Una noche de ocupación en Río de Janeiro con el Bloque Negro

El pasado miércoles, el Bloque Negro de Río de Janeiro llevó a cabo otra gran convocatoria, para sumarse a una exorbitante congregación en Cinelândia (la plaza pública más grande de Río de Janeiro) y llevar pliego petitorio al procurador general de justicia, Margan Vieira. Inmediatamente después de la entrega del documento, miles de personas vestidas de negro continuaron la marcha hacia la Asamblea Legislativa de Río de Janeiro.

Cuando se toparon con retenes policiacos en una de las calles de la Primera Avenida de Marzo, el Bloque Negro ensayó una exitosa táctica durante toda la noche: rápidamente formaron una línea, rodearon a la policía y se posicionaron frente a ella mientras se escuchaban gritos de guerra.

Videos by VICE

Cuando la policía se percató de la movilización pidió refuerzos, pero para ese entonces la manifestación ya había tomado las escaleras de Asamblea.

Después de posar para fotos personales, la congregación se dio cuenta que estaba rodeada por la policía militar y empezaron a gritar: “¡Ocupa el Ayuntamiento!” La manifestación descendió las escaleras en silencio, se reagrupó con la otra marcha y salieron corriendo hacia la cámara de la Asamblea Legislativa. Empezaron por distraer e intentar de derribar la barrera de los antimotines en la ALERJ.

Al principio, unos doscientos manifestantes irrumpieron en la cámara a través de la puerta lateral, que da acceso a un patio que divide una parte del edificio con las oficinas del partido, en una zona que supuestamente tiene “mayor valor histórico”.

Los chicos siguieron su camino y empezaron a subir las escaleras a un cuarto sin salida, lo que debe ser el servidor web del edificio.

Luego bajaron, y la policía militar ya había cerrado el patio del edificio. Pocos lograron salir. Una vez allí, nos pudimos comunicar con otros manifestantes a través de las rejas de las puertas de hierro —cerradas— de la entrada principal. Los manifestantes que no estaban juntos, lograron moverse para tomar donaciones de agua, refrescos e incluso de pizza. Periodistas preguntaron cuáles eran las demandas de los manifestantes; nadie podía responder. Un teléfono sonó pero nadie respondió.

Apenas tuvieron tiempo para tomar algunas fotos cuando los representantes de la Orden de Abogados de Brasil entraron al edificio y dieron la noticia que la policía militar había cerrado la única salida. Estaban tratando de ponerse en contacto con el presidente de la cámara para ver si la orden era dejar o eliminar a los invasores. Un joven que se encontraba entre los primeros de invadir el espacio preguntó si podía ser detenido. Antes de recibir respuesta él llamó a su madre. El abogado informó que todo aquel que quisiera salir con él no tendría cargo alguno, y que los que se quedaran en el recinto serían arrestados sólo si cometieron actos de vandalismo o si se resisten al desalojo. En ese momento, la mayoría de las personas habían desaparecido y sólo había unos cuarenta manifestantes en el patio y unos quince o veinte en la área de recepción. Algunos funcionarios de la cámara ofrecieron ayuda y se solidarizaron con los manifestantes, dejándoles saber que si desalojaban nadie sería arrestado. Una pancarta apareció y decía que saliéramos a las calles.

Finalmente, un oficial mayor, que fue enviado para evitar el fiasco de las manifestaciones en la recepción del Papa, apareció y dijo que la preocupación del presidente de la cámara era que no hubiera actos de vandalismo en el edificio histórico y que la ocupación podía seguir en el patio.

Llegaron los policías militares y no había remedio más que bajar al patio, lleno de manifestantes y policía, un lugar súper desagradable. La mayoría de la gente se fue, algunos se sentaron y comenzaron a organizar una quiniela para comprar una pizza. Mientras tanto, los manifestantes que estaban afuera intentaron romper de alguna manera las puertas del edificio histórico y la policía militar arrojó bombas sobre ellos. Esto empezó a generar una discusión sobre la validez de la ocupación.

