Cuando el ex oficial de policía de Nueva York, Gilberto Valle (también conocido como el “Policía Caníbal”), acusado de conspirar en las redes para secuestrar, torturar, cocinar y comerse a víctimas femeninas, quedó en libertad en noviembre después de que un tribunal de apelaciones lo eximiera, personalmente elogié la decisión del tribunal – aunque con ciertos matices. A pesar de haber controlado y seguido a mujeres, utilizando de manera ilegal la base de datos del Departamento de Policía de Nueva York (NYPD), el juez decidió liberar a Valle alegando que no se podía probar que tenía la intención de llevar a cabo cualquiera de sus elaboradas fantasías caníbales.
En ese momento argumenté que el discurso de Valle en la red en este contexto tenía un claro componente de violencia, pero no de criminalidad. Algún mensaje era violento y terrorífico, no obstante, a la vez tenía la protección de la constitución, y en ese punto se debe evitar entrar en el terreno resbaladizo de la censura mediante el discurso de la criminalización.
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Parece evidente que si el expresado deseo de mirar a una mujer (sin su consentimiento) sufrir y morir mientras ésta está siendo cocinada viva a fuego lento – todo ello mientras Valle acechaba asiduamente a mujeres muy reales, sin ellas ser conscientes de ello – tiene implicaciones legales, entonces también deberían tener dichas implicaciones los violentos mensajes de Facebook sacados de letras de rap de Anthony Elonis. La Corte Suprema escuchará hoy el caso de Elonis, el cual plantea si los mensajes agresivos en las redes sociales pueden tomarse como amenazas legítimas de violencia, y por lo tanto tratados como criminales.
Elonis ha explicado que sus mensajes eran una expresión de su rabia, aunque en forma de arte (rap), y no de amenazas. Sus abogados han argumentado, razonablemente, que las descripciones de la intención de Elonis de asesinar a su ex esposa (también a estudiantes y a un agente del FBI) no constituyen una amenaza en mayor grado que las violentas letras de Eminem en las que parecía amenazar con matar a su mujer, Kim Mathers. Este caso de la Primera Enmienda es relevante, sobre todo para los medios sociales, debido a que tiene el potencial de cambiar nada menos que la comprensión legal de lo que constituye una amenaza.
Las consideraciones tienen una inclinación filosófica. Los jueces no van a plantear simplemente si el caso de las supuestas letras que publicó Elonis sobre su ex mujer en Facebook está protegido como expresión artística o no: “No voy a descansar hasta que tu cuerpo esté mutilado, empapado de sangre y muriendo a causa de todos los pequeños cortes en tu cuerpo”. El debate jurídico central será sobre si una amenaza en sí misma consiste en la intención subjetiva del autor, o bien en una lectura objetiva. Más específicamente, Elonis, así como Valle, está sosteniendo su defensa en base a la alegación de que que no se puede demostrar que tenía la intención de que su mensaje supusiera una verdadera amenaza para los individuos a los que mencionó.
Los fiscales, por su parte, sostienen que la clave en este asunto no es la propia intención, sino el hecho de si un observador “razonable” (la legalidad entendida por el hombre común y corriente) consideraría las palabras de Elonis como verdaderamente amenazantes. Dicha resolución ayudaría a poner fin a la impunidad de aquellos que lanzan amenazas violentas y se esconden detrás de la alegación: “Nunca tuve la intención de llevarlas a cabo”.
Una norma legal que considerase la intención subjetiva del discurso amenazante, pero que también beneficiase el afecto amenazante del discurso violento en el mundo real (conocida como lectura objetiva), harían mayor justicia a las numerosas víctimas de viciosas amenazas en la red. En el caso de que los jueces decidiesen establecer la norma legal de la lectura objetiva frente a las amenazas, esto no implicaría que Elonis fuese declarado culpable en base a esta norma. Al fin y al cabo, una lectura razonable de sus publicaciones en Facebook podría permitir que sus ataques violentos se consideraran, “objetivamente”, como una expresión de rabia, sin suponer una amenaza real. De esta manera, la libertad de expresión así como la expresión artística – incluyendo lo vicioso y lo violento – permanecen protegidas, pero la ley tiene integrada la comprensión de que las amenazas no empiezan y terminan con las intenciones de sus autores, no obstante, también resuenan nocivamente en el ciberespacio y en el “meatspace” (o el mundo real).
A decir verdad, puede que el tribunal del distrito haya determinado que Valle, de hecho, nunca tuvo la intención de convertirse en un policía caníbal, sin embargo, el tribunal de la opinión pública sí vio, y con razón, la violencia potencial en su discurso en las redes, con o sin su horripilante intención. Tal norma, no criminaliza la expresión de los mensajes violentos disminuyendo legalmente la importancia de la intención del autor. Más bien, reconocería que los mensajes amenazantes pueden ser un acto de violencia en sí mismos, en forma de tormento o terror.
De hecho, en realidad no importa que al final de su canción “Kill You”, Eminen amenazase con matar a una serie de “guarras”, mientras se reía, “Ja, ja, sólo estoy jugando a las damas”. Lo importante es que las canciones de Eminem se leían como canciones, no amenazas. Del mismo modo, debería importar cómo se pueden leer razonablemente los mensajes de Elonis en Facebook, no lo que pueda manifestar como su intención. Sin embargo, el hecho de confiar en un criterio de razonabilidad objetiva para determinar si los mensajes violentos constituyen o no una amenaza, tiene trampa. Es decir, si bien éste es el marco legal preferible, filosóficamente, el hecho de que se pueda confiar en nuestro sistema legal actual para llevar a cabo un juicio “razonable” es más bien cuestionable. Una prueba inicial de este razonamiento eximiría a Elonis por razones objetivas.
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Imagen vía Flickr