Esta nota es presentada por Jeep Wrangler
Mutis estaba emocionado.
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Después de casi veinte años de insistirle al Rey Carlos III que le diera la aprobación de crear una misión para estudiar la flora y fauna de Santa Fe, el rey por fin le dio luz verde. Fue así como en 1783 inició la máxima empresa científica que tanto había perseguido: La Expedición Botánica.
Este viaje liderado por el mismo José Celestino —sacerdote, botánico, geógrafo, matemático, médico y docente de la Universidad del Rosario— tenía como objetivo estudiar los recursos naturales del área. La ruta duró 30 años: el empuje y la osadía del grupo, en el que también participaron varios de sus estudiantes criollos, les permitió meterse en las entrañas de la laguna de Pedro Palo, La Mesa, Guaduas, Honda y los alrededores de Mariquita.
¿Fue fácil? No. ¿Valió la pena? Sí.
Gracias a esta expedición se recolectaron y clasificaron más de 20.000 especies vegetales—como el árbol de quina, del cual Mutis expuso siete especies y sus usos médicos en una publicación titulada El Arcano de la quina— y 7.000 animales de lo que hoy es Colombia. Se fundó el observatorio astronómico de Santa Fe de Bogotá. Y en general, resumiéndolo en una sola cosa, dio los fundamentos necesarios para crear conciencia sobre las riquezas naturales y su preservación.
Crear conciencia y preservar: esa también fue, y es, la motivación de Wade Davis. Un antropólogo, etnobotánico, autor, fotógrafo, pero sobre todo un explorador colombo-canadiense empedernido en explorar las culturas indígenas de diferentes partes del mundo, especialmente las del continente americano.
Davis y Mutis no compartieron un contexto histórico, pero sí un espíritu aventurero que los llevó a transcender todas las barreras posibles. ¿Cómo? motivados por construir un legado más grande que ellos: la preservación de la naturaleza.
Siendo apenas un niño, Edmund Wade Davis pisó Colombia por primera vez en el año de 1968. Viajó de Canadá a Cali. “Estuve allí doce semanas y nunca extrañé mi país, nunca me dio mamitis” dijo hace un mes mientras reía en el Palacio de Nariño, en la condecoración que le dio la nacionalidad colombiana: “Al contrario, me sentí finalmente en casa”.
¿Por qué fue condecorado? La pregunta debería ser por qué no había sido condecorado antes.
Davis representa todo lo que es un aventurero y un explorador verdadero. Su esfuerzo por conocer, difundir la cultura y biodiversidad colombiana, especialmente la amazónica, lo han llevado a los sitios más recónditos del país. Fue discípulo del biólogo Richard Evans Schultes, quien inspiró la película de El abrazo de la serpiente. Por esta razón, en su libro El Río, Davis habla de su experiencia con Schultes, sobre las rutas no trazadas del río Amazonas y sobre el estudio de plantas y tradiciones indígenas con las mismas.
En febrero de este año dio inicio a otra de sus exploraciones: Expedición Colombia Bio Apaporis 2018. La ruta, que contó con la participación de 19 investigadores colombianos e internacionales y 25 miembros de las comunidades indígenas de la región, duró tres semanas. La meta: recorrer y explorar la biodiversidad de uno de los ríos más grandes de la Amazonia: el río Apaporis, que pasa por el Guaviare, Caquetá, Vaupés y el Amazonas.
¿Fue fácil? No. ¿Valió la pena? Sí.
Los resultados: la identificación de más de 93 especies nuevas, cuatro especies redescubiertas y 131 especies endémicas—es decir, que sólo se dan en Colombia— y 121 especies identificadas con algún nivel de riesgo. Actualmente el SiB, Sistema de información sobre biodiversidad, está trabajando en la publicación digital de dichos hallazgos.
Y no es coincidencia que en este mismo punto del mapa, en el Amazonas, se centrara una de las expediciones más osadas del país: la ruta del jaguar de Esteban Payán. No es coincidencia porque tanto a Payan, como Davis y a Mutis, los unía, y une, un lazo: la aventura y su lucha por preservar la naturaleza.