Luego, elementos de la policía militar —que había rodeado a los manifestantes— utilizaron sus garrotes y “balas de goma” para sacar a los chicos fuera del edificio.

Una vez fuera, echaron gas pimienta contra manifestantes, mientras que el comandante estaba en lágrimas, sin poder controlar las tropas.

El Bloque Negro se reagrupó en Cinelândia donde comenzó a crear nuevos planes: volver a Alerj o ir a la casa del gobernador Sergio Cabral. La multitud estaba dividida, la mayoría se dirigió a la zona lujosa de Leblon y tomaron dos autobuses.

Llegué un poco antes. Había unos 20 ocupantes acampando allí, la mayoría vestidos en negro y capuchas. Gritando en protesta y formando líneas, usaron los contenedores de basura de la calle para formar barricadas. Dos manifestantes, decían: “¡Está es una ocupación! Hay anarquismo”, en ropa negra y pasamontañas. Un joven de 17 años insistió en tirar balas de goma y finalmente se calmó y comenzó a integrarse con la ocupación. “¡Hemos recibido muchas donaciones! Tenemos comida, bebidas y cigarrillos para todos”, repitió el manifestante, “lo que necesitamos ahora es entretenimiento y música”. Pero nadie tenía una caja o instrumento, y lo más que se pudo conseguir fueron algunas ollas y sartenes, y empezó la música.

Un grupo más radical se dirigía a la playa y discutía tácticas mientras andaban a su destino. Ninguno del Bloque Negro quería hablar con la prensa, ni como individuo, mucho menos como un grupo, todos insistían en que “el Bloque Negro no existe fuera de las protestas, el Bloque Negro es una táctica de defensa en las manifestaciones. Si no estuviéramos en las manifestaciones muchas personas saldrían heridas”, —explicó un miembro.

En conversaciones informales se decía que la mayoría eran jóvenes, de veinte y tantos años, algunos menores de edad y muy pocos de más de treinta años, estos chicos que visten de negro para formar la línea de frente en las protestas vienen de todas partes de la ciudad y sobre todo defendiendo el anarquismo. Cuando la multitud comenzó a organizarse para marchar por el barrio, le informaban al resto de los manifestantes que no se rompiera nada, que no era culpa del barrio que Cabral viviera ahí.

Acerca de la fama de su vandalismo un miembro del Bloque Negro explicó: “¡Sólo destruimos cuando nos atacan! Qué carajo, uno va a diversas manifestaciones, y ellos tienen todo, escudo, armas, bombas, armas de fuego, gas, y nosotros no podemos tener nada. ¿Y así quieren negociar? ¡Vamos a romper cosas! Pero hay que ser consciente, yo no creo que tengamos que romper las tiendas, pero no podemos dejar intacto a cualquier Banco Itaú”. Pero al final, todo mundo está de acuerdo en el hecho de que es una organización invisible y que gente puede infiltrarse, “no te voy a engañar que pueda haber un ladrón en el grupo. Cuando estaba fuera de la delegación de Catete, un hombre encapuchado se acercó a mí y me dijo, ‘hay que robar toda la mierda de Catete y no para la gloria, porque en Catete hay un montón de tiendas para robar, no hay gloria’”.

Preguntado acerca de una molotov en el Palacio Guanabara, uno miembro del Bloque Negro me dijo: “Yo vivo en Seropédica. Cada vez que salgo bajo por la calle principal. ¿Crees que sería capaz de caminar con una molotov? ¡Es pesada y apesta a mierda! No hay manera de que pasara desapercibido en una demostración”. Después el grupo empezó a hablar de otras tácticas más sutiles, como negar el uso de explosivos improvisados: “Si quieren hacer ruido, ¡haremos más ruido que ellos!”

Sigue a Matias Maxx en Twitter: @MATIASMAXX