Fotos por André Piaf.
Para el tercer día del Hermoso Ruido decidimos ir a pillar algunas bandas que aún no se habían presentado y que no podíamos dejar de ver: Planes, Prehistöricos y La Vida Bohème.
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Después de una vergonzosa ronda de concursos y dinámicas de recreacionista, Planes se trepó a una tarima muy bien montada: un panel de leds y luces de colores recordaban el video de “Crystal” de New Order. Del lado del público unas letras luminosas que rezaban R U I D O enmarcaba el espacio. Con los primeros acordes, Planes convocó al triple de la gente que había minutos antes bajo el cielo despejado de las siete de la noche, y el vocalista, Pablo Escallón, que no ha hecho sino bailarse el Hermoso Ruido de principio a fin, se gozó el concierto con su bailadito saltado particular. El público se conectó de una y las melodías contundentes de la banda bogotana se escucharon hasta la 11. Durante 40 minutos y con un sonido impecable, presentaron varios temas como “Cosas importantes” y “Barco de río” de su reciente disco Las Américas. La batería champetera de la última canción finalmente logró romper con la vergüenza de la gente y puso a bailar a todo el mundo. Planes (Estudios Universales), que en realidad es el nombre completo de la banda, se confirmó como un proyecto poderoso que, aunque logra un sonido homogéneo, nace de lugares muy diversos. Una manera global de apropiarse de diversas influencias sonoras.
Mientras tanto, al lado, en una mini tarima, un grafitero recreaba el artwork del festival rodeado de dibujos de instrumentos en estereotipados colores pastel.
A las diez y media nos fuimos a La Hamburguesería de la 85 a ver a Prehistöricos, la banda chilena de bedroom pop que se suma a la lista (que ya parece infinita) de nuevos talentos de la escena de ese país. El lugar estaba repleto y la primera fila de mesas albergaba a, lo que parecía ser, el club de fans colombiano de la banda. Con pancartas, bailando de pie y acompañándolos con las palmas, se cantaron casi todas las canciones, pero la que más resonó en el lugar fue “Ya no te espero“. Aunque el sonido no era de diez, la comodidad de los cinco músicos en la tarima, la propiedad con la que cada uno tocaba su instrumento (Jessica Romo pasó de los teclados al acordeón) y la naturalidad con que cantaron su dream pop etéreo, hizo que el concierto fuera sincero, emocionante y real.
Más entrada la noche nos fuimos para Armando Records a ver a la explosiva venezolana La Vida Bohème, que venía por primera vez a Colombia.
Durante la media hora de retraso que hubo, el sitio se fue llenando lentamente. Cuando esta salió, era evidente la fanaticada que tenía aquí en Bogotá: la gente ondeaba banderas de Venezuela y gritaba enloquecida, agolpándose contra la tarima. Durante toda la presentación fueron una sola voz, cantando de principio a fin éxitos como “Radio capital”, “Calle Barcelona” o “El sentimiento ha muerto”. En definitiva uno de los públicos más prendidos del festival.
La vida Boheme fue de las mejores presentaciones que vimos este fin de semana. A pesar de salir totalmente uniformados sus miembros, con un traje de cuello cerrado a lo Beatles totalmente negro y botas Martens del mismo color, en cada uno se percibía un estilo particular. Los dotes histriónicos de Henry D’Arthenay, el vocalista, dominaron por completo, con su cara de loco e incluso su pasito a lo Angus Young cuando recorría el escenario. Una banda sobradísima que extrae lo mejor del rock, del punk, del pop y de la electrónica, y que sabe cómo enloquecer a la gente, que pidió otra canción cuando el show terminó. Los venezolanos volvieron a subirse a la tarima y todo terminó en un baile con riesgo de volverse pogo, que tentó a la agrupación a romper una guitarra en un final casi épico.
Y hasta aquí llegó el Hermoso Ruido para nosotros. Estamos mamados y trasnochados, pero felices. La enorme lista de bandas que vimos durante estos tres días nos recordó que la música en vivo definitivamente es mejor, que la pista de baile toca repasarla hasta que saque brillo y que la escena emergente latinoamericana es como una plaza de mercado, enorme y vibrante.
Sin lugar a dudas: este tipo de espacios nos hacen la vida menos miserable.
Texto: Laura Matallana & Nathalia Guerrero