograba terminar el primer borrador durante el sueño polifásico, el experimento sería un éxito. Todas las noches busqué avanzar un poco logrando alrededor de 3.000 palabras diarias.

Otro tema que empezó a rondar mi cabeza fue: ¿por qué? ¿por qué nos esforzamos por algo? Es algo peculiar de los seres humanos eso de intentarlo. A veces pienso en el gato de mi roommate y sobre cómo nunca lo intenta. ¿Será porque no piensa en la muerte? Para mi la ambición y el miedo a la muerte están estrechamente relacionados. Para mi el éxito –profesional, espiritual, cualquier pretensión de éxito– es una manera de tallar algo en un rincón de este inmenso universo sin dios. Por eso finalmente encontré la idea de esforzarme confortable y decidí hacer algo al respecto.

Día cuatro

Comprando medias y sudaderas en Kmart a las 4:00 AM

Al estar despierto en las noches tuve tiempo para leer, y aprendí que la encarnación moderna del sueño polifásico fue liderada por dos estudiantes de filosofía en 1998.

Marie Staver vivió con insomnio la mayor parte de su vida, y simplemente decidió aceptar la fatiga y vivir de siestas de 20 minutos. Su amiga, quien no sufría insomnio decidió ofrecerse a acompañarla a manera de control, y terminaron invirtiendo la mayoría de sus noches estudiando en un Denny’s de 24 horas. Marie después escribió un blog describiendo las primeras dos semanas como “unas absolutas perras desgraciadas”, pero señaló que gradualmente se fueron ajustando a un nuevo y mejor estilo de vida. Lo que vino después de ese periodo de ajuste fue sorprendente. “Es lo más increíble que haya descubierto y nunca me sentí mejor en la vida”, dijo Marie a Motherboard.

Luego escribió su propia explicación de cómo fue exactamente que empezó a sentirse mejor. Según ella, el cerebro humano gasta un total de 1.5 horas acumuladas en el sueño REM, mientras el resto del tiempo se gasta en el crecimiento celular y sus reparaciones. Consideró la segunda parte opcional y se dedicó a obtener exclusivamente las horas de sueño REM a través de siestas. Como lo dijo, “después de 5 o 6 noches tu cerebro empieza a trabajar en este sentido, y una vez cierras los ojos salta de inmediato al sueño REM. Por eso cuando despiertas sientes que realmente has descansado”.


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Al leer esto desee poder avanzar rápidamente a la etapa en donde sientes que realmente has descansado. Era el cuarto día y mi apetito había desaparecido por completo; no podía mantener la temperatura de mi cuerpo; me empecé a sentir frágil y las interacciones sociales más simples empezaron a volverse abrumadoras. Si sonaba mi celular lo ignoraba. Si la persona que estaba sirviendo el café se ponía conversadora, pedía un permiso y seguía esperando afuera.

Pero las horas más difíciles fueron siempre aquellas entre la media noche y el amanecer. Eran las horas más calmadas. Solo yo y el tiempo suficiente para convencerme de que la gente que escribía libros era simplemente mejor y más inteligente. Que la idea de que el trabajo duro es todo lo que hace falta es una bonita ilusión. Eran las horas en las que mi roommate podía escucharme vagando alrededor de la casa suspirando.

Días cinco y seis

Construyendo un jardín de vegetales a las 3 AM

He desarrollado una rutina sólida. Iba al trabajo durante el día, después regresaba a casa, cenaba, trabajaba en mi libro, las horas después de las 2:00 AM las gastaba haciendo trabajos físicos mientras escuchaba podcasts. Fui al gimnasio, fui a trotar, y empecé a trabajar en mi jardín de vegetales. Quedarme sentado alrededor de las 2:00 AM era buscar problemas así que aprendí que esas horas eran para permanecer en movimiento. Después tomaba una siesta en las mañanas e iniciaba de nuevo el ciclo.

Lo mas difícil es que no había nada que mantuviera la esperanza. La vida sin sueño no tiene rupturas entre los circuitos. Si tuviste un día estresante en el trabajo, no se va a mejorar en la noche. Todo es un círculo monótono. El sol sale y la gente emerge. El sol cae y la gente desaparece. Replay.

Día siete

Home sweet edit suite

El séptimo día empecé a toser. Mi cerebro se quedó sumergido en un extraño bucle que incluía un jingle de los noventa. Cada vez que me acostaba, mi cabeza empezaba a repetir ese anuncio que solía salir en TV cuando yo tenía como 12 años. Era la publicidad de una compañía de camiones y decía así:

Fletcher’s! Interstate desde el ’48, la única manera de mover tu carga. Por la ciudad y por el campo, Fletcher’s no te defraudará. Fletcher’s!!!

FLETCHER’S!!! INTERSTATE desde el ’48… cada vez más claro y fuerte.

Para el atardecer noté que me estaba enfermando. No había manera de que fuera a combatir la enfermedad en la noche así que trepé a mi cama y me entregué a 48 horas de sudoroso, e hipertenso sueño.

Cuando empecé a recuperarme, unos días después, contacté a Charlotte Ellett de Alabama y le conté lo que había pasado. Respondió que ella nunca se había enfermado durante sus sueños polifásicos pero admitió que el estrés y la ultra productividad aveces la bajoneaban. Nadie más en los concernientes foros parece haber tenido mi mismo problema, así que asumo que solo se trató de mí. Por un momento decidí que podría intentar de nuevo lo de los sueños polifásicos pero luego mandé esa idea a la mierda.

Suficiente. Cuando miro atrás parece extrañamente divertido por la manera como rompió la rutina. Y reconozco que avancé en muchas cosas. Con seguridad la mitad de mi tablero quedó tachada porque no tenía absolutamente nada más que hacer en las noches. A propósito del libro, el primer borrador está concluido. Lo estoy revisando y aunque es descaradamente promedio, por lo menos está terminado. Al menos ya tengo algo nuevo para pulir.

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