Música

Un ex miembro de la primera banda punk en Chile recuerda la porquería que fue vivir en la dictadura

Los ochentas. Década deplorable en Chile y muchos países latinoamericanos. Abusos, torturas, violaciones, desapariciones, asesinatos. Cuando Augusto Pinochet y su escuadrón genocida —fuerzas armadas— le quitaron a mi país hace exactamente 40 años el derecho de elegir, el derecho a la democracia, el derecho de vivir en paz. Todo se fue a la mierda.

La nación se partió en dos. Y así sigue hasta el día de hoy. Para una mitad, todos los abusos a los derechos humanos cometidos en la dictadura de Pinochet no son más que mitos y leyendas que han tardado en morir. Para la otra mitad, la muerte y desaparición de miles, entre ellos familiares y seres queridos, es un constante recuerdo de horror que nunca se va a extinguir.

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Contexto aparte, es un hecho que el punk llegó tarde a Chile. Sin embargo, Pinochet Boys —conformados en ese entonces, por Miguel Conejeros (teclado y guitarra), Daniel Puente (voz y bajo), Iván Vanchi (voz y guitarra) y Sebastián Levine (batería)— supieron acogerlo, adaptando su mensaje a modo de bandera en contra de la represión que se vivía en el Chile de Pinochet.

Se dieron a conocer en los pasillos del Campus Oriente de la Universidad Católica hablando de bandas como The Damned, The Clash y Buzzcocks. Además de lo musical, se dieron cuenta que compartían el desprecio por los asesinos y palurdos que gobernaban el país. Estos hechos los motivaron a formar una banda, una que los representara a ellos, como a los que no podían alzar la voz. Empezaron a comprar equipos con lo que les dieron a cambio de un Fiat 600: una batería Korg programable, un sintetizador a mal traer, y una guitarra eléctrica de segunda mano. No necesitaban más que eso.

Su debut, por cierto, fue en una recordada tocata (1985) en el bar La Luna, frente al Campus Oriente de la UC. Una donde “las fuerzas del orden público” terminaron desenchufando con furia los amplificadores del recinto debido a que se sentían ofendidos por el hecho de que el vocalista cantara —usando una gorra perteneciente al uniforme del Personal de Carabineros— frases como esta: “Dictadura musical, nadie puede parar de bailar la música del General. Nada en el cerebro, nada en el refrigerador”.

La música del General.

Si bien sólo tocaban en bares, casas okupas o recintos ilocalizables donde llegaban contados asistentes, en Santiago de Chile ya eran un mito. Y en medio de marchas y protestas, de pronto, se cantaban sus canciones. Así las cosas, por aquellos años, el productor peruano Carlos Fonseca, que estaba buscando nuevas agrupaciones chilenas para registrarlas en el programa de radio Fusión contemporánea, dio con ellos y se ofreció como manager luego de producirles dos temas (“La música del General” y “Botellas contra el pavimento”). Eso sí, poniendo como condición que cambiaran de nombre. Pinochet Boys, fieles a su espíritu, rechazaron la oferta.

Este hecho hizo que Fonseca terminara fichando a Los Prisioneros.

Desde entonces la corta vida de Pinochet Boys estaría marcada por todo tipo de incidentes: en julio de 1986, luego de alquilar el galpón del Sindicato de Taxistas (en Ñuñoa, Santiago) para organizar el Primer Festival Punk (donde tocaron bandas como Índice de Desempleo, Dadá y Niños Mutantes), la sala donde ensayaban fue allanada, sufriendo los miembros la furia de las fuerzas armadas.

En entrevista, Miguel Conejeros (44), hoy radicado en Barcelona con su proyecto electrónico Fiat600, lo recuerda así: “Llevábamos ya varios meses en los que siempre cerca de nuestra casa se veían autos de vidrios ahumados estacionados. Hasta que un día, mientras estábamos en una fiesta, los pacos [Carabineros] entraron a patadas e incluso dispararon al techo dentro de la casa. A patadas nos bajaron por las escaleras, a patadas nos subieron a la cuca [radiopatrulla] y a patadas nos bajaron: ¡Todo un festival!”

El final de la banda no estaría exento de polémicas. En su último concierto, a mediados de 1986 y realizado en Casa Constitución, la audiencia los hizo abandonar el escenario luego de una granizada de botellazos. Conejeros y compañía respondieron a la provocación, quedando el lugar completamente destrozado. Habla Conejeros: “Efectivamente fue el último concierto de Pinochet Boys en Chile, luego sólo tocaríamos afuera. Y bueno, más que incidente fue una catarsis colectiva; una reacción a algo nunca visto hasta ese entonces. Nuestra intención era mover a la gente, que se despertaran y se sacudieran por algo, ya que según nuestro entender todo el mundo en Chile, por esos años, estaba como sedado, muertos de miedo o muertos en vida. No sé, pero no pasaba nada de nada”.

Y agrega: “En fin, para ese día nos llevamos todo tipo de materiales para ser usados como percusiones, cadenas, tambores de aceite, botellas, latas y fierros. Y claro, como siempre, después de poco más de media hora tocando, llegaron los pacos y cortaron la luz. Pero como teníamos todo este arsenal de percusiones seguimos tocando, mientras leíamos un manifiesto a la luz de un encendedor. Parte importante del sonido eran las botellas que se quebraban contra el tambor de aceite y el suelo. Algunas salían disparadas hacia el público, y las devolvían o se quebraban en el piso. Todo esto en la más completa oscuridad. Y así ocurrió y así terminó: como casi siempre cuando tocábamos aparecieron los pacos, hubo gritos, borrachos, algún que otro herido. Un caos, un bello caos”.

El año pasado Hueso Records lanzó en vinilo de siete pulgadas un material nunca antes publicado por un sello musical; este disco contiene los únicos dos temas grabados en estudio por Pinochet Boys: “Botellas contra el pavimento” y “Música del General”, los que estuvieron ocultos por 28 años en las cintas originales de los integrantes de la banda. Para la edición del vinilo, Jorge González (ex Los Prisioneros), escribió lo siguiente:

“El sonido de los Pinochet… era la cruza de dos no músicos llenos de la nueva cultura y dos muy buenos instrumentistas de mucho más tradicional conocimiento. No se parecían absolutamente en nada, no venían de ninguna parte y no irían tampoco a alguna clase de ‘éxito’ […] Las dos canciones que registraron en estudio brillan maravillosamente hoy, sobre todo en contraste con los pálidos esfuerzos de sus compañeros de generación […] ‘Botellas contra el pavimento’, cantada por el Dani, debió sonar muchas veces en las radios, debió ser un clásico, debió existir para compartir […] Y el lado B, ‘Música del General’, si bien más tradicional, luce como uno de los mejores ejemplos de hardcore santiaguino, con las voces de todos cabalgando en la calle”.

Y desde España, Conejeros agrega: “Fueron desde Hueso Records quienes tuvieron la muy saludable iniciativa de proponerme llevar adelante esta edición. Luego contacté con el resto de los involucrados, quienes estuvieron de acuerdo en las condiciones y fue Milo Gomberoff quien preparó el deteriorado master quirúrgicamente para poder llevar los temas al vinilo. Si bien ya no tocamos con Pinochet Boys, mi postura, con Fiat600, sigue siendo la misma que siempre ha sido: un mensaje de libertad, de sentir que no hay límites para la creación”.

¿Qué representa para ti, actualmente, la figura de Augusto Pinochet?
Representa lo peor de la condición humana. Un ser despreciable que escribió sangrientos capítulos en la historia de Chile y que su nombre siempre será relacionado con la muerte, el odio, la traición, la tortura, la mentira, el robo y el abuso.

A 40 años del Golpe Militar, ¿cómo significas esta fecha?
Se trata de una fecha muy triste que nunca se ha de olvidar. Y por sobre todo: que siempre conviene repasar para que las nuevas generaciones la conozcan y la entiendan.

Botellas contra el pavimento.

Escucha a Fiat600 aquí.

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