Payán, Director Regional de operaciones del norte de Sudamérica y Panamá de Panthera— la única organización en el mundo encargada de trabajar por la conservación de 40 especies de felinos salvajes y sus ecosistemas— ha centrado su trabajo en limitar el impacto de practicas nocivas de producción en áreas no protegidas de la ruta del jaguar.
Este caleño se preocupó desde muy temprana edad por trabajar con estos felinos. Por eso decidió hacer su tesis de pregrado de biología en La Universidad de los Andes de este tema. En 2004, Payán revivió sus ambiciones, diseñando un proyecto de doctorado para estudiar el conflicto entre ganaderos y jaguares en los llanos orientales. “Los ganaderos suelen culpar a los jaguares de un alto porcentaje de las muertes de sus animales […] Pues hoy la mayor causa de muerte de los jaguares son las represalias, a menudo injustas, de los ganaderos”
Pero Payán tenía miedo.
Un par de meses después de empezar su proyecto de doctorado en Vichada, el biólogo pensó en renunciar.
Paramilitares y guerrilleros rodeaban toda la zona, por lo que tuvo que huir a la frontera con Venezuela. Claro: años más tarde, entendió que si quería trabajar en la conservación de especies, era inevitable que se encontrara con el conflicto armado. Pero en ese momento decidió huir y retomar su trabajo en el Amazonas, la misma región en la que Davis luchaba por una causa similar.
“En un mes, Payán reescribió su proyecto de doctorado y partió cargado de cámaras, comida enlatada para varias semanas, agua, plásticos, toldillos y hamacas junto a dos voluntarias, una cocinera y tres guías locales de origen tikuna hacia el Parque Nacional Amacayacu”, escribió Santiago Wills, un periodista que tuvo la oportunidad de acompañar a Payán a una expedición en Chiribiquete.
Esto, cuenta Wills, llevó a Payán a trabajar con Alan Rabinowitz, director ejecutivo de Panthera. Su misión fue trabajar en las zonas importantes del corredor del jaguar en América, denominadas Unidades de Conservación Jaguar. Pues en este continente, estos animales tienen un corredor biológico que va desde México hasta Argentina. Y su trabajo era básicamente garantizar la protección de la especie en estas zonas del corredor.
¿Fue fácil? No. ¿Valió la pena? Sí.
Definitivamente, el esfuerzo valió la pena. Payán no solo estudió el tema de los jaguares, sino que tuvo que convencer a las organizaciones campesinas, a la guerrilla, mineros que trabajaban en situaciones irregulares y terratenientes de la preservación de la especie, por encima de sus respectivos intereses. Luego, en 2010, Payán, Rabinowitz y el entonces vicepresidente Francisco Santos firmaron un memorando reconociendo la importancia nacional del corredor del jaguar y adquiriendo un compromiso para trabajar conjuntamente por la causa.
Cinco años después, el acuerdo se renovó. “Panthera ahora trabaja con Fedepalma, los gremios azucareros, ganaderos, asociaciones campesinas y [una] multitud de ONGs locales a lo largo y ancho del país”.
En definitiva, para estos héroes ninguna barrera fue lo suficientemente fuerte para no derribarla. La palabra “dificil” nunca fue una excusa para no aventurarse a lograr sus metas.
Durante 30 años, Mutis recorrió lugares inexplorados sin saber qué iba a encontrar y aún así encontró varios tesoros como pasifloras, orquideas y gimnoespermas. Davis, además de sus apasionantes viajes, ha llamado la atención un sinnúmero de veces para que reaccionemos ante el cambio climático, la conservación de la fauna y flora y honremos a nuestras culturas indígenas. Y Payán nunca ha sucumbido ante la selva, el conflicto armado y los intereses de privados que lo han puesto a prueba una y mil veces.
Estos tres héroes lucharon por causas más grandes que sí mismos. Lucharon por lo que la tierra no puede luchar: por ella misma. Exploraron y transformaron el mundo que alguna vez conocieron, en un lugar mejor.
Explora Colombia a través de estas dos rutas, presentadas por Jeep Wrangler: