Una guía práctica para fingir tu propia muerte

Foto por Jamie Lee Curtis Taete

El arte de fingir la propia muerte es una tradición antigua. Ya sea para cobrar una póliza de seguro de vida, evitar cumplir una condena o simplemente para desaparecer del mapa, la humanidad lleva siglos haciéndose el muerto. Lo que no está tan claro es cuánta gente ha conseguido fingirla con éxito, ya que un pseudocidio bien hecho no debería poder diferenciarse de una muerte real.

Lo cierto es que en la mayoría de los casos acaba descubriéndose el pastel. Todo depende de lo elaborado de las tramas y las motivaciones de estos “falsos difuntos”. Ese es precisamente el tema principal de Playing Dead: A Journey Through the World of Death Fraud, el nuevo libro de Elizabeth Greenwood. Me puse en contacto con ella para averiguar algo más sobre qué lleva a ciertas personas a fingir su fallecimiento y por qué no es una buena estrategia.

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VICE: ¿Cuántas personas calculas que fingen su propia muerte?
Elizabeth Greenwood: Es complicado saberlo, porque si logran fingirla de verdad, entonces se consideran fallecidas. La única referencia real son las personas que intentan cometer fraude para cobrar su seguro de vida y no lo consiguen. En esos casos suelen saltar varias alarmas indicativas de un posible fraude, como el hecho de haber incrementado la cobertura en los últimos dos años. Los peritos tienen un sexto sentido para detectar este tipo de trampas. Si todo concuerda, suelen investigar más a fondo el caso para averiguar qué sucede.

Los investigadores que entrevisté trabajaban para diversas compañías e investigan decenas de casos al año. Si tuviera que decir una cifra, quizá estaríamos hablando de cientos. Pero bueno, son casos muy anecdóticos.

Hasta Krusty fingió su propia muerte

¿Es ilegal cometer pseudocidio?
Aunque promover la idea de que estás muerto no viola ninguna ley, los pasos que debes tomar para ello sí que suelen ser ilegales. Otra de las principales razones por las que hay gente que finge su muerte es para evitar cumplir alguna condena. En ese caso sería ilegal por considerarse obstrucción a la justicia. Asimismo, la posible suplantación de identidad que cometerías en tu nueva vida también es un delito. Aunque es posible mantenerse siempre en el lado de la legalidad, la línea divisoria es muy, muy delgada.

¿Hay casos célebres de personas que lo han conseguido?
Hubo un caso increíble en Alemania a principios de los ochenta, protagonizado por Petra Pazsitka. Por aquel entonces, Petra tendría unos 18 o 19 años y estudiaba informática en la universidad. Un día subió a un autobús y nunca más se supo de ella. Varios años después, una joven de unos 14 o 15 años fue asesinada en la misma zona. Encontraron al asesino, quien por alguna extraña razón también confesó haber asesinado a petra, por lo que la joven fue declarada muerta. Caso cerrado. En otoño de 2015, la policía de otra ciudad alemana recibió una llamada denunciando un robo. Cuando la policía llegó al lugar, la mujer que hizo la llamada se identificó como Petra Schneider. Los agentes le dijeron que debía enseñarles un documento de identidad. En ese momento, la mujer les dijo: “¿Os acordáis de aquella chica a la que asesinaron a principios de los ochenta? Pues soy yo”.

Es increíble que funcionara. Alguien fingió su muerte por ella y aparentemente no estaban confabuladas. Petra estuvo 30 años desaparecida y viviendo al margen del sistema. Nunca se sacó otro documento de identidad y durante ese tiempo lo pagó todo en efectivo. Cuando el caos salió a la luz, las autoridades alemanas simplemente la obligaron a volver a registrarse como “viva”, ya que no encontraron ningún registro de actividad delictiva.

Es fácil cometer ese tipo de delitos en Filipinas porque dispone de numerosas morgues ilegales, donde no resulta difícil conseguir un cadáver

Entonces, una persona que finja su propia muerte tampoco puede vivir a todo tren, ¿no?
Se requiere mucha planificación y hay que saber vivir muy modestamente. En el momento en que intentes sacarte el carné de una biblioteca con un nombre falso estás cometiendo fraude. Tienes que gastar dinero en pocas cantidades y siempre en efectivo, y no puedes moverte mucho para evitar tener que enseñar el documento de identidad. Suena muy aburrido, la verdad, pero creo que es posible.

¿Se investigan otros casos aparte de los de fraude a las aseguradoras? Si el pseudocidio no es ilegal, ¿hay alguien que verifique estas muertes?
Desgraciadamente, la ley no llega tan lejos. Mira el caso de Sam Israel, que estuvo huyendo de la justicia y no es que el gobierno enviara a un ejército de federales en su busca. Se enteró de que estaba en busca y captura al ver una foto suya en el programa America’s Most Wanted. Muy loco.

Por otro lado, las aseguradores disponen de recursos para asegurarse de que no están pagando por un muerto que no lo está. La carga de la prueba no está en demostrar que estás vivo, sino en demostrar que no estás muerto. No les hace falta encontrarte, sino que basta con probar que los documentos que entregaste son falsos, que el testimonio de tal testigo era una farsa, etc.

En el libro hablas con varias personas que o bien se dedican a descubrir a farsantes o a prestarles ayuda, y todos coinciden en que fingir tu propia muerte no es buena idea. ¿Por qué?
Todos rechazaban de pleno la idea en general, sobre todo los investigadores de fraudes, que han tenido que tratar con muchos tontos de capirote por su profesión. La mayoría de los fraudes que investigan son fácilmente detectables.

Pero creo que en general intentaban disuadirme porque no es una manera muy efectiva de desaparecer. Hacerlo añade más complicaciones a tu vida, a no ser que te tomes la molestia de planificarlo al detalle, algo que prácticamente nadie hace.

Al principio pensé que lo más complicado a la hora de fingir la muerte sería el aspecto de la tecnología

Fingiste tu propia muerte para escribir el libro. ¿Cómo lo hiciste?
Quería comprobar lo lejos que podía llegar. Me fui a Filipinas porque durante toda mi investigación este país siempre se mencionaba como el sitio del que procedían la mayoría de intentos de fraudes a aseguradoras. Es fácil cometer ese tipo de delitos en Filipinas porque dispone de numerosas morgues ilegales, donde no resulta difícil conseguir un cadáver para incinerarlo haciéndolo pasar por el tuyo. Incluso venden “kits de muerte” a los interesados.

¿Qué es un “kit de muerte”?
Básicamente, todo lo que necesitas para fingir tu fallecimiento. Certificado de defunción, declaraciones de testigos que vieron tu “accidente” e incluso el informe de la autopsia.

Allí conocí a dos tipos que me ayudaron a obtener mi certificado de defunción con la colaboración de un topo que trabajaba en una agencia gubernamental. El certificado se basaba en un informe policial falso con testigos falsos y declaraciones falsas en las que detallaban mi accidente de tráfico. Así fue como lo conseguí, pero nunca llegué a comunicarlo a la embajada de EUA para hacerlo oficial. Este trámite me habría costado unos 500 dólares, o quizá menos si se notifica con antelación. Fue mucho más fácil de lo que pensaba.

¿Cuáles son los errores más frecuentes que se suelen cometer?
Los accidentes con agua. A la hora de fingir tu muerte, piensas que el problema va a ser el cadáver. ¿Qué haces? “Ah, bueno, no pasa nada. Decimos que el cuerpo se hundió en el fondo del mar y listos”. Pero no funciona así. La mayoría de los cadáveres en el agua se recuperan en un plazo de una semana o unos pocos días. Hablé con [el colaborador de VICE] Seth Ferranti para otro libro que estoy escribiendo. Él me dijo que fingió que se había suicidado y que las autoridades dragaron el río para buscar el cadáver. Por lo tanto, aunque nos parezca una jugada propia de Jason Bourne, es más de novato que otra cosa.

Luego está el eterno problema de cortar todos los vínculos con tu gente. Al principio pensé que lo más complicado a la hora de fingir la muerte sería el aspecto de la tecnología, pero lo peor es ser capaz de dejar atrás tu anterior vida, tus gustos y preferencias y renacer como una persona totalmente nueva. A no ser que seas un sociópata, prácticamente nadie es capaz de conseguirlo.

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Traducción por Mario Abad.