Atletismo, boxeo o críquet en las aulas. Un antídoto contra la violencia machista en Kenia

Foto de María Jou Sol

Raro es quien no corre en Iten. Situada a 300km de Nairobi, esta pequeña localidad de Kenia se ha convertido en un lugar de peregrinación para atletas de élite llegados de todo el mundo. Empujados por el éxito de corredores de esta región, muchos deportistas acuden a Iten a entrenarse y a respirar el ambiente de una población muy acostumbrada a correr por caminos de tierra junto al majestuoso Valle del Rift.

Aquí, el deporte es parte del motor de la economía. La llegada de extranjeros ha acelerado la construcción de hoteles y otras instalaciones, como el centro de alto rendimiento. Y también es un impulso para los mismos kenianos que ven una oportunidad de mejorar sus vidas sumándose a este deporte. “Madrugar y ver a cientos de personas corriendo, invita a cualquiera. Cuando ves que tu vecino ha ganado un maratón mediano y cobra más que tú, piensas ‘voy a intentarlo’”, asegura Javier Triana, uno de los directores (junto con Rubén San Bruno) del documental “1:05:12. Una carrera de fondo”, un retrato sobre cómo el atletismo está cambiando esta región situada en el oeste de Kenia.

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TRAILER DOCUMENTAL ” 01:05:12. UNA CARRERA DE FONDO” from Ruben San Bruno on Vimeo.

El contacto constante con otras culturas la hace un pequeño “oasis” en donde el desarrollo es palpable y las mujeres empiezan a invertir los roles gracias al atletismo. Muchas de ellas son solteras o se han divorciado, algo muy poco frecuente en Kenia donde el machismo está muy arraigado y más del 50% de la población justifica la violencia contra las mujeres, según datos de UNICEF en el año 2012.

“En una carrera en Alemania aprendí que las mujeres pueden mantenerse por ellas mismas, aquí solemos decir que el dinero es de todos aunque tu pareja no se esté esforzando”, relata en el documental Caroline Chepkowny, atleta de 29 años. Chepkwony empezó a correr con 12 años, pero aunque era buena jamás se imaginó que llegaría tan lejos. “Ahora tengo planes de invertir en mi país, creo que el deporte nos ayuda a conseguir cosas que antes creíamos que solo era cosa de hombres”, explica la atleta a VICE. El atletismo les da la oportunidad de salir de casa y regresar a su país con dinero y la mente algo cambiada: “Él quería decidir qué hacer con mi dinero, comprar un coche… así que creí que lo mejor era quedarme sola con mis hijos”, explica también en el documental la corredora Agnes Kiprop.

“En Iten las atletas se pasean con naturalidad, no son celebrities, es raro quien no corre en Iten”, afirma Triana, quien entiende el fenómeno como algo bastante reciente y circunscrito a una zona muy concreta. “Estas mujeres son solo una minoría, una especie de élite, pero sirven de referentes y pueden alterar la situación de otras mujeres”, apunta el director del documental. La realidad dibujada por el documental es solo una muestra, un trazo de una revolución femenina, latente en Kenia, pero aún en plena transición. Para Andrea Bohndstedt, analista en África del este y una de las portavoces del movimiento Mamas Kilimanis, es necesario examinar la violencia contra las mujeres a partir de su contexto. “En Kenia hay mucha violencia en general, no solo contra la mujer. Es una sociedad violenta. Llevan años luchando contra eso. No es el único país con ese problema”, asegura. Bohndstedt es alemana, pero vive en Kenia desde el 2006 y a finales del año pasado participó en el movimiento #MyDressMyChoice después de que diversas mujeres fueran desnudadas en plena calle porque algunos hombres consideraron que no iban vestidas de forma “decente”. “Aunque es terrible lo que pasó, hace unos años esta revolución habría sido impensable”, declaró a VICE.

Pero a pesar de que algunos movimientos feministas empiezan a asomar, la violencia contra las mujeres persiste en Kenia, entre ellas la violencia sexual. Según el último informe de Amnistía Internacional, la mutilación sexual femenina, prohibida expresamente en una ley del 2011, se sigue practicando en varias zonas del norte del país y entre las comunidades étnicas masai, kisii y kuria. La situación se agrava cuando estas mujeres viven en asentamientos, por ejemplo, a las afueras de Nairobi –los conocidos “slums”donde se juntan aproximadamente unos 2 millones de habitantes. Más de la mitad de la población de la capital vive en barracones precarios sin condiciones mínimas de salubridad. “La propia falta de vivienda ya constituye en sí misma una forma de violencia”, asevera Dani Vilaró, uno de los portavoces de Amnistía Internacional. “Los slums son un caldo de cultivo para la violencia machista. Muchos de los ataques se producen cuando las mujeres van al lavabo”, apostilla.

En medio de este contexto, el deporte es un buen canalizador para el cambio social. Algunas mujeres han decidido subirse al ring. El fenómeno de las Boxing Girl, clases de boxeo para chicas jóvenes de los ‘slums’, es un ejemplo de cómo se usa el ejercicio físico para intentar desterrar viejos estereotipos. Bajo el lema “Strong girls, safe communities”, esta asociación pretende empoderar a las mujeres tanto física como motivacionalmente. En una línea similar, los Masai Cricket Warrior se reúnen de forma altruista para impartir clases de críquet en escuelas primarias o secundarias de poblados masáis desfavorecidos. Su objetivo es concienciar a chicos y chicas sobre prevención sexual,discriminación femenina opreservación del medioambiente. “Recibir o no un tipo de educación muchas veces puede marcar la diferencia; en cambio, el deporte es un grandísimo igualador y puede servir como agente de cambio”, afirmó Javier Triana a VICE.

Aunque Kenia tiene una tasa de alfabetización considerada “alta” en el contexto de África –83,2% en hombres y 81,6% en mujeres, según datos de UNICEF, parte de la generación joven y formada de Kenia aún conserva ideas propias de otra época. Es el caso de Lilian Naserian, de 23 años y estudiante de Educación en la Universidad de Nairobi a través de un programa de becas de la ONG española The South Face. Para Lilian, el movimiento de #MyDressMyChoice ha sido una forma de sensibilizar sobre la lucha por los derechos de la mujer, pero luego se sincera y añade: “Aunque las mujeres keniatas no deberían olvidar que somos africanas y tenemos que respetar nuestras reglas y normas, ya que todas las sociedades están guiadas por sus reglas y normas”. Pensamientos como los de Lilian son una muestra del largo camino que aún queda por recorrer, y que tiene que ver con un proceso “largo y de transición en un país tradicionalmente violento, machista y corrupto”, concluye Bondhet.