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El otro astro argentino

Oda a Manu Ginobili: el baloncesto es más bello con el argentino en la pista

A sus 40 años, Ginobili nos ha regalado a todos una lección de lucha y sacrificio ante los Warriors.
Photo by Soobum Im-USA TODAY Sports

Cuando los San Antonio Spurs al fin lograron traer a Manu Ginobili a la NBA en 2002, cuatro años después de seleccionarlo en el puesto 57 del Draft de la NBA en 1999, el argentino tenía 25 años y ya había ganado dos premios MVP en la liga italiana y un MVP en las finales de la EuroLiga.

"Había pasado de ser un jugador desconocido a, quizás, el mejor jugador fuera de la NBA", asegura el Gerente General de los Spurs, R.C. Buford, quien fichó a Ginobili por dos años, pagando poco más de 3 millones de dólares por él. Justo la temporada posterior a su fichaje, los Spurs ganaron el campeonato NBA, siendo Ginobili uno de los jugadores clave en sus apariciones desde el banquillo.

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Sería fácil, pero sin embargo no un error, decir que la tónica fue la misma durante las siguientes 13 temporadas y tres anillos. El argentino nunca ha terminado de ser un titular habitual. Sin embargo, las dos temporadas en las que Ginobili sí formo parte de los quintetos habituales de los Spurs, coinciden con sus dos apariciones en el All Star Game de la NBA.

Manu Ginobili es un jugador que ha envejecido sin cambiar realmente, y es que todo lo que Manu ha aprendido en la NBA durante todos estos años tiene más que ver con la perfección que con el aprendizaje. El argentino ha sido muy distinto a cualquier otro jugador de la NBA desde el día en que llegó a la liga; no era más ni el más fluido, ni el más creativo, ni el más intuitivo, pero sí, era diferente. Si el juego del pasado lunes, en que Ginobili y sus Spurs fueron barridos en las finales de la Conferencia Oeste por los Golden State Warriors, resulta ser su último en la NBA, se habrá marchado sin haber dejado nunca de ser así de único.

Tal y como demostró en la eliminatoria de San Antonio frente a los Warriors, sigue habiendo una cantidad más que decente de juego y de talento en Manu. La serie estaba más que decidida desde el momento en el que el tobillo de Kahwi Leonard se torció por segunda vez, convirtiéndola entonces en una serie que parecía más una especie de "fin de clases": relajada, festiva y un poco nostálgica.

El hecho de que Ginobili se haya convertido en el protagonista de los últimos días en realidad obedece a que había que buscar algo o alguien a quien mirar mientras llega el primer partido de las Finals entre los Warriors y los Cavaliers. Y es que, realmente, Manu nunca antes había hablado con claridad sobre su retirada, pero al final del último partido ante los Warriors, cuando sonó la música dramática y todos los compañeros fueron a agradecerle todo lo que había hecho por ellos, no tuvo más remedio que hablar del tema públicamente para decir que se lo estaba planteando.

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Algo en la forma en la que los Spurs lucharon en los últimos partidos de los playoffs hizo relucir el viejo juego de Ginobili, el que hacía tiempo que no nos dejaba ver. Quizás fueron las escurridizas penetraciones hacía el aro, o sus pases casi futbolísticos al más puro estilo tiquitaca, o su cerebro a mil por hora, o tal vez fue su providencial tapón sobre la bocina a James Harden ante los Rockets que les dio el pase a la siguiente ronda.

Volvió a ser maravilloso, de la misma forma en la que que Ginobili solía ser maravilloso. Estos Spurs están en una profunda brecha generacional. Es la primera temporada sin Tim Duncan, y quizás la última con Ginobili, y una de las últimas para Tony Parker. A esa generación había que buscarle un halo de leyenda para cincelarla en mármol. Es el cambio de estafeta para entregarle el equipo a Kahwi Leonard.

Los Warriors, en todo su esplendor y reforzados con Durant, son sorprendentes y a la vez robóticos. No se le ven las costuras, son brillantes y tienen un aura de infalibilidad que rinde a cualquiera. En los momentos en los que los Spurs más luchaban, que parecían ganar los rebotes y plantar cara, el marcador seguía en 12, 15, 17 puntos de diferencia a favor de los Warriors. El ímpetu de los Spurs se frenaba con la mano de Stephen Curry en los triples.

La singularidad del sistema de los Warriors es lo suficientemente perfecta como para que cada posesión parezca bella y terrorífica al mismo tiempo. No es que esta maquinaria esté desprovista de errores, no, no es eso. Lo que ocurre es que este es un equipo de baloncesto en su punto más alto de realización, de armonía individual y virtuosismo colectivo. Los Warriors son la belleza y la verdad, ambas en sincronía.

Frente a esto, lo que más disfrutamos de la final de conferencia fue la improvisación y el oficio de Ginobili, como el simple mortal que trabaja el doble, sobresalieron más que de costumbre. Tuvo que sacar todo lo que le quedaba dentro, cada gota de habilidad y cada truco de imaginación, y todo para mantener a una dinastía como la de los Spurs con un poco de respeto bajo los focos. Los Spurs se quedaron sin suerte, primero, y sin posibilidades, después, pero Ginobili nunca se quedó sin ideas o sin energía. En los últimos años, Gregg Popovich y su equipo han pasado la mayor parte del tiempo intentando gestionar a la perfección los minutos de juego y los de descanso para mantener a Ginobili tan fresco como fuese posible justamente para momentos como ese. Fue emocionante ver lo vivo que sigue estando el argentino.

Si este es el final del camino para Manu, será por que el lo haya decidido y no por falta de ganas, ritmo y calidad. "Siento que aún puedo jugar", le dijo Ginobili a Michael C. Wright de ESPN tras el último encuentro. "Pero eso no es lo que me hará retirarme o no. Es cómo me sienta, y si quiero pasar por todo esto nuevamente. He sentido como si quisieran retirarme, como si quisieran darme una especie de noche de homenaje. Y por supuesto, cada vez estoy más cerca de eso. No es un secreto que cada vez se vuelve más difícil".

Dice que lo pensará. Que lo hablará con su familia, que sopesará la exigencia de volver a prepararse para otra temporada contra la tentación de pasar el resto de sus días dedicado a ser una leyenda en el retiro. Si decide que ya es el momento, sin duda estaremos en deuda con él, pero si se queda otro año, lo estaremos aún más. Frente a la superioridad de los Warriors, el trabajo, el esfuerzo, la lucha y el valor de Manu Ginobili parecen más necesarios que nunca